Cuenta con hotelería de primer nivel y recibe 200 instructores de esquí argentinos que llegan tentados por los buenos salarios y la calidad única de los servicios
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ASPEN, Colorado.- Aspen es sinónimo de nieve y buen esquí, incluso para quien nunca estuvo ahí. Pero también es sinónimo de exclusividad. Y ambos conceptos se corroboran ni bien se pone un pie en este pueblo de ensueño que yace a los pies de la montaña que lleva el mismo nombre.
La llegada a la ciudad es ya una experiencia en sí misma. Los minutos previos a aterrizar en el pequeño aeropuerto Aspen-Pitkin, ubicado a solo 6 kilómetros del centro, ofrecen tiempo para disfrutar de las increíbles vistas a los picos de las Montañas Rocallosas donde está encajonado. Es muy frecuente ver “estacionados”, además de los aviones de línea, jets privados de lujo, el primer indicio de que se arribó a un destino que frecuentan importantes empresarios de todo el mundo, deportistas de elite y hasta estrellas de Hollywood. Claro que esta ubicación privilegiada tiene su contracara: el mal clima puede ocasionar demoras y hasta cancelaciones. Por eso muchos prefieren aterrizar en el aeropuerto internacional de Denver y luego recorrer por tierra los 350 kilómetros que lo separan de Aspen.
Sin embargo, según los pobladores locales hay “300 días de sol al año en Colorado” y es frecuente poder esquiar con el cielo despejado y sin viento. Pero no hay que confiarse, porque todo puede cambiar de un día para el otro y el frío realmente se siente. De hecho, es habitual el uso de pequeñas almohadillas calentadoras de manos y pies que se colocan dentro guantes y botas.
También conocida como “Ajax” entre los locales, Aspen Mountain ofrece 2,7 kilómetros cuadrados de área esquiable, con un total de 76 pistas, todas de nivel intermedio para arriba, es decir que no es apta para principiantes. La altitud es un aspecto a tener en cuenta. La ciudad se encuentra a más de 2400 metros sobre el nivel del mar y en la montaña se llega a superar los 3500 metros, similar a la que hay en Cuzco, Perú. Esa altura garantiza excelente nieve y condiciones inmejorables para practicar tanto esquí como snowboard, pero también temperaturas que pueden perforar los 20 °C bajo cero, y demanda tomar los recaudos habituales, como estar tranquilos el día de llegada, tomar mucha agua y comer liviano.
Pero Aspen es solo uno de los cuatro centros de esquí que hay en la zona, separados entre sí por no más de 30 minutos de transporte público y gratuito, además de shuttles (combis) que salen de los hoteles y que hay que reservar con antelación. Completan el menú de opciones Highlands, Buttermilk y Snowmass, la montaña más grande: su tamaño supera al de las otras tres juntas. Suma 13,61 km2 de superficie apta para esquiar, dividida en 94 pistas a las que se accede a través de 16 medios de elevación. Ofrece una buena combinación de recorridos para principiantes, pero también tiene increíbles alternativas para esquiadores intermedios y más avanzados o expertos. Incluso se jacta de tener la pista más larga de la región: se trata de la denominada Longshot, que se extiende a lo largo de 8,5 kilómetros y alterna buenas pendientes, bumps y bosques. Es una bajada imperdible y muy recomendable que tiene solo una complicación: para llegar a lo más alto del punto de partida hay que trepar unos 10 a 15 minutos con las tablas al hombro. Perder el aliento por un rato tiene su recompensa.
En Buttermilk predominan las pistas sencillas y es ideal para los recién iniciados, pero allí también se llevan a cabo los X Games de invierno. En tanto, Highlands no tiene pistas verdes (para principiantes) y la joya de la montaña para los esquiadores expertos es el famoso Highland Bowl: se debe trepar a pie hasta la cima (se llega a los 3777 metros) durante 45 minutos o una hora para luego lanzarse a puro vértigo hacia el fondo de la olla. Esta dinámica se volvió un clásico entre los locales que quieren hacer un alto en medio de la jornada laboral.
Con todo, las montañas conforman una oferta inmejorable para los fanáticos de este deporte y todas pertenecen a la misma empresa: Aspen Skiing Company (propiedad de la familia Crown, de Chicago), que también es dueña de hoteles y restaurantes tanto en las montañas como en la ciudad. Esto le permite ofrecer pases unificados para los cuatro centros, así como un aceitado servicio de alquiler de equipos que permite devolverlos por la tarde en un complejo (tablas y bastones, no botas) y solicitar que estén disponibles por la mañana en otro. Solo demanda tener planificado de antemano dónde se va a esquiar al día siguiente.
