Facundo Arana: el bueno de la película
Héroe de madres y novias, parece un hombre simple y se lo asocia a menudo con la imagen de muchacho tranquilo. Pero el protagonista de Padre Coraje, la telenovela más vista, tuvo una vida marcada por vocaciones varias, una enfermedad y pérdidas dolorosas de las que se anima a hablar con la Revista. A los 32 años, asegura que nunca esperó ser tan feliz como ahora
Facundo Arana tiene siete, ocho, nueve años. Crece en un departamento de Barrio Norte, en un cuarto que empieza a llenarse de revistas de historietas. D’artagnan, El Tony, Fantasía, Skorpio, Fierro. Es un chico silente, introvertido. Lee y dibuja. Dibuja y lee. Tiene pocos amigos. Un padre abogado -Jorge-, una madre arquera de hockey -Matilde- y tres hermanas. No es buen alumno, pero profesores y maestros lo adoran. Sienten por este chico, que se comunica mejor con su perra que con el resto del mundo, una suerte de debilidad luminosa, de impotencia admirada: ¿cómo sacar a Facundo de su universo de héroes de tinta donde la nobleza es lo que cuenta, la amistad lo que vale la pena, el amor lo que redime, las mujeres la fuerza que mueve al mundo? ¿Cómo hacer que este chico con mirada triste se dedique, aunque sea una vez, a hacer la tarea de matemática? No hubo forma. Nunca hubo forma. El estaba ahí, rubio y hosco, como si hubiera venido al mundo bajo protesta. Herido.
-¿Qué hacías durante los recreos, en tu casa, todo el día?
-Dibujaba. Dibujaba.
Y cuando dice "dibujaba" por segunda vez -con tono estudiado, con un sacudón de cabeza que termina con los ojos clavados en quien pregunta- queda bastante claro que la actuación fue la dama que lo salvó, la forma que encontró de romper el cascarón que lo encerraba. El modo de llegar vivo hasta aquí.
-Pero ya no dibujo. Un día... Un día dejé de dibujar. Pasaron cosas en mi vida, y el homenaje fue dejar de dibujar. Yo fui skorpioadicto. Alvar Mayor, El Eternauta, historietas que devoraba. Mi vida era eso. Y un día paré. Hace muchos años. El dibujo me ayudó a transitar el final de mi niñez, la adolescencia entera y el camino a la adultez. De a poco se fue quedando y lo dejé.
¿Hace falta decir quién es él? Probablemente no. Facundo Arana es actor y protagonista de Padre Coraje, la telenovela más vista en su horario -de 22.30 a 23.30-, con 22 puntos de rating y por Canal 13. En Padre Coraje Arana es una revisitación de los héroes de historieta de su infancia, cura falso y bandido verdadero, Coraje, acusado de un crimen que no cometió. Todo transcurre en un pueblo llamado La Cruz, en los años 50, y salpicado por la aparición de personajes como Eva Perón y el Mono Gatica.
-Somos cien personas que hacemos una novela, y después hay una señora que vive sola, jubilada, viuda, y todas las noches vos le hacés compañía una hora, y le contás un cuento que ella juega a creer. Llora tus lágrimas y ríe tu risa. Y me muero con eso.
A veces, muchas, Arana usa el lugar común. Es extraño, porque es un ser poco común, al que le han sucedido cosas poco comunes.
-Si me pongo a pensar en la cantidad de gente que la mira... Pero de verdad no pienso demasiado en eso porque me queda grande. Está bueno, pero se acaba. De verdad se acaba. No me da miedo que se acabe. Me da miedo no vivirlo.
-¿Por qué no te da miedo que se acabe?
-Como no me da miedo que se me quede el auto sin nafta, o como no le da miedo a alguien que se le apague el pucho. Así. No me da miedo.
Es mayo. Una noche helada, en un bar de Palermo. El desapego es una de las características poco comunes de este hombre que se empeña en ser común.
Dos contra el mundo
Atravesó la infancia como pudo. Tenía pocas cosas: el dibujo, su propia soledad y un amigo. Un rayo de compañerismo en ese mundo que empezaba a ser hostil. Se llamaba Cali y eran una alianza contra el mundo. Se querían. Como se quieren los que están solos, los lobos, los esteparios, los rotos, los dolidos, los diferentes. Con la ternura de dos chicos y la promesa de hermanos para siempre. Cali era un amigo como los que sólo se tienen en la infancia. Esos que con el tiempo adquieren dimensiones heroicas; por ellos se daría la vida. Facundo tenía 15 años cuando Cali lo llevó a la rastra a una clase de teatro en el Lasalle, con la profesora Alicia Muzzio.
-No me interesaba. Yo era muy buen dibujante, y había empezado a tocar el saxo, pero en la clase me encontré con veinte personas que me abrazaron, me dijeron vení, sentate acá, a ver si aprendemos algo todos juntos. Estudié cuatro años con Alicia Muzzio.
