Hernán Griffouliere no lo sabía en aquel momento, pero se convirtió en la primera persona en organizar una movilización de jóvenes por Internet
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Hernán Griffouliere decidió organizar una “rateada” como nunca antes se había visto. Estaba en el último año del colegio secundario, en Luján de Cuyo, y con sus amigos planearon faltar a clases. Sin embargo él pensó en algo más: decidió crear un grupo en Facebook para invitar a quien quisiera sumarse a su travesura. Sin proponérselo, organizó la “rateada” más grande en la historia argentina.
“Hacerse la rata” es una expresión porteña acuñada en el colegio Nacional Buenos Aires a finales del siglo XIX. Los alumnos solían esconderse en los túneles que se encuentran bajo el edificio, llenos de roedores, para no asistir a clase. Desde entonces y para siempre, en Argentina, “hacerse la rata” es sinónimo de faltar sin autorización a clase o al trabajo.
“¿Quién nunca se ha ‘rateado’?”
Griffouliere era alumno de la Escuela Ingeniero Julio Krause. Además de cursar el último año del secundario, trabajaba como tarjetero para varios boliches de la zona. “Mi objetivo era captar la mayor cantidad de público posible. Pegaba afiches, y mandaba mensajes por redes para vender entradas de diferentes fiestas”, explica.
Facebook todavía era la red social por excelencia en la Argentina, la más utilizada por los jóvenes. Ni la Justicia, ni los medios le ponían especial atención a lo que pasaba allí. Era, por decirlo de alguna manera, “tierra de nadie”.
Concentrado en su tarea como tarjetero, Hernán comenzó a experimentar en Internet. Buscaba la forma de captar el mayor público posible. “Abrí un grupo que llamé: ‘¿Quién nunca se ha rateado?’. No planeaba nada en ese momento, sólo busqué un nombre con el que todos los estudiantes del secundario pudiesen identificarse, porque... ¿quién no se ha rateado del colegio alguna vez?”, insiste aún hoy.
El grupo era cerrado. Es decir que solo los miembros podían conocer lo que se publicaba allí. Desde afuera era imposible saber por qué y para qué había un grupo con ese nombre. Aun así, las solicitudes de amistad se dispararon. Todos los días se sumaban 1000 miembros más al grupo. Era una cosa que en esa época no se veía. Me parece que la mayoría venía por simple curiosidad”, cuenta Griffouliere.
Pero el tema pronto trascendió Internet. Salió el mundo virtual y comenzó a hablarse en los colegios de Mendoza. Fue entonces cuando comenzó a madurar la idea de convocar una “rateada” masiva. “Y cuando llegamos a los 5000 seguidores decidimos cambiar el nombre del grupo. Dejamos de ser ‘¿Quién nunca se ha rateado?’ para llamarnos ‘La gran rateada mendocina’. Ahora sí, el plan estaba en marcha”, dice Hernán.
Para entonces, Hernán Griffouliere y sus amigos sabían que la “rateada” sería grande. Pero todavía tenían que definir dónde y cuándo. Un lugar y una fecha. “Ahí decidí publicar una encuesta en Internet y la gente votó. Finalmente, quedamos que el día de la ‘rateada’ masiva sería el viernes 30 de abril de 2010. Y definimos que todos los participantes nos encontraríamos, a las diez de la mañana, en la plaza Independencia, la más grande de la ciudad”, recuerda.
Después de aquella encuesta, el grupo se triplicó. “La gran rateada mendocina” ya superaba los 12.000 miembros. El concepto de “contenido viral” no existía, pero eso fue lo que ocurrió con las publicaciones del grupo.
Hoy en día, tener 12.000 o 15.000 seguidores no es algo que sorprenda de sobremanera. Pero en 2010, Facebook captaba a poca gente, especialmente si eras un adolescente en Mendoza.
“El centro era un hormiguero de chicos”
El día de la “rateada”, la ciudad se detuvo. Hernán Griffouliere llegó a Plaza Independencia con sus compañeros de colegio a las 10 de la mañana, de acuerdo a lo pactado. Esperaba encontrarse con otros cien estudiantes. Quizá doscientos... Sin embargo, lo esperaba una multitud. La plaza estaba invadida por alumnos que escaparon de sus colegios. Jugaban al fútbol, improvisaban torneos de truco, tomaban mate. “Yo no lo podía creer… ¡No se podía creer! El centro era un hormiguero. Pero los más desconcertados eran los adultos, que no entendían por qué había tantos chicos ‘sueltos’ en la ciudad a esa hora”.
Los medios de comunicación locales y las autoridades educativas de la ciudad estaban al tanto de “la gran rateada mendocina”. Sin embargo, no sabían quiénes eran los autores intelectuales, ni cuán grande sería su impacto en los colegios.
Alejandro Castro Santander trabajaba como asesor en la Dirección General de Escuelas de la provincia en aquella época, y recuerda bien ese día: “Sabíamos que no había forma de controlarlos, así que decidimos hablar con ellos, tratar de desincentivarlos y pedirles que todo fuera ordenado”, explica. El día de la ‘rateada’, el centro fue acordonado por la policía. Se estableció un operativo de seguridad capaz de contener a una pequeña multitud que calculaban de entre 100 y 200 estudiantes. “Jamás imaginamos lo que estaba por suceder”, añade Castro Santander.
