Florencia Freijo: "No sos menos feminista por sentir que necesitás una pareja"
"Debe ser la primera vez en meses que estoy sola, sin mi hijo, que salió a pasear con mi mamá", dice del otro lado de la línea Florencia Freijo, politóloga y escritora feminista, desde Mar del Plata, su ciudad natal, a la que volvió para resolver un tema personal. Su historia es la de muchas mujeres que crían solas (algo que se acentuó con la pandemia) que se las arreglan como pueden porque sus parejas no están, se borraron, o solo se hacen cargo de sus hijos un fin de semana por medio. Su historia es la del libro Solas (aun acompañadas), donde denuncia este tipo de situaciones, y también la de (Mal) Educadas (Planeta), su último libro, donde cuenta mediante un recorrido histórico desde la Grecia Antigua hasta hoy, cómo se apartó a la mujer de la esfera pública y se la condenó a vivir por fuera de las decisiones importantes. Su historia es la de muchas. La de todas.
Además de sus libros, Florencia encontró en las redes sociales la forma de exponer las desigualdades de género. Es la mentora de #YoCrioSola, el hashtag que se volvió tendencia hace un año y medio, y a través del cual decenas de miles de mujeres en Argentina y en América latina visibilizaron el problema de los hogares monomarentales, que representan, según estimaciones, el 18% del total.
–¿De qué se trata (Mal) Educadas?
–Es un libro que busca la explicación histórica a ese conocimiento que se consolidó para que nosotras aceptemos estos mandatos a través de la falta de acceso al saber formal. Se nos ha corrido de la discusión pública o la toma de decisiones. Los hombres se organizaron de manera tal que empezaron a explicar el mundo desde su percepción y desde ahí a explicar la naturaleza de la mujer: irracional, emocional, poco capacitada a pesar de que había mujeres que llamaban la atención por su formación. Pero lo que esas mujeres hicieron los hombres no lo retrataron, no lo escribieron o lo borraron. La otra educación es la cultural, nuestro rol social. El sexual o reproductor y de cuidado. También había damas de compañía o concubinas. Todas ellas conformaban un harén que existe hasta hoy. Los hombres siguen teniendo su harén de mujeres: la actual, la ex, la madre... Sigue muy presente el tema de la descendencia, tener hijos con la ex y con la actual, pero sin hacerse cargo de ellos realmente. Hay muchas paternidades no responsables.
–El hashtag #YoCrioSola fue una muestra de eso.
–Sí, claro. Llegó a ser trending topic acá, en Perú, en Bolivia, en Paraguay, Chile y Uruguay. Fue muy fuerte, ni de casualidad pensé que iba a llegar a eso. Había pasado lo de Jimena Barón (N de la R: la actriz había hecho pública una nota del jardín de su hijo donde ponía que no tenía ni idea a qué se dedicaba el padre y prometía, irónicamente, mejorar con su próximo hijo) y yo tenía la intención voraz, real, de decir ‘che, basta’ porque todo el tiempo se instala el tema del tipo que no se hace cargo de los hijos y los medios lo levantan sin hacer ningún cuestionamiento. Los hogares monomarentales son cada vez más y abarcan, en su mayoría a mujeres que, divorciadas, quedaron a cargo del hogar. La cantidad de horas que un varón divorciado pasa con sus hijos es mucho menor que las de una madre.
–Por eso muchas mujeres ahora se replantean si quieren ser madres...
–Es que para las mujeres enamorarse, tener hijos, lejos de ser un privilegio es una situación de desventaja. Hay una investigación que muestra que las mujeres bajan su calidad de trabajo no con la llegada del primer hijo, sino con el primer concubinato. Ponerse en pareja frena su desarrollo, mientras que a los hombres les genera un impulso.
–¿Cual es la explicación?
–Está instalado que las mujeres no son buenas negociando su salario, pero no es así. No se le otorgan esos aumentos porque pesan los estereotipos de género. Cuando ven a un hombre que va a ser padre, siguiendo el mandato del varón proveedor, ante un pedido de aumento o revisión de su posición laboral se le otorga ese beneficio. En cambio, si va una mujer, siguiendo el mandato de cuidadora, enseguida se visualiza que va a faltar a trabajo porque el hijo se le enferma, o va a quedar embarazada. Entonces la empresa no hace una inversión fuerte en ella porque además si la capacita no va a poder viajar porque tiene hijos. Existe un acceso diferente a las oportunidades. Y muchas veces esos ascensos se terminan de decidir en reuniones o cenas fuera de la oficina a las que las mujeres no van.
–En el libro también mencionás que hay muy pocas mujeres en las carreras científicas, ¿por qué pasa esto?
–Las mujeres fueron educadas para interesarse en temas metafísicos y no científicos, y no es porque les guste más. No es inocente regalar la cocinita a una nena y muchas veces lo justificamos diciendo que a ella le gusta. ¡No! A ella no le gusta, fuimos educadas de manera distinta de acuerdo a nuestra genitalidad y si no nos damos cuenta que todo esto esta abonando la desigualdad, no nos liberamos más. Lejos de estar dándole lo que a ella le gusta le estás ofreciendo un contenido que le es impuesto. No hay movimiento feminista posible si no repensamos la educación.
–¿En qué cosas reconocés que todavía te falta deconstruirte?
–Un montón. Pero con el tiempo noto que me manejo mucho mejor con ciertas cuestiones como la educación de mi hijo, mis vínculos afectivos, mi relación con otras mujeres... Lo que sucede es que los estereotipos se disparan muy rápido en la reflexión porque tienen que ver con la economía del pensamiento. Siempre tiende a disparar lo que aprendimos primero.
–En el libro también reconocés que durante mucho tiempo fuiste gordofóbica. ¿También intentás deconstruirte en eso?
–La industria de la belleza y el cuidado es una de las cosas que más estoy cuestionándome. ¿Para quién compro esta crema o ropa? Esta marca, ¿trabaja con diversidad de talles? Me encuentro con pensamientos gordofóbicos sobre todo conmigo misma. ‘Estoy gorda, hinchada y me siento menos deseable’... Mis seguidoras me dicen que cuando se sienten feas disfrutan menos del sexo. ¡Eso no les pasa a los hombres! Por eso es tan importante la militancia en favor de todo tipo de cuerpos.
–¿Creés que el feminismo va a hacer más felices a las mujeres?
–Está comprobado que la carga mental por el hecho de ser mujer hace que suframos más depresión que ellos. Aliviar esa carga nos haría tener un mejor estado de salud integral y ese es un buen punto de partida. Pero ser feminista hoy es todo un tema porque nos hace creer que tenemos que salir de los mandatos y si no podemos nos genera una carga más. No sos menos feminista por sentir que necesitás una pareja. Ser feminista no es estar sola toda la vida, sino poder reflexionar sobre esa relación. En este sentido, creo que el feminismo es más un lugar intermedio, de elaboración, que de llegada.
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