En ese tiempo, algunas cosas pasaron en la vida de Facundo Arana. Todos saben. Se ha dicho mucho. Era 1989, él tenía 17 años y le diagnosticaron mal de Hodgkin, un cáncer que afecta los ganglios linfáticos. No debe de ser ni fácil ni difícil: debe de ser imposible. Tener esa edad y empezar a despedirse de todo. La furia de estar yéndose cuando todo lo demás se queda.
-Papá me dijo en aquel momento, en nuestras primeras charlas definitivas: "No sabés cómo quisiera que lo que te pasa a vos me esté pasando a mí". Yo no le pude decir nada, pero le diría hoy: "Me alegra mucho que me haya pasado a mí y no te haya pasado a vos". A mi vieja igual. A mis amigos igual. No quiero levantar una bandera de cuánto sufrí, porque esa bandera la levantamos todos. La vida no viene con un manual de uso que dice "es así".
-Vos eras muy chico, de todos modos.
-Uno es muy chico todo el tiempo.
Con el tratamiento de rayos se le cayó el pelo. ¿Qué se puede decir acerca de eso? Y sobre todo, ¿qué se puede hacer? Ahí, donde nadie tenía respuesta, alguien la tuvo. Una respuesta digna de un sabio o de un héroe. Una respuesta brillante.
Nadie debería rebajar a la categoría de anécdota lo que hizo Cali.
Un día fue hasta la casa del amigo enfermo. Tocó timbre. Al abrir, la familia Arana vio esto: Cali -tan tímido- pelado. Rapado por propia voluntad. Una bola de cañón su cabecita tan adolescente para padecer con el amigo, para acompañar, para decir "prefiero que me pase a mí, para no perderte".
Hay cosas así. Gestos que merecen, a cambio, la devoción de una vida entera.
En 1992 Facundo estaba mejor. Lo peor, pensó, ya había pasado. A fines de ese año, sin nada que hiciera preverlo, Cali murió de un aneurisma de aorta. Tenía 18 años. Facundo lo tuvo poco, pero Cali le duró toda la vida.
Los ojos se hacen oscuros, la cara un pozo de sombras cuando habla sin hablar de algunas cosas.
-Todos las pasamos bravas. No me gusta la gente que levanta la bandera y dice "miren lo que padecí". Lo importante es qué hacés al respecto. Pérdidas tenemos todos. Y hay que ver qué hacés con eso. A veces decís "no, basta, termino acá". Y no, eran dos horas más que tenías que aguantar. A veces te cuesta fuego aguantar esas dos horas. Yo lo único que espero es, cada vez que venga la noche, tener la lucidez de decir "no, acordate que viene el día, que siempre viene el día". No sé. Yo miro para atrás y digo "hay vida". No sé en los demás, pero en mí sé que dejé huella. Yo jamás me imaginé que iba a ser tan feliz. Jamás. Me costó lágrimas de sangre, todo. Igual, la enfermedad uno la porta y la padece la familia. A mí no me asusta estar enfermo mortalmente, pero me podría morir si se enferma mal una persona mía.
-Aun cuando te pasó, seguís prefiriendo que te pase a vos y no a otro.
-Toda la vida. Toda la vida.
La vida continuó, después de todo, y porque siempre sigue.
El ya había trabajado en una distribuidora de programas de televisión, en la papelera Ledesma. Lo hacía. Cumplía con su función. Pero nada de todo eso le gustaba.
-Un día bajé al subte y me encontré con un saxofonista que se ganaba la vida tocando en los pasillos. Yo ya tocaba el saxo y me fui ahí mismo a buscar mi propia estación para tocar. Mientras, estaba estudiando con Bettiana Blum. Ella me dijo que había un casting en el Canal 13 y fui. El autor de la tira, Lito Espinosa, vivía cerca de la estación donde yo tocaba y había escrito un personaje que se llamaba Ramiro, inspirado en ese chico que él veía todos los días. La tira era Canto rodado y cuando me vio a mí en el casting, me dijo: "¿Pero qué hacés acá?". Y le digo: "Vengo al casting". Y me dice: "Pero si yo escribí ese personaje inspirado en vos". Era 1993.
Desde ese momento, ya no paró de trabajar como actor. En 1998, después de saltar de un proyecto a otro, empezó a hacer Chiquititas. En 1999 hizo Muñeca brava; en 2000, Buenos vecinos; en 2001, Yago, pasión morena; en 2002, 099 Central. Y entonces paró. Se fue. Con Isabel Macedo, la actriz que es su mujer desde hace ocho años; su perra, Pampa, y la misma camioneta que tiene desde 1998, a recorrer la Argentina durante seis meses.
-Era maravilloso. Nos levantábamos y decíamos: "Hoy tengo ganas de hacer 200 kilómetros". O: "Hace una semana que estamos acá y me quiero quedar tres días más". Libertad absoluta. La pregunta era: ¿me banco la libertad absoluta, no tener que ir mañana a trabajar, dejar la agenda en Buenos Aires? Creo que todos tenemos la fantasía de ir un día a ver qué onda. A mí me dieron los tiempos justos. Venía de hacer mucho trabajo y estaba muy cansado. Pero la vuelta la pagué cara. Es ese momento que decís "no sé si reírme o llorar". Porque tenía muchas ganas de volver y, por otro lado, esa sensación de "¿voy a dejar todo esto, esta libertad?". Y descubrí que pesan igual. Las dos cosas pesan igual. Mi vida acá, y la libertad ésa.
