Fabián Vena: la vida después del mal
A los 35 años, el actor que interpretó al perverso Dobal en Resistiré, busca redimirse con dos nuevas películas que lo tendrán como protagonista. En una de éstas, que filmará junto a Imanol Arias y con la dirección de Sergio Renán, su personaje se llamará Angel. Feliz junto a su pareja, Inés Estévez, sueña con ser padre
Se esfuerza por dibujar una sonrisa angelical ante la cámara cómplice del fotógrafo.
-Ya sé… (suspira), Mauricio Dobal está entre nosotros.
Se disculpa y deja entrever cómo el perverso personaje que compuso en Resistiré y que en diciembre último explotó literalmente frente a cuatro millones de personas (en un pico de rating de 46,6), aún quiere apoderarse de él.
Después, Fabián Vena se relaja, se descarga e intenta sacarse de encima a Mauricio.
-Ahora sí.
Esa es la señal para volver a entregarse a la sesión de fotos. Saca pecho, muestra sus alas y se abre a un cielo infinito. De una extraña pero atractiva formalidad, Vena cuida cada palabra, sin llegar a medirla, para soltarla en un juego expresivo que lo revela como un hombre intenso.
-Uno tiene la obligación de ser feliz -reflexiona-, de conectarse con lo que es y con lo que tiene que ser.
-¿Te resulta fácil?
-No, porque somos parte de un mundo que está insatisfecho. Por eso, cuando me pierdo, Inés (Estévez, su pareja desde hace cuatro años) sabe cómo direccionarme hacia el objetivo supremo: el de disfrutar la vida y el de realizarse personalmente. En este sentido ella es tan exigente consigo misma que provoca fanatismo a la hora de crecer. Celebro mi búsqueda porque estoy al lado de una persona que tiene el coraje para superarse.
Apasionado y, por sobre todo, agradecido, este actor de 35 años, que se crió en el barrio de Mataderos, jamás soñó con tener un año como el que se acaba de ir. Un 2003 en el que compartió escenario y nominación a los premios Ace con Alfredo Alcón por Las variaciones Goldberg, jugó de malo en el suceso televisivo Resistiré y fue parte del elenco de Valentín, la personalísima película de Alejandro Agresti que va en busca de un lugar en los Oscar.
-Como no me esperaba todo esto y se dio de esta manera, qué puedo esperar del futuro más que cosas bellas -dice en un tono casi Zen-, porque eso es lo que me tiene que deparar el destino. Sé que van a ser cosas maravillosas, como mi vuelta al cine con dos películas.
- ¿Y el regreso de Dobal?
-(Risas.) No, no… quizá más adelante.
-Pero se habla tanto…
-Es que fue un fenómeno y se va a seguir hablando. Uno nunca sabe.
Un buen tipo
En 1990, con Socorro, quinto año aterrizó en la televisión.
-A la TV llegué a través de un puente dorado construido por Rodolfo Ledo. El fue el encargado de que muchos actores de mi generación estemos hoy donde estamos. Yo aprendí, gracias a Ledo, muchísimo acerca de este medio.
Después vino La banda del Golden Rocket, en 1992, y ese mismo año tuvo su primer protagónico teatral en La balada del loco Villon, la obra de Osvaldo Dragún, a la que le siguieron siempre propuestas de nivel (ver recuadro).
Fabián Vena siempre fue metódico, hasta para ratearse en el secundario ("trataba de no faltar al colegio hasta mitad de año, después una vez por semana me tomaba los días para ir al cine"). Lo sigue siendo. Y también inquieto, lo que lo llevó a hacer alarde de su adaptación en el Nacional Nº 18 de Floresta ("disfrutaba de la edad con los chicos de atrás y con los de adelante me permitía ir a conciertos y ser parte de un grupo que parodiaba a Les Luthiers"). Y es uno de esos actores que hace de la actuación una cuestión terapéutica y liberadora.
-En escena, uno es capaz de sacar todo, limpiar y explorar las zonas más oscuras.
Difícil, muy difícil en realidad, es encontrar a alguien que no hable bien del hombre y del actor. Su profesionalidad y espiritualidad lo convirtieron en uno de los seres más queridos y respetados en el medio artístico, capaz de despertar una llama de pasión en el propio Alfredo Alcón (ver aparte) cada vez que habla de su compañero en Las variaciones Goldberg, la obra de George Tabori dirigida por Roberto Villanueva en el San Martín.
-Toda la relación que me ofreció Alfredo fue tan fuerte que no resiste demasiado análisis. La exposición del cariño que hizo frente a todos se asemeja al amor de un padre a un hijo, y es ahí donde me lleno de emoción y orgullo.
Cada vez que subían a la sala Martín Coronado del Teatro San Martín ofrecían una conexión única, un mano mano al que Vena se anima a definir como un partido entre André Agassi y Guillermo Coria.
