Bastan apenas unas palabras con Federico Bal (30) para que se revele su necesidad de compartir su experiencia, de ser escuchado, de encontrarle un sentido al primer gran reportaje que hace desde que contó el 9 de marzo que tiene cáncer de colon. "Quiero que me ayuden a dar un buen mensaje. La vida cambió completamente para mí y quiero que al menos todo esto sirva. Uno no tiene noción de lo importante que es la salud hasta que llegás a esta encrucijada", dice. Cuando los médicos le dieron el diagnóstico a mediados de febrero pasado, el hijo de Carmen Barbieri y Santiago Bal entendió que tenía que cambiar todo. Suspendió Mentiras inteligentes, la obra que entonces protagonizaba en Mar del Plata, se alejó temporalmente de las redes sociales y se instaló en su casa de Ingeniero Maschwitz junto a Sofía Aldrey (30), su novia desde hace seis meses. "Me vine a vivir afuera y ahora estamos armando una huerta. Soy el mismo de siempre, pero con otras prioridades y doy este reportaje porque de algún modo necesito decir que nada vale y nada sirve de nada si no nos cuidamos y estamos atentos a nuestra salud.
–¿Cómo te sentís hoy?
–Bien, hay momentos en que estoy mejor y otros que no tanto. Creo que, en estos procesos, uno aprende a vivir el día a día. La realidad es que llevo en mi sangre un gen que se activa cada vez más temprano, de generación en generación. Mi abuelo lo sufrió a los 50 años, mi viejo a los 40 y yo a los 30. Hoy el diagnóstico es que tengo una obstrucción, un tumor en el colon, y por eso tuve que hacer un tratamiento de seis semanas de radioterapia con una quimioterapia muy leve: tomé seis pastillas diarias, tres a la mañana y tres a la noche. El médico también me dijo que a raíz de esto podía quedar estéril, así que también congelé espermas.
–Y a partir de ahora, ¿cuáles son los pasos a seguir?
–El 28 de mayo me tengo que hacer un análisis de sangre para ver cómo están los valores y en un mes y medio, empezamos a hacer todos los exámenes de vuelta, la colonoscopía y endoscopía para ver si el tumor se achicó. El médico me dijo que tengo un 30 por ciento de probabilidades de no tener que operarme. Si se resuelve operar, me tendrían que hacer algo muy parecido a lo de mi viejo, una ileostomía temporal [se conecta un extremo del intestino delgado a un orificio en la piel (ostoma)]. Una vez que el paciente se recupera, se realiza otra operación para unir nuevamente el extremo del intestino al colon.
Mi mamá lo está sufriendo mucho. Ella vive en Capital y cada vez que tengo que ir a la clínica, paso por su casa y ella me saluda detrás de la puerta de vidrio
EN LA CRESTA DE LA OLA
Antes de la noticia que cambiaría para siempre su vida, Fede cuenta que por primera vez se sentía en su mejor etapa profesional. Recuerda el verano pasado en Mar del Plata como uno de los más importantes en su carrera. "Yo venía de la semifinal del Bailando…, había filmado tres películas (Crímenes imposibles, Realidad virtual –aún no estrenada– y Rumbo al mar) y estaba a full con la temporada de teatro. Sentía que me estaba despegando de la exposición mediática y se me empezaba a reconocer por mis trabajos más allá de mis relaciones con mis ex novias. Fue una vorágine de no parar hasta que en febrero me llamaron para decirme que tenía cáncer", explica. "También creo que a pesar de estar en un gran momento, nunca me había dado el lugar para llorar a mi viejo [Santiago Bal murió el 9 de diciembre de 2019]. Siento que tapé el duelo con trabajo, con amigos, con proyectos, con una supercasa en Mar del Plata. Tapé el dolor con asados de verano y fiestas.... A veces miro para atrás y no me reconozco. Veo fotos y no sé quién soy ahí. A veces pienso que, en algunas algunas cuestiones, viví treinta años equivocado, dándole importancia a cosas que no tenían mucho sentido. Para mí hacer una tapa de revista era lo mejor que me podía pasar y estar en el Bailando… era lo máximo.
–¿Qué recordás del día en que te dieron la noticia?
