A los 30 años, Facundo Sola se luce como polista en Argentina, Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Y aunque se mida en la cancha con players de grandes ligas y royals como el príncipe Harry, no pierde su timidez ni su marcado bajo perfil. Meses atrás, mientras jugaba la temporada de alto handicap en tierras de Isabel II, lo contactó Gabriela Hearst, flamante ganadora del premio a la mejor diseñadora del año otorgado por el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos (ver recuadro) y le hizo una propuesta inesperada: posar para su línea de ropa masculina. Para convencerlo, la uruguaya le mandó un video de su padre (Julio Eduardo Perezutti, Lalo para sus amigos), un hombre bien campero y de tropilla, que Facu de inmediato asoció con su propio padre, el recordado polista Rubén Sola (protagonista de la Triple Corona en reiteradas ocasiones en los 90), que murió el año pasado mientras lo miraba jugar en el equipo Las Monjitas frente a Natividad, en pleno Abierto de Polo.
–¿Aceptar fue una especie de homenaje?
–Algo así. Me llamó Paola Pravato y me dijo que una amiga me quería hacer un par de fotos. Gaby es una número uno. Primero me mandó videos de su padre y me llamó la atención porque era muy parecido en su estilo a papá, un tipo bien de campo, que iba al polo vestido de paisano, impecable. Además, los dos tenían tropilla... Sentí que había una conexión. De entrada pegamos buena onda. Es muy simpática y tiene una energía muy positiva.
–¿Cómo fue el proceso?
–Todos los días hablábamos con Gaby y empezó a mandarme ropa. Soy embajador de Casa Fagliano (especialistas en botas de polo) y los puse en contacto. Yo me había sacado alguna vez fotos para una marca, pero empecé a darme cuenta de que esto era bien distinto y un poco me asusté. Estaba jugando la temporada para Murus Sanctus en Inglaterra, entonces ella viajó, comimos una noche y me dijo que al día siguiente hacíamos la prueba de ropa. Yo ni sabía de qué se trataba. ¡Eran veinte cambios, por Dios! [Se ríe]. Para sentirme un poco más local, propuse hacerlas en mis caballerizas. Y el día de las fotos aparecieron camionetas, un equipo de veinte personas (el fotógrafo fue Jack Webb)… ¡Casi me muero de los nervios!
–¿Sos pilchero?
–Me gusta vestirme bien. Mi viejo también se vestía bien. Además, tengo una jefa francesa desde hace años, Corine Ricard (con ella juega para Murus Sanctus), que cuando era chico y empecé a viajar fue cambiándome el estilo. Ella y mis viejos me fueron educando. [Se ríe].
–¿Volverías a posar?
–Si lo maneja Gaby me animo porque me hizo todo fácil y divertido. Me impresionó que después de unas horas se dieron cuenta de que estaba cansado a pesar de que no me había quejado. Entonces un amigo que me acompañó puso El Dipy a fondo, bailamos todos, me dieron de comer, y ahí seguimos. A la noche hice un asado de agradecimiento.
SU PAPÁ, SU AMIGO Y MENTOR
La infancia de Facu transcurrió entre Córdoba y los distintos puntos adonde volaban por los compromisos laborales de su papá. "Nuestra base era Coronel Moldes, donde hice el colegio y están todos mis amigos de la infancia; y también Washington, donde tiene campo mi familia. Ahí empecé a jugar al polo a los 4 años", recuerda.
–Tu papá fue muy querido en el ambiente del polo. ¿Cómo era la relación entre ustedes?
–Fue mi profesor y mi mentor. Andábamos juntos siempre. Cuando papá dejó de viajar, nos quedamos un par de años en el campo. Muchas veces me llevaba al colegio, pero antes de llegar me proponía irnos al campo. Yo le respondía que mamá se iba a enojar, pero partíamos igual y a la vuelta mamá estaba malísima. [Se ríe]. A los 14 o 15 años empecé a ser profesional y ya era muy difícil hacer el colegio, pero nunca lo abandoné porque no quería dejar a mis amigos. Y por mamá: a los 24 seguía dando materias, pero lo completé. Cuando arrancaba la temporada fuerte en Argentina, me tomaba los viernes a la tarde el colectivo para poder jugar en Buenos Aires todo el fin de semana y el lunes volvía al colegio. El Tata, mi abuelo, los días que no tenía clases a la tarde me llevaba a taquear. Sin mi familia no hubiese llegado a nada.
–¿Tus hermanas trabajan con vos?
–Sí. Delfina (32) y Rosario (24) trabajan en mi organización, igual que mis cuñados, Nacho Acuña, el marido de la mayor, se ocupa de mis caballos, y Ramiro Crespi, el novio de la menor, es el encargado general del campo. Cuando murió papá puse a todos a trabajar, hasta a mamá. Papá era bravo, responsable, laburador. Nunca se tomó vacaciones porque quería estar en el campo. Mamá tiene la misma escuela, así que nos organiza y nos tiene corriendo. [Se ríe].
–¿Qué destacás de la relación con tu padre?
