Expulsados de WhatsApp: ¿justicia o intolerancia hacia quienes piensan distinto?
Hace unos meses, un español se convirtió en "héroe nacional" al narrar cómo había logrado después de unos meses de padecimiento, que lo expulsaran del grupo de WhatsApp de mamis y papis del colegio de su hijo. Harto de que se hablara de cualquier cosa menos de temas relacionados con la escuela (aseguró que hizo una pregunta relacionada al cuaderno de clase y nadie constestó) empezó a utilizar el grupo para dirimir cuestiones familiares con su mujer, también integrante del chat. "Cariño, ¿la tortilla con o sin cebollas?", preguntó. Increíblemente, algunos integrantes se plegaron al debate gastronómico, mientras que otros empezaron a quejarse por el mal uso del chat. Hasta que, finalmente, el administrador, harto de las provocaciones, decidió expulsarlo.
Su mujer y "cómplice", en cambio, se salvó de la expulsión y sigue formando parte del grupo de mamis y papis, aunque casi sin participación. Su historia, que narró con lujo de detalles en Twitter con el usuario @EugeniodOrs para deleite de sus seguidores, es un ejemplo de cómo la convivencia tecnológica entre padres (o adultos en general) suele ser menos armoniosa de lo socialmente aconsejado.
Está claro que en la mayoría de los casos la expulsión de los grupos de WhatsApp no es buscada –no al menos tan abiertamente–, sino que se produce después de algún cruce de ideas (en general políticas, religiosas o éticas) que termina mal. O muy mal. De hecho, en Colombia, trascendió hace poco el caso de Mauricio Campos Gómez, un estudiante universitario que, luego de ser expulsado de un grupo del área jurídica de la casa de estudios, según él, "por su filosofía y forma de pensar", interpuso un recurso legal contra el administrador por supuesta discriminación. El caso tomó trascendencia pública a tal punto que Helio Díaz, el administrador, tuvo que salir a defenderse: "Estaba dañando el grupo", justificó, y ratificó que la mejor decisión como responsable del chat fue eliminar a Gómez. La Justicia no hizo lugar al reclamo del estudiante, pero al menos sentó las bases del debate en torno al uso de la app de mensajería y los límites como participantes y administradores de los grupos.
Sin llegar a los extremos, cualquiera que forme parte de un grupo de WhatsApp alguna vez atravesó una situación similar o al menos incómoda que obligó a replantear usos y a establecer reglas claras para evitar problemas. En algunos casos hay quienes deciden bajarse del chat (lo cual, aunque pueda caer mal, no es cuestionable, ya que es una decisión personal y nadie está obligado a formar parte de un grupo si no quiere), pero en otros se aplican medidas extremas, como la expulsión, que para algunos es algo reprochable desde todo punto de vista.
"Los grupos de WhatsApp son una extensión de lo que son las relaciones laborales, de amistad o de pares, como pueden ser los padres del colegio. Expulsar a alguien porque no comparte el pensamiento de la mayoría de los integrantes es discriminatorio y arbitrario. Es una forma de violencia que además queda documentada con el mensaje ‘fulanito ha sido eliminado’. Sin duda es una medida extrema en la que además quedan al descubierto roles y liderazgos. La recomendación es que no haya un solo administrador, sino que sean todos", sostiene Roberto Balaguer, psicólogo especializado en redes sociales que hizo un relevamiento en varios colegios acerca de los grupos de WhatsApp.
Sin lugar para agresiones
Distinto es el caso en que exista dentro del grupo una agresión deliberada de alguno de sus miembros hacia otros miembros, aunque, según el experto, en esa situación tampoco es conveniente decidir la expulsión del supuesto agresor. "Hay gente que dice que no quiere compartir el grupo con tal persona y se arma un grupo paralelo sin la persona de la discordia. Y está bien. Es válido y menos violento que la expulsión", dice Balaguer.
María Bottinelli, mamá de una nena de 4 años, contó que esto fue exactamente lo que pasó en el chat de madres de la salita. "Hace dos años que venimos funcionando lo más bien con el chat exclusivo de madres. Hasta que este año se sumaron nuevos chicos al jardín y, por lo tanto, incluimos a las madres de esos chicos al chat. Un padre divorciado pidió ser incluido para estar al tanto de las cuestiones del jardín. Por supuesto que lo hicimos, pero al tiempo se mostró disconforme porque además de los temas escolares se colaban otras cuestiones: desde pedidos de recomendación de niñeras hasta una reflexión sobre el caso de la nena de 11 años a la que le practicaron un aborto en Tucumán. Eso era algo habitual en el chat, pero molestó al padre, que se mostró algo agresivo y muchas decidieron bajarse del chat –cuenta–. Jamás evaluamos expulsarlo, pero sí le pedimos que se amoldara a como veníamos funcionando o se bajara si no le gustaba. Finalmente, armamos un chat paralelo, sin él, que es el que ahora está en funcionamiento", cuenta María acerca de cómo solucionaron la cuestión.
Claro que lo deseable es que esos temas que no tienen nada que ver con lo escolar no aparezcan en el chat del colegio. "El conflicto sirvió para dejar en claro que los temas más ríspidos, como pueden ser el aborto, la religión o la política, quedan excluidos, aun en este nuevo chat. Y cuestiones más domésticas, como puede ser la recomendación de una niñera, se puedan preguntar libremente", especifica María.
En la Argentina, la principal fuente de conflicto se dio –y sigue dándose cada vez que aparece una noticia relacionada– en torno al aborto legal. En pleno debate parlamentario, los grupos de padres se llenaron de mensajes de uno y otro bando, que claramente no tenían que ver con cuestiones escolares. Si a esto se suma que suele haber un grupo por hijo escolarizado, el malestar se multiplica hasta por dos o tres...
"Lo importante en todos los casos es tener en cuenta cuál es el cometido de ese grupo; si es de la escuela, tratar de que se hable solo de temas escolares. Así se evitan muchos conflictos. Como sugerencia principal, los off topics no deberían estar. Pero es una regla difícil de cumplir porque a veces la dinámica misma del grupo te lleva a tocar otras cuestiones y es ahí donde pueden surgir los conflictos", expresa Balaguer.
Sin embargo, a pesar de que solemos quejarnos del mal uso, los grupos de WhatsApp de padres siguen teniendo una aceptación enorme: según una investigación que realizó Balaguer entre 2000 padres, el 89% de ellos participan (96% de mujeres y 71% de hombres). El pico de participación se da en los primeros años de primaria y baja considerablemente en secundaria (83% de mujeres y 50% de hombres forman parte de un grupo de padres de colegio). "A pesar de todas las quejas, el 87% de los padres valoran positivamente el chat escolar porque les permite estar al tanto de las novedades. En general la convivencia es buena, son pocos los que generan ‘ruido’. Por eso cuando sucede, ese ruido parece mayor".
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