Hace 60 años, una feroz discusión entre Ferruccio Lamborghini y Enzo Ferrari dio origen a una de las marcas más icónicas de autos deportivos
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El origen de los autos Lamborghini está muy lejos del resplandor y la opulencia que hoy definen a la marca. Ferruccio Elio Lamborghini nació en Cento (cerca de Bolonia, Italia) y como hijo de agricultores, su destino parecía atado al campo, pero desde niño tenía una obsesión: las máquinas. Esa fascinación lo llevó a estudiar tecnología industrial. En medio del caos de la Segunda Guerra Mundial, fue destinado a la isla de Rodas, donde su habilidad para reparar vehículos militares lo convirtió en un técnico de renombre.
Después de la guerra, al regresar a Italia, Ferruccio percibió una oportunidad única: la agricultura italiana estaba en pleno auge y los tractores eran esenciales para modernizar el campo.
En 1946, con el ingenio como su mayor capital, comenzó a adquirir piezas de vehículos militares desechados para transformarlos en tractores. Fue así como, dos años después, nació Lamborghini Trattori, una empresa que se convertiría en una de las mayores productoras de maquinaria agrícola del país. Para mediados del siglo XX, Lamborghini Trattori fabricaba sus propios motores y se consolidaba como un gigante industrial.
Sin embargo, Ferruccio no se conformó con el éxito agrícola. En un viaje a los Estados Unidos a finales de los 50, descubrió el potencial de las calderas de gas, una alternativa revolucionaria a las de carbón. En 1961, decidió diversificar su imperio y comenzó a fabricar calderas y aires acondicionados, conquistando rápidamente el mercado italiano. Su nombre se asoció a innovación y calidad, y se convirtió en un símbolo de confianza en el mercado. Incluso, en algún momento, hasta llegó a pensar en fabricar helicópteros.
Sin embargo, fue otra máquina la que terminó marcando su destino y dejando una huella imborrable en la historia.
El problema de los embragues
Para entonces, Ferruccio ya se había convertido en un hombre rico y, como buen millonario, tenía una pequeña debilidad: los autos de lujo. Su colección era tan extensa que podía darse el lujo de conducir un modelo distinto cada día de la semana. Ferrari, Alfa Romeo, Lancia, Maserati, Mercedes, Jaguar... si tenía ruedas, un motor potente y un precio desorbitado, Ferruccio lo añadía a su garaje sin pestañear. Sus favoritos eran los Ferrari, tenía varios modelos aunque se quejaba de que eran algo ruidosos y que sus interiores eran básicos.
El gran problema de Ferruccio no era solo su pasión por la velocidad, sino su incontrolable afición por derrapar como si estuviera en una pista de rally. Este “hobby extremo” lo llevó a destrozar los embragues de sus Ferraris en más de una ocasión, acumulando una pequeña fortuna en reparaciones. Pero la gota que colmó el vaso llegó cuando decidió confiar su Ferrari 250 GTB a un mecánico de su fábrica, convencido de que allí lo arreglarían mejor.
Grande fue su sorpresa cuando, al desarmar el auto, el mecánico descubrió que el embrague no era nada más ni nada menos que el mismo que usaban los tractores de Lamborghini. La ironía no le hizo ninguna gracia a Ferruccio, quien explotó en un enojo digno de alguien que había pagado el precio de un palacio por un auto con piezas de granja. Las críticas de Ferruccio al dueño del Cavallino Rampante no se hicieron esperar.
Aquí es donde la historia da un giro fascinante, una delgada línea donde la realidad coquetea con la leyenda. Cuentan que, furioso por el descubrimiento, Ferruccio levantó el teléfono y llamó directamente a Enzo Ferrari. Sin rodeos, le dijo: “¡Tus autos son una basura! ¡Pago una fortuna por ellos y resulta que los hacés con las piezas de mis tractores!”.
Pero Enzo, tan temperamental como su interlocutor, no se quedó atrás. Con toda la calma que podía simular, le respondió: “Mis autos están perfectos, el problema es que un fabricante de tractores no entiende de autos”. La discusión fue tan explosiva que, según dicen, nunca volvieron a dirigirse la palabra. Así, de una conversación cargada de egos nació una rivalidad que pasaría a la historia y daría origen a los míticos Lamborghini.
Automóviles Ferruccio Lamborghini
El enojo de Ferruccio fue tan grande que se convirtió en determinación: estaba decidido a demostrar que podía superar a Enzo Ferrari en su propio terreno. Así, se propuso crear un auto deportivo que no solo igualara a los Ferrari, sino que los eclipsara por completo, combinando un rendimiento imbatible, un diseño deslumbrante y un confort digno de reyes. Así comenzaba una epopeya que cambiaría para siempre la historia del automovilismo.
