Todos veían a la chica linda con la mejor vida, pero ella no se sentía así; ¿qué pasaría si se atrevía a moverse de su zona de confort?
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Ella era esa chica que iba bien encaminada en la vida. Tenía un presente que era motivo de orgullo; para quienes la veían la consideraban una joven brillante, con un futuro de ascensos profesionales prácticamente asegurado. Ingeniera en sistemas, Magalí Bejar, tenía todos los casilleros tildados: una carrera que se volvía cada vez más sólida en una empresa internacional y un novio. ¿Qué más podía pedir?
Pero ella no estaba conforme. “Tiene que haber algo más”, le dijo un día a una amiga mientras hablaban de sus vidas durante una de esas charlas de chicas en las que una se siente segura para desnudar su alma. Todos la veían la chica linda con la vida perfecta, pero ella no se sentía así. ¿Y si se estaba perdiendo de algo? ¿Qué pasaría si se atreviese a moverse de su zona de confort?
No pasó demasiado tiempo desde esa conversación hasta que tomó la decisión de buscar la respuesta. Tiene que haber algo más... ¿Pero qué? ¿Dónde?
La voz del alma
Por entonces, 2016, empezaba a cobrar fuerza el concepto de “nómada digital”: una persona que viaja por el mundo mientras trabaja en forma remota. Allí podría haber algunas respuestas a sus inquietudes. Y fue a por ellas. Y así, después de nueve años de trabajar en una empresa de tecnología primero y en otra con el mismo tipo de rutina, después, tomó la decisión de cambiar de estilo de vida.
“Si por los próximos cuarenta años, hasta jubilarme, tengo que hacer exactamente lo mismo, mi alma se va a corromper.”, recuerda Magalí que se dijo a sí misma en aquellos días.
Dos años después de esa pregunta, tiempo en el que pasó recolectando información, investigando en blogs de viajeros y aplicando a búsquedas de empleo remoto, que prepandemia no abundaban, logró encontrar la oportunidad que buscaba: un trabajo a tiempo completo para una empresa internacional en un puesto de product manager. Iba a poder trabajar de su profesión, a distancia, desde cualquier lugar del mundo.
“Renuncié a mi empleo porque quería más flexibilidad. Sentía que la cultura de la compañía era muy local y por eso nunca me iba a poder permitir tener esta flexibilidad que yo quería porque no funcionaba así la compañía. Me di cuenta de que lleva mucho tiempo y da mucho miedo hacer cambios tan grandes: no solo renunciar sino también irte de viaje.”, reconoce Magalí, de vuelta en Buenos Aires, después de cinco años de recorrer el mundo.
Entre su lista de sueños cumplidos gracias a que se animó al nomadismo digital figuran hitos como festejar un cumpleaños en París, volar en globo en Capadoccia, asistir a un concierto de Janet Jackson, conocer Nueva York en Navidad, liberar tortugas bebés en el mar de Costa Rica, nadar con lobos marinos en México, celebrar el Día de Muertos en Guadalajara, ver los fuegos artificiales de Ferragosto en Positano, volar en helicóptero sobre Buenos Aires al atardecer y tomar clases de danza en Río de Janeiro y en Los Ángeles.
Encontrar el ritmo
El desarraigo, ese lado B de quienes emigran o se van a dar la vuelta al mundo por tiempos indefinidos, no fue un problema para Magalí. Ella siempre se las ingenió para poder volver a la Argentina y recargarse de la energía de los afectos. “Mi caso tal vez es diferente del de alguien que emigra y no vuelve más. Yo tuve el privilegio de que cada seis, nueve o tres meses de estar afuera podía volver y pasar tiempo con mi familia.”, revela.
Lo que sí experimentó fue el vértigo de aterrizar en culturas diferentes y la incomodidad de vivir en distintos husos horarios. Todo eso la llevó a desbloquear niveles de aprendizajes y desafíos. “Fui de lo más sencillo a lo más desafiante. Primero viajé a México y a Estados Unidos, me quedé en América para estar en la misma zona horaria que las oficinas de la empresa para la que trabajé. Pero una vez que ya entendí cómo era trabajar remoto asumí un desafío mayor: me fui por nueve meses a Europa, donde la diferente zona horaria vuelve más complicada la organización de la agenda laboral. Tenía nueve horas de diferencia y mi día se invertía.”, recuerda.
