Éxito propio y ajeno: dos maneras de conocer en verdad a las personas
Existen momentos particulares de la vida en los que nuestros seres queridos muestran “su verdadero rostro”, cuando les va bien en la vida y cuando deben alegrarse por tus victorias
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Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre dos posibles maneras de conocer verdaderamente a los demás. Y comienzo planteando un interrogante: ¿Qué es más fácil: reír con el que ríe, o llorar con el que llora? Algunas personas responden que nos resulta más fácil reír con alguien que ríe; mientras que otras opinan que lo más sencillo es llorar con alguien que llora. Por ejemplo, si llamás a alguien que conocés y le contás que has perdido tu empleo, razón por la cual estás muy afligido, seguramente va a llorar con vos. Ahora bien, si llamás a alguien que conocés y le compartís que conseguiste un trabajo por el que te van a pagar diez mil dólares por mes de sueldo, ¿creés que se alegraría con vos?
¿Cuál es la primera manera de conocer a una persona? Observando si celebra nuestras victorias. Alguien envidioso no es capaz de celebrar los éxitos de los demás. Toda vez que te vaya bien en algún área de tu vida, te animo a prestar atención a quienes te rodean y ver si disfrutan el hecho de que estés feliz. ¿Se alegran de corazón por tu buena ventura? Alguien dijo una vez que Dios les regala bendiciones a los demás para comprobar cómo son nuestras reacciones. Las personas auténticas y bondadosas celebran las victorias de los demás.
Y la segunda manera de conocer a una persona es observando cómo se comporta en medio de sus propias victorias. Me contó, hace un tiempo, una persona que ayudó a otra a desarrollarse laboralmente y le enseñó generosamente su oficio. Este último era alguien muy humilde y dispuesto a aprender. Pero, cuando finalmente aprendió y se estabilizó en el trabajo, dejó de contactar a su benefactor. ¡Y abrió el mismo negocio, en el mismo barrio, llevándose a muchos de los clientes!
¿Cómo actúa la gente en este caso?
Algunos, cuando se hallan en un entorno estable, se llenan de orgullo. Como decimos en Argentina “se la creen” y, como resultado, minimizan todas las bendiciones y méritos respecto de quienes los ayudaron. Expresan frases tales como: “Esto lo logré por mi cuenta”. O: “A mí, nadie nunca me ayudó”. Mientras que otros mantienen una actitud humilde, están deseosos de seguir aprendiendo, reconocen a quienes les dieron una mano y quedan eternamente agradecidos.
Cómo es en verdad una persona, se ve fácilmente cuando a otro le va bien; es decir, si celebra el éxito ajeno o no; y también cuando a ella le va bien, si se olvida de quien la ayudó y acompañó, o mantiene la humildad y manifiesta gratitud.
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