Fernando Botero: pintar la violencia
Ningún artista vivo de América latina se cotiza como él. Este año, una obra suya alcanzó los 2,3 millones de dólares. Preocupado por el horror de la violencia en Colombia, su país natal, Botero pintó una serie de dibujos y óleos que llegan a la Argentina
Cada vez que regresa a Medellín, el lugar donde nació, Fernando Botero piensa que esa urbe de grandes torres y concurridas avenidas se parece muy poco a la ciudad que recuerda de sus días de infancia.
–Yo conocí la Medellín que reflejan mis cuadros. Una capital de provincia muy aislada del resto del país por las montañas. Amable, pacífica y religiosa. La Medellín de hoy, con sus graves problemas, nada tiene que ver con la de mi juventud.
Entre los "graves problemas" que hoy enfrenta Colombia, la violencia es el que más le preocupa. Esta semana, una muestra excepcional de óleos y dibujos en los que el artista refleja las horrorosas consecuencias de ese flagelo llegará a Buenos Aires. Pero ahora Botero está en Pietrasanta, Italia, en la casa donde generalmente pasa los veranos. La que tiene reservada para su faceta de escultor. Desde allí, responde a la Revista.
–Usted siempre habló del arte como una cuestión ligada al placer. ¿Cómo conjuga ese concepto con la serie de obras que pintó sobre la violencia en su país?
–El arte debe dar placer. La mayor parte de las obras maestras de la pintura se hicieron sobre temas más bien amables. Hubo pocos artistas dedicados a temas dramáticos, como Matías Grunewald y Hans Baldung. A veces, los temas dramáticos son un paréntesis en la producción de un artista, como ocurrió con Goya (los fusilamientos). Así que creo que es posible conjugar, pasar de un tema dramático a uno amable, siempre que el artista sea fiel a su estilo y siempre que su obra produzca placer estético.
Los 27 dibujos y los 24 óleos que Botero traerá a Buenos Aires fueron realizados entre 1999 y 2004. Las obras, donadas al Museo Nacional de Colombia, en nada se parecen al mundo alegre que, con sus gordos, refleja en muchos de sus trabajos. El narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, están allí, en sus gordos, con el desgarro y la angustia.
Hace algún tiempo, en una entrevista, Botero explicó: "Estoy en contra del arte que se convierte en testigo de su tiempo como arma de combate. Pero en vista de la magnitud del drama que vive Colombia, llegó el momento en que sentí la obligación moral de dejar un testimonio sobre un momento irracional de nuestra historia".
–En obras suyas anteriores, realizadasen los 60, el tema de la violencia también estuvo presente. Y en los 70 usted pintó Guerra. ¿Por qué está serie de obras sobre lo que ocurre en su propio país llegó tan tarde?
–Porque tuve la madurez suficiente para hacerlas en ese momento. Lo mismo con la serie sobre las torturas en Irak.
–Siendo muy joven, usted trabajó en un periódico y tuvo contacto cercano con el periodismo. ¿En qué medida lo inspiran las noticias de los diarios a la hora de iniciar una obra? La serie que usted menciona, sobre Abu Ghraib, da la sensación de haber surgido de la indignación que le provocaron las fotos sobre ese horror...
–Mi experiencia juvenil como ilustrador en un periódico no fue importante. Como todo el mundo, yo leo los diarios, y las noticias me afectan. Obviamente, las de las torturas en la prisión de Abu Ghraib me hicieron hervir la sangre. Porque un paíscomo Estados Unidos, que se presenta ante el mundo como ejemplo de compasión y de defensa de los derechos humanos, no tiene derecho de hacer lo que hizo.
–Cuando trabaja sobre estos temas, ¿espera algún tipo de repercusión en el plano político?
–En el momento en que se hace, el arte no tiene ningún efecto. Pero después, cuando los periódicos ya no hablan de ciertas cosas y mucha gente las olvida, el arte existe como una suerte de acusación permanente. Esa es su fuerza. Si nos acordamos del bombardeo de Guernica, nos acordamos del cuadro de Pablo Picasso.
–Su pintura es inconfundible. ¿En qué medida la temática que aborda el artista puede determinar un estilo cuando es tan definido?
