En diciembre de 1977, con una casilla rodante rural, 20 carpas y 10 sombrillas, Olga Villasol abrió su negocio “frente al mar”
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Hubo muchos Indiana Jones en la historia. No todos fueron tras el Santo Grial o se enfrentaron a nazis. Algunos eligieron pelear con las dunas y el viento, pero desde la costa argentina. Cuando más allá de Punta Médanos la costa era sólo una aventura, los osados se paraban de espaldas al mar para lidiar con las tierras planas extendidas más allá de donde llegaba la vista, que prometían cosechas y ganado. Uno de los que se puso en la piel de Indi fue Héctor Manuel Guerrero. El fue quien heredó en 1918 la Estancia Charles, una propiedad que incluía salida al mar.
Dentro de su nuevo terreno apartó una parcela a la que llamo “Dos Montes”. Allí se encaprichó en comenzar un proyecto forestal experimental. Decidió comprar plantines de todo el país. Le llegaban a la estación Juancho, aún hoy dentro del casco, aunque ya desafectada al uso ferroviario. Allí bajaban las cerca de 500.000 plantas que instalaba cada año sobre médanos movedizos, sin conocimientos previos de lo que era forestar sobre arena. Demoró una década en que su bosque llegara al mar.
Indiana Jones en su versión argentina
Los René Emile Belloq y Arnold Ernst Toht de este Indiana Jones, fueron el clima y la fauna. Los temporales de lluvia y viento solían costarle arrebatos desesperados por conservar las especies a flote. Las invasiones de hormigas y los estragos que ocasionaban las liebres lo atormentaban. Para sortear la falta de caminos y transporte usaba alguno de los 10 de los carruajes que aún se conservan en la estancia heredera de ese pasado, Charles Viejo, con los que recorría los 30 kilómetros entre el casco y la costa. A ese espacio de la costa Don Héctor lo bautizo Cariló, que en lengua indígena quiere decir Médano Verde.
Recién en 1948 empezó a trabajar en el loteo residencial. Fue el arquitecto Santiago Sanchez Elía quien diseñó un anteproyecto en 600 ha. que, por sobre todo, respetaba el paisaje. La Casa Grande o Divisadero se inauguraría sobre las dunas ese mismo año. El nuevo destino crecía en parcelas de 1000 metros cuadrados en promedio que se apretaban por aquí, y extendían por allá, para respetar el trazado forestal.
Una casilla rodante y 20 carpas: el comienzo
Olga nació en el campo, en Madariaga, hoy tiene 90 años. Su padre era un español que llegó a Argentina como muchos otros. Le enseño el gusto por la lectura y la educación por el trabajo arduo. Se caso con “Beto” Villate y tuvieron dos hijos. Vivían en Villa Gesell y tenían una hostería. Cuando en el año 1975 el municipio de General Madariaga convoca a la licitación publica de los servicios turísticos de sus costas, Olga licita y obtiene el permiso para un balneario en Cariló. Tardó dos años en montar una casilla rodante rural para la administración y 20 carpas con 10 sombrillas ubicadas en la conjunción de las calles Acacia y Águila, al norte de la confitería “Divisadero” , construida años antes en terrenos de la familia Guerrero.
El crecimiento es lento. En diciembre de 1977 se instala finalmente el primer balneario oficial de Cariló. Allí nace Cozumel. Recién en 1983 se le autoriza la construcción del primer edificio sobre bases de hormigón. El primer guardavidas fue Ricardo Caporale (egresado de la Cruz Roja), quien por las noches oficiaba de Bartender en “Divisadero”, entonces comandado por la familia Giovannoni, que congregaba la vida social de Cariló, y donde también se cenaba y bailaba.
El primer carpero y encargado fué Rubén “Cholo” Navarrete, perpetuo estudiante de geología en la Universidad Nacional de La Plata. En ese primer verano se alquilaron menos del 20% de las escasas carpas y sombrillas disponibles. Durante el invierno siguiente se construyó una casilla de madera prefabricada para servir de administración y vivienda del guardavidas. Su única infraestructura: una bomba de agua manual.
En el invierno de 1979 se crean los Municipios de Villa Gesell y Pinamar, y se disponen sus jurisdicciones: Cariló corresponderá a Pinamar. A fines de 1983, finalmente, se autoriza la construcción del primer edificio, sobre una estructura de hormigón, en ladrillo pintado de blanco y con techos de tejas, al estilo de esa época.
