Feminismo, pero solo para la foto
Cambian los protagonistas, pero la escena siempre es similar e idénticas son las reacciones en las redes sociales. El Presidente, o un ministro importante, se reúnen con popes empresariales, líderes sindicales, gobernadores o dirigentes de cualquier corporación y la desproporción de varones ante las poquísimas mujeres alrededor de la mesa despierta escozor en un país donde la igualdad de género lleva ya algunos años levantándose como bandera a cualquier lado de la grieta. Se cuestiona ante esas imágenes la escasa presencia femenina en casi todos los mandos dirigentes y se reprocha, además, el error comunicacional de distribuir una foto oficial que definitivamente no se ajusta a los tiempos.
Más para subsanar este último error que para corregir el primero, el Gobierno ha anunciado que desde ahora una norma exigirá que cuando se realice una audiencia con cuatro o más asistentes, no importa el tema que la reúna, deberá contar con una participación de mujeres, y personas LGBTI+, de al menos un 33%. Es decir que si el Presidente se reúne con la conducción de los principales clubes de fútbol, hegemónicamente varonil, habrá que conseguir un puñado de mujeres para que la foto que haga Víctor Bugge, histórico fotógrafo de Casa Rosada, no genere ruido en las redes sociales o haga pasar al mandatario como un insensible machirulo.
La particular medida no vino sola sino acompañada en los últimos días por una variopinta batería de anuncios tendientes a demostrar que la igualdad de género es una prioridad en la agenda presidencial, incluso en medio de su cruzada contra el virus invisible: las nuevas sociedades que se constituyan deberán contar con un 50% de presencia femenina en sus directorios, se desarrollará un plan de obras públicas "con perspectiva de género" y el Banco Central, mientras lucha para contener el dólar, incorporará el lenguaje inclusivo a sus comunicaciones.
Pero si los corazones feministas latieron más fuerte ante tan colorida compensación histórica, se frenaron de golpe cuando trascendió que Alberto Fernández no cumplirá con una de sus principales promesas de campaña, ni con el anuncio que hiciera el 1º de marzo al inaugurar las sesiones del Congreso, de llevar este año al Parlamento el debate por el aborto legal.
Quizá sea solo una casualidad que esto ocurra en la misma semana en que el Presidente le agradeció por teléfono al Papa Francisco su apoyo para que el país alcanzara un acuerdo con los acreedores de la deuda. El Pontífice debe estar agradecido a su vez de que la promesa electoral de Fernández entre en un limbo a la espera de que "bajen los contagios" de coronavirus.
Es raro, no ha pasado lo mismo, por ejemplo, con la reforma judicial, que aparentemente no puede esperar: las muertes de mujeres por abortos clandestinos, sí. También es curiosa la comprensión de muchas compañeras justicialistas, que hace unos años, desde la oposición, insistían en la urgencia del tratamiento legislativo.
Así resulta evidente que hasta que el Gobierno, cuya imagen lleva semanas declinando en las encuestas de opinión, encuentre un clima propicio para el siempre áspero debate por el aborto legal, las mujeres deberemos conformarnos con anuncios sobre caídas de reservas del BCRA en lenguaje inclusivo o con fotos de audiencias oficiales menos irritantemente machistas. ¿Será todo por ahora?
En tiempos en que el Presidente sostiene que a la hora de elegir entre la economía y la salud no ha dudado en optar por esta última, parece ignorar él mismo que el aborto legal, según ha sostenido su propio Ministro de Salud, es una cuestión de salud pública. Será acaso que entre salud y política opta por la política. En Roma, donde lo peor de la pandemia va quedando atrás, se lo agradecen.
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