Durante décadas, Oswald Aulestia falsificó a los genios de la pintura contemporánea; su vida inspiró un libro que es best seller en España y un documental que fue nominado a los Premios Goya
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Los medios españoles lo señalan como “el mayor falsificador de arte de la historia”. Pero a él, el mote le parece, cuando menos, exagerado. Oswald Aulestia (77) prefiere pensar que fueron “las circunstancias” las que lo empujaron y convirtieron su vida en un historia de película. Su desmesurado gusto por los viajes, las mujeres y las drogas, lo que él define como buena “la buena vida”, fueron su inspiración. Ganó millones de dólares y llegó a codearse con afamadas estrellas Hollywood, como Madonna y Sylvester Stallone. Recientemente, ‘Oswald. El falsificador’ se estrenó en la pantalla grande y fue nominada a los Premios Goya en la categoría Mejor Película Documental.
Durante años, Aulestia fue perseguido por la justicia norteamericana. En el curso de la “Operación Artista”, una investigación dirigida por el FBI, encaminada a terminar con una de las mayores redes de falsificación de arte de los últimos tiempos, que contó con la ayuda de la policía española e italiana, Aulestia fue extraditado a los Estados Unidos y pasó nueve meses en una cárcel de Chicago. Cumplió su condena y hoy jura que no tiene deudas con la justicia.
Aulestia, como todos, dice que es inocente. Asegura que él nunca falsificó un cuadro, sino que se limitaba a realizar obras por encargo con el estilo de artistas consagrados.
Para los expertos, las falsificaciones de Aulestia son tan precisas que pasan hasta los análisis periciales más minuciosos. Chagall, Miró, Modigliani, Tàpies o Picasso son artistas que “el Maradona de los pinceles” (otro de sus apodos) admite copiar a la perfección. ¿El secreto? Él mismo lo revela con simpleza: “Tiene que parecer hecho por el artista original”.
De tal palo, tal astilla
Aulestia, es oriundo de Cataluña. Vivió en España, Italia y Miami. Es hijo de Salvador Auléstia Vázquez, un escultor y pintor español. “A los 14 años, contra la voluntad de mi madre, dejé los estudios y me fui a vivir y trabajar con mi padre. En esa época, él era uno de los escultores más importante que había en Cataluña, llegó a representar a España en la Bienal de Venecia. Mi padre me enseñó el mundo de la escultura, pintura y también el pirateo. Él era un vividor y de tal palo tal astilla. Con un padre como el que tuve, cojeo del mismo pie”, cuenta.
-Para usted, los hijos estarían destinados a repetir los errores de los padres.
-La vida es el tenor de las circunstancias: si cambias las circunstancias, cambiarás tu vida. Son las circunstancias las que nos llevan. En mi caso, haber tenido un padre artista, haber vivido en Italia, que ahí es otro mundo, llegué a ese país siendo un ruiseñor y volví a España siendo un tiburón... Todo por las circunstancias. En cambio, si yo hubiese ido a Alemania las cosas seguramente hubieran sido distintas o si hubiera sido rubio, con ojos azules y con dinero, seguramente todo hubiera sido distinto.
-Las circunstancias condicionan, pero la alternativa de decidir y hacer lo correcto siempre existe.
-No lo creas. Es cierto que hay alternativa, pero la cabra tira al monte. Cada uno es como es y somos todos diferentes. Hay que enfrentar las cosas como vienen.
-¿Qué fue lo que lo llevó a falsificar?
-Me gustaba la buena vida, viajar, las mujeres, el sexo y las drogas y... [piensa] yo simplemente he intentado llorar lo menos posible porque la vida no es seria, no la podemos tomar en serio. Somos animales.
-Usted tiene una habilidad especial, para muchos, un don.
-Lo que yo hice no es un don, en realidad es una técnica. Copiar es lo más fácil que hay si uno tiene un poco de conocimiento y mano.
-Pero usted no copiaba...
-No, la gente venía y me compraba porque no era una copia. ¿Qué valor tiene una copia? Lo mío era una creación. Una cosa es copiar y otra es crear una obra original de otro artista. Si copias una obra no puedes obtener nada, porque es simplemente eso, una copia. En cambio, lo que vale es la originalidad y eso requiere la capacidad de ponerte en el cuerpo de aquel que hizo el estilo que quieres imitar. Ahí surge algo interesante, porque el estilo es inconfundible.