El impacto de trabajar a contramano lo sentía en el cuerpo como un desajuste respecto del tiempo y el espacio. “A tu cuerpo le empiezan a pasar cosas raras, tu mañana está libre, entonces empezás a trabajar tarde hasta la noche, terminás tu última reunión y te vas a dormir. No es normal vivir a contramano de los lugares en los que estás, que cuando todos están cenando, vos seguís trabajando; cuando todos salen a divertirse vos estás trabajando. Por eso tenés que conocer muy bien tu trabajo y entender que es tu primera responsabilidad y que después se acomoda todo el resto. Entender eso es lo que te permite viajar y sostenerlo a largo plazo, creo que es algo que no se conoce desde afuera cuando se habla de ser nómada digital. No es viajar y trabajar en tus ratos libres. Es a la inversa.”, aclara Magalí.
Un largo viaja a Asia
El destino más desafiante para Magalí fue Asia, donde sintió fuerte el choque cultural. “Me fui en 2022 con muchas ganas de conocer y también con mucho miedo. Primero porque es muy lejos de Argentina y para llegar hasta allá después de la pandemia varias aerolíneas, como Air New Zealand, dejaron de operar, entonces el viaje se hizo larguísimo: ¡tardé cinco días en llegar a Indonesia!”, cuenta. “Tuve que volar de Buenos Aires a Lima, después a Los Ángeles, después a Tokio, después a Jakarta y después a Bali. ”, enumera. Durante los tres meses que pasó conociendo Tailandia e Indonesia sintió que su cabeza tenía que hacer grandes esfuerzos para adaptarse a situaciones cotidianas inesperadas. “Fue un shock total porque todo funcionaba al revés que acá, por ejemplo no podía encontrar crema de enjuague en el supermercado porque no se usa, no se puede ir caminando por la calle porque no hay veredas y tuve que aprender a andar en moto.”, evoca.
“Todo fme parecía increíble, sentía que mi cabeza no lo podía asimilar. No hay bicicletas, muy poca gente tiene auto y lo habitual es movilizarse en moto, hasta los Uber son motos. Entre los turistas ocurren muchos accidentes porque la mayoría aprende a manejar motos ahí para poder movilizarse por su cuenta; vi muchos choques y eso me impactó.”, recuerda. “En Tailandia me moría de hambre porque todo era picante y casi no comía, pero bueno, al final fue todo una hermosa aventura.”, completa.
“No tenía el mejor promedio”
Cuando mira todo lo que logró a partir del momento en que decidió atreverse ser independiente, un camino que la llevó a este presente en que es una emprendedora premiada, lider de una empresa de educación online y un podcast de entrevistas a innovadores que, como no podía ser de otro modo, se llama “Tiene que haber algo más”, Magalí descubre que no fue magia. Fue constancia, persistencia e insistencia. Y algo que aprendió en los viajes, paciencia junto con una dosis de tolerancia al rechazo y la frustración.
“No fui una estudiante destacada. Ni en la secundaria ni en la universidad a mí me iba particularmente bien, aprobaba con el promedio justo. Fui a la UTN (Universidad tecnológica nacional), para hacer la carrera de ingeniería, que es extremadamente difícil y donde, además, por ser mujer, muchas veces me han tomado de punto. Tuve docentes que hacían chistes machistas y me trataban como si yo fuese tonta por ser mujer y querer estar ahí. Si bien terminé la carrera en seis años con mucha determinación, mi recuerdo es que me costaba bastante. Desaprobé el veinte por ciento de los exámenes finales durante la carrera y tuve que recursar un montón de materias. Como no me gradué con un promedio alto, durante mucho tiempo creí que nunca iba a poder acceder a una beca y mucho menos que iba a poder estudiar en una universidad extranjera.”, evalúa. Sin embargo, en 2020, llegó la primera demostración de que estaba para más. “Gané una beca Singularity University, para cursar a distancia porque era plena pandemia, fue increíble para mí porque yo pensé que no iba a volver a estudiar, que nunca iba a poder ganar algo porque mi promedio no era tan alto.”, reconoce.
Después, en 2022, mientras vivía en Indonesia, aplicó nuevamente a una beca de estudios, esta vez en la London School of Economics, y después de pasar un proceso de selección exhaustivo que incluía un cuestionario variado de preguntas sobre conocimientos generales y luego diversos tests de lógica, fue aceptada y voló a Londres para participar de un curso de negociación que dura tres meses. “Fue una alegría enorme haber entrado, pero creo que no me di cuenta cuán difícil había sido lograr esa beca hasta que una vez allá nos contaron que habíamos ingresado solo cien mujeres de distintos países, entre 28 mil personas que habían aplicado a la beca. Fuimos el mejor 0,04 por ciento de los postulantes, algo que jamás me hubiese imaginado.”, detalla Magalí.