–[Lo piensa]. Yo me había hecho una endoscopía y colonoscopía que no habían dado bien. En esos estudios me sacaron diez pólipos del intestino, pero había uno que era bastante grande más cerca de la zona del recto que no sacaron. Ese fue el que les dio más miedo a los médicos y por eso me hicieron una biopsia. Mi clínico Eduardo Huerta, con el doctor Chacón –del Instituto Alexander Fleming– me dijeron: "Volvé a Mar del Plata y cualquier cosa te llamamos". Hice una función y al día siguiente recibí el llamado y me dijeron que era maligno. Me quedé helado, tuve que parar el auto para procesar lo que me estaban diciendo. "¿Es cáncer?", le pregunté y me dijo que sí. "Pero está localizado, no hizo metástasis y es tratable. Y si no es tratable, es operable. Hay mucho para hacer, vení que te cuento bien", me dijo mi médico.
–Y después sentiste la necesidad de hacerlo público.
–Contar lo que me pasaba fue muy liberador. De hecho, después me dijeron que los pacientes oncológicos o con enfermedades severas suelen experimentar una suerte de extrema sinceridad. Muchos me criticaron por contarlo en las redes. A esta altura, no me importa lo que piensen. A mí me hace bien sacarlo afuera. Una vez que pude decir "tengo cáncer" en voz alta, una vez que grité, que lloré, que le dije a mi mamá, a mis amigos y a los medios, pude amigarme con la enfermedad. En una especie de camino de sanación o reparación, pagué deudas porque no quería morirme con cosas pendientes. Cancelé las cuotas del auto y devolví plata a la gente a la que había pedido guita.
–¿Cuál fue el cambio más profundo?
–Creo que lo más extremo sucedió durante tres semanas que siguieron después del diagnóstico. Tenía cáncer y sentía que debía hacer algo ya porque si no me iba a morir o el tratamiento no iba a funcionar. Empecé a leer mucho sobre alimentación, vi documentales que te dicen lo mal que hace el azúcar, la carne roja… Y no te quedan ganas de comerte una milanesa. [Se ríe]. Me junté con un chef para que me orientara sobre comidas veganas y naturistas. Llegué a casa y tiré todo lo que tenía en la heladera: mayonesa, gaseosas, alcohol. Después, con el tiempo, me fui aplacando. Yo puedo comer una hamburguesa de garbanzos, humus o tomar leche de almendras, pero siempre me van a gustar más las milanesas de carne. Por eso llegué a un punto que me dije: "OK, hay que relajarse, cuidarse, tratar de comer mejor y punto". Además, yo siempre estuve muy pendiente de la televisión. Me despertaba y me metía en Twitter, en Instagram y empezaba el día llenándome de toda la mierda de las redes sociales. En casa, ahora no tengo tele, sólo veo series pelis y documentales en la compu y escucho música.
–Claro, hay que encontrar el equilibrio...
–Exactamente. Pero esas tres semanas fueron intensas. Empecé a hacer yoga y al principio meditaba todos los días. Investigué en terapias alternativas, leí sobre biodecodificación e incluso hice constelaciones familiares que me aconsejó mi amiga Leticia Brédice. La gente me recomendó un montón de cosas que son válidas, pero para mí es la medicina tradicional la que te salva hoy. Un estudio a tiempo te salva, un tratamiento y una operación te pueden salvar la vida. Que vos tengas fe o cambies tu alimentación sirve como complemento.
–Recién mencionaste la fe.
–Tengo una relación rara con Dios. El cáncer me llevó a plantearme si no estaba pagando algo por haberle hecho mal a alguien alguna vez... Llamé a algunas ex novias, les pedí disculpas, me fui de algunos grupos de WhatsApp, me bajé de todas mis redes sociales. Visité al padre Ignacio a Rosario, siendo yo judío. [Se ríe]. Fue una experiencia extrema que me abrió la cabeza. Él me trató muy bien y me mandó hacer un montón de cosas, como tomar agua bendita que a veces hago. El tema es creer en la sanación; si lo creés, lo podés proyectar... Lo curioso del caso es que de cada lugar adonde fui, salí con más preguntas.
Nunca me di el lugar para llorar a mi viejo; siento que el duelo lo tapé con trabajo, con amigos, con proyectos, con fiestas y asados de verano"
Creo que todo ayuda a estar mejor. Empecé a practicar yoga y meditación... y hasta hice constelaciones familiares que me aconsejó Leticia Brédice
AMOR EN TIEMPOS TURBULENTOS
–¿Cómo fue compartir esto con tu madre?