–Éramos más que amigos. Mi viejo pensaba permanentemente en mí y yo pensaba permanentemente en él. Cada vez que hablaba, decía tres palabras y me salía Rubén. Éramos muy compañeros.
–El soñaba con que tuvieran un club, un equipo propio…
–Sí. Siempre habíamos soñado con tener nuestro club, nuestra organización. Él decía que el polo tenía que ser como la Fórmula 1, tener un equipo, jugadores, montarlos. Hablábamos permanentemente con Corine, un gran referente en mi vida, que era como una hermana para él. Hace diez años que trabajo con ella, pero además somos amigos. Ellos querían un equipo. Y entonces, para este año, si se juega el Abierto, jugaré para RS Murus Sanctus [RS por las iniciales de su padre] con Fran Elizalde, Alfredo Capella y el "Sapo" [Guillermo] Caset.
–¿Hay novedades del Abierto?
–Todavía no se sabe nada. Con todo el lío que hay en el país sería muy egoísta pensar en nosotros y jugar al polo. Hay que ver cómo evoluciona todo. Por suerte se pudo trabajar en Inglaterra.
–Una semana después de la muerte de tu padre volviste a la cancha. ¿Cómo lo decidiste?
–Papá el año anterior ya había empezado a sentirse mal. Esa semana tuvo varias cositas, se hizo ver y le pusieron tres stents. Esos días estuve muy mal, me parecía algo irreal pensar que le pudiera pasar algo porque siempre estaba a mil, con buena onda. Mis compañeros de Las Monjitas me ayudaron mucho. Teníamos que arrancar Hurlingham y le dije a papá que no quería jugar, que me quería quedar con él y en todo caso sumarme en Palermo. Me respondió: "De ninguna manera, y si me muero, vas a jugar al otro día. La vida sigue, no vas a dejar de hacer lo que amás ni bajar los brazos porque yo no esté, tenés que estar fuerte". Poco después, se murió.
–Te enteraste mientras estabas jugando [acababan de ganarle a La Natividad].
–Terminó el partido, me estaba bajando del caballo y escuché gritos. Cuando miré, estaba mi camioneta a un costado de la cancha y mi tío intentando reanimarlo. Él veía mis partidos solo, lejos de la tribuna y del palenque porque se ponía muy nervioso. Era un sentimental. No quiero entrar mucho en detalle porque me pone mal. [Hace un silencio]. Me reuní con mis hermanas, les dije lo que me pasaba y me dieron las fuerzas para seguir. Lo mismo que mis compañeros de equipo, todos fueron unos cracks, el apoyo que tuve se los voy a agradecer eternamente porque fue el peor día de mi vida, y lo seguirá siendo. Ellos sabían perfectamente cómo era papá y que en mi organización era todo. Así que junté fuerzas y jugué a la semana siguiente. Tuvimos mala suerte, fue un partido muy parejo contra un equipo bravo como Ellerstina.
–Muchos lamentan que se haya separado Las Monjitas.
–Fue un muy lindo equipo, pero son cosas de la vida, oportunidades que salen, se fue uno para un lado, otro para el otro. Hay que seguir para adelante.
–¿Siguen en contacto?
–Sí, obviamente. Con Hilario [Ulloa] somos muy amigos, a él le influyó mucho la muerte de papá porque también eran muy amigos. Ahora somos rivales, en la cancha nos vamos a matar, pero afuera vamos a mantener la amistad.
UNA CREADORA CON ALMA ECO
El 14 de septiembre, Gabriela Hearst recibió el premio anual del Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos (CFDA) para ropa femenina. Se trata del mayor galardón otorgado por contribuciones a la moda estadounidense, y en su categoría, compitió con pesos pesado como Tom Ford, Ashley y Mary-Kate Olsen (The Row), Brandon Maxwell y Marc Jacobs. "Recibir un premio como este es un sueño, estamos gradecidos y es un shock vitamínico para terminar este año tan duro de la mejor manera", le dice a ¡HOLA! Pionera en la moda eco, Gaby recalca que su compañía está fundada en la sustentabilidad y la visión a largo plazo. "Nuestros logros fueron cambiar el packaging, sin plásticos, todo biodegradable y compostable, nuestras tiendas también lo son, y también nuestro producto. Nuestro desafío es hacer ropa de máxima calidad con el mínimo impacto sobre el planeta".
El primer desfile de su marca, fundada cinco años atrás, "fue carboneutral, medimos lo que se gastó en huella de carbono y lo neutralizamos con una donación. En el mundo, todas las industrias sobreproducen, por eso hay desperdicio, que es un error de diseño. Nosotros nos focalizamos en que haya el menor desperdicio posible". A pesar de los desequilibrios y del camino que aún falta recorrer, la diseñadora se muestra optimista: "Creo que nos moveremos a una economía circular, que vamos a cambiar la forma en que vivimos. Si algo nos ha enseñado la pandemia es que podemos cambiar muy rápido porque tenemos todo para poder mejorar el caos climático que hemos creado por el modo de consumo. Nos está cambiando la conciencia. Soy positiva y estoy esperando lo mejor de nuestra especie, que tomemos conciencia colectiva en el tema de sustentabilidad", cierra.
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