Polifacético, culto, un fuera de serie: así describe la empresaria al padre de sus mellizos -y también del exjefe de Gobierno porteño- en un libro dedicado a su vida; “Quería que mis hijos llegaran a conocer quién fue su padre, que falleció cuando ellos no tenía ni un año”
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“Yo tengo humor negro y cuando me preguntan: ‘¿Y tu marido?’, les digo: ‘Está en el Jardín de Paz’. ‘Ah no, yo decía Martín [Cabrales]’, me responden [risas]. Pero Martín es mi novio, no es mi marido. Yo soy la señora de Rodríguez Larreta y lo voy a seguir siendo siempre. Mi marido es mi marido”, afirma Dora Sánchez en su casa de la Avenida del Libertador. La empresaria acaba de presentar un libro sobre quien fuera su marido, Horacio Rodríguez Larreta, padre del exjefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de sus hijos, Antonio y Rafael.
“El libro -Horacio- surge porque yo quería que mis hijos Antonio y Rafael, que lo perdieron cuando aún no habían cumplido un año, escuchen y conozcan mejor a su padre, el amor de mi vida”, afirma Dora (67) sobre Rodríguez Larreta.
- ¿Es una biografía?
- Es su historia. Pensé en reunir anécdotas e imágenes con testimonios de la época empresarial, de la política y de la del fútbol, porque mi marido tuvo una vida muy intensa. Y yo no quería que quienes participaran me enviaran testimonios por mail, pensé en armar este libro -privado, para amigos y familiares- para el que Mercedes Furst Zapiola entrevistó a 100 personas. Ella interpretó lo que yo quería. Horacio estudió Ciencias Políticas, se fue a Francia, donde vivió unos años e hizo el doctorado en La Sorbone y, cuando Frondizi ganó se vino a la Argentina para trabajar en el Gobierno, luego fue presidente de Racing Club...
En el libro, cuenta que Horacio Rodríguez Larreta nació el 21 de mayo de 1934. Huérfano de padre a los 11 años, creció con su madre, Adela Tita Leloir Unzué (de la que, dicen, Tita Merello tomó su nombre) dado que su hermano Augusto emigró a estudiar joven a los Estados Unidos. Su abuelo, Carlos Rodríguez Larreta, fue ministro de Relaciones Exteriores de la Nación, y su tío abuelo fue procurador general.
- Un árbol genealógico célebre...
- Sí, pero no era un resentido de lo que era. Cuando vivió en Francia trabajaba, hacía corresponsalías como crítico de cine y escribía para El Hogar acá para ganarse el mango, porque la familia no le daba plata para vivir en Europa. Horacio tenía un perfil muy bohemio y el don de gente con todo tipo de bolsillo, o clase social. Fue presidente de Racing, militaba en Avellaneda, en la casa de Avenida del Libertador teníamos a políticos, artistas, a las barras... mi marido era un tipo muy polifacético.
La estudiante y el playboy
“Nos conocimos cuando yo tenía 18 años, en marzo de 1976. Estudiaba Ciencias Políticas y tenía que hacer un trabajo para la facultad. El presidente de la empresa que decidí analizar era íntimo amigo de mis padres así que me derivaron con él, que era el director”, recuerda Dora.
Horacio tenía 42 años, hacía dos que estaba separado de Cristina Díaz Alberdi y tenía tres hijos -Horacio (13), Augusto (11) y Mariano (9)-. El flechazo fue instantáneo. “Me contrató para trabajar en Asesores Latinoamericanos. Cuando mis padres se enteraron de que yo estaba saliendo con él me tuve que ir, pero seguí saliendo varios años a escondidas con Horacio. Estuve dos años alejada de mi madre, me peleé con ella, le dije: “Esto es lo que yo elijo, es mi nueva familia”.
- ¿Qué te sedujo de Horacio ?
- A mí siempre me gustaron los chicos grandes, mi papá le llevaba 14 años a mi mamá. Evidentemente miraba tipos más grades, cuando tenía 16 me gustaban los de 25, es histórico en mí.
- ¿Cómo te fue conquistando?
