A los 54, recuerda sus comienzos en la televisión: “Enseguida me di cuenta de que estaba en un ámbito donde no había mujeres y deduje que si yo era relativamente hábil tendría trabajo durante mucho tiempo”
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Viviana Semienchuk recibió su primera lección de oratoria a sus cinco o seis años, en su Chaco natal, de parte de un maestro tan inesperado como improvisado. Un tío que apenas había terminado el colegio, “el típico señor yugoslavo, rojo, con ojos claros y panzón” -según lo describe-, y que la escuchó un buen rato antes de decirle: “Viviana, hablás muy bien, te podrías ganar la plata hablando, pero tenés que hablar más lento”.
Aquel consejo quedó en la cabeza de esa niña que luego pasaría su adolescencia en Salto, provincia de Buenos Aires, adonde la familia se mudó por el trabajo de su padre, ingeniero agrónomo. Se convirtió en una alumna ejemplar que siempre tuvo claro que al terminar el secundario se iría a “la Capital” para estudiar Psicología en la UBA.
Pero una mujer (”que era como el personaje de la empleada pública de Gasalla”, recuerda Viviana) le hizo un test vocacional que definiría su futuro: “Te gusta más hablar que escuchar, nunca podrías ser psicóloga”, concluyó. Entonces le contó sobre la carrera de Ciencias de la Comunicación. “La señora me sacó en un segundo. Mi tío también. Ahora, enseño oratoria en escuelas secundarias”, cuenta Semienchuk, orgullosa.
Claro que en el medio, sucedieron muchas cosas.
La chica del fútbol
Hoy, Viviana tiene 54 años, tres hijos y una trayectoria televisiva que se extendió por dos décadas: fue de las primeras mujeres en abrirse camino como periodista deportiva. Toda una pionera. “Mi sueño era ser una ejecutiva, con mis stilettos... Quería ser CEO de una empresa -recuerda-. Pero un día veo en los avisos clasificados del diario que buscaban una conductora para un programa de deportes en el cable. Mando mi CV y me convocan para el casting. Les gustó mi perfil y me ofrecieron el doble de lo que ganaba en la editorial donde estaba trabajando. Pensé que podía ser divertido, por más que el periodismo deportivo no era lo mío. ‘¡Aprenderé!’, dije. En marzo del 95 salí al aire con Matías Martin en Fuera de Juego, por TyC Sports. Ese programa fue un boom”.
—¿No te gustaba el deporte?
—No, para nada. Pero agarraba a los especialistas del canal y tenía una charla con ellos todos los días: con (Julio Ernesto) Vila hablaba de boxeo, con David Carlín hablaba de básquet... y así. Ellos me explicaban. Enseguida me di cuenta de que estaba en un ámbito donde no había mujeres y deduje que si yo era relativamente hábil tendría trabajo durante mucho tiempo. Sentí que era una precursora.
—El periodismo deportivo en aquellos años era “cosa de hombres”, un reducto machista. ¿Cómo fue trabajar en ese ambiente?
—En los 90 las mujeres no veíamos el mundo como lo ve una mujer hoy. Una permitía cosas que ahora no las permitiría ni a palos... ¿Por qué a mí me hacían un paneo de arriba a abajo para mostrar cómo estaba vestida y a mi compañero no? Un día un productor me dijo: “Viviana, te tendrías que operar las tetas para salir al aire”. Yo lo miré: “¿Por qué no te las operás vos?”. Hoy eso es inadmisible; podría hacerle una denuncia. He bancado cosas que, cuando las pienso a la distancia, fueron feas. Y que me empezaron a molestar después, como ver que el techo de mi carrera esta ahí nomás.
—El techo de cristal.
—Exacto. Me di cuenta de que no iba a poder tener un programa como el Pollo Vignolo, donde él era el conductor y dirigía al resto. O un ciclo sola: siempre sería coconductora. Por suerte, ahora veo a un montón de chicas que conducen un programa, que comentan partidos, que relatan... Y en mi época, tuvimos que abrir ese camino. Y pelearlo.
—Hoy, por ejemplo, Alina Moine conduce un programa con un equipo de hombres.
