Francisco Garamona: "Uno compone o escribe para llegar al otro"
Escritor, músico y editor de libros, es uno de los referentes de la escena artística que mejor expone lo que ocurre fuera del mercado
En una sala de la librería La Internacional Argentina, detrás de los estantes de poesía, literatura universal e historia, funciona la editorial Mansalva. Allí, las paredes blancas rebalsan de cuadros. Hasta un nido de hornero reposa en la esquina de un estante. La excentricidad de las pinturas, dibujos y frases enmarcadas hacen de esta sala un lugar inspirador. Francisco Garamona (40) pide permiso para fumar y enciende al hilo varios cigarrillos durante la entrevista. Un pequeño tacho de basura alberga varias cajas, todas de marcas diferentes. Su hija más chica, Clarisa, se esconde detrás de una Macbook y pide la ayuda de su papá cuando unos "carteles" desconocidos aparecen en la pantalla.
Garamona es poeta, escritor y compositor. No le gusta Isabel Allende ni es fan de los best sellers, pero sí lee a Silvina Ocampo y Dalia Rosetti. A los poemas de Bécquer no los frecuenta desde que iba a la primaria, pero sí a las palabras de Francisco Madariaga y Juan L. Ortiz. Es usual que cineastas, escritores y músicos se junten en su librería al caer la tarde. El intercambio cultural es constante.
Le gusta el champagne y el bourbon con hielo, pero en esta etapa de su vida prefiere la terma. Las botellas de cerveza y whisky que se acumulan en el patio trasero de la librería-editorial delatan que sus amigos nunca caen con las manos vacías. Arriba de una puerta descansa un gran cuadro con la imagen de su último disco: Los sentimientos. La imagen revela a un hombre con el pelo apenas rapado a los costados y jopo en el medio, anteojos cuadrados negros y camisa floreada con saco; es el compositor del disco, y mientras fuma sentado en un sillón cuenta que el retrato está hecho puramente de plastilina. Su espontaneidad lo hace contestar rápido, aunque confiesa que no piensa mucho lo que responde.
-Contame sobre los cuadros que tenés en la pared...
-Bueno, ésta es una colección particular; ese retrato que ves ahí que parece un delirio de un dictador panameño en verdad fue hecho para la tapa de mi disco Los sentimientos, me lo hicieron mis amigos de Mondongo, está todo hecho de plastilina.
-¿Sabés mucho de pintura?
-Me gusta mucho, fue una de mis primeras pasiones.
-¿Qué artistas te gustan?
-Muchísimos. De acá Pombo, Mondongo, Fernanda Laguna (su mujer), Roberto Jacoby, Vicente Grondona y varios más. Algunos los compro, otros los canjeo, otros me los regalan.
-¿Por qué los canjeás?
-Por libros, por trabajos: para editar libros, textos.
-Venden libros de historia, literatura... ¿Todos esos libros definen tus gustos personales?
-Y un poco sí. Gustos personales en cuanto a librero... Al final terminás haciendo la faceta de la faceta de la faceta, la piedra está cada vez más pulida y más cortante.
-¿Cómo la fuiste puliendo?
-Estos libros que vos ves en la librería son libros comprados en bibliotecas donde yo selecciono qué es lo que quiero. Con los años y la experiencia he ido aprendiendo; cuando tenía veintipico de años y empecé a tener librerías, iba a una casa de una persona que necesitaba vender todo por lo que fuera, y yo compraba todo; después me daba cuenta de que hay cosas que no se mueven o no está bueno tenerlas porque ocupan espacio. El libro es como una mercancía que ocupa mucho volumen. Si vos comprás un libro que no está bueno o que a nadie le interesa y no se vende, siempre va a quedar ahí, estático.
-¿Cuáles son esos libros que no querés tener?
-No compro best sellers ni literatura mala.
-¿Qué sería para vos literatura mala?
-Isabel Allende... y millones de satélites que andan por ahí. No compro Wilbur Smith y ese tipo de libros. Nuestra librería esta orientada hacia las humanidades, los libros artísticos, la literatura. Libros descatalogados, cosas muy puntuales.
-¿De chico te gustaba más leer que jugar al fútbol?
-Nunca me gustó el fútbol, siempre me gustó la música, leer, estar arriba de los árboles. Era dinámico igual; no era que era un chico triste, recluido en su habitación. Estaba muy en sintonía con lo que pasaba.
-¿Tenés algún libro preferido?
-Me gustan todos. Te puedo recomendar las novelas de Dalia Rosetti; un libro que me gusta mucho es El nervio óptico, de María Gainza.
-¿Y de los libros que publicaste vos?
-El que estoy por sacar. Siempre el que me gusta más es el que todavía no salió. No te puedo decir el nombre todavía. El que saqué hace poco, Un tesoro local, con la editorial de Iván Rosado.
-¿Qué es lo que siempre te lleva a escribir o componer?
-El otro en general. Uno compone o escribe o se manifiesta de la forma que lo hace para llegar al otro. La literatura, la pintura, la música, son puentes para llegar al otro. La necesidad de comunicarse?
-¿Con qué poeta te identificás y con cuál no?
-Me identifico con Francisco Madariaga, Héctor Viel Temperley, Juan L. Ortiz, Cecilia Pavón, Ezequiel Alemián, y muchos más. Con lo que no me identifico es con la poesía que tiene como un significado antes de sí misma, con esa poesía de mensaje que quiere decir algo, bajar una línea.
-¿La poesía tiene salida?
-Más que salida tiene entrada. Entra por todos lados, la poesía no es lo que está en el libro, sino lo que está en el aire, lo que vibra en la luz. Uno piensa que la poesía es el poema, y en verdad la poesía es el motivo que genera el poema.
-¿Hay que educar al lector?
-No, no hay que educarlos. Porque presumir que uno puede educar al otro es ya presumir que uno puede ponerse en una situación de superioridad. No es el tema educarlo, el tema es compartir con ellos una mirada o una visión. Contarles, hacerlos cómplices, partícipes. Al tener una editorial y la librería, nosotros queremos formar nuevos lectores, buscar a los chicos que están empezando a leer.
-¿Qué opinás de esos chicos jóvenes que recién están empezando a leer?
-Creo que son una generación que va a cambiar todo. Van a vivir la vida desde otro lugar. Habría que cambiar la forma de vivir, de mirar y sentir. Habría que demoler todo y empezar de nuevo, aun sin demoler, aun sin violencia.
Hierbas con soda y hielo
"En estos momentos en que no bebo alcohol, elijo el terma con soda y hielo tipo 7 de la tarde. Cuando almuerzo y ceno tomo agua. Varío. No me gusta repetir siempre lo mismo, hay que acostumbrar al cerebro a hacer cosas distintas porque si no la costumbre fija el cuerpo. Aun así, nunca fui de tomar mucho alcohol."
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