Pese a que no existe cura para su enfermedad y a que los médicos le dijeron que no hay nada más para hacer, Natalia disfruta el día a día y sueña con lograr una remisión.
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En la primavera de 2017 Natalia Suárez (47) comenzó a tener dolores en la pierna derecha que posteriormente se trasladaron a la zona lumbar. Cuenta que no podía estar quieta en el lugar por mucho tiempo ni dormir en la posición que siempre lo hacía, como así tampoco hacer un paso a ritmo.
Una mañana fue a una guardia cerca de su casa y le realizaron una resonancia de columna que no arrojó nada extraño. Sin embargo, los dolores continuaban por lo que le dieron turno con un especialista en columna, luego en cadera y durante más de un año los médicos a los que visito opinaron que sus molestias tenían más que ver con algo psicológico.
“A partir de ahí ya no pude volver a caminar igual”
“El de la obra social, que es el que me seguía, me mandaba a kinesiología y a osteopatía. En la última sesión el osteópata creyó haber encontrado el nudo y en sus maniobras con golpes en el hueso lesionado me lo terminó lesionando más aún. Fue terrible, a partir de ahí ya no pude volver a caminar igual. Me levantó fiebre, no podía comer, dormir ni trabajar”, recuerda, Natalia, a la distancia.
Unos días después de ese episodio le realizaron una tomografía de cadera y la derivaron a un especialista en “tumores gigantes” ya que su hueso tenía un agujero de 80 milímetros por lo que, según le dijeron, solo podía ser producto de un tumor.
“Eso fue el 9 de noviembre del 2018, me acompañó mi amiga Sil, me bajó la presión dos veces leyendo el resultado y cuando me recuperé lo llamé al médico. Le dije que me explicara porque parecía que no iba a volver a caminar y que me iba a morir, pero él no me podía contestar. Los estudios habían dado que tenía metástasis de un cáncer de pulmón. Llamé a mi pareja, luego a mis hijos, a mi mamá, a mis amigos. A todos se los contaba, pero no podía creer que me estuviera pasando a mí”.
Dolorosas respuestas
A raíz de la mala praxis del osteópata, Natalia solo podía trasladarse en silla de ruedas y de esa forma fue a buscar la biopsia. A los pocos días visitó a una oncóloga.
-Por favor, las preguntas hacémelas cuando termine de ver los estudios en la computadora –le dijo la doctora.
-Está bien –le respondió Natalia.
-¿Me vas a preguntar si vas a volver a caminar? No.
-¿Me voy a morir?
-Sí –le contestó, fríamente.
-¿No hay ningún tratamiento que me pueda ayudar?
-Podés hacer una quimio que es una bomba de ataque y te puede prolongar un poco la vida.
“No tenía permitido pensar en una curación”
Esa tarde, de febrero de 2019, Natalia salió shockeada de la cita con la oncóloga. Sin embargo, firmó unos papeles en los que aceptaba someterse a seis ciclos de quimioterapia y a 20 sesiones de rayos en el Hospital Roffo.
“Desde el día uno que no tenía permitido pensar en una curación porque me repetían que no existía en ninguna parte del mundo, pero tampoco podía hablar de la muerte, fue muy duro. Mi hijo mayor jugaba al fútbol en Italia y creí que no volvería a verlo, mi hijo más chico estaba pasando un mal momento personal, mi papá había fallecido hacía unos meses de cáncer, mi mamá vivía en Londres al igual que mi hermana. En cuanto a mi pareja, si bien me había propuesto matrimonio unos meses antes, no se bancó la situación. Por eso, en ese momento mi contención fueron mis amigas. Después, mi mamá viajó y se quedó hasta mi tercera quimio, cuando se fue tuve mucho miedo, en cada quimio corría riesgo mi vida, pesaba 40 kilos, pero por suerte nunca tuvieron que hospitalizarme”.