- Era muy inteligente, yo aprecio mucho la inteligencia en las personas. Tenía hijos y eso para mí era algo natural, todas las noches, hasta que me fui a vivir con el, jugábamos al tutti frutti con los chicos -en el libro, su hijo Mariano recuerda cómo los juegos en casa de los Rodríguez Larreta se alejaban de lo convencional: “Se jugaba no solo por colores o países, sino por músicos. Elevaba la vara”-. Me mudé con él a los 20 años, hasta entonces todo era a escondidas. En casa estaban todos espantados: un divorciado, muy playboy... Mis hermanos mayores me vigilaban, me impedían salir con él.
- ¿Te contaba de sus vidas pasadas?
- Un montón, por eso pude hacer el libro...
Las mil vidas
“Horacio era un tipo divertido, era geminiano y siempre tenía que ser el centro”, lo describen en el libro, así como también recuerdan cómo los barras de Racing Club se apostaban en la puerta de su piso en Palermo. Rodríguez Larreta (padre) fue presidente de Racing en 1976: asumió el cargo oficialmente el 3 de enero de 1977.
- En esa época que fue secuestrado, ¿qué recordás de ese hecho?
- Fue en el gobierno militar, en abril de 1977. Por entonces nosotros ya salíamos, pero yo todavía no vivía con él. En el libro hay varios relatos que lo recuerdan, uno es el de Horacito -sí, en casa eran ‘Horacio’ y ‘Horacito’, sino era imposible diferenciarlos- que aquella noche dormía con el padre (por entonces los chicos se turnaban para quedarse). Fue un viernes a la noche, vinieron y se lo llevaron. “Llévese abrigo porque va a un lugar donde hace frío”, le dijeron.
“A Horacio lo sacan de casa y se lo llevan al Pozo de Banfield. En aquel momento mi marido era el presidente de Racing, y ese domingo 3 de abril se jugaba el clásico con River en Avellaneda. Él no estuvo y en el club no sabían qué hacer, qué decir. Lo devolvieron un martes”, cuenta Dora.
Horacio renunció a la presidencia de Racing en 1978, se dedicó de lleno a lo que mejor sabía hacer, las consultorías en el ámbito empresarial político. “No era periodista, pero era el tipo con la mejor información de Buenos Aires. Si querías enterarte de algo, tenías que hablar con el”, lo describen en libro.
Dora Sánchez trabajaba junto a él, generaban eventos y viajaban seguido. “Mi marido tenía una consultora, hacía consultoría política y económica, fuimos los representantes de una enorme editorial americana, la empresa Business International con sede en Nueva York, que en 1986 fue comprada por el grupo inglés The Economist. Trabajábamos muy bien juntos, nos llevábamos brutal”.
“Cuando Horacio hacía política, yo hacía política con él, siempre juntos. Cuando tenía un cargo público todos los temas los charlábamos”, destaca Dora. Rodríguez Larreta (p) colaboró con Juan Bautista Yofre en la SIDE y fue subsecretario de privatizaciones del ministerio de Defensa del Gobierno de Carlos Menem. Un as de las relaciones públicas, con errores y aciertos. Quienes lo conocían remarcan su gran necesidad en la vida: “Quería que todo el mundo lo quisiera”.
Los Rodríguez Larreta, en familia
En la vida de Horacio, sus mujeres fueron muy importantes. Especialmente su madre, Tita Leloir Unzué, con quien “tenía un cordón umbilical así de gordo”, remarca Dora entre risas. “Cuando mi marido se separa y la mujer se va, mi suegra lo ayudaba bastante, le mandaba al chofer para que los llevara al dentista, se ocupaba mucho de los chicos”, destaca.
Dora recuerda con cariño a Tita: “Tuvo un problema de alcohol serio, la mandaron a lo que en aquella época se le decían ‘cura de sueño’ y después nunca más volvió a tomar. Mi suegra era un personaje, me quería mucho y yo la quería mucho a ella, así que cuando estuvo enferma yo me ocupé”. Tita falleció en septiembre de 1988.
- Y, ¿cómo fue el papel de madrastra?
- Yo creo que, cuando no te toca vivir con los hijos, la situación es un drama. Que los dos días de semana que te tocan son como de padre de fantasía, no podés hacer ningún programa, todo es para los hijos.... Pero yo crié a estos chicos, mis hijastros vivían con nosotros. Y cuando vos vivís con tus hijos hacés tu vida normal. ¿Tenés que salir a comer? Los dejás con la niñera... Por eso siempre digo qué suerte que vivían conmigo y no solo venían de visita.
- Eras joven y madrastra de tres...