“Nunca vendí un cuadro diciendo que era algo lo que no era”
“¿Qué vale más, un Miró original colgado en el baño de un don nadie o un Miró falso que cuelga en la casa del rey de España?”, es uno de los interrogantes que hace Aulestia para tratar de explicar su engaño.
-¿Cómo se inició?
-Fueron las circunstancias de la vida. Una vez le hice un favor a uno, otro día quería irme de vacaciones a Japón y entonces hice otro... y después estaba enamorado y quería comprar algo hice otro. Al final, la gente venía y me compraba las obras.
-Vendía obras que eran suyas, pero parecían de otros pintores famosos.
-Exacto, el secreto era que parecían hechas por el artista original. Pero yo nunca vendí un cuadro falso.
-¿Entonces?
-Fueron los mercantes, galeristas, coleccionistas... ellos me los pedían, los compraban y me los pagaban bien, tan bien que me permitieron vivir una vida de película. Pero yo nunca vendí un cuadro a alguien diciendo que era algo lo que no era. Los que me compraron sabían perfectamente. Yo les di un producto con el que ellos ganaron millones.
-Usted asegura que los que compraron sus cuadros siempre supieron que eran suyos y no del artista que parecían.
-Sí, pero podés no creerme. Ahora, si yo en el transcurso de mi vida hubiese dejado cadáveres, es decir, un Miró a aquel o un Picasso a otro, hoy en día la justicia estaría colapsada con denuncias en mi contra. Lo que vale es historial del cuadro, no el cuadro. La especulación del mercado del arte, la gente que está involucrada, que invierte millones, que hace subir a un artista y baja a otros, lo hace por un solo concepto: el poder. ¿Qué nos da el poder? El vil dinero.
-Entonces usted sería tan solo una parte o un engranaje de un fraude mayor.
-Una parte. Si yo mañana salgo de mi estudio con un Miró y voy a una galería y me preguntan la procedencia y yo digo “es mío”, la respuesta seguramente sea “¿pero quién coños te compró a tí un Miró?”. En cambio, si es del rey de España, mañana el cuadro estará vendido, aunque sea falso. ¿Quién va a dudar? En cambio, si es mío o tuyo, aunque sea bueno, no lo vamos a vender nunca ¿por qué? Porque no somos Felipe VI.
-¿Qué artistas falsificaba?
-Muchos creen que yo falsificaba Caravaggio, Da Vinci, Rembrandt... pero no saben lo que dicen. Siempre fueron pintores contemporáneos, esos que puedes encontrar los materiales que usaban. ¡¿Cómo vas a hacer un Rembrandt?! ¿Y la pintura? ¿La tela? El primer análisis técnico lo manda para atrás. Tienen que ser obras menores y actuales como Chagall, Miró, Picasso, Warhol. Y la mayoría de los pintores de nuestro siglo, como Klein o Tápies, son fáciles de hacer.
-¿Los firmaba como el autor?
-Eso no tengo idea, eso te lo dejo a ti. Pero si te ponen enfrente un Francis Bacon no hay necesidad de mirar la firma, se reconoce.
-¿Hay alguna de sus obras que está exhibida como perteneciente a un artista reconocido, pero que usted sabe que es suyo?
-Hombre... No me gustaría decirlo pero hay que pensar que alguien importante puede tener un cuadro y decir que desde hace años está en su familia ¿Quién va a dudar? Al fin y al cabo, las subastas quieren eso, lo necesitan.
-¿Le hubiese gustado vender sus propios cuadros en lugar de “copias de estilos” de otros?
-Pues claro, la vanidad y el placer que da decir “esto es mío”, es inigualable. Aunque yo podría ir a cualquier museo de Europa y decir “esto es mío” (ríe).
-¿Cuál fue la obra por la que más le pagaron?
-No me acuerdo exactamente cuánto, pero me hacía pagar muy bien para vivir una vida de película.
Fiestas, drogas y sexo
-¿Cómo ha sido su vida?
-Memorable. Siempre he buscado el placer. Provengo de una familia apasionada por el ocultismo y esoterismo, desde pequeño comencé a leer obras filosóficas y hay un concepto que me quedó grabado para toda la vida: “El verdadero alquimista no es el que convierte el plomo en oro, sino aquel que convierte sus lágrimas en sonrisas”. Eso es lo que yo he intentado llevar a la práctica.
