Por Humphrey Inzillo
Fotos Mariana Milanesi
Ilustraciones Julián Aron
Se llama José y le dicen Zamba. Nació en Formosa y le gusta el chipá. Es un pibe morochito, usa siempre su guardapolvo blanco, se aburre en clases y, detalle no menor, es un dibujito animado. De un modo acaso inesperado, definitivamente sorprendente, se convirtió en símbolo y referente para toda una generación de chicos como él, pero de carne y hueso, que se apasionan con sus aventuras con próceres argentinos y latinoamericanos, como San Martín, Belgrano y Bolívar, con artistas como Antonio Berni, Frida Kahlo y Atahualpa Yupanqui, y que asimilaron con naturalidad que Florentino Ameghino fue –es– el gran paleontólogo argentino.
Desde hace ocho años, Zamba es el emblema de Paka Paka, el canal de contenidos infantiles del Ministerio de Educación, y sus asombrosas excursiones constituyen una verdadera revolución en el campo educativo y comunicacional. En equilibrio perfecto entre los contenidos didácticos y una narrativa dinámica atractiva, el programa cosechó nominaciones y distinciones en premios como los Emmy Kids Awards (Estados Unidos), Prix Jeunesse (tanto en el ámbito global como latinoamericano), Tal (Colombia), además del Martín Fierro de Cable y un par de galardones de la UBA.
“En cualquier forma de narración, la clave es la identificación con el personaje. Una vez que eso ocurre, te pasa lo mismo que le pasa a ese personaje, porque lo agarraste de la mano y decís «te banco donde sea». Eso se da por carácter transitivo”, explica Fernando Salem, director, guionista y uno de los creadores de Zamba. “Una vez que creás un puente, un canal, un medio, lo que tenés que definir es qué es lo que querés comunicar. Hoy parece una tontería, pero yo no hubiese puesto las manos en el fuego por que los chicos se identificaran con un nene que va a una escuela pública, bajito, travieso y de guardapolvo blanco. Los chicos, sin embargo, demostraron que sí se pueden identificar con un par. Que no tiene que tener superpoderes, ni tiene que ser yanqui. Tiene que ser honesto y divertido. Lo que te cuente, después, se puede llevar a diversas áreas del conocimiento”.
El proceso creativo no fue sencillo. En 2009, en las oficinas de la productora El Perro en la Luna, un equipo encabezado por Sebastián Mignona había decidido incursionar, por primera vez, en la animación para explicarles a los chicos de los primeros grados de la primaria qué había sido la Revolución de Mayo. En esa mesa estaban el historiador Gabriel Di Meglio, el diseñador creativo Nico Dardano y Salem, que se iba a encargar de los guiones.
Para pensar el guión de ese primer programa, Salem hizo su propia excursión al Museo del Cabildo de Buenos Aires. Se encontró, entonces, con una pared con los retratos de los integrantes de la Primera Junta del Gobierno Patrio y pensó “esto es un embole”. El desafío inicial fue cómo lograr que esos pibes, capaces de almacenar en sus cerebros los nombres en japonés de cinco generaciones completas de Pokémon, se sintieran igualmente atraídos por la historia de la Revolución de Mayo. Cómo levantar la barrera que, casi por instinto, los chicos ponen frente a cualquier atisbo de contenido educativo.
“En ese momento, me parecía una tarea titánica. Me angustiaba muchísimo, no estaba seguro de que fuéramos capaces de hacerlo”, confiesa Salem. Sin embargo, una serie de eventos parecían haberse alineado para que funcionara. Ya había trabajado con Francis Ford Coppola en Tetro, había colaborado con Juan Antín (creador de la serie de animación Mercano, el marciano) y, especialmente, había recorrido escuelas públicas de todo el país para unos micros para Paka Paka (cuando todavía era una franja del canal Encuentro) donde los chicos presentaban sus escuelas. Ese trabajo de campo, casi etnográfico, de observación participante, fue indispensable y terminó por definir el perfil del personaje. “Creo que es una capacidad que tenemos todos de organizar el mundo en torno a lo que fuiste aprendiendo. Yo sé perfectamente qué chicos son los que inspiraron a Zamba. Quién es el chico que inspiró al niño que lo sabe todo. Siempre tuve mucha empatía con los chicos y supongo que me llevo bien con mi niño interior. Eso hace que identifique si la están pasando bien o mal”.