- Y además lidiaba con el carácter de Horacio -sonríe- que era permisivo, igual que su mamá. Si yo lo ponía en penitencia a Augusto, Horacio lo sacaba. Pero soy muy familiera, nuestras casas (la quinta “La Dictadora” o la casa de Punta del Este) estaban siempre llenas, eran el centro de los chicos y sus amigos, en todo momento. Y eso a mí me gustaba, vacaciones, fiestas.... No es que los chicos se iban los fines de semana con la madre, estaban de lunes a domingos con nosotros.
- Dicen que la chacra que tenían, La Dictadora, era su lugar en el mundo, pero ¿a Horacio le gustaba retirarse al campo?
- Era nuestro lugar en el mundo, era muy sencillo, una casa rústica, lo opuesto a esto [señala el piso en Avenida del Libertador]. Nos íbamos de viernes a domingo. Y eso que él era cero de campo. Horacio era bicho de ciudad, decía siempre: “Voy a prender un cigarrillo porque hay demasiado aire puro”.
- En el libro también se destaca su buena relación como pareja...
- Con Horacio teníamos una relación muy cariñosa. El me decía “Señora Piggy”, porque era como la cerdita, como una bataclana, y yo le decía “René”, como la rana, porque era encantador, un gran showman. Yo creo que para que una pareja se sostenga en el tiempo necesitás proyectos, el que sea. Nos divertíamos mucho, nunca discutíamos, nunca nos peleábamos, a él le gustaba comer rico, los quesos franceses, estar en la quinta, le gustaban sus perros, el arte, hablaba seis idiomas... Era recariñoso, al menos conmigo. Quizá con los chicos no tanto, pero porque por entonces no se estilaba serlo con los hijos.
Los hijos mayores de Horacio Rodríguez Larreta son una parte importante del libro homenaje que Dora Sánchez diseñó como un legado familiar. Allí mismo el exjefe de Gobierno porteño recuerda sus salidas al cine o a Pumper Nic y destaca el carácter de su padre. “Es una buena definición decir que yo heredé de él la vocación política, Augusto la vocación social y Mariano la vocación emocional y sensible. Como un Espíritu Santo de mi viejo entre los tres”, dijo.
- La casa está repleta de fotos de encuentros y amigos, ¿era buen anfitrión?
- Era un tipo divertido, siempre tenía que ser el centro. En casa tenías desde a la barra brava al ministro de economía de turno, al Gordo Porcel, Palito Ortega,Mirtha Legrand, Rogelio Frigerio, Arturo Frondizi. Mi marido era muy sociable, pero muy de la casa, poco salidor -era lo opuesto a Martín Cabrales-. A el le gustaba el petit comité, nosotros teníamos gente a comer casi todos los días, pero mesas de ocho, no de 40. El decía: “Para mí no existen las razas ni los credos, para mí la diferencia que hay entre los seres humanos es la inteligencia”. Hoy encuentro que me moldeó desde los 18 años y que a la hora de ver con quién reunirme pienso igual que él.
- ¿Por qué decidieron casarse recién en 1997? A más de dos décadas de conocerse...
- El divorcio en Argentina aparece en el 85 y yo la verdad es que nunca lo necesité. Ya era la señora de Rodríguez Larreta, era su mujer. El casamiento fue para acomodar un poco las cosas, él me propuso casamiento en un viaje que hicimos por Viena y Grecia en 1996.
- ¿No soñabas con el vestido blanco y la Iglesia?
- Mi marido era de familia religiosa, quería Iglesia y vestido blanco para mí, pero era divorciado. A mí no me importaba, incluso me casé de negro y los testigos fueron los tres hijos de Horacio. Me acuerdo que el civil fue un mes antes de que naciera mi primera nieta -Jazmín, la hija de Augusto que además es mi ahijada- porque su mamá estaba a pleno con la panza.
- Juntos pasaron de todo.
- Mi marido tuvo una época muy oscura, eso también está en libro. Quise que mis hijos conocieran a su padre con todas sus virtudes y sus debilidades. Fue la época del alcohol, llegó un momento en el que yo ya no daba más. Horacio tuvo una enorme crisis y entonces decidí llevármelo a un centro de adicciones en Miami. Saqué pasaje y nos fuimos. Nunca más. Hizo todo el programa de AA, y ya no tomaba ni alcohol ni pastillas. Volvíamos cada año para que diera su testimonio y le dieran su medalla.
- También incluiste testimonios que relatan que era mujeriego...
