Cuando Belén vio a Pablo por primera vez sintió que era el amor de su vida, sin embargo, jamás imaginó los desafíos en el camino...
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Se conocieron en 1998, él tenía 16 y ella 18. Ambos cursaban juntos el secundario para adultos de Don Torcuato, en el barrio Aviación. Belén quedó cautivada con la mirada de Pablo, su pelo ondulado y largo hasta la cintura, pero más la enamoraban su timidez y calma.
Desde un comienzo lo supo, aquella timidez sería un obstáculo y la del primer paso debía ser ella. Se encontraron por casualidad a la salida del colegio, se dejaron llevar por una conversación en la que se olvidaron del tiempo, caminaron por casi dos horas y de pronto se descubrieron en la estación, momento en el cual debían despedirse. Belén lo miró, se puso en puntitas de pie (ya que su metro cincuenta y siete debía alcanzar el metro noventa) y le dio su primer beso.
“¡Aún recuerdo el revoloteo de mariposas en mi estómago !”, asegura Belén hoy al rememorar su historia. “Estuvimos de novios casi un año, en ese tiempo no existían WhatsApp ni Facebook, para contactarnos lo hacíamos a través de cartas que nos regalábamos cuando nos veíamos. Nos contábamos cosas que personalmente no nos animábamos a decir…”
40 km, la distancia y casi dos décadas sin verse
En 1999 los padres de Belén le anunciaron que era tiempo de mudarse. Merlo sería el barrio de su nuevo hogar y los 40 km que los separaban resultaron demasiado para dos adolescentes con vidas intrincadas. En el nuevo milenio, sin embargo, su familia decidió volver a Don Torcuato. La joven regresó al colegio con la ilusión de un reencuentro, pero ya no compartían curso y sus vidas parecían distanciadas: “Pero aún nuestras miradas se cruzaban cada vez que nos veíamos y mis mariposas seguían revoloteando cada vez que él estaba cerca”, asegura Belén.
Terminaron el colegio y cada uno siguió su camino. Belén nunca más supo de él, su vida continuó, conoció a otras personas, vivió nuevos romances e inició un vínculo en el que estuvo quince años en pareja: “Pero jamás volví a sentir mariposas al besar”.
El 2017 arribó, casi dos décadas habían pasado, el recuerdo de Pablo estaba difuso, pero no olvidado. Fue entonces que su mejor amiga, Lili, le sugirió crear un grupo con los compañeros de la secundaria: “Los empezamos a contactar vía Facebook, enviamos las solicitudes a quienes recordábamos y uno de ellos era él”.
“Le envié un mensaje explicando el motivo de mi solicitud, no sabía si me iba a recordar ya que habían pasado diecinueve años , le dije que era la Mendo ( así me decían en el cole, porque soy mendocina) y que habíamos cursado un año juntos en la secundaria, no obtuve respuesta alguna”.
Un abrazo interminable: “Yo esperaba ver a un muchacho con pelo largo y aros”
Belén jamás olvidará el mensaje que le llegó a los dos días de escribirle a Pablo. “Te tengo de vista de algún lado…”, decía la sentencia acompañada de una foto que paralizó el corazón de la mujer.
“Eran todas las cartas que yo le había escrito cuando fuimos novios, las había guardado por diecinueve años”, revela Belén emocionada. “Al ver eso automáticamente retrocedí en el tiempo hasta ese momento. No podía creer que él, mi amor adolescente, mi primer amor, aún guardaba las cartas”.
Tras ese intercambio inolvidable, se contactaron por teléfono. Durante tres horas trataron de recuperar veinte años de vida. Pablo le dijo que tenía un hijo, ella le contó que también era mamá de una nena. Y así, durante un mes, las conversaciones se sucedieron hasta que un día tomaron coraje y decidieron verse cara a cara: “Yo esperaba ver a un muchacho con pelo largo y aros ( así lo atesoraba en mi memoria) pero ahora estaba con el pelo corto un poco canoso y sin aros”, dice Belén con una sonrisa.
El abrazo fue interminable. Con sus cuerpos fundidos, Pablo y Belén temblaban, aunque muchos años habían pasado, dentro suyo seguían siendo esos adolescentes de su historia de amor.
Separarse para sanar, juntarse para brillar: “Cada uno está destinado a una persona”
Estuvieron juntos desde abril hasta noviembre. Deseaban vivir un amor sin angustias, por lo que decidieron separarse, aun sabiendo que en un futuro no muy lejano iban a volver a estar juntos. Ambos tenían temas personales, ajenos a su relación, que deseaban resolver para poder transitar una vida feliz de a dos.
El tiempo transcurrió lento hasta aquel día de marzo del 2018, cuando Pablo tocó la puerta de la casa de Belén. Ella abrió y lo vio parado allí, su amor, con los brazos abiertos: “Desde ese día nunca más nos volvimos a separar”.
“Me propuso casamiento en el 2019 (ni el ni yo nos habíamos casado antes) y nos casamos el 14 de febrero del 2020 por civil, en septiembre nació nuestra hija Antonella y en marzo del 2022 nos casamos por iglesia”.
“Y acá estamos, caminando de la mano y debo ser sincera no ha sido fácil llegar hasta acá, hemos tenido muchas piedras en el camino pero aún así seguimos aferrados el uno al otro”, continúa Belén. “Hoy tengo 43 años y él 41 y les puedo asegurar que cada vez que nos besamos sigo sintiendo las mariposas en mi estómago, mi lugar favorito es cuando me abraza y puedo sentir los latidos de su corazón… No quiero irme nunca de su lado y le pido a Dios que el día que me toque partir sea yo antes que él , porque no podría seguir viviendo sin Pablo”.
“El amor existe, cada uno está destinado a una persona y así pasen años y miles de tormentas, cuando algo o alguien está destinado a encontrarse les puedo asegurar que llegará”.
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