Quizás por eso el recurso narrativo más frecuente en las asombrosas excursiones de Zamba, que ya acumula más de 120 episodios, tiene que ver con una fuga. Zamba se escapa de su maestra, la señorita Silvia, que representa un sistema educativo formal, aburrido, caduco, y pasa a vivir una experiencia directa con los protagonistas de la historia. Salem suele contar una anécdota bastante significativa de su propia niñez. “Un día me estaban llevando a una quinta a la que a mí no me gustaba ir. Y ahí me di cuenta de que no me podían obligar: de que me podía separar. De que yo con la mente podía irme a otro lado. Un mecanismo disociativo. Hay gente a la que internan por eso. Pero yo me di cuenta de que podía crearme un mundo confortable en mi cabeza, donde todo fuera posible. Y creo que por eso me gusta la animación. Lo que más me fascinaba de los dibujitos era esa capacidad de fantasía: de que todo es posible. Dibujar un elefante sale lo mismo que dibujar un ciervo o un panda. Eso te potencia la imaginación. Y cuando sos chico, tu imaginación está en efervescencia”.
Fernando –hijo de un marroquinero y un ama de casa– creció con sus dos hermanas en Caballito y se formó en un colegio católico. Fanático de los dibujitos animados (He-Man, Mazinger Z, Thundercats), de chico era buen dibujante. En un paseo que él recuerda como iniciático al parque Rivadavia, su papá le compró algunas revistas de historietas de la editorial Columba (Nippur de Lagash, El Tony, Fantasía, D’Artagnan), y desde ese momento, el guionista Robin Wood se transformó en uno de sus héroes. “Yo leía Condorito y Patoruzito, pero mi viejo me dijo: «Vos tenés que leer esto». Y para mí eso fue un gran legado”, celebra.
En esa instantánea está, quizás, la clave del éxito de Zamba. “Nippur de Lagash es historia pura. Yo flasheé con eso. Ojo, lo mismo le pasa a cualquier pibe que le das a leer La Odisea o La Ilíada. Es una historia que les fascinaba a los tipos hace tres mil años. La pregunta es por qué algo que en un entorno no necesariamente pedagógico nos resulta fascinante, en la escuela se vuelve un embole. Astérix es otro ejemplo. La clave está en que si algo te resulta una aventura, es apasionante, te encanta. Te atrapa porque te estás sintiendo feliz. Pero, en otro entorno, ese mismo contenido puede resultar aburrido. Todo el tiempo pensábamos en eso”, explica. “A mí me sirvió mucho ese trabajo de campo. Estar en la escuela de nuevo y ver lo que les pasa a los pibes te permite comprobar que hay un lazo roto entre los pibes y los pobres docentes, que todos los días luchan por capturar su interés. Y te aseguro que es una tarea titánica”.
¿Para qué edad está pensado Zamba?
Para chicos a partir de 4 o 5 años. Los más chiquitos, incluso, se enganchan con los colores y las dinámicas. Empezamos a seducirlos desde los colores y los movimientos. Te tiene que entrar por los ojos: no puede ser un embole. Luego, a partir de preescolar, empiezan a entender procesos más complejos, a conocer a los personajes. Y a los más grandes les sirve para entender en 22 minutos de qué se trató tal período de la historia, para hacer la tarea, para tener un pantallazo de un tema. Zamba es un gran cuadro sinóptico y funciona como un disparador. Después, hay que ir al libro. La idea es contagiar el entusiasmo.
¿Y cuál es el feedback con los docentes?
Una maestra, por ejemplo, me decía que los chicos hilan las efemérides. Antes no existía eso. Y ahora los pibes entienden el proceso independentista. Esa fue la idea central: entender la historia y que donde estamos ahora es consecuencia de donde estábamos antes. Todo el tiempo está presente esta idea.
¿Por qué?
Porque entender la historia te permite entender la actualidad de otra manera. Es como mirar una partida sin saber jugar al ajedrez o sabiendo jugar. Y la idea fue siempre ayudar a los chicos a entenderse a sí mismos. Zamba hace una gran línea histórica y esa línea incluye a los niños. Para mí es importante que la próxima generación crezca sabiendo que Latinoamérica fue parte de un mismo proceso colonizador, que antes existieron los pueblos originarios, porque creo que solo comprendiendo la historia van a ser capaces de comprender su propio proceso.
¿Pensás que eso es lo más revolucionario de Zamba?
