El recuerdo de su fundador quien, desde que se crearon las redes sociales, siente el cariño que la gente le envía por mensajes; los futuros proyectos y una comparación con los Simpsons
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Seguramente quienes nacieron entre 1950 y 1970 se acuerden cálidamente de la ropa de Sun Surf. Sus zapatillas de calle, sus musculosas y sus pantalones con esa impronta ‘surfer’ han marcado a dos generaciones, proponiendo, desde sus diseños, una nueva forma de vestirse, una manera rebelde. Los dibujos en sus prendas dejaron una huella en los nostálgicos, quienes recuerdan a Mark, el principal logo de la compañía, como el símbolo de lo que siempre quisieron ser. También a Richard, el ave que se paraba sobre su hombro. Mark era una especie de alegoría de la contracultura: un joven vestido de playa con bermudas sueltas y un pelo rubio, enmarañado y atusado con parafina.
Se llegó a instalar, en los colegios secundarios, la costumbre de dibujar a Mark en los guardapolvos. También en las camperas de egresados, que muchas veces venían con un gran espacio en blanco. Cuando la marca alcanzó su plenitud, decenas de jóvenes cruzaban todo el conurbano y la Capital Federal para conocer el primer local, ubicado en el barrio de Belgrano, a metros del cruce de Cabildo y Juramento. En aquella época, esa esquina ya se erigía como un punto caliente de la moda en el que convergían diversas tribus urbanas y nacían nuevas tendencias.
Esas épocas quedaron lejos en el espejo retrovisor, pero el cariño por esta marca acompañó, hasta el día de hoy, a quienes se habían enamorado de ella en los ‘80s. “Esa ropa ya no se hace más”, se lamentan unos y otros, mientras se preguntan qué fue lo que le pasó, “si era todo un éxito”. Algo de eso ha podido aclarar Helvio Bouzada, su fundador. Eso (por qué la marca fue discontinuada) y mucho más: ¿Por qué nunca llegó a producirse masivamente? ¿Hay manera de conseguir su vestimenta hoy en día? ¿Es cierto que hay un proyecto para que la marca regrese? “El precio de esa pasión fue muy alto”, ventila Louzada en una charla de café con LA NACION.
—¿Qué fue Sun Surf para vos?
—Fue realizar ideas revolucionarias en un contexto gris. Pero no te hablo de ideas de guerrilla o de violencia, sino de cambiar el mundo con otras ideas.
—Como con la música y el arte, solo que, en este caso, con la moda.
—Exacto. Yo siempre buscaba ser diferente. Quería proyectar, a través de algo, un montón de ideas que tenía.
—Más allá de eso, ¿Qué esquemas querías romper?
—Yo veía que se vivía muy gris o muy blanco. Por ejemplo: camisa blanca, pantalón oscuro. Era todo muy uniformado. De hecho, la educación también lo era (desde la indumentaria). Nadie pensaba en los jóvenes. Nadie hacía nada para los jóvenes.
—Y te sumergiste en eso. Fundaste la marca para generar un cambio y, también, para trabajar.
—Bueno, transité los ‘70s de esa manera y en los ‘80s llegó la necesidad. Tenía 25 años en el ‘81, cuando fundé Sun Surf. La marca surgió de un montón de vivencias y de cosas que fui viviendo unos años antes.
—¿Qué te inspiró?
—Yo tuve la suerte de hacer unos viajes en los ‘70s. En el ‘74, por ejemplo, fui a Río de Janeiro, tenía 18 años. Ahí se practicaba mucho más surf que acá. Eso me agarró muy fuerte.
—En la Argentina no había mucho antecedente de surf.
—No lo había.
—¿Y el otro viaje?
—En el ‘78 fui a California. Ahí vi de dónde venía aquella cultura. Ojo, esos surfers no eran lo mismo de hoy, eran los “vagos de la playa”, los “chicos malos” de pelo parafinado, pero bueno… Traje todo eso. Lo tenía en mi cabeza y en mi cuerpo. Eso hizo que naciera formalmente la marca.
—¿Dónde pusiste el primer local?
—En la galería Recamier, que estaba ubicada en Cabildo y Juramento, en Belgrano. Era un local en el primer piso. Le puse energía y toda esa cultura que no estaba acá.
—¿Por qué elegiste esa zona?