Un balneario histórico
Aun en Cariló no había ningún hotel, ni servicio turístico. Durante los siguientes 20 años, Cozumel acompañó el crecimiento de la localidad: amplió su número de carpas, instaló un bar y restaurante, y dio servicios en la playa a los primeros hoteles (Cariló Village, Cariló Hills y La Posada del Bosque).
En 2009 se licitan nuevamente la totalidad de las playas del partido de Pinamar, con nuevas propuestas para las construcciones, orientadas a un manejo más cuidadoso del paisaje y la playa, así como de los recursos del agua y el suelo. Nuevamente Olga Villasol resulta adjudicataria de “Cozumel”. Distintas circunstancias de Pinamar demoran el proceso de reconversión del Frente Marítimo, hasta que en el invierno de 2015, se firman los primeros nuevos contratos de concesión. Entre ellos, el de Cozumel. Durante el invierno de 2016 se demuele el viejo edificio y se construye el nuevo parador, que se inaugura en diciembre de ese año.
Experiencia gastronómica para un clásico
Desde 1977, el balneario, bar & restaurante “Cozumel” es administrado y atendido por Olga Villasol y su familia. Está abierto desde noviembre hasta fin de marzo todos los días y los fines de semana durante el resto del año. Mauricio Villate, hijo de Olga, es hoy el responsable del Balneario en general, la sombra es administrada por Ramon Giamattea y el bar por Ariel Londaitz. Flavia Sardi D ́Ariell es la chef, una platense que, luego de recorrer el mundo, decidió abocarse a crear un estilo Cariló para cocinar.
“Comencé en los años ́90 a estudiar en la Escuela de Alicia Berguer -relata-, y trabajé junto a los chef Alfonso Valledor, Joan Coll, Katrine Roed, Dante Quaglieri, Jean Marc BessireMartin Molteni, Dario Gualtieri y Osvaldo Gross en el Hotel Hyatt para su apertura en Argentina”. Allí hizo carrera gastronómica y fue la segunda chef mujer de la cadena Hyatt a nivel mundial. Viajó y se perfecciono en Italia, Suiza, Francia y Estados Unidos, en restaurantes con estrellas Michelin, en cocina y pastelerías: Baratti e Milano en Turin, Ristorante Bonta , Movenpick Cendrier Centre en Ginebra, La Smaritta en Torino y Castello Piossaco en Torino.
Su llegada a Cozumel impuso un decisión concreta: crear una experiencia gastronómica en un cásico. “Proponemos un menú que fusiona clásicos de playa y platos gourmet que se pueden servir en el salón del restaurant, en las terrazas, en el jardín o en la playa, con opciones sin TACC, platos vegetarianos, ensaladas, pescados frescos y pastas caseras de producción propia al igual que nuestros postres”, relata Flavia Sardi. Rabas, fritura de mar, ensaladas, tuna sándwich y picadas y tablas de fiambres, raviolones de espinaca, risottos, abadejo en Papillote, en ocasiones clam chowder o cazuelas de pescado son algunas de las opciones.
La propuesta de la noche es un menú corto, con platos que varían según la disponibilidad y frescura de los productos del mercado, “con una carta fusión basada en pescados, mariscos y pastas con algunas opciones para carnívoros -sigue la chef-. Panzotti de dos salmones, merluza negra con arroz negro, trucha con láminas de calabaza, dumpling de vegetales con hummus de albahaca, tacos de Gambas, pero también entraña con salsa barbacoa y postres como: boca negra con Baylies frozen y su versión de tiramisú.
Su cocina recibe a celebridades de las ollas para hacer experiencias en conjunto: German Martitegui, Dolli Yrigoyen, Pablo Massey y Dante Liporace han visitado Cozumel esta temporada. “Cariló tiene el mito de ser caro, pero es valioso -explica Sardi-. Acá tenés el bosque, el mar y la playa en un solo sitio que mantiene una normativa de convivencia que, a los que vivimos aca, nos da tranquilidad”.
Paz, naturaleza, mar y playa. Dunas rebeldes y liebres que aún olfatean la herencia de don Guerrero, quien murió en 1953. La leyenda sigue intacta. La cuidan sus bosques y los vanguardistas que, como Cozumel, echaron raíces al lado de sus árboles.
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