-Todos los personajes requieren de momentos justos y me parece que tanto Alfedo como yo estábamos en el momento ideal: él para hacer de Dios y yo para hacer de Cristo. Todas las noches sentía que iba al cielo de la mano de Dios, porque él te hace sentir como si vos fueras Alcón.
Un universo llamado Inés
Consciente de lo que genera a su alrededor y con un poco de culpa por recibir tanto cariño, Fabián no deja de nombrar a Inés como una de sus mayores bendiciones y una de las razones por las que hoy es lo que es.
-Tengo el honor de estar al lado de una persona inmensa, que todo lo que toca es bello.
Al repetir el nombre de su compañera, con la que está dispuesto a pasar el resto de su vida, se ilumina.
-Uno avanza, como los personajes, con sus defectos y virtudes y yo tengo una larga lista de los dos lados -reconoce-. Creo que este estado de enamoramiento que tenemos no es pasajero, con Inés queremos vivirlo todo.
-¿Imaginás la llegada de un hijo?
-Me emociona pensar en las características que pueda heredar de ella y preocuparme por las que tenga de mí. Si Dios quiere va a ser una de las cosas más felices de nuestra pareja. Estoy con la mujer de mi vida y no quiero perderme ningún capítulo de que lo que implica armar una familia.
No sólo los une el amor que sienten el uno por el otro. La pasión por la actuación es otro fuerte punto en común. Se conocieron en el teatro, con la obra de J. B. Priestley, Ha llegado un inspector, que dirigió Sergio Renán y que los tuvo a ambos como protagonistas; y se cruzaron en televisión en Verdad/Consecuencia y en uno de los episodios de la última temporada de Tiempofinal.
-Siempre estamos por trabajar juntos y al final pega en el palo, por lo que le dije a Inés: escribí nuestra historia, porque sé que no sólo vamos a hacer un rubro alucinante, sino que vamos a jugar con la connotación de pareja en la vida real y eso puede llegar a ser muy interesante. Sólo con mirarnos nos conectamos más allá y en el momento de actuar explotamos.
A Inés le debe también su incursión en el mundo de la comida orgánica, un universo que le gusta divulgar.
-Estás fanatizado con la comida orgánica, ¿no?
-Sí, estoy muy fanatizado con esto y mi mujer es una buena guía porque sabe acerca de este tema. Por mucho tiempo ha hecho macrobiótica y hace curaciones a través de la homeopatía. Yo vengo de una crianza muy carnívora y no fue fácil correrse a lo natural. Pero aquí lo más importante no es hablar de lo natural, sino del balanceo y de la importancia de una alimentación equilibrada.
La vida sin Dobal
Hace un tiempo dejó escapar algunas lágrimas luego de ver El amor es una mujer gorda (1987), de Alejandro Agresti, sin siquiera soñar que la vida haría que se encontraran entre personajes y películas (El viento se llevó lo que, Una noche con Sabrina Love y Valentín).
-Me merece una profunda admiración y me llena de orgullo haber sido parte de una película tan personal como Valentín. Fue un regalo -dice sobre el cura que interpretó en el film-. Estar al lado de Alejandro y conocer al religioso de carne y hueso que había impactado a Agresti de niño, cuando en plena misa habló de la muerte del Che Guevara, fue muy fuerte.
Vena prepara un cigarrillo de tabaco en hebras, da una pitada y anticipa el futuro, del que ya no formará parte Mauricio Dobal. "Aparecieron un par de películas muy buenas, con personajes disímiles. La primera que cayó en mis manos es un muy buen libro de los autores Gustavo Barrios y Diana Segovia (dos reconocidos guionistas de tevé) y marcará el debut como realizador de Miguel Colom (uno de los directores de Resistiré)."
Para Fabián este film no es un proyecto como cualquier otro, porque le posibilitó sumergirse en la cocina del cine. Como bien dice: si no hubiese sido actor, su obsesión lo hubiera llevado a ser asistente de dirección o continuista.
-Por lo general aparece el director en busca de productores y de ahí parten hacia el elenco; pero, en este caso, los autores me trajeron el guión a mí directamente, sin director ni productora. Fue así que con el libro en la mano comenzamos a abrir puertas.
Poniéndole una cuota de suspenso a la charla y dejando escapar su costado más sensible, Vena se inquieta y se emociona aún más.
-El flaco, Sergio Renán, otro que me quiere como un hijo y yo como a un padre, me ofrece un personaje bellísimo en una película entrañablemente fuerte -se deshace en halagos-. Más allá de la exposición de Dobal, el personaje que voy a hacer es lo suficientemente extremo para que yo mismo me lo saque de encima, voy a ser Angel, el tipo buenazo de esta historia.
No sólo lo desvela volver a trabajar con el hombre que lo dirigió en El sueño de los héroes, basada en la novela de Adolfo Bioy Casares, sino que Renán le ofreció la oportunidad de reencontrarse con el español Imanol Arias, como la contracara del film.