Y como no hay dos sin tres, al año siguiente, ya más amigada con la idea de que obtener una beca no era algo imposible para ella, volvió a intentarlo. Mientras estaba basada en Turquía, trabajando remoto para una empresa empresa de tecnología, se inscribió en la Universidad de Georgetown, en Washington, y esta vez tuvo que atravesar un proceso largo y tedioso al que se sumaron una serie de imprevistos de salud que casi la llevan a perder la cursada. Su familia había ido a visitarla y ese día tenían planeado hacer un paseo todos juntos. Pero ella tenía que presentar ensayos y grabar un video de presentación para poder aplicar a la beca. Se excusó con su familia: “ Me quedo acá en el hotel todo el día porque tengo que mandar las respuestas hoy, no me quiero perder esta oportunidad por salir de vacaciones.”. En ese pequeña habitación de ese hotel económico de Turquía, donde hacían 40 grados de calor a la sombra y sin aire acondicionado, Magalí pasó todo el día escribiendo y filmando, probando distintos ángulos que no mostraran el desorden de la habitación, secándose la transpiración con una toalla para salir lo más presentable posible en el video, hasta que llegó la noche y se felicitó por haber cumplido el objetivo. Era el mes de julio. El siguiente destino era España. Una vez allí recibió la noticia de que había sido aceptada y pasaba a las siguientes etapas de evaluación: entrevistas en inglés con ex alumnos y con docentes del programa.
El escenario más temido: una cirugía imprevista
Uno de los escenarios más temidos es enfrentarse a una enfermedad en un país desconocido. A Magalí le tocó enfrentarse a esa situación cuando estaba en España. Hora de volver a casa, decidió. “Tenía infecciones muy graves en la garganta, con fiebres muy altas al punto de desmayarme estando sola y como ya se cumplían los seis meses del trabajo decidí volver a Argentina para estar con mi familia y reponerme bien estando en casa.”, recuerda. “Estaba tan débil que no podía ni caminar hasta el baño y de pronto tenía que llegar hasta el aeropuerto con todas mis cosas, tomarme un vuelo hasta Brasil, dormir allá una noche, después volar hacia otra conexión y recién desde allí tomar un vuelo a Buenos Aires; todo eso tomando antibióticos porque tres días antes había estado con 39 grados de fiebre y tenía que bajarla para poder volar. En ese estado hice todo el trayecto.”, recuerda. Llegar a su ciudad, refugiarse en el abrazo de los padres que la fueron a buscar al aeropuerto y la decisión de quedarse un tiempo largo en casa era todo lo que necesitaba para repuntar. Pero ese día de noviembre, llegó el mail esperado: “Magalí, bienvenida a Washington. Ganaste la beca”. El problema era que tendría que presentarse en enero y la cuestión de salud requería una cirugía para solucionarse. Tuvo que operarse de inmediato, si bien médicamente no era urgente, para poder llegar con los tiempo exigidos y no perderse la ansiada oportunidad. Solo un mes pudo pasar en casa.
Valió la pena. El podcast era cada vez más escuchado, sus entrevistas a líderes de negocios gustaban a los oyentes y ya metida en el rol entrevistadora aprendió que cuando se tiene enfrente a una figura importante no se la deja escapar. En Washington, se cruzó con Luis Moreno Ocampo, que había ido a presentar su nuevo libro, plena época de furor por la película 1985, que narra los juicios a las juntas militares llevados adelante por el fiscal. “Era justo febrero de 2023 previo a los Oscars, donde la película estaba nominada, así que lo esperé a la salida del cine y lo convencí para que viniese al podcast; lo filmamos en vivo a los dos días de esa conversación y lo sacamos la semana de los Oscars así que explotó de reproducciones.”, recuerda.
“Tiene que haber algo más” hoy es el proyecto al que Magalí está abocada tiempo completo y desde Buenos Aires, ya que dejó atrás su experiencia de nómada digital. A los treinta, no descarta volver a viajar, pero descubrió que estar en su país también tiene sus desafíos: era cuestión de abocarse al gen emprendedor. Ahora trabaja con un equipo y el podcast evolucionó a una empresa de educación multiplataforma que llega a su audiencia a través de herramientas gratuitas como el podcast, los newsletters semanales y las redes sociales, y de productos pagos para quienes quieren hacer más.
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