En 1963, Ferruccio Lamborghini registró “Automobili Lamborghini” y contrató a los ex-ingenieros de Ferrari Gianpaolo Dallara y Robert Wallace para diseñar y desarrollar sus autos. A su vez, coronó a su nueva empresa con un logo icónico: un toro en plena embestida. Sobre la elección del animal no tardaron en surgir las teorías. Los más románticos aseguran que todo tiene que ver con su pasión por las corridas de toros, una afición que quedó inmortalizada tanto en el logotipo como en los nombres de sus modelos más legendarios: Miura, Islero y Diablo, todos inspirados en célebres toros de lidia.
Sin embargo, los más suspicaces ven en el toro algo más que un guiño taurino. Para ellos, el mensaje era claro: una embestida directa contra su rival, Ferrari, cuyo emblema era un elegante pero, quizás, menos agresivo caballo encabritado. ¿Coincidencia? ¿Provocación? Tal vez ambas cosas, porque si algo era Ferruccio, además de apasionado, era un maestro en enviar mensajes cargados de simbolismo… y un toque de ironía.
Su primer modelo, el 350 GT, marcó el debut de la marca en 1964, llamó la atención por su calidad, diseño y prestaciones. Fue seguido por el 400 GT, una evolución aún más refinada, que consolidó a Lamborghini como un competidor serio en la industria automotriz de lujo.
Pero la verdadera revolución llegó en 1966 con el Miura, un auto que no solo cambió el rumbo de Lamborghini, sino también la historia del automovilismo. Considerado el primer superdeportivo de todos los tiempos, el Miura rompió moldes con su diseño innovador de motor trasero, una configuración inédita en los autos de calle de la época. Presentado con todo el glamour en el Gran Premio de Mónaco, el Miura fue obra de Marcello Gandini. Su diseño audaz y fluido capturó la esencia de la velocidad y la belleza, convirtiéndose en un ícono.
El Miura no se detuvo ahí. Su legado se expandió con variantes que elevaron aún más su estatus: el Miura SV, una versión más poderosa y refinada; el Miura J, un prototipo único que buscaba explorar nuevos límites; y la Miura XQ de carreras, diseñada para enfrentarse en la pista y demostrar que Lamborghini no solo creaba autos hermosos, sino también máquinas capaces de dominar la competición. Cada uno de estos modelos dejó una huella indeleble, cimentando la reputación de Lamborghini como una marca audaz, visionaria y capaz de desafiar a los gigantes de su tiempo.
Desde el nacimiento de Lamborghini en 1963, la fortuna parecía estar de la mano de Ferruccio. Durante casi una década, su visión audaz y su determinación convirtieron a la marca un símbolo de lujo, potencia y exclusividad. Sin embargo, en 1972, Ferruccio, siempre tan pragmático como apasionado, tomó una decisión que marcaría el fin de una era: comenzó a desprenderse de su imperio.
Por 600.000 dólares, vendió el 51% de Automobili Lamborghini a Georges-Henri Rossetti, un empresario suizo. Poco después, cedió su participación restante a René Leimer, socio y amigo de Rossetti. Con este movimiento, Ferruccio se despidió de la fábrica que había nacido de su rivalidad con Ferrari y que redefinió el concepto de auto deportivo.
Pero su retirada no quedó allí. También decidió vender su empresa de tractores, la otra joya de su imperio. Ferruccio optó por el silencio de una vida en calma, lejos del estruendo de los motores. Se retiró a su finca “La Fiorita”, ubicada en las orillas del lago Trasimeno, en la región de Umbría, Italia. En sus paradisíacas 100 hectáreas, que incluían una granja, un campo de golf de 9 hoyos y 32 hectáreas dedicadas al cultivo de uvas, Ferruccio encontró un refugio lejos del bullicio del mundo empresarial. Allí, rodeado de naturaleza, se dedicó a cuidar sus viñedos y olivos, disfrutando de una vida tranquila.
El 20 de febrero de 1993, Ferruccio murió y la ironía no pudo ser más evidente: aquel día se cumplía el 95° aniversario del nacimiento de su eterno rival, Enzo Ferrari, fallecido en 1988. Tenía 76 años, y su partida fue una última vuelta de tuerca en la rivalidad que definió su vida y, quizá, lo que le dio ese sabor especial a su legado.
Actualmente, Lamborghini forma parte del Grupo Volkswagen, operando bajo la administración de su filial Audi AG. Esta integración ocurrió en 1998, cuando Volkswagen decidió ampliar su influencia en el mercado de autos de lujo y alto rendimiento, adquiriendo la marca italiana como parte de su estrategia de expansión en el segmento de superdeportivos. El modelo más reciente de Lamborghini es Revuelto, presentado en 2023. Aunque Lamborghini no ha revelado oficialmente su precio se calcula que supera los 500.000 dólares. Además, en 2024, Lamborghini presentó el Temerario, un híbrido enchufable que sustituye al Huracán. Su lanzamiento está previsto para 2025, con un precio estimado de más de 300.000 dólares.
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