-Cuando el flaco me dio la noticia de que mi amigo Imanol (con quien comparte una intensa relación desde los tiempos de Calígula, la puesta en escena que Rubén Szuchmacher hizo de la obra de Albert Camus) iba a ser el otro protagonista le dije: ¿Vos sos consciente de que estás uniendo a dos hermanos después de diez años? El me respondió: Soy consciente porque ni bien le conté a Imanol, me respondió exactamente lo mismo.
Por ahora, la tele no parece ocupar un lugar en su agenda de 2004. Sin embargo, no deja de sumar propuestas en todos los ámbitos, por lo que muy pronto habrá nuevas incursiones y, sin duda, una de ellas lo tendrá como protagonista en una nueva puesta teatral.
-Hacer una función por día es una de las tantas definiciones que le caben a un actor. Volver a las tablas es darle continuidad al trabajo y hacerlo me llena de placer.
El humo que escapa tras cada pitada revela los movimientos con los que jugó a ser Dobal, un mafioso vernáculo que absorbió de Mario Puzo los códigos de un universo del que se considera admirador a ultranza y que mamó toda su vida.
-Soy tan fanático de Los Soprano (la serie que emite HBO) que tengo memorizados varios textos -se anima y repite uno al azar-. Me adelanto a las escenas y las actúo. Lo mismo me pasa cuando veo Buenos muchachos, de Martin Scorsese, y la trilogía de El Padrino, de Francis Ford Coppola.
De enérgica serenidad, Vena disfruta del buen momento por el que transita y de la actuación, esa misma pasión que vio crecer en un centro cultural del barrio de Mataderos en plena adolescencia y que no hizo otra cosa que enriquecer su vida.
A los 35 años es capaz de repasar su carrera con placer, porque siempre se ha entregado por completo a la actuación.
-El trabajo del actor es muy extraño. La otra vez, con Daniel Fanego (compañero de elenco en Resistiré) recordábamos la frase: cautela en el éxito y resignación en el fracaso. Eso es parte de nuestra religión.
Para saber más
www.cinenacional.com
Personalísimo
- Dio sus primeros pasos como actor en el C. C. de Mataderos, barrio en el que se crió. Profundizó sus estudios en el IFT, de la mano de Enrique Laportilla.
- TV: Socorro 5to año (su debut, en 1990), La banda del Golden Rocket (1992), entre otros. Antes de que llegara Mauricio Dobal, en Resistiré (2003), Vena había quedado ya en la memoria colectiva como Leonardo, el ambiguo personaje de Verdad/ consecuencia.
- TEATRO: entre las tantas obras en las que participó se encuentran Ha llegado un inspector, la puesta dirigida por Sergio Renán, en la que conoció a su mujer Inés Estévez; Desde la lona, como parte de Teatro Nuestro; Calígula, con Imanol Arias y dirigido por Rubén Szchumacher; Sinvergüenzas, obra con la que cumplió uno de sus sueños: el de recorrer de Norte a Sur el país y conocer sus teatros, y Las variaciones Goldberg, de George Tabori.
CINE: Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristarain; Labios de churrasco, de Raúl Perrone; El sueño de los héroes, de Renán; Un asunto privado, de Imanol Arias; Déjala correr, de Alberto Lecchi y las que filmó con dirección de Alejandro Agresti, El viento se llevó lo que, Una noche con Sabrina Love y Valentín, entre otras.
Por sobre todo, honesto
Por Alfredo Alcón
Hasta que tenga memoria no me voy a cansar de agradecer a Fabián por su juego, por el viaje y la aventura que me propuso hacer cada noche con Las variaciones Goldberg. Hay un momento en que el director se va y sólo quedan los actores y si no encontrás a alguien que quiera abrir las alas y volar con vos, te caes. En mi carrera me he encontrado con muy buenos actores, pero no todos tienen disponibilidad y capacidad para el juego que se inicia con cada función teatral. No es fácil. Pero yo tuve la suerte de toparme con Fabián, un actor que día a día se embarcaba en una puesta peligrosa y excitante.
El teatro empieza en los camarines y a pesar de que no se ve lo que ocurre allí, su atmósfera estará presente cada noche. Con Fabián disfrutábamos el encontrarnos y subir a escena en una sala como la Coronado del Teatro San Martín y compartir un texto como el de George Tabori (el mismo autor de Mein Kampf), a su lado es imposible no sentirse vivo. Estoy convencido de que arriba del escenario uno puede descubrir a una persona, lo que quiere mostrar y lo que quiere ocultar, y en Fabián uno se topa con un ser honesto, de ese tipo de personas que cuando te dicen cómo te va, sabés que no es una frase hecha, que lo preguntan en serio. Si hay algo que me interesa de su actuación es su búsqueda. Me da alegría y me emociona esa permanente búsqueda de sí mismo.
Es una persona que tiene talento, que desde luego irá creciendo todo lo que el medio le permita cumplir. Trabaja con alegría, y eso es mucho decir.
El autor es actor