A los 26 años, se metió por error en una clase de Producción de Cine. Al tiempo, estaba filmando Malcom X con Spike Lee. Hoy, es coequiper de Oliver Stone y productor de David Lynch. ¿Cómo hacer para que otros crean que una película es buen negocio?
Por Javier Alcacer
A la hora de describir el esfuerzo y el desgaste que requiere su trabajo,
tiene una comparación de lo más elocuente:
"Producir una película es como montar una corporación de siete hoteles y después desmontarla."
Sin embargo, la frase la dice con suma tranquilidad, como si hubiese encontrado un punto de equilibro entre las presiones de los directores y de los inversionistas, ésas con las que tienen que trabajar día tras día los productores. También es curioso que aquella analogía remita a la carrera que estudió antes de dejar
la
arquitectura.
Es que Fernando había viajado a Los Ángeles para perfeccionar su formación cuando, el día que fue a la universidad, el destino quiso que se equivocara de aula. En lugar de una materia de Arquitectura, se metió en una clase en la que
quien había trabajado en
Batman
y
estaba enseñando Producción de Cine.
"Guber me impresionó, era una persona con una energía increíble. Bajo su tutela empecé a descubrir que eso era lo mío",
cuenta.
En apenas un año y medio, tuvo su primera experiencia en el rodaje de Malcolm X (1992), quizá la película más ambiciosa de Spike Lee. Tenía 26 años. Y, desde entonces, Fernando desarrolló una carrera que no esquiva el riesgo, sino que lo encara en cada uno de sus proyectos. Al día de hoy, cuenta con quince películas producidas en las que materializó proyectos de los directores más talentosos de Hollywood y el cine independiente estadounidense. "Siempre fui haciendo cosas que a lo mejor no están predeterminadas para mí, cosas muy arriesgadas, extrañas y con resultados indefinidos. Nunca sé en lo que me estoy metiendo." Así fue como se convirtió en la mano derecha de Oliver Stone para filmar sus documentales, los cuales cranearon juntos y destaca como las experiencias que más satisfacciones le dieron. Con Stone, entrevistó a Fidel Castro en Comandante (2003), buscó explicaciones al conflicto entre Israel y Palestina en Persona non grata (2003) y se juntó con Chávez, Lula y los Kirchner en Al sur de la frontera, estrenada en el país el año pasado. Además, fue el productor de Alexander (2004), la película de Stone que narra la vida de Alejandro Magno, una épica de tres horas y un presupuesto de más de 150 millones de dólares que, a pesar de contar con Angelina Jolie , Anthony Hopkins y Colin Farrell en el elenco, no fue bien recibida por el público. "No sabés cómo va a terminar una película, vos tenés una intención, y con eso estás vendiendo una ilusión a unos estudios o unos financieros que tienen que depositar en tu confianza millones y millones de dólares para hacer algo que puede terminar siendo una basura. Es algo que puede pasar... y que me ha pasado."
Sólo en el último mes, Fernando, que tiene oficinas en Los Ángeles y Hong Kong ("es el lugar en donde están pasando cosas ahora"), dio la vuelta al mundo dos veces. Suele hacerlo cinco o seis veces por año. Esta vez, lo hizo preparando la nueva película de David Lynch, en la que el director de Terciopelo azul y Twin Peaks adapta la vida de su gurú espiritual: el Maharishi Mahesh Yogi, el mismo al que los Beatles visitaron en 1968 y que difundió la meditación trascendental, práctica que Lynch usa todos los días desde hace treinta y cinco años. Hacer el curso que enseña la técnica fue una exigencia para participar en el proyecto, y a Fernando le resultó muy útil: "Te ayuda a no estar trepado por las paredes y a tener un punto de vista más amplio dentro de vos mismo –explica–. Fue muy interesante, porque pasé de la revolución latinoamericana a la revolución interna".
Ahora mismo, está pensando si va a aceptar trabajar en Triple frontera, la película que Kathryn Bigelow (Punto límite), la última ganadora del Oscar a Mejor Director, quiere filmar en el país. "Es un proyecto que traería muchas satisfacciones a mi ego, pero tengo que pensarlo porque cada película ocupa dos años de tu vida. Yo ya tengo 45 años. Entonces, cuando elijo, no es lo mismo como cuando tenía 28 o 30 años. Antes, hacía películas más por diversión o porque apostaba a que iban a ser un éxito. Ahora, soy más cauto por la cantidad de energía que requiere."
Nuevamente junto con Stone, prepara la historia no contada de los Estados Unidos: doce horas en las que el director de Pelotón repasará cien años de historia. Pero no es sólo la producción lo que planea por estos días: "Ahora estoy tramitando para quedarme con un reloj Jaeger-LeCoultre de Brad Pitt, que le dieron como premio en el Festival de Venecia al ganar como Mejor Actor". Es que Fernando es un fanático de los relojes de colección, tiene veinticinco que guarda en un banco de París (la ciudad en que vive) y confiesa que aprovecha sus películas para hacer product placement, así las empresas le mandan. Su fascinación es tal que es una parte fundamental de sus contratos, en los que figura su salario por un lado y el reloj que quiere por otro. Pero ¿aceptaría un trabajo solamente para conseguir una pieza única, de colección? La calma de Fernando no es suficiente para ocultar el entusiasmo que le despiertan los relojes: cuando contestó que sí, su sonrisa y sus ojos bien abiertos ya habían respondido por él.
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