Laura Rez Mazud cubrió el evento para Canal 9, uno de los medios más importantes de la provincia: “Nadie entendía lo que estaba pasando. Nosotros sabíamos de la ‘rateada’ porque vimos la convocatoria en Facebook, pero nos sorprendió la magnitud de la convocatoria: desde muy temprano empezaron a llegar los chicos, a pie o en micros que se vaciaban de jóvenes sobre la plaza. Incluso hubo chicos del Valle de Uco, al sur de la provincia, que viajaron casi dos horas para asistir a la rateada”, añade Rez Mazud.
Según Canal 9, “la gran rateada mendocina” convocó a 2000 estudiantes en Plaza Independencia. Sin embargo, cada fuente consultada por LA NACION estimó un número diferente. Hernán Griffouliere no tienen dudas: “Éramos más de 8000″, insiste. Nunca hubo un consenso al respecto. No obstante, todos quedaron pasmados ante el poder de convocatoria.
Castro Santander recuerda haber visto todo de camino a su trabajo. Lo esperaba una oficina en llamas. “El Director General de Escuelas estaba furioso”, asegura.
Era la primera vez en la historia del país que alguien lograba movilizar a tantos jóvenes a través de las redes. Esta situación alarmó toda la Argentina. “La gran rateada mendocina” tuvo eco en distintas provincias, donde surgieron nuevos grupos de alumnos dispuestos a superar la convocatoria de Griffouliere. También comenzaron a organizarse “rateadas masivas” en Chile, Uruguay e incluso en Reino Unido. Parecía un virus que cada vez llegaba a más personas.
“Yo recibía llamadas de todo el mundo donde me pedían que les cuente cómo atendimos el problema”, recuerda Castro Santander. Estas réplicas nunca llegaron a tener la magnitud de la “rateada” de Griffouliere. Sin embargo, muchos de estos “faltazos organizados” terminaban con enfrentamientos entre los jóvenes y la policía.
“Fue pura picardía, no fue con malicia”, justifica Griffouliere 13 años después.
“Buscaban expulsarlos”
El día después de la rateada, Hernán Griffouliere se levantó de la cama y fue a la cocina. Su madre lo esperaba con varios diarios locales en la mesa. En todas las tapas estaba su cara. Lo llamaban el “gran ideólogo”, “el organizador” y “la mente detrás del faltazo”.
El Director General de Escuelas quería darle un castigo ejemplar a los responsables. Sin embargo, no existía ninguna forma legal de reprender a los culpables. Por lo que la semana siguiente, las autoridades provinciales y nacionales resolvieron que no habría repercusión alguna para Hernán Griffouliere: “La expulsión hubiese sido una opción si el chico hubiese actuado dentro del colegio, pero todo fue organizado a través de una computadora desde su propia casa”, repasa Castro Santander.
Al final, la responsabilidad recayó en las autoridades educativas y en Facebook. Habían permitido que un grupo de chicos desafiara el orden escolar. La población estaba molesta y temerosa de lo que podría suceder en el futuro. “Querían que alguien asumiera la culpa, pero la verdad es que nadie sabía que esto podía pasar. Ni los padres, ni nosotros, ni siquiera Facebook”, añade el exasesor. Las autoridades tuvieron que impartir charlas en todos los colegios para hablar sobre el buen uso de la tecnología, la responsabilidad escolar y la necesidad de que los padres tuvieran control sobre lo que sus hijos podían hacer en redes.
Cuando el caso aún estaba en los medios, un grupo de alumnos secundarios mendocinos disconformes con la imagen que habían dado los “rateados” convocaron a una “contrarrateada mendocina”. Su propuesta era generar un día de asistencia perfecta en todos los colegios de la provincia.
Meses después de la “rateada”, el juez Alfredo Dantiacq Sánchez, a cargo del Segundo Juzgado en lo Civil Comercial y Minas de Mendoza, ordenó a Facebook Inc. cerrar todo grupo creado por menores de edad que tenga por objeto promover la falta al ciclo escolar en esa provincia.
Hernán Griffouliere fue muy castigado desde los medios de comunicación. Sin embargo, los alumnos secundarios de Mendoza lo veían como héroe. “Me pedían fotos en la calle, celebraban lo que habíamos conseguido”, recuerda. Y así fue como, poco después, entre tanta euforia, se propuso dar un nuevo golpe: “Con mis amigos creamos un nuevo grupo para convocar a la Rateada Masiva Nacional”, cuenta.
El plan, que marchaba “sobre rieles”, pronto tuvo fecha cierta: sería el 28 de mayo de 2010. Pero no llegó a concretarse por la intervención de su padre: “Me hizo darme cuenta de que todo esto se me estaba yendo de las manos. Y me recomendó desvincularme de la Rateada Masiva Nacional antes de que pasase algo grave. Así que volví a Facebook y publiqué un mensaje en el que me deslindaba de todo”, añade Griffouliere.
Hernán Griffouliere hoy tiene 30 años. Es padre y trabaja como productor de vinos y de aceite de oliva. Cuando mira hacia atrás, se encuentra con un chico completamente distinto a quien es hoy: “Aun así no me arrepiento. No hubo nadie lesionado. Solo éramos unos chicos que hicieron una rateada”, insiste.
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