—Cabildo y Juramento... En la década de los ‘80s empezaban ciertas revoluciones mundiales y cambios drásticos en la música, en el arte, en la lectura y en los pensamientos. Mis posibilidades estaban en la ropa, mi rebeldía pasaba por ahí. En esa época habían dos esquinas importantes, totalmente opuestas y diferentes una de la otra. Jurabildo era una; la otra, Callao y Santa Fe. En cada una se formaban sub-culturas, pero la más fuerte fue la de “Jurabildo”: ahí se encontraron los primeros punk, por ejemplo. Me instalé ahí, y la gente fue descubriendo la propuesta. Luego, el boca en boca nos hizo crecer. Desde que abrimos, no se cortó nunca, fue creciendo, creciendo y creciendo.
—¿A qué te dedicabas antes de crear Sun Surf?
—Estaba en la universidad, estudiaba veterinaria. Me encantaban los animales, pero tuve que dejar a carrera. En esa época había fallecido mi padre y me tuve que poner a buscar un trabajo más estable para tener ingresos.
El chico de pelo parafinado y su amigo, Richard
—Hubo un momento en el que la marca comenzó a crecer raudamente, ¿cierto? Es decir, que “explotó”.
—La gran jugada fue en el ‘83. La vuelta de la democracia me permitió ampliar un montón de cosas y jugarme mucho más fuerte a la idea de colores, de diseños y a la libertad de que el chico que se quería parafinar podía parafinarse sin que le dieran una paliza en la calle.
—¿Se podría decir que ese chico rubio es Mark, la cara de la marca?
—Sí, es él.
—¿Cómo nació Mark?
—Se dio en un momento en el que la marca estaba juntando “adictos” a la propuesta. Había chicos que iban al local desde Avellaneda, desde Wilde… Gente que viajaba horas para ver qué había ahí. Les llegaba la data de que existía “cierto local” e iban a ver. En fin.. Yo creía que la marca debía tener un logo. Yo había visto, en mis viajes, marcas que tenían sus personajes, sus historias. Mark, el que conocen, ya estaba en mi cabeza.
—El dibujo es autoría de un artista llamado Claudio García, ¿no? ¿Cómo lo conociste a Claudio?
—Sí. Yo necesitaba alguien que pudiese desarrollar ese personaje. Se da que, a través de un amigo en común, conozco a Claudio. Me habían dicho que él dibujaba muy bien el tubo y la ola del mar. Me junto con él; le había pedido que llevara una carpeta con su trabajo. Al verlo, le dije: “tengo el personaje en la cabeza pero necesito alguien que pueda plasmarlo, darle vida”. A Claudio lo conozco hace 40 años. Recuerdo que, segundos después de ver su carpeta, le dije: “Ya está”. Al poco tiempo, me trajo a Mark. Mi respuesta fue: “Es esto, Claudio”.
—¿Y por qué “Mark”?
—Dentro de los nombres que giraban en mi cabeza, el que tenía más a mano era el de Mark Richards, un surfista australiano que fue campeón del mundo 4 veces entre el ‘79 y el ‘82. No te digo que era mi ídolo, pero pensaba que era el mejor. Se tenía que llamar Mark porque era el mejor.
—Mark no fue la única figura. También había una mascota.
—Claro, ¡Richard!
—Le dabas mucha importancia a las figuras.
—A mí me había quedado en la cabeza esa formación de Walt Disney, de todos sus personajes. Entonces, cuando terminamos de hacer a Mark, le dije a Claudio que teníamos que crearle un amigo, un compañero de travesuras. “Vamos a hacer un pájaro”, le propuse, “un pájaro marino”. Y lo hizo. Lo bautizamos Richard por el apellido de Mark Richards.
La fantasía de que Los Simpsons se inspiraron en Mark
¿Fantasía o realidad? Consciente de que probablemente haya sido una casualidad, Helvio Bouzada cree que hay una conexión entre el color de piel de los Simpsons (amarillo) y el del pájaro Richard. “Vamos a 1983. Vamos a Richard. Mirale el pelo, sus plumas, el color del pelo. esto es una casualidad, una fantasía mía. Pero los Simpsons nacieron en 1989″, dice.
Y continúa argumentando: “Han roto los moldes de lo que se venía haciendo con los dibujos animados. Obvio que su éxito se dio por su guion y su crítica a la sociedad norteamericana. Esto es muy loco, pero... ¿no existirá la posibilidad de que se haya escapado, entre el ‘81 y el ‘89, una remera de Sun Surf a los EE.UU. y que la hayan visto? ¿Habrá alguien, un día, en un bar, visto ese personaje e inspirádose para crear a Bart, Lisa, Homero y demás? No sabemos, es la fantasía de cada uno”.