Sí, pero sería un error pensar que es un producto de la mente de un equipo creativo, y ni siquiera de un canal, incluso. Hay un Estado que decidió usar los medios audiovisuales para darles contenido a los chicos. Desde el Ministerio de Educación aprobaron que un niño que es incorrecto en la escuela sea el protagonista. Y eso también es revolucionario. Porque la maestra Silvia representa la escuela formal. Y él, entonces, se escapa de la escuela formal y aprende viviendo. Así les vamos a enseñar a los chicos. Que el statu quo no frene a una productora que propone algo así: eso es revolucionario. Y eso es una política de Estado. En Encuentro, hay programas como Mentira la verdad, donde también laburé, que son ejemplo en todo el mundo. Una producción audiovisual que es una forma de pensarse a sí mismo, de construir identidad, de pensar quiénes somos como pueblo. Así es como se construye sentido ahora.
¿Cómo fue el proceso de trabajo con las autoridades del canal?
Siempre hubo mucho ida y vuelta. Y creo que el aprendizaje fue mutuo. Tuvimos un contacto muy fluido y muchas reuniones con los productores delegados de Paka Paka, entonces conozco a la mayoría de los trabajadores del canal y son encantadores. Lo mejor es que siempre hubo discusiones, desde el punto de vista histórico, sobre qué era lo mejor que podíamos hacer. Pensar desde el presente, desde donde estás ubicado, qué es lo mejor para transmitirles a los chicos.
¿Cómo fue esa experiencia?
En Paka Paka hay gente con una vocación tremenda por repensar la infancia, por pensar a los chicos, aunque suene un poco encorsetado, como sujetos de derechos. Pero es así: los chicos no son simples consumidores, entonces se trata de hablarles con respeto. Si te tratan como a un boludo, vos vas a pensar que sos un boludo. En cambio, si te tratan como a una persona que tiene derechos y que tiene un lugar importante en la historia, vas a entender que la historia en definitiva depende de vos.
¿Y qué es lo que más les gusta a los chicos?
Hay cosas sorprendentes. Por ejemplo, me llegan mails de nenas que festejan su cumpleaños disfrazadas de Juana Azurduy. Yo me pongo a pensar que Juana Azurduy estaría contenta. Que los chicos griten: “¡Seamos libres que lo demás no importa nada!”, me parece increíble. Está buenísimo que salgan al recreo gritando eso, porque cuando sos chico la libertad es lo más importante. Esa frase es brillante y hasta incluso hay adultos que se la tatuaron.
“Responsabilidad”. Esa palabra aparece una y otra vez a lo largo de la charla, y es un concepto central no solo para Salem, en su rol de guionista, sino para todo el equipo por detrás de Zamba. “Hay que entender que el futuro del país depende de los chicos que ahora están en el colegio”, explica. “Por eso creo que tenemos una responsabilidad como comunicadores y la gente de Paka Paka es consciente de eso. Entonces, a los chicos no hay que contarles las cosas como si fuesen tontos. Las discusiones con el canal eran de criterio. Por ejemplo, cómo representar la muerte en el capítulo sobre la guerra de Malvinas. O cómo contar la dictadura. Y, claro, era complicado por la complejidad de esos temas. Por suerte hubo debate, charlas, mucho ida y vuelta. Buscamos mucha bibliografía. Y hubo un grado muy importante de valentía al decidir, por ejemplo, que a los chicos se les pueda hablar de la guerra de Malvinas”.
Pero aunque la historia fue lo que traccionó inicialmente al personaje, Zamba pronto amplió sus áreas de interés, incursionando en artes plásticas, en música, en ciencias. Y, en 2013, el mismo equipo comenzó a pensar en Siesta, una niña a quien lo que más le gusta en el mundo es leer, pero tiene un pequeño problemita llamado narcolepsia. Se queda dormida. En sus sueños se involucra con clásicos de la literatura universal. La serie, que se estrena este año, fue coproducida por Paka Paka, Radio Señal Colombia y la televisión pública de Ecuador. “En Siesta, hay un cambio de paradigma”, dice Salem. “El disparador fue pensar cómo nos sirven para nuestra vida historias con temáticas clásicas como las de Romeo y Julieta, Hamlet, La Ilíada o Frankenstein. Y que los chicos entiendan que detrás de la historia de Drácula, por ejemplo, hay algo más que un tipo que les chupa la sangre a otros, y que eso en verdad tiene que ver con la tentación. Entender la idea de venganza en Hamlet, y otras cuestiones como el Edipo, el incesto y los asesinatos. El mecanismo de Siesta es distinto del de Zamba, que es acompañante, ladero e interroga a los protagonistas. Siesta tiene un rol protagónico en la historia, y acompaña a los personajes en sus conflictos internos. Estéticamente, es más vertiginoso, muy estimulante, más pegado a la estética de Cartoon Network. Es tan grande la oleada de colores, de ruiditos y de estímulos que al lado de Siesta, Zamba parece conservador”.