–Fue la primera persona que se me vino a la cabeza cuando me llamaron. Pensá que nosotros casi todavía estábamos velando a mi viejo, que había padecido lo mismo. Fue todo muy difícil porque, por un lado, sentía alivio de que mi viejo ya no estuviera con nosotros –no sé cómo le hubiera podido dar la noticia–, pero al mismo tiempo lo necesitaba para que me abrazara y me dijera: "Tranquilo que de esto se sale". Mi papá la luchó mucho, con 45 años le tuvieron que hacer una colostomía y yo lo vi con esa bolsa en su panza toda su vida. Cuando le pasó, él se deprimió mucho. Se había separado de Silvia Peréz, era un tipo sexualmente activo, un galán, y padecer eso fue terrible. Pensá que no podía ir más a la playa y lo difícil que era mostrarse desnudo frente a una mujer. Sin embargo, después conoció a mi mamá y se enamoraron a pesar de todo. Para mí es una imagen hermosa, ver cómo mi vieja lo cambiaba y lo ayudaba con tanto amor, ¿entendés? [Se emociona]. Papá terminaba de bañarse, se tiraba en la cama y mi vieja lo secaba y le ponía crema con un cuidado casi quirúrgico. Lo de ellos fue un gran amor más allá de todo.
–¿Cómo te acompaña Sofía, tu novia?
–Sofi se involucró desde un lugar muy mágico. Hoy está jugando un rol de pareja, de enfermera y de cocinera.... Yo no se lo pedí, pero son cosas que suceden en la vida y estamos muy bien. Hay semanas en que ella pasa muchos días acá (tiene el permiso y puede volver a su casa) y también yo necesito mis momentos de soledad. Aprendimos a respetar nuestros espacios. Ella me hace feliz porque básicamente es muy buena gente y tiene un corazón gigante. Es una mujer que no espera salir abrazada conmigo en una nota. Tuve muchas parejas –que entiendo que me han querido y amado–, pero tal vez mi nombre les resultaba tan seductor como mi persona. En ese sentido, a Sofi no le importa nada, no le interesa ni un poquito pertenecer al medio. Me seduce muchísimo más que cualquier otra cosa porque siento que su amor es genuino.
–Con la cuarentena, imagino que para tu mamá todo esto se hace aún más difícil.
–Mamá lo está sufriendo mucho. Ella vive en Capital, con lo cual, cada vez que tengo que ir a la clínica paso por su casa y ella me saluda detrás de la puerta de vidrio. Es muy triste, yo soy grande y estoy en constante movimiento, me hago estudios de acá para allá, pero ella es mi mamá, quiere acompañarme y darme un abrazo.
–Y vos, ¿cómo llevás el aislamiento?
–En algún punto siento que con el aislamiento el mundo paró conmigo. A mí, que siempre viví a las corridas, la vida me terminó dando esa lección: hay que parar. Ser paciente es saber esperar. Es difícil porque cuando les preguntás a los médicos, "¿Me voy a curar?", te responden: "No se sabe".
–¿Tenés miedo a la muerte?
–Al principio tuve un poco de miedo… Pensar cómo el cáncer iba a afectar mi vida, si iba a poder tener hijos, o si iba a tener la bolsita que tuvo mi viejo de por vida... Me asaltaron ese tipo de preguntas. A todos los que quiero les dije que los quería, dije cosas que no dije en toda mi vida, pero el miedo a la muerte nunca estuvo y es loco lo que voy a decir, pero si me llegara a morir, sé que tuve unos treinta años geniales. La gente me dice: "No digas eso, todo va a salir bien". ¿Pero qué pasa si de golpe sale mal? Esto no es una gripe, así que si sale mal, sé que tuve una vida hermosa y eso para mí no es triste. Al contrario, me da paz pensar que tuve una vida maravillosa: hice lo que quise y no me privé de nada. Mi sueño era filmar y tuve la suerte de hacer tres películas; me gustaba el teatro, "clavé" diez obras y en una junté a mis viejos, ya separados e hice que se dieran un beso y se reconciliaran en escena [Nuevamente juntos. Un amor de revista]. A la tele le tenía ganas, gané un certamen de baile y me enamoré de la chica más linda del momento. Tuve una vida fantástica, incluso con las tristezas, las angustias y los dolores que también me formaron como persona. Viví la mejor película, tuve drama, acción, comedia… Obvio que quiero vivir mil cosas más, me gustaría ser padre, formar una familia el día de mañana, me encantaría viajar muchísimo más. Soy un afortunado y si me llegara a pasar algo, me voy a ir feliz porque, de verdad, hice de todo.
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