La libertad ésa hizo que entre el 17 y el 30 de marzo de 2003 escalara el Aconcagua.
-Nunca antes había subido una montaña. Y no se debe hacer. No es prudente. Pero vi esta... bestia, y dije "quiero subir, quiero subir". Lo ves y te agarra fiebre. ¿Viste cuando vas a sacar el registro porque se te venció? Eso. Se me había vencido el registro. ¿Puedo hacer eso que no puedo hacer? ¿Puedo hacer esto que no hay que hacer? Pero está absolutamente contraindicado no tener experiencia y hacer cumbre.
-¿Cuánto tiempo se queda uno en la cumbre?
-Una hora. Pero, ¿sabés lo que es bajar con una barba así y los surcos del frío en la cara, todo roto, y sentarte y decir "ahí está, ahí lo tenés"?
Sesenta minutos que duran la vida. Pero no sólo de Aconcagua vive el hombre. Siempre le gustaron las adrenalinas. El surf, las motos, el paracaídas. Y, claro, no faltan psicologismos de tutti frutti que deciden que las causas y consecuencias de todo lo que ha hecho en su vida tienen que ver con su enfermedad y postulan que gusta de los riesgos porque es un sobreviviente.
-Me dicen en algunas notas cosas graves, como "Ah, la enfermedad hizo que seas así". No. Yo tuve la enfermedad, al otro se le murió la vieja. Yo no te digo "che, vos, ¿por qué sos periodista?, ¿porque estabas en ese choque de trenes o porque tu abuelito...?" No. Tuve cáncer. Y también tuve varicela. Y también un boxer me mordió la cara cuando tenía cuatro años. Y también me dejó mi novia. Qué simplista decir que esto es porque pasó tal otra cosa. Me hace gracia eso de "ah, acá ocurre esto porque pasó esto otro". Y pasó mucha agua bajo el puente, y había pasado mucha agua antes. No es sólo la educación. La vida me llevó por ese lado. Me crié así, y me gusta. Una de las primeras experiencias adrenalínicas que me acuerdo fue en Tucumán. Yo tenía 12 años. Habíamos ido a una finca que mi tío tenía, 40 kilómetros por camino de tierra y de montaña. En la mitad del camino se apaga el motor de la Ford Ranchera que tenía y mi tío y mi primo se fueron a buscar ayuda; yo me quedé en la camioneta, con la llave. Aburrido como estaba, bajé, abrí el capot. Vi que mi tío había tratado de raspar el sulfato de la batería y empecé a raspar. Me subí, crucé los dedos, cerré los ojos, puse la llave, le di contacto, y brrrum, arrancó la camioneta. Hacía una hora que mi tío y mi primo se habían ido. Yo estaba con el perro, Jaso, y arranqué. "¡¡¡Iujuuuu!!!" Gritando como los duques de Hazard. Imaginate la cara de mi tío cuando de repente se da vuelta y ve que era yo. Les frené la camioneta al lado y les dije "suban". Pero no ando por la vida tratando de demostrarle al mundo lo divertido que soy, y lo extremo y lo tremendo y lo loco.
Este cóctel podrán descifrarlo unos pocos, pero Arana es una rara mezcla de la locura rebelde del personaje de Sacha Veblin, de la tira El cosaco; la elegancia deferente de Alexander Pawzkorsky, de la tira Los aventureros, y la lealtad lastimada del siciliano Giovanni Savarese, de la tira Savarese.
-Uh, Savarese. Lo dibujaba Mandrafina, ¿te acordás? ¿Y te acordás de Nekrodamus?
Le brillan los ojos. La conversación se llena de historietas, autores, guionistas. Solano López, Oesterheld, Carlos Vogt, Altuna, Giménez, Breccia... Or Grund, Bárbara, Henga. Próceres privados de un olimpo compartido por pocos. Quizá se asusta, o se alarma, o se da cuenta. Todo eso, que creía olvidado, está tan vivo. Ya es la quinta vez, o la novena, que los ojos de Arana se enturbian. De tan azules se ponen negros, como el nido de algo dolorido, muy oculto.
-Hacía años que no hablaba de estas cosas.
-¿Y no te tienta volver a dibujar?
-No.
Para saber más
www.facundoarana.ru/espanol.htm
Facundo expres
- Nació el 31 de marzo de 1972, en Buenos Aires.
- Vivió toda su vida en Barrio Norte.
- Su nombre completo es Jorge Facundo Arana Tagle.
- Es criollo por parte de padre y tiene ascendencia alemana por parte de madre.
Después de su comienzo, en 1993, en la tira Canto rodado, éstos son los programas y personajes donde se destacó:
- 1998/99 - Chiquititas, como Alejo/Manuel
- 1999 - Muñeca brava, como Ivo
- 2000 - Buenos vecinos, como Diego
- 2001 - Yago, pasión morena, como Yago
- 2002- 099 Central, como Tomás
- 2004- Padre coraje, como Coraje/Padre Juan