El punto en común de ambos personajes parece ser la vocación por contar una historia…
Es que contar historias nos permite encontrarle un sentido al funcionamiento del mundo. Vamos al cine para sentir que ganan los buenos o que existe el amor para toda la vida, o nos gusta que nos cuenten historias antes de dormir para liberarnos del miedo. Hay algo de la narrativa que tiene que ver con el aprendizaje, con la forma en la que vos abrazás el mundo o el tiempo histórico en el que estás, y lo comprendés.
¿Y para qué sirven esas historias?
Te preparan para vivir en el mundo, donde vos caés casi de paracaidista. Hay tipos y mujeres más grandes que en un momento de tu preparación te dicen cómo vas a tener que vivir ahí. Si te lo explican como parte de una experiencia propia, es algo ancestral. Y eso no debería cambiar tanto. El problema es que, quizás, se sistematizó todo demasiado. Pensemos en lo que pasa en una tribu. Nace un pibito, y los más sabios lo irán preparando en diferentes cosas. Eso no debería cambiar tanto. En una de esas, te tendría que enseñar matemáticas alguien que tuvo un problema de matemáticas, y que te explique cómo lo resolvió. Y que te explique también cómo podés resolver otros problemas que se te presenten, en vez de atiborrarte de contenidos. Porque si no, te terminás atrincherando para que ese cúmulo de información y responsabilidades no te arruinen tu infancia, que es la mejor parte de la vida. Y te la cagan con responsabilidades y angustias.
¿Cómo se resuelve eso?
Me parece que tiene que haber una cuestión empática, de raza, de decirle al pibe “yo era igual que vos, te entiendo perfectamente, cuando fui creciendo fui aprendiendo esto”. Y el pibe ahí sí siente que le va a servir. Y lo va a agarrar. ¿Cómo no lo va a agarrar? La educación debería ser una herramienta para subsistir, no de domesticación. Nadie quiere ser amansado. Creo que hay un grado de salvajismo que es saludable porque todavía no están domesticados. Y creo que deberíamos volver al conocimiento en términos prácticos. Zamba trata de eso. Sirve para entender en qué país caíste. Venimos más o menos de acá, antes estaban los pueblos originarios, estos son los procesos históricos latinoamericanos, estos son los tipos que se la jugaron. Por ahí, en una de esas, te la tenés que jugar vos el día de mañana. Punto final. Y esa es la historia de la tribu, grande, donde naciste.
¿Cómo te imaginás la escuela en 20 años?
Hay un libro interesante, Ready Player One, de Ernest Cline, que Spielberg planea adaptar al cine. Creo que va a ser todo realidad virtual. Hace unos días, unos chicos me invitaron a ver una reconstrucción del 25 de Mayo en realidad virtual. Y estás ahí. Pasás por la recova, en la Plaza de Mayo, French y Beruti te dan la escarapela, y lo estás experimentando en primera persona, viendo qué pasa. Tu cuerpo acaba de transitar una experiencia, a nivel sensorial, que no te la olvidás más. Es algo que viviste. Te atraviesa. Imaginate lo que va a ser la Batalla de San Lorenzo. ¿Cómo no vas a aprender de esa manera? Va a ser un nuevo método de aprendizaje que quizás traiga despersonalización o falta de vínculos humanos. Pero bueno, ese ya es otro problema.
¿Y qué pensás que va a pasar con Zamba?
Zamba es una creación colectiva. Ninguno de nosotros somos Quino o Caloi. Entonces, es como un discurso que fluye. Es comunicación. Es algo que se transforma y no se cristaliza. Y siempre lo pensamos así. Como algo que trascienda, que trascienda fronteras, que trascienda gestiones, que trascienda generaciones. Siempre lo pensamos como algo a largo plazo. A 30 años, ponele. Por ahora sigue.