–El tema suele ser una razón para pintar, pero al mismo tiempo es parte del gozo de lo artístico. Cuando uno mira una obra impresionista, uno quisiera estar allí, adentro, en el cuadro. Y cuando se miran las meninas...¡qué ternura hay ahí, en esa escena familiar! El tema es importante en las obras. Los antecedentes de la violencia como tema en la obra de Botero van más allá de lacitada Guerra. En 1960, Masacre de los inocentes y El secuestro aludían a la violencia de mediados del siglo XX. Las noches del doctor Mata (1963), Teresita la descuartizada (1963) y El asesinato de Rosa Calderón (1970) fueron algunos otros ejemplos.
Aunque el artista insiste en que no aspira a hacer "un arte comprometido", los óleos y dibujos que se verán en Buenos Aires dicen mucho acerca de lo que al colombiano más le duele.
–Usted es un artista latinoamericano. ¿Existe un arte con identidad propia en esta parte del planeta ahora que todo se pretende "global"?
–Desgraciadamente, no existe un arte latinoamericano como debería ser. La globalización llegó hace rato.
–¿Sigue siendo un artista trashumante?
––Yo descanso cambiando de estudio y de país. Me acostumbré a esos cambios, que tienen mucho que ver con mi trabajo.
–¿En qué sentido?
–Por ejemplo, los meses que paso aquí, en Pietrasanta, están marcados por mi actividad como escultor. Ahora, precisamente, estoy aquí trabajando en algunas esculturas que hace rato tenía en mente. Este es un lugar mágico, donde están las mejores fundiciones. El lugar del mármol, donde uno se olvida hasta de que existe la pintura.
En París
Fernando Botero es un hombre itinerante. Cuando vive en París, lo hace en un departamento ubicado en Saint-Germain-des-Prés, en el corazón de la capital francesa. En el living, la decoración es estilo imperio, con muebles Napoleón III, y los retratos son obra de Botero y de su esposa, Sofía Bari. En el comedor (ver foto en esta misma página), la mesa es redonda, con sillas también estilo imperio. La lámpara tiene velas negras. Los candelabros de la mesa y las copas pintadas son de cristal de Murano del siglo XVIII; las copas rojas y verdes, de cristal de Baccarat; la porcelana es Limoges y los cubiertos Christofle están bañados en oro. En la pared, acuarelas que representan los trajes especialmente diseñados para la ópera Rigoletto. R. Benegas
En Pietrasanta
Vivienda típica de la Toscana, con la piedra como protagonista y rodeada de vegetación, la casa de Botero en Pietrasanta fue construida en el siglo XVIII.Como objetos decorativos se aprecian retratos del siglo XIX, una estatua romana y, sobre la chimenea, una pequeña escultura de mujer desnuda y tumbada, escoltada por dos candelabros.
Esa desnudez también está presente en el dormitorio (ver páginas anteriores) con dos grandes esculturas que parecen vigilar la cama matrimonial: una de hombre y otra de mujer (Adán y Eva)
El matrimonio suele pasar en Pietrasanta los meses de verano, y recibe frecuentes visitas de sus hijos y nietos.
En esta localidad, famosa por la fundición del bronce, y adonde Botero llegó 1983, el artista tiene dos talleres. En el más pequeño dibuja, pinta e imagina sus futuras esculturas; en el grande, ubicado a un kilómetro de la vivienda, guarda sus enormes esculturas de bronce.
Ubicada a una hora de auto desde Florencia, Pietrasanta ha decidido nombrar a Fernando Botero ciudadano ilustre.
R. B.
En agenda
Plástica
El dolor de Colombia en los ojos de Botero. Son 27 dibujos y 23 óleos, realizados entre 1999 y 2004, en los que se refleja la violencia armada y el narcotráfico en el país natal del artista. Esta colección ya fue expuesta en las principales ciudades colombianas y en museos y galerías de Europa y los Estados Unidos.
Cuándo: desde el 27 de junio hasta el 13 de agosto.
Dónde: Museo Nacional de Bellas Artes ( www.mnba.org.ar ), Avenida del Libertador 1473.