- Solo dejé algunas cosas afuera, pero es mi libro y mi regalo a mis hijos. Lo mandé a hacer, tardamos tres años, lo pagué yo, así que yo decido, pero sí -sonríe-. Dejé eso impreso, porque tenía esa fama. Por eso yo a todas mis nueras, cuando se van a casar, les remarco: “Les aviso que se están casando con un Rodríguez Larreta. Los Rodríguez Larreta son mujeriegos genéticamente hablando”. Y a las pruebas me remito, todas tuvieron problemas con sus maridos.
- ¿Fuiste la excepción a la regla?
- No, para nada, estuvimos 30 años juntos. Horacio fue mujeriego, famoso por eso. Pero las crisis del matrimonio son así. Cuando estás casada tenés épocas altas y bajas, pero lo nuestro era un proyecto de familia, no es que te bajás del carro rápidamente.
- 30 años juntos, sin embargo los hijos llegaron hacia el final, el 19 de noviembre de 2002.
- Cuando me casé él tenía a los chicos que eran chiquitos, y yo estaba en otra etapa de mi vida, era muy joven.
Pero una vez nos fuimos de viaje y yo había tenido un atraso. “¿Estaré embarazada?”, le dije, y él se puso contento. Después quedó el tema, hicimos tratamientos de fertilidad, fuimos probando y cuando quedé embarazada, él se sentía un crack. Cuando supo que eran mellizos estaba tan orgulloso que iba y le decía a sus amigos: “Mis espermas están cotizando en Sotheby’s, soy el superpapá”. No supimos que eran varones hasta que nacieron, de hecho tenía compradas cosas rosas y celestes. Antonio y Rafael fueron el gran regalo de amor de mi marido, que en ese entonces tenía unos 68 años.
- ¿Le importaba el qué dirán?
- Cero. A mí también, me importa cero el qué dirán. Horacio era un tipo muy original, lo opuesto a la media. Un tipo que nunca te va a decir nada inconveniente. En eso es parecido a Martín, que todo lo actúa para que la gente lo quiera, en eso se parecen sus personalidades. Por eso la palabra “no” no existía.
Al poco tiempo, en 2003, a Horacio le detectaron un cáncer de pulmón. “Fue todo en pocos meses. Por octubre, cerca del cumpleaños de Horacito, me llamaron. Él sabía que estaba enfermo, pero no quería hablar con los médicos. Tenía un ego... Les decía: “Ella se ocupa de todo”, no quería saber nada, yo me encargaba. Cuatro horas antes de morir, le decía a una amiga mía: “En septiembre vamos con los bebés a pasear a París”.
Horacio falleció el 19 de abril de 2004, los mellizos no tenían ni un año. Recuerdan que, al morir Horacio, se imprimieron “314 avisos fúnebres en LA NACION despidiéndolo”.
- Esa es la razón para hacer este libro, que sus hijos puedan conocerlo mejor. Yo siempre hablé de mi marido, cuando se murió, no les dije lo de “tu papá se fue al cielo”, les dije lo que tenía que decir. Hoy es impresionante ver cómo se parecen a mi marido, sus gestos, y eso que ellos no se criaron con él. Son muy Rodríguez Larreta los dos.
- No es que teníamos una vida glamorosa, porque glamorosa podría ser la vida que tengo con Martín. Con mi marido era todo más en el sentido de lo intelectual y de la gente que veíamos. Era un tipo que tenía una cultura... Yo tenía locura por mi marido, desde mis 18 años, en que lo conocí y hasta hoy lo admiro y lo sigo admirando.
- Tus hijos tienen muy poca, casi nula exposición pública...
- A mis hijos y a mí no nos gusta la vida pública. Yo dejé de usar el apellido muchísimo tiempo. Cuando empecé a salir con Martín lo que le dije fue: “Yo lo único que te pido es que en fotos no me pongan el apellido de casada”. Mismo por eso quise diferenciar este libro del casamiento de Horacito.
- ¿Sentís que también tuviste varias vidas? Desde estudiante, a viuda de Rodríguez Larreta, hoy novia de Cabrales...
- Siempre voy a extrañar a Horacio, en mayo hubiera cumplido 90 años. Fue el amor de mi vida y lo va a ser siempre. A Martín seguramente no le encante leer eso, pero no creo que haya espacio en la vida para tener dos grandes amores, yo creo que sucede una sola vez.
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