Tengo una amiga que no hace pis. No es tan así pero casi. Cuando sale de su casa, si se va de viaje, si hace trámites todo el día, el cuerpo se le programa en modo "no molestar" y nunca tiene ganas. No es que se aguanta. No necesita. No tiene motivos. No quiere. Los baños públicos le dan asco. La entiendo.
Yo tengo una rutina desquiciada cuando voy a un baño que comparto con extraños porque odio la mugre y más la que no se ve. Me fijo en cada una de las tablas a ver cuál es la más pulcra aunque jamás me siento, la primera parte del rollo de papel la corto para no tener contacto con la mano de la persona que estuvo antes en ese mismo lugar, cuando termino, salgo, me lavo y me quedo con el papel con el que me sequé para tocar con él todo lo que precise hasta poder salir por la puerta. Airosa.
El otro día, con mi amiga que no hace pis y las otras, las de siempre, nos juntamos a merendar y ella contó que habló "su tema" con el urólogo y que le dijo que es más peligroso aguantarse que ir porque así se pueden originar infecciones urinarias. Y a mí me pareció una revelación. Pero no me alcanzó.
Por eso, a riesgo de dar psicótica y a sabiendas de que cuando no hay otra, no hay otra y tampoco morir para evitar el toilette de un shopping, hay cosas que prefiero saber y también hacer para sentirme mejor.
Acá van un par.
El menos usado: según leí en el diario The New York Times, en California varios especialistas hicieron un estudio que demostró que el 60 por ciento del papel se usa en los toilettes del medio, lo que significa que son los más utilizados, lo que significa que conviene entrar siempre en el último, que se usa menos.
La postura: hay gente que si no se sienta, no puede. La entiendo. Para ellos, una toallita desinfectante, de esas que vienen en paquete pequeño, es sinónimo de salvación. Hay otras que de cuclillas estamos perfectas. Sin embargo puede ser nocivo. "Definitivamente es mucho mejor sentarse que orinar en cuclillas, pues de esta manera no se permite vaciar adecuadamente la vejiga. Además la mujer orina mal por la incomodidad y trata de realizar la micción más rápida", asegura al respecto Daniel Varcasia, director del Capítulo de Infecciones Urinarias de la Sociedad Argentina de Urología.
El asiento: es mala palabra. Lo sabemos. Pero no tanto por la cantidad de gente que lo usa sino por la que no lo hace, que lo que sí va a hacer es salpicar. Por eso, bajo toda circunstancia, no hay que tocarlo con las manos. Nunca. Porque después te pica la nariz al instante y bacterias y gérmenes y catástrofe.
La tapa: nadie quiere tener contacto con ella. Por qué alguien lo haría. Incluso son pocos los baños públicos que la tienen. Sin embargo, hay una verdad que es letal, como todas las verdades: los microorganismos vuelan. "Y pueden transmitir enfermedades como en cualquier otro lugar, por eso es importante recordar que una buena opción es primero bajar la tapa del inodoro y luego apretar el botón o tirar la cadena, ya que hacerlo con la tapa abierta permite pulular una gran cantidad de bacterias", agrega el especialista en diálogo con LA NACION.
El toque final: como todo tiene de todo, el desafío es salir ilesas. Para eso, hay que lavarse las manos, al menos por quince segundos, con agua y jabón. Y después, la esterilización total: ninguna parte de la piel debe entrar en contacto con nada de aquel lugar. Papel en mano, se cierra la canilla, se toca el picaporte, se maniobra con la puerta. Y si no hay papel porque las manos se secan con secador, hay que aprender a abrir con los pies, la rodilla, un suéter, el hombro.
Y después sí, al fin, la libertad. A contagiarse lo que sea pero no en el baño.
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