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Una en un millón. Esa es la probabilidad de que a un humano le caiga un rayo. Sin embargo, periódicamente se conocen por las noticias o la historia, sucesos de personas que han recibido el impacto de un rayo en diversos lugares del mundo. Aunque suene extraño, no es algo inusual. De hecho, la NASA estima que cada día caen sobre la Tierra unos ocho millones de rayos. Eso significa que, cada segundo, unos 100 rayos impactan en algún lugar del planeta. Y son pocos los que tienen la fortuna de relatar la experiencia. Walter Summerford y Roy Sullivan fueron dos hombres que rompieron con esas probabilidades y sus historias son dignas de conocer.
Cuando lo imposible sucedió
La vida de Walter Summerford fue la de un sobreviviente que soportó, como soldado, los avatares de la Primera Guerra Mundial hasta que el cielo le presentó una prueba de una naturaleza completamente diferente. Ese día Bélgica había amanecido nublada. Pero el clima no impidió que la tropa de la que Summerford formaba parte, cabalgara en el frente. Fue en ese instante que lo imposible sucedió: un rayo salido de entre las nubes impactó directo sobre su caballo, y lo despidió al piso. Para sorpresa de todos, Walter Summerford no había muerto. Sin embargo, al intentar moverse advirtió que se encontraba totalmente paralizado de la cintura para abajo. Desde entonces quedó confinado a una silla de ruedas y, por supuesto, lejos de la guerra.
Años más tarde –sin siquiera imaginar posible un nuevo revés de características similares- Summerford continuó su vida en Canadá. Formó en ese país una familia y dedicó parte de su tiempo a la caza y la pesca. Pese a su parálisis, jamás se vio impedido de realizar estas actividades, por el contrario su dedicación fue tal que ganó algunas competencias.
Transcurría el año 1924 cuando el destino y la naturaleza lo volvieron a enfrentar con su mayor temor. Se encontraba sentado junto a un lago y lo alcanzó un rayo nuevamente, aunque esta vez no fue de manera directa. El rayo cayó sobre un árbol cercano y la corriente viajó a través del roble hasta ser absorbida por Walter. Sin explicación alguna, dos días después pudo volver a usar sus piernas.
La tercera vez en la vida de Walter Summerford fue seis años después de aquel incidente. Walter gustaba de caminar por los parques cercanos a su propiedad. La aparición repentina de una tormenta lo alertó y asustó más cuando comenzó a llover y a escucharse truenos a lo lejos. Ansioso comenzó a buscar dónde resguardarse, pero lo inevitable lo volvió a encontrar. El tercer rayo lo impactó tan fuerte que lo paralizó de nuevo: esta vez de los pies a la cabeza. Luego de dos años falleció. Días antes de su deceso había confesado que temía haber sido maldecido. Pero ni muerto pudo descansar en paz. Cuatro años después su lápida recibió un nuevo y cuarto impacto de un rayo…
Un pararrayos humano
El caso de Roy Sullivan es más increíble, impactante y conocido. Este hombre récord Guinness fue alcanzado nada más y nada menos que por siete rayos. Quizás su trabajo de guardabosques propició los hechos, pero que hayan sido tantos supera la realidad. La cronología de los siete rayos que sin embargo no lograron acabar con su vida se sucedió así.
El primero de ellos ocurrió en abril de 1942. Debido a una tormenta, Sullivan intentaba esconderse en una torre de vigilancia, uno de ellos lo alcanzó y le quemó parte de su pierna derecha y un dedo del pie.
En 1969, conducía su camioneta cuando un caprichoso rayo tomó un camino inesperado, golpeó los árboles cercanos y se desvió hacia la ventana abierta del camión. Ahora bien, lo excepcional de este hecho es que el cuerpo metálico de un vehículo protege a las personas porque actúa como una jaula de Faraday (caja metálica protectora de los campos eléctricos estáticos, en su interior el campo eléctrico es nulo y se utiliza en la protección de descargas eléctricas). Roy quedó inconsciente, su pelo se quemó junto a sus cejas y pestañas. El camión sin control siguió moviéndose hasta que se detuvo cerca de un acantilado.
La llegada del tercer hecho lo sorprendió en su casa. Corría el año 1970 y mientras estaba en el patio fue alcanzado por otro rayo que cayó en un transformador e increíblemente saltó a su hombro izquierdo y lo quemó.
Para cuando el cuarto rayo lo eligió, ya sospechaba que algo superior podría querer destruirlo. Ocurrió en 1972 mientras trabajaba en el Parque Nacional Shenandoah, en Virginia. Hacia agosto de 1973 observó que se estaba formando un frente de tormenta. Creyó que la nube lo perseguía. Segundos más tarde, un rayo tocó su lado izquierdo. Apenas consciente, Sullivan pudo arrastrarse hasta su camioneta y derramando una lata de agua sobre su cabeza apagó las llamas que lo consumían.
Paranoia o no, para cuando el sexto rayo lo encontró le lesionó el tobillo. Al siguiente año,1977, Roy pescaba en una piscina de agua dulce. El rayo que le dio alcance solo quemó la parte superior de su cabeza, prendió fuego nuevamente su pelo y bajó por su pecho y estómago.
Tenía la creencia de que sentía que las tormentas y los rayos lo perseguían. Y quizás no estaba equivocado. Con los años fue cayendo en una profunda depresión. Eso lo llevó a que un 28 de septiembre de 1983, acostado en la cama junto a su esposa, colocara una pistola contra su oreja derecha y apretara el gatillo.
La relación entre la electricidad y los seres humanos se remonta a la teoría de que la manera de conocer el fuego de nuestros antepasados podría haber sido a causa de un rayo. Hoy, desde luego, no podemos concebir nuestra cotidianeidad sin ella. Las películas también han tratado esta curiosa relación, desde el personaje de los comics “The Flash” quien adquiere su poder por un rayo, o la curiosa película “Powder, pura energía”. Incluso el film “El curioso caso de Benjamin Button”, refleja parte de la vida de este particular hombre. A pesar de que las probabilidades están a tu favor, cuando una tormenta se acerque y los pelos de tus brazos se levantan no tengas miedo, pero tené cuidado.
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