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Sintió que su mundo se desmoronaba. Esa tarde, cuando su esposo llegó del trabajo, supo de inmediato que algo no estaba bien. Llamó al servicio de emergencias. Le dijeron que se trataba de un broncoespasmo. Y, aunque le dieron mediación, el hombre seguía mal. Al día siguiente decidió que lo llevaría directamente a la clínica. Quedó internado. “De ahí en más todo fue inútil. Él sabía que se estaba muriendo y se aferraba a mi mano. Nunca voy a olvidar su mirada triste”.
Mirta Seeb había vivido en el pueblo Patricios de la provincia de Buenos Aires hasta sus doce años. Luego, se mudó a Salta donde creció y formó su familia. Con su compañero de vida, al que amó con el alma, tuvo dos hijas y cuatro nietos. “Viví una vida tranquila. Cuidé a mis nietas cuando mis hijas trabajaban y luego renuncié a mi empleo para cuidar a mi madre que había quedado ciega por diabetes. La traje a vivir a mi casa y, mientras la cuidaba, también me hacía cargo de mis nietos”.
“¿Cómo seguir? Estaba destruida”
Pero cuando su marido falleció de forma inesperada, todo lo que habían construido juntos perdió sentido. “¿Cómo seguir? Estaba destruida. Sin embargo, mi madre me necesitaba. Lloraba a escondidas, me secaba las lágrimas y me ocupaba de ella y de mis nietos con una sonrisa”.
Meses después la vida le dio otro duro golpe cuando su madre murió. “Caí en un pozo depresivo. Se me empezó a caer el pelo, me enfermé y pasaba días en la cama sin comer y sin bañarme. Fueron mis nietos los que me sacaron adelante con su cariño”.
Sus nietas mayores le enseñaron a usar la computadora y la ayudaron a crear una cuenta en Facebook. “Ahí cambio mi vida: encontré un grupo, Los hijos de Patricios. Estaban todos mis compañeros de la niñez. Fue hermoso reencontrarnos y contarnos nuestras vivencias”.
“Fue un bálsamo en mi vida”
Hasta que una mañana recibió una solicitud de amistad de alguien llamado Héctor. Aceptó pensando que era un amigo de Patricios. “Comenzamos a hablar pero resultó que él no era mi amigo sino otro Héctor, del partido de Nueve de Julio (a 16 km de la localidad de Patricios). Solo el destino pudo haber armado este encuentro”.
Él estaba solo, dolido por una separación y ella tratando de superar sus pérdidas. “Hector fue un bálsamo en mi vida. Su ternura llenó con poesías, canciones y esperanza cada una de mis mañanas. Aunque estábamos lejos, sentí su contención. Todo me enamoró de él: su ternura, su paz. Somos muy compatible, nos gustan las cosas sencillas y amamos la naturaleza. Lo admiro mucho. Es un hombre muy culto, sabe de nuestra cultura, de todo lo autóctono. Muchos lo llaman maestro, es muy querido en su ciudad y alrededores”.
Sin embargo, todavía tendrían que sortear un obstáculo más. Ya que, cuando decidieron encontrarse, los sorprendió la pandemia. Se mantuvieron en contacto y, a medida que pasaba el tiempo, también crecían sus sentimientos de amor. La necesidad de estar juntos se había vuelto imperiosa. “En diciembre de 2020, con el primer micro que salió de Salta viajé a conocerlo. Fue mágico nuestro encuentro. Nos abrazamos y nos besamos como dos adolescentes. Desde ese momento somos inseparables”.
Él la esperó en la ruta con su auto, le llevaba de regalo un libro y una flor. Luego fueron a su departamento y allí se dieron aquel famoso primer beso que marcó sus corazones para siempre. “Eran las cuatro de la tarde y tuvimos nuestra noche de bodas. Hoy no nos acordamos cómo pasó todo. Solo sé que fue maravilloso a nuestra edad”.
Mirta y Héctor viven actualmente en Nueve de Julio. Una vez al año viajan a Salta y allí se quedan por tres meses para visitar a la familia. “Amo la vida con todo lo lindo y lo feo. Me aferro a ella junto a mis amores y la oportunidad que tuve de volver a empezar”.
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