¿Qué pasó en 1989?
—¿Cuántos ejemplares vendías, aproximadamente, por año?
—En el mejor momento, que es cuando la marca tuvo varios locales en todo el país, llegamos a vender cientos de miles de prendas al año.
—Si bien la marca no fue transferida hasta las más nuevas generaciones, es cariñosamente recordada por dos grupos etáreos muy marcados: aquellos que hoy en día tienen entre 40 y 60 años.
—Son dos generaciones que la vivieron, que la consumieron y que la siguen teniendo en el corazón. Sun Surf fue una semilla en la Argentina para todo lo que fue el movimiento del surf y del skate. Después, con Menem, llegaron las importaciones y vinieron marcas grandes e importantes. Eran del nicho, pero eran internacionales.
—Más allá de O’Neill, Billabong... apareció Reef, que es argentina. También Mohs. ¿Qué pasó con Sun Surf? ¿Cuándo fue que dejó de comercializarse y por qué?
—En el año ‘89.
—¿Qué pasó en el ‘89?
—La marca había tenido un movimiento comercial muy grande. Imaginate lo que fue como para que, 40 años después, la gente la recuerde al ver su logo. A algunos hasta se le pondrá la piel de gallina... Bueno, para llegar a eso tuve diez años de mucha, mucha pasión y mucha locura. Sun Surf me había dado muchísimas cosas, tanto en lo afectivo como en lo comercial. Pero llegó un momento en el que me había desnaturalizado y había perdido la esencia del comienzo.
—Como dirían ahora, te “quemaste”.
—Es que llegó un momento en el que, al tener un crecimiento grande (que yo no había buscado buscado) y tan vertiginoso, hice un análisis. Estaba sobrepasado, y te doy un ejemplo: a veces yo tenía 500 remeras de stock y venía un cliente y me pedía 2 mil. No alcanzaba nada (para los demás, eh). Y dije “acá voy a tener que poner un fin”.
"Sun Surf llegó a tener 150 clientes mayoristas fijos"
“Era como tener una banda, llenar 20 estadios de River y no tener tiempo para crear más canciones”
—Perdiste el control del éxito.
—Era como tener una banda y llenar 20 estadios de River, pero sin tener tiempo para componer más canciones. Y el público crecía... Comercialmente era lo más lindo que me podía suceder, pero yo no me interesaba solamente por el dinero, yo era un creativo. No podía quedarme como una fotocopiadora a hacer lo mismo.
—No querías perder la autenticidad.
—Claro. Todos esperan que todo lo que hagas sea una genialidad. Así podés caer en la vulgaridad o en lo común. Incluso, nosotros hemos hecho dibujos que no fueron tan exitosos como Mark.
—¿Y el dinero?
—Ya había mucho.
—¿Y cómo le pusiste el broche?
—Le dije a todos los comerciantes: “En el año ‘89, cerramos”. Les dije que, a lo mejor, hacía otra marca, a lo mejor volvía a los 5 años, pero que en ese momento no quería más. Fui terminante: “Hasta acá llegué”. El precio de esa pasión era muy alto.
"Los clientes fijos hacían fila a las 2 de la mañana en la fábrica. Esperaban en sus autos. Se quedaban a dormir para ser los primeros en llevarse la mercadería"
Helvio Bouzada
—¿Cómo se puede conseguir ropa de Sun Surf hoy en día?
—Hay una plataforma en la que podés adquirir las remeras.
—¿Es posible que tengas un deseo apagado de revivir a la marca? ¿Se le podría dar continuidad?
—Hay un montón de proyectos y de ideas que tienen que ver con Sun Surf para proyectar comercialmente. Son empresas a las que les interesan llevar esta historia a un plano comercial. Me llegan propuestas. En algunos casos, espero; en otros, no me interesa; aunque algunos sí me cautivaron (igual, les daría una vuelta de rosca a los temas contractuales).
—Hoy, con las redes, seguramente puedas notar que mucha gente tiene presente a Sun Surf, vívidamente.
—Cuando abrí la primera cuenta de Instagram, me empezaron a llegar mensajes. Ahí dije: “Voy a tener que activar la marca, al menos por el lado de lo cultural, de la identidad que impregna”. Sun Surf es culto total.
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