Karina trabaja de camarera en un restaurante de Belgrano. Al ver el pad con forma de gato de un cliente que está con su computadora le dice: "¿Te gustan los gatos? A mí me encantan". Y poco después cuenta que tiene cuatro: Mía, Maggie, Filipetto y Malinche, que viven con ella y con su hija Ámbar en un PH del barrio porteño de Villa Devoto.
En las ciudades se reducen los tamaños de las viviendas y también los tiempos libres. Así, tener un gato se vuelve práctico para quien desea vivir con una mascota y no quiere ocuparse de la logística que implica un perro, pese a que todavía es el animal de compañía preferido en Argentina. De hecho, según un estudio realizado por Gallup en 2017, en el país los hogares con perros duplican los que tienen gatos. Pero de a poco, con el sigilo propio de su caminar, esos felinos conquistan sus espacios, arrastrando tras sus pasos a criadores de gatos de raza, proteccionistas y simples fanáticos de esos animales, como Karina.
Desfile de gatos
Es sabido que los gatos fueron reverenciados en el Antiguo Egipto, donde la diosa Bubastis tenía la forma de ese animal. También fueron adorados en Siam (actual Tailandia) y en otros países como China y Japón. Sin embargo, a lo largo de la historia fueron considerados en otras latitudes como animales maléficos; en la Edad Media se consideraba que eran aliados de las brujas. Quizá de ahí venga la superstición con los gatos negros y la idea de que son animales traicioneros, interesados y poco confiables.
En un amplio salón de un coqueto hotel del Abasto hay gatos negros, pero también naranjas, grises, blancos, tricolores. La mayoría están dentro de jaulas; unos pocos son alzados por sus dueños, quienes los peinan con cepillos o se los muestran a los visitantes. En otro sector, tres hombres y una mujer miran en detalle cada uno a un ejemplar. La escena pertenece a Expogatos, un show organizado por la Asociación Felina Argentina (AFA), que este año cumple 40 años de vida "dedicados a la difusión de la felinofilia", como reza un afiche en el lugar.
Aníbal Rojo es un farmacéutico de 48 años. Pero en esta ocasión, en vez de cajas de medicamentos, tiene en sus manos a Argus, un cachorro de la raza Angora turco, de su criadero Ankara. "Los crio de corazón, obviamente los vendo, pero los crio por gusto, no vivo de esto. Cuando era pibe tenía otra mirada sobre el gato, una especie de resentimiento, que te hacían pis, que eran traidores. Pero cambié", explica, mientras acaricia a Argus, que tiene el número 74 para ser evaluado por los jueces, acodados en los escritorios.
A pocos metros está Daniel Cambiazo; canoso, con un tatuaje en el cuello, es criador de Devon Rex, una raza de pelo ondeado y cuerpo largo y muy delgado. "El gato es todo, es terapéutico. En una casa donde hay gatos nunca vas a sentir mala onda, además protege a su amo. ¡Perdón!, el gato no tiene amo", sentencia.
Mientras se escucha el llamado "al ejemplar número 65" para que vaya ante los jueces, Analía Florentín, treinta y pico y docente en colegios secundarios, se pasea por el salón y se agacha ante cada jaula para observar mejor a los Devon Rex, Sphynx, Bosque de Noruega, Sagrado de Birmania y demás representantes de razas felinas. Toma fotos con su celular y dice: "Me enteré por Facebook, soy fanática de los gatos. Me vengo a cada expo que hay. Los gatos tienen independencia, esa personalidad que no tienen los perros, aunque también me gustan los perros".
En estos concursos -el primero del que hay registros se realizó en 1871 en Londres-, los jueces evalúan a los animales, según las características de cada raza; si tienen las orejas, colores, y formas del cuerpo que corresponden, entre otros aspectos, como el carácter. Cambiazo recuerda: "Una vez fui a Portugal a competir, llegué hasta la final, pero mi gato se enojó con el juez, le tiró un mordiscón y lo descalificaron". Virginia Ríos es steward, es decir, asistente de los jueces. "Hice el curso para poder tocar a todos los gatos que quisiera, algo que no podía hacer cuando venía a las exposiciones", cuenta. Ella vive en San Telmo con tres gatos, uno de los cuales, Alfonso, de color negro, está en una de las jaulas porque compite en la categoría gato doméstico. "Lo encontraron en San Francisco Solano y a través de una conocida lo conseguí. Le puse Alfonso por Alfonsín", agrega esta mujer alta de rulos, de 42 años y empleada en la Anses.