—Eso Alina no lo hubiera podido hacer en los 90. De hecho, después de 10 años en TyC Sports yo estaba estancada, necesitaba un aire nuevo, y pasé a Fox. Alina entró poco después: hablaba del clima o de estadísticas al lado de un televisor, no le daban la posibilidad de ser conductora. Pero tengo que decir algo a favor de Fox: apostaron fuerte por mí, aun siendo mujer. En un aniversario de Boca fui con (Fernando) Niembro a hacer la transmisión del partido, cuando Niembro no aceptaba que cualquiera le hiciera de comentarista porque él era la figura. Pero como todo, va pasando el tiempo. Y cuando tenía 45 años, ya había cosas que no toleraba. A esa altura no me ibas a pedir que me pusiera una mini o un escote, tampoco qué decir... Yo me quería ir y en Fox querían renovar. Entraron chicas mucho más jóvenes, con 10 ó 15 años menos, pero no sacaron hombres. Los productores piensan que el público quiere caras jóvenes o lindas, pero fijate que con los hombres no pasa lo mismo: trabajan en televisión hombres con acné, gordos, pelados, no muy buenos mozos. La tele requiere más cosas estéticas de la mujer que de los hombres.
—Cuando ibas planteando todo eso que ya no te tolerabas, ¿te daban lugar?
—Sí, me daban lugar. En mi primer embarazo, en 2001, yo estaba en TyC Sports: conducía el noticiero con el bombo así y trabajé hasta una semana antes de que naciera Sol. Ahí pensé: “¡Bueno, hay una evolución!”. Nunca hubieras imaginado eso y estuvo bueno. También creo que fue algo ganado. Muchas figuras crecieron porque se manejan inteligentemente en sus relaciones públicas, en su trato con los productores, y yo era muy de “voy, hago mi laburo, te doy lo mejor de mí, y me voy”. A mí, las relaciones públicas, ir a eventos, mostrarme, aparecer en otras cosas... Qué sé yo, no lo discuto, pero he tenido compañeras que después trabajaban en programas en los que salían en bikini o hablando de chismes y ese no era el perfil que yo quería dar. Eso me frenó en mi carrera. Y también, que no quise dejar de lado mi proyecto de familia.
—No permitiste que tu carrera se impusiera sobre tu vida.
—Claro. Tampoco supe manejar muy bien mi rol de madre. Tenía a mis hijos 10 horas solos y no podía... Me costó eso. No quería estar ausente de mis hijos, pero tampoco quería estar ausente de mi trabajo... y en un momento no supe compensar las dos cosas. Empecé a darle más bola a mi familia que a mi desarrollo personal.
—Entonces, por lo que contás, ¿tu salida de la tele se fue decantando?
—(Piensa) Suena bien la palabra decantando. Es linda. Pero no, porque yo quería seguir en la tele. Lo que no quería era seguir con deportes. De hecho, trabajé en A24 como conductora de noticiero, también en radio, en otras cosas, pero nunca se sostuvieron en el tiempo. Lo que se sostenía era lo de deportes, que era lo que me daba de vivir, ese sueldo. Pero estaba cansada del deporte, me había saturado. En mi último año me había mediocrizado, y cuando entrás en la zona de confort, dejás de buscar desafíos. Entonces pensé que estar sin trabajo era una buena oportunidad porque iba a obligarme a buscar nuevos proyectos, a pedir y ver qué onda.
—Querías desafiarte a vos misma.
—Sí. Desafiarme. Y no salió como lo esperaba (sonríe). Con mi exmarido teníamos una empresita de móviles satelitales que le estaba yendo bien, yo había trabajado 22 años sin parar, no había disfrutado de mis hijos, quería viajar... Me tomé un año sabático, al estilo Nicolás Repetto. Cuando quise volver a buscar, me costó el triple. Y vi que mi divorcio era inminente. Lamentablemente, hubiera sido diferente divorciarme cuando estaba en la tele. “Tengo que empezar a buscar más trabajo”, pensé. Ya daba clases de oratoria en la universidad y me resultó más fácil buscar trabajo de profesora. Siempre fui mala para buscar trabajo como periodista... Y a los 50, en el comienzo de la pandemia, me encontré separada después de 20 años, con tres hijos y un trabajo nuevo. Tuve que redefinirme, profesional y emocionalmente. Te soy sincera: van a pasar cinco años y todavía estoy en un camino complicado. Desde lo económico, no es muy sencillo siendo profesora. Desde lo familiar, para mis hijos también ha sido un camino duro. ¡Pero me volví a enamorar! Eso está bueno. Aunque laboralmente, todavía estoy...
—Hiciste un cambio de vida muy grande, y justo en pandemia.
