Felipe Pigna. “Ir para atrás permite poner en crisis un relato ”
Historiador, profesor y escritor orientado a la divulgación y desmitificación de la historia, además de los muchos libros que ha escrito, Felipe Pigna también ha participado en diversos programas de radio y TV como presentador, conductor y asesor, con el fin de mantener vivo el interés de un público masivo.
Director del Centro de Difusión de la Historia Argentina de la Universidad Nacional de San Martín, por estos días se lo puede escuchar en su columna en Radio Con Vos, los jueves, a las 11.30, en el programa de Reynaldo Sietecase, que con la salida de la Negra Vernaci a partir del lunes pasará a la mañana. También tiene su programa en Radio Nacional, Historias de nuestra historia (viernes a la medianoche) y cada semana sube material y lecturas relacionados con temas históricos a través de sus redes sociales. Es director de la revista Caras y Caretas y de elhistoriador.com.ar, el sitio de historia más visitado de la Argentina. Además, este 2018 publicó Mujeres insolentes de la historia (Emecé), su último libro, ilustrado por Augusto Costhanzo, que hace foco en 29 personajes femeninos rebeldes o sobresalientes de la historia latinoamericana.
Nació en Mercedes en 1959 y se crió en Azul hasta los siete años junto a sus tres hermanas. Allí vivían al lado del cine Odeón, al que concurría asiduamente al regreso de la escuela. Su padre era gerente de Sadaic y creció rodeado de música y mudanzas.
"Mi viejo era una persona muy vinculada a la cultura y siempre nos incitó mucho el gusto por el teatro, por la música, por el cine. A él también le debo haber conocido de chiquito a Buster Keaton, a los hermanos Marx, a Buñuel y a Fellini, todas estas películas que me marcaron para toda la vida", recuerda.
En 1984 egresó como profesor de historia del Joaquín V. González y enseguida inició un camino como docente que se extendió por 25 años, primero en la zona oeste y posteriormente en el colegio Carlos Pellegrini, donde puso en marcha junto a alumnos y docentes el proyecto Ver la historia, un documental de 13 capítulos que hasta hoy puede verse online.
–¿Cuál es la mayor falencia que observabas como docente en los programas de historia?
–Eran muy conservadores y muy atrasados. Hoy, decir que Colón descubrió América mueve a risa. Seguir sosteniendo eso, sin hablar de un contexto, de por qué Europa estaba tan preocupada por una salida del Mediterráneo en el momento en que el Imperio Otomano había copado la ruta de la seda, y por otro lado no dar cuenta de que acá había vida desde hacía 30 o 40.000 años y culturas extraordinarias antes de que se produjera el contacto con los europeos es una cuestión unilateral, por dar un ejemplo.
–¿Y cómo ves los contenidos que se enseñan ahora?
–Creo que hubo un antes y un después a partir de la crisis de 2001, cuando se quemaron muchos papeles. Con la crisis surgió también la necesidad de una mirada crítica del país en algo mucho más que lo inmediato. Ir para atrás permitió poner en crisis un relato que justificaba aquellos pasados para justificar ese presente, que evidentemente no cerraba por ningún lado. Entonces explotó la producción histórica, de distintas historias, todo tipo de libros de historia argentina y universal. Como dice el dicho, creo que en la variedad está el gusto. No hay nada más aburrido que leer solamente los libros con los que uno coincide y perderse otro tipo de miradas, que siempre te van a ampliar tu punto de vista.
–¿Y en qué se debe mejorar?
–Una forma de evitar que se ideologice y se tire para un lado la enseñanza de la historia es trabajar mucho en cómo acceder a la información. Ahí ya estás dando libertad a la persona para que investigue por su cuenta, lea lo que quiera, con parámetros de seriedad académica. Más que transmitir contenidos, la escuela debe hacer mayor hincapié en cómo procurarse información.
–¿Cuáles son los cinco grandes mitos de la historia argentina o latinoamericana?
–Para empezar, como decíamos antes, el mito fundante del "descubrimiento de América", esa idea de que uno cobre existencia a partir de que los demás lo miren o se enteren de su existencia. Después, la mitología relacionada con los llamados próceres, el invento de vidas ejemplares, perfectas, casi santificadas. Otro es el granero del mundo, la idea de que ser un granero es un gran mérito para un país es peligrosa. Lo importante es la transformación de esa materia prima en un producto con valor agregado, que además genera mano de obra. Entre los grandes mitos hay que mencionar también los llamados liberales argentinos, ya que son más bien conservadores antes que liberales, cometieron fraude electoral o incurrieron en la proscripción de las mayorías. Por último, destacaría el mito del país "blanco", esa idea de que toda la Argentina es un país europeo producto de la inmigración, cuando en realidad ese es un fenómeno concentrado esencialmente en la pampa húmeda y que desconoce dos pasados muy importantes de la cultura argentina, como sus habitantes afro (en 1810, el 40 por ciento de la población era afrodescendiente) y los pueblos originarios.
–¿Podés recomendar tres títulos sobre films históricos nacionales?
–Creo que para distintas épocas hay distintas películas. Una imprescindible es La guerra gaucha (1942), de Lucas Demare, que abarca la época de Güemes sobre la guerra de fronteras. Después está Kilómetro 111 (1938), con Pepe Arias, que es extraordinaria para ver las transformaciones de la década del 30, desde las migraciones internas hasta el cambio del ferrocarril por el transporte automotor. Un muro de silencio (1993), de Lita Stantic, cuenta muy claramente, de forma simbólica, cómo fue la época de la dictadura. También hay otras muy interesantes, como Plata dulce (1982) o Camila (1984).
–A la luz de la historia, ¿hay motivos para tener una visión esperanzadora de la Argentina?
–Yo siempre soy optimista. A pesar de todo, este es un gran país y tiene un capital humano interesante. Creo que es importante no dejarse llevar tanto por los impulsos, por el blanconegrismo, esta cosa casi futbolística que está ocurriendo, de muy poca recepción, y empezar a pensar un poco más un país que está seriamente en riesgo
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