Muy cerca de ella está la psicóloga Elena Pérez, presidenta de la AFA y criadora de los gatos Bengal y Británico. "Encuentro en los gatos belleza, su ternura también me llama la atención. Yo ahora estoy jubilada y es una actividad que me causa placer y distracción", explica, y dice que vive con un poco menos de 15 gatos en su departamento de Congreso junto a su marido. "La cultura del gato es incipiente, la del perro está más instalada en el mundo, si bien ahora hay un gran incremento de felinos, porque no te exige lo que exige un perro", explica. La AFA no es la única entidad que agrupa a los fanáticos de los gatos; existen además la Federación Gatófila Argentina (Fedagat) y The International Cat Association (TICA) del Plata.
Con el amor por los gatos, también crece el merchandising, presente en la feria. Rascadores con forma de oso, ratones de juguetey hasta peluches de que parecen elefantes, jirafas, peces o estrellas, para que jueguen los gatos. La segmentación comercial llega hasta las piedras sanitarias: hay a la venta con aroma a lavanda, limón, brisa fresca y rosas.
Una casa con 100 gatos
Si en un extremo de una línea están los gatos de raza, del otro cuelgan aquellos abandonados o que siempre viven (y mueren) en la calle. En un coqueto caserón de Montserrat, detrás de una fachada pintada de amarillo pálido, aparece Sandra Cortez, arquitecta, toda vestida de negro. Es la fundadora y presidenta del Hogar Lourdes, un refugio para gatos encontrados en la vía pública. En esta casa, ubicada en Chile al 1300, se reciben mensualmente unos 200 animales sin dueño y se entregan en adopción la misma cantidad. Hoy, distribuidos en tres habitaciones, hay unos 120 gatos. "El hogar lo fundé en 2004. En estos días entregamos en adopción el gatito 23.000, con lo que implica; son 23.000 que no están en la calle", cuenta.
El hogar no recibe ningún subsidio, por lo que es el bolsillo de Sandra el que costea los gastos en comida, desparasitaciones, castraciones y demás. Sandra dice que no, que no vive ahí. "En mi casa tengo dos gatos y otros dos en el estudio. No es que vivo con 100 gatos. No tengo hijos, eso facilitó un poco que pueda dedicarme a esto", explica.
Como decía el escritor inglés Jerome K. Jerome: "Los gatos tienen sus propias opiniones sobre los seres humanos. No hablan mucho, pero sí lo suficiente para que prefieras no saber todo lo que piensan".
En la institución llevan fichas de todos los gatos adoptados. "Todo gato sale de acá con su ficha clínica, que dice cuándo lo vacunamos, cuándo lo castramos, cuándo lo desparasitamos. Y sugerimos cuándo tienen que hacer los próximos controles. Además, los adoptantes se llevan un librito de cuidados", dice Sandra, que aclara que para adoptar un gato, aparte de tener una charla con la gente del hogar, hay que llevar original y una fotocopia del DNI y de una boleta de servicios del lugar donde vivirá el animal.
Compañeros de artistas (y de quienes gustan de aparentarlo), los gatos han fascinado a personalidades tan disímiles como Borges, Cortázar, Osvaldo Soriano, Frida Kahlo, Baudelaire, Lope de Vega, Andy Warhol y Edgar Allan Poe. Ellos, igual, se mantienen indiferentes a las tendencias que los idolatran o a los prejuicios que los rodean.
Como decía el escritor inglés Jerome K. Jerome: "Los gatos tienen sus propias opiniones sobre los seres humanos. No hablan mucho, pero sí lo suficiente para que prefieras no saber todo lo que piensan".
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