—Sí. Fue difícil. Me sentía apesadumbrada, que un montón de cosas se me iban de las manos. Tenía que hacer de madre y padre al mismo tiempo. Fue mucho laburo. Y mucho laburo personal, porque a la vez, era encontrarme yo: “Bueno, ¿y ahora quién soy? Una nueva Viviana”. Aprendí que nuestra profesión no nos define. Porque antes yo era “Viviana, la periodista”, y ahora soy “Viviana, la periodista... y la profesora, y la madre, y la amiga”.
—En su momento, ¿lidiaste bien con la fama y la popularidad?
—Me llevaba rebien. Tampoco salía mucho. Estaba bueno tener canje de zapatos, de ropa, no gastar un peso. Recién supe lo que era volver a comprar ropa cuando me quedé sin laburo. Y estaba siempre impecable: iba a buscar a mis chicos al colegio maquillada y peinada por el canal. Ahora, de golpe, cuando tuve que arreglarme yo, apareció otra Viviana, elegante pero más natural. Y también disfrutaba de viajar gratis, conocer gente. El otro día mi hijo me dice: “¡Mamá, no puedo creer! Hablaste una vez con Messi, con Maradona. Estuviste en mundiales”.
—¿Eras consciente de eso?
—Yo creo que no... Me parecía algo natural, pertinente a mi trabajo. De hecho, no tengo una foto con ninguno de todos los que entrevisté. ¡Me podría haber sacado una foto al estilo cholula! De volver a empezar mi carrera, haría muchas cosas diferente... A veces tengo ganas de volver a trabajar en televisión, pero sé que es difícil. No me atrevo a dar ese paso de volver a tocar una puerta porque tengo miedo al rechazo, a que me digan que no. Y no sé si hoy tendría lugar en un noticiero o un programa de interés general, porque quedé muy pegada al deporte. No querría un programa que fuera todo fútbol... Me agotó el mundo del fútbol.
—¿Ya no ves partidos?
—(Suspira) A veces miro... Pero imagínate que para mí en su momento era una obligación mirar Fútbol de Primera. Yo soy muy orgullosa y no me gusta que me digas que no tengo el conocimiento para opinar. Entonces, me preparaba. Porque sabía que el ojo estaba puesto más en mí. Fue más difícil que mis colegas periodistas deportivos me respetaran como periodista, que ganarme la confianza del público.
—¿Te ponían a prueba?
—Todo el tiempo, en todos los programas, en todas las entrevistas...
—Más allá del hastío por el deporte en sí, ¿no te habrá cansado también la exigencia de estar siempre demostrando que estabas a la altura?
—Sí, me cansó. Si hubiera podido hablar de otras cosas más allá del fútbol, hubiera podido demostrar mucho más mis conocimientos, mis habilidades. Hubiera tenido más posibilidades de crecer como periodista.
—¿Cómo ves al periodismo deportivo femenino de hoy? ¿Quiénes te gustan?
—No conozco el nombre de las periodistas, aparte de Alina o las que han estado siempre, que me gustan todas, pero veo que hay un montón de chicas nuevas. Me gusta que son completamente seguras, van al frente, y las ves de igual a igual con sus compañeros, no pidiendo permiso. Y he visto que no necesariamente todas son tan bellas como Alina.
—¿Se rompió con ese prejuicio de la belleza?
—Sí, se rompió el molde. No hablé con ellas, no soy amiga de ninguna, pero supongo que todavía deben enfrentar algún tipo de condicionante y debe ser un poco difícil, porque siempre lo es. Pero las veo seguras. Y con un camino más allanado.
—Mencionabas que estos últimos cinco años fueron muy difíciles. ¿Pero cómo te imaginás dentro de cinco años? ¿Qué deseás, qué querés?
—Me gustaría trabajar un poco menos en docencia, porque estoy con muchas horas. Amo a los adolescentes, amo enseñarles. Pero doy diez materias de comunicación, son diez cursos de 30 pibes, y no puedo brindarles el tiempo necesario: son muchos alumnos y me gustaría que mis clases fueran más personalizadas. También me gustaría volver a hacer algo en algún medio, porque descubrí que me encanta crear contenido; lo estoy haciendo en mis redes. En lo personal, me gustaría tener tiempo y posibilidades de viajar, ver que mis hijos van encontrando su camino, poder seguir estando enamorada. Y estar tranquila... Quiero estar tranquila. En estos cinco años, ansiedad ha sido una de mis emociones. Estoy mucho mejor que cuando recién me separé, pero va costando. Necesito encontrar otra vez ese equilibrio. Y este año empecé a encontrarlo.