Ayuda profesional: humanismo y empatía
A partir de ese momento Natalia comenzó a escribirle a distintas personas que creía podían ayudarla. Una de las que le contestó fue el reconocido psicólogo Gabriel Cartañá. Muy amablemente, la citó en su consultorio y desde ese momento comenzó a atenderla en forma gratuita.
“Él es muy importante en mi vida no solo por haberme acompañado y ayudado siempre que lo necesité, sino porque me mostró que existen personas con un nivel de humanismo y empatía increíble. Cada sesión con Gabriel era de mucho aprendizaje, él es muy práctico y teníamos en claro que el objetivo era conseguir calidad de vida, pero los duelos había que pasarlos: el no poder trabajar más, ni caminar, ni estar mucho sentada, ni parada, las personas que pensabas estarían incondicionalmente y no estaban ni por teléfono, quedarme sin kilos, sin pelo, la muerte que me acechaba y me sigue acechando. Eran muchos frentes, pero fuimos de uno a la vez encontrando lo bueno en lo malo. Creo que si las personas que no quisieron estar a mi lado hubieran seguido estando hubiera sido imposible alcanzar la calidad de vida que alcancé. También me acompaña una psico-oncóloga de la Asociación Civil Sostén, Macarena Fernández, otro ser increíble”, agradece.
“Vos hacé lo que venís haciendo que te está yendo bien”
Desde hace un tiempo y por decisión propia, Natalia comenzó a experimentar con algunos cambios en su alimentación: consume anti-oxidantes, toma vitaminas y regenera células. Además, todos los días hace diferentes meditaciones. “Mi oncólogo me dijo: vos hacé lo que venís haciendo que te está yendo bien, pero come de todo. Hacé todo lo que puedas, lo que tengas ganas. Llegó la pandemia y yo estaba cada vez mejor, los dolores me permitían caminar más pasos y dormir toda la noche y hasta hacer algún Tik Tok. Empecé a recuperar peso y a estar cada vez más autosuficiente. Por supuesto que sigo con la invalidez y necesito de la silla de ruedas, pero ya no de ambulancia, pude viajar en auto, irme a la playa con mis amigas y caminar hasta el mar la última vez”.
En julio de este año, luego de más de un año de no ver a los médicos por la pandemia, Natalia volvió a hacerse los estudios que arrojaron que hay un avance de la enfermedad. Cuenta que le tuvieron que biopsiar la glándula suprarrenal, donde aparentemente también habría metástasis.
-¿No es grave, no? ¿No me voy a morir en dos meses por esto? -le preguntó.
-Vos sabés que saliste de las estadísticas –le respondió, sonriendo.
“La ciencia me dice que no tendría que estar viva. Siempre tuve la esperanza de poder acceder a un tratamiento que se llama inmunoterapia que en algunos casos funciona y prolonga mucho la vida, pero las puertas se me cerraron. Veremos ahora en unos días si con la biopsia de la glándula se puede. Y si eso ocurre, entonces, nada está dicho en esta vida. Bueno sí: un día nacemos y otro morimos, pero no sabemos cuándo”.
Mientras tanto, Natalia se despierta todos los días con la ilusión de respirar bien cada mañana y sueña con que sus hijos sean sanos, buenos y felices. “Ocupo mi tiempo en disfrutar lo que tengo y no pensar en lo que no tengo. Por lo menos, lo intento. Tomo mucho sol, escucho música, canto, bailo con los brazos o a veces puedo un poquito más y comparto con las personas que me quieren y me acompañan. Leo, uso redes sociales y miro alguna serie o peli. Actualmente, como de todo y recuperé 20 kilos, no sé si estará muy bien, pero lo disfruto. ¿Hasta dónde llegaré? No sé, hoy ya no lo sabe nadie y aunque no pueda tener esperanza ya que no existe nada para mi caso, seguiré pensando que hasta el último instante de mi vida mis células reaccionen y lograr una remisión espontánea. Levantarme y decir: volví”.
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