-Por lo que dice, suena que tuvo una infancia triste.
-Un poco, mis padres se separaron cuando yo tenía seis años y estuve interno en un colegio... pero, bueno, todo eso hizo que me espabilara, que no sea demasiado tonto. Tuve una vida de ensueño. Y esa vida ahora continua con el éxito de la película y me quieren comprar los derechos del libro, hoy vendo mis cuadros a buen precio... en pocas palabras, mi vida es una verdadera mierda (ríe).
-Insisto, ¿cómo era su vida cuando le pagaban por las obras falsificadas o, como prefiere decir usted, “que imitan estilos de otros artistas”?
-Comenzó cuando regresé a España, a Barcelona, en el ‘77, me encontré con una ciudad que era todo fiestas, drogas y sexo... una época de desenfreno.
-Dicen que llegó a frecuentar personalidades del espectáculo como Madonna, Ricky Martin y Sylvester Stallone.
-Fue en los ‘90. Yo vivía en Miami, tenía muchísimo dinero e iba a fiestas y ahí, gracias a mi mercante que me vendía como un gran artista español, ‘el nuevo Miró', empecé a relacionarme. Madonna es bastante arisca y se cree que es una diosa, en cambio Ricky Martín es muy simpático. También me casé y tuve seis hijos. Pero me buscaba parejas que eran mujeres con exigencias, que les gustaba viajar, salvo la última mujer con la que me casé, ella era normal, pero también terminó mal...[risas] Era un esclavo de mis emociones, de mis sentimientos.
“Hoy estoy con un ente extraordinario: soledad. Vivo en mi estudio, soy feliz. Tengo un labrador que es mi gran amor y me dedico a pintar pop art y escribir. Aunque si tuviese 25 años menos estaría fumando coca y follando”, agrega.
Conspiración y cárcel
“Yo no voy a decir que soy un santo, por el contrario soy un pirata, un vividor de la vida. Un hombre que ha exprimido la vida en su totalidad, pero el destino es inexorable”, dice Aulestia antes de explicar su paso por la cárcel en los Estados Unidos.
-¿Por qué termina preso en los Estados Unidos?
-Me llevaron a los Estados Unidos por algo que yo no cometí. Con esto, no estoy tratando de dar lástima porque en mi vida he cometido acciones de las que no estoy orgulloso, pero la extradición vino después de 12 años de que los americanos estuvieran tocándome los cojones. No es para disculparme, o decir que hicieron una injusticia conmigo, no. Yo pinté obras que no eran mías, pero nunca las vendí, eso lo hacían otros. Yo hacía lo que me pedían. Si hubieran podido demostrar que yo era responsable de la venta, no podríamos tener esta conversación porque estaría preso. Pero contestando a tu pregunta, luego de cuatro meses preso, los norteamericanos me hacen una propuesta: que acepte un cargo de conspiración, es decir que yo sabía que había un grupo de Chicago que vendía arte falso aunque nadie del grupo me conociera y yo ni sabía quiénes eran ellos.
-Pero aceptó el trato.
-Al principio no quería aceptar, pero mi abogado me dijo que lo hiciera, que si lo hacía iba a estar para la Navidad en casa. Y lo hice, acepté el cargo de conspiración.
-Lo señalan como el mayor falsificador de arte de la historia, ¿qué opina?
-No es lo mismo decir “un pobre pintor catalán, muerto de hambre” que “El más grande falsificador de la historia”. Lo primero no vende, quién lo va a comprar. Pero los entiendo, tienen que vender. A mi también me pasa, yo vendo arte, soy pintor, y tengo que comerle el coco a la gente para vender qué quieres que les diga ¿qué soy un pintor viejo catalán que ya no sirve para nada? Noo, les digo que soy la reencarnación de Leonardo Da Vinci, pero son solo palabras...
-Mirando hacía atrás, ¿se arrepiente o piensa que le hubiese gustado hacer las cosas de otra manera?
-No, no me arrepiento de nada. Voy por la calle y la gente me para, me reconoce. Fui a todos los programas de España y estoy viviendo un sueño: que la gente venga al estudio y me compre mis cuadros. Es triste, llevo 60 años pintando y recién ahora se me reconoce, por farsante.
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