Este sitio fue construido en 1915 en Michigan (EE.UU) por deseo del obispo Eis y contó con más de 200 chicos. Sin embargo, tras su renuncia al cargo comenzaron a circular leyendas y mitos sobre el trato que se le daba a los menores.
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¿Cómo es posible que un orfanato sea noticia por los malos tratos, los abusos y la violencia que sus tutores descargaban contra los indefensos y sorprendidos niños que fueron víctimas inocentes ante la imposibilidad de contar con seres queridos que pudieran velar por su seguridad e integridad?
La definición de orfanatos alude a que se tratan de instituciones de acogida y protección de menores encargadas del cuidado de estos chicos y adolescentes huérfanos o abandonados o a quienes las autoridades separaron de sus padres, retirándoles la patria potestad.
Deberían tratarse de sitios que les brinden a los menores amor, contención, educación, valores, necesidades básicas para subsistir y herramientas para poder desenvolverse una vez que salgan de ese centro.
Un ejemplo que ilustra casi a la perfección esta definición llegó este año a través del cine mediante la película Milagro Azul, basada en hechos reales. Este film, protagonizado por Jimmy Gonzales y Denis Quaid, narra la historia de Omar, un hombre que junto a su esposa vive en una casa junto a varios niños que perdieron a sus padres. Su misión es contenerlos, alimentarlos y brindarles amor para que puedan criarse sanos y alejados de las malas compañías. Entre los mensajes más destacados de la película aparecen la empatía y la compasión, fundamentales para ayudar a los que más lo necesitan y de esa manera contribuir a tener una mejor sociedad.
Las mejores intenciones no siempre alcanzan
Ciento seis años antes de que esta película se estrenara en Netflix, en 1915, se construyó en Marquette, en el estado de Míchigan (Estados Unidos), el Orfanato de la Sagrada Familia. Se trató de un ambicioso proyecto que encabezó el obispo Frederick Eis, cuya inversión económica se estimó entre los 90.000 y 120.000 dólares, una suma altísima para ese momento.
El sueño de Eis contemplaba una estructura para poder albergar a unos 200 niños. Sus intenciones eran muy claras. El principal objetivo del orfanato era poder brindarles una digna calidad de vida a estos menores que a través de la palabra de Jesús podrían, más adelante, ser fuertes y saber valerse por sí mismos.
Por eso mismo, el obispo estuvo involucrado en cada uno de los detalles desde que comenzó la construcción de este lugar que contaba con aulas de estudio (como si se tratara de una escuela), varios dormitorios, baños en cada piso, lavandería, cocina, un gran comedor y salas de juegos. La idea era que los chicos estuvieran contenidos, que la pasaran bien, que jugaran entre pares y con sus cuidadores y que estudiaran para que fueran personas de bien. Para la época sonaba ambicioso, pero el obispo parecía tenerlo todo controlado.
Estos objetivos se cumplieron hasta 1922 cuando Eis, que durante sus 23 años de obispado había fundado varias instituciones de caridad y hospitales, dimitió a su cargo.
Preguntas que no tienen respuestas
A partir de ese momento las cosas cambiaron y da la sensación de que los objetivos que se había planteado Eis con tanto énfasis fueron perdiendo entidad con los años. No solo eso, sino que quienes continuaron con su obra obviaron los valores que el cura había inculcado.
De hecho, circulan muchas leyendas y mitos urbanos sobre niños que fueron maltratados y abusados con el aval de las nuevas autoridades. También sobrevuelan los rumores de la presencia de fantasmas en varias partes del edificio. Más allá de la renuncia del obispo. ¿Qué fue lo que sucedió para que este sitio que había sido creado con las mejores intenciones se transformara en un lugar donde los castigos estaban a la orden del día? ¿Por qué los cuidadores y los educadores que debían velar por la integridad física y mental de los niños y adolescentes hicieron todo lo opuesto a sus obligaciones? ¿Hubo denuncias? ¿Por qué no intervino el estado de Michigan? Demasiadas preguntas que no tuvieron ni tendrán respuestas, probablemente porque esos chicos no tenían familiares afuera que pudieran luchar por sus intereses.
El Orfanato de la Sagrada Familia permaneció abierto durante más de 50 años. En sus últimos tiempos fueron alojados un grupo de niños cubanos huérfanos refugiados de la Revolución Cubana que encabezó Fidel Castro y que finalizó en 1959 con la toma del poder en Cuba.
Cierre, abandono y nuevos planes
Finalmente, el orfanato cerró en 1965, aunque las oficinas administrativas siguieron funcionando hasta 1981, cuando también fueron cerradas y la instalación se consideró abandonada.
En 1998 fue comprado por el empresario local Roger Rinne, cuya intención fue convertir el edificio abandonado en una institución de vida asistida, algo que nunca se concretó y terminó vendiendo la propiedad en 1.600.000 dólares, un valor demasiado bajo para el mercado.
Intenciones, proyectos, sueños frustrados, abusos de poder. Algunas de las palabras que definen lo que ocurrió a lo largo de la historia de este orfanato que terminó convirtiéndose en noticia por los sucesos negativos que ocurrieron puertas adentro acabaron por destruir los honrados planes que tenía Eis.
En agosto de 2016 los nuevos propietarios del edificio inauguraron un complejo de 56 departamentos tras una inversión de casi 16 millones de dólares.
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