Los pases diarios para un adulto rondan los US$204 de lunes a viernes y los US$219 los sábados y domingos. Y hay paquetes para esquiar 5, 6 o 7 días dentro de un plazo de 10 días por US$870, US$1044 y US$1218, respectivamente. Las clases particulares cuestan US$815 por medio día y US$1035 la jornada completa.
La temporada suele arrancar a fines de noviembre y se extiende hasta mediados de abril. Pero la llegada de la primavera no implica el fin de la diversión: “Es mucho mejor el verano”, aseguran los locales. Es entonces cuando el esquí y el snowboard mutan en atracciones como trekking y mountain bike, entre otras actividades.
Mucho más que esquí
Es que Aspen ofrece más que esquí. Por caso, quienes no practican este deporte o quienes quieran hacer un alto, pueden hacer un snowshoe tour, que consiste en una caminata con raquetas de nieve con la guía de un especialista en naturaleza que busca generar conciencia sobre el ecosistema y cuenta la historia del lugar, que originariamente fue habitado por los indios Ute, que luego fue una mina de plata y que debe su nombre a los árboles que crecen en el lugar. El tour cuesta US$75 (para adultos) y se recorren unos 3 kilómetros entre la ida y la vuelta por un terreno sin mayores complicaciones, que incluye increíbles vistas y senderos en medio del bosque.
“Aspen es un lugar lejano y diferente a lo conocido, pero te hace sentir como en casa y te invita a volver año a año. La empresa te ayuda a crecer y paga valorando el trabajo que hacemos. Además, los amigos que uno se hace son como la familia”, dice Lautaro López Dávalos, un joven de 23 años oriundo de Bariloche
Por su parte, la ciudad en sí tiene distintas ofertas culturales (galerías de arte) y comerciales (locales de las principales marcas), y, con el tiempo, fue sofisticando su propuesta gastronómica, que hoy incluye más de 80 restaurantes. Se destaca el Aspen Art Museum, que abre de martes a domingos, de 10 a 18, con entrada gratuita. Las exhibiciones van variando y resalta el Rooftop Café, ubicado en el último piso, donde se puede almorzar y que los sábados se convierte en boliche. Un dato de color: ofrecen pantuflas para quienes llegan directo de esquiar, con las botas puestas.
El antiguo Jerome Hotel, que abrió sus puertas en 1889, es un paso obligado y su restaurante Prospect es ideal para reponer fuerzas con una cena de lujo al estilo bristró americano. Pero la exclusividad tiene su precio: las entradas rondan los US$30 y el plato principal puede costar entre US$38 y US$85. Es indispensable detenerse en el lobby, que conserva su fisonomía y muebles originales.
Otra alternativa es Chica, dirigido por la chef venezolana Lorena García, y que también tiene sedes en Miami y Las Vegas. Presenta versiones clásicas e interpretaciones propias de la cocina latinoamericana.
En cuanto al alojamiento hay diversas opciones, como el hotel Limelight, ubicado en el centro de Aspen, con un estilo relajado y descontracturado, y decoración contemporánea; o The Little Nell, un cinco estrellas de lujo, con vistas a la montaña, acceso directo a las pistas de esquí y un restaurante, Element 47, que debe su nombre justamente al elemento 47 de la tabla periódica, la plata, un guiño al pasado de la ciudad.
Turismo y trabajo
En Aspen viven unas 8000 personas, pero puede llegar a albergar hasta unas 60.000 en los picos de la temporada alta, como el fin de semana largo del Presidents Day, que este año cayó el 20 de febrero. Según cuenta Rose Abello, directora de Turismo de Snowmass, los australianos son los turistas más relevantes, porque suele viajar la “familia tipo” y se quedan, en promedio, un mes. “Los brasileños habitualmente llegan en grupos de 10. No esquían todos y se quedan unos 10 días. En promedio, son los que más gastan por persona por día”, amplía, y dice que la villa de Snowmass cuenta con unas 20.000 “almohadas”, mientras que Aspen tiene entre 28.000 y 30.000. La funcionaria maneja un presupuesto que surge de cobrar un impuesto del 2,4% a los hoteles de Snowmass (fueron US$3 millones el año pasado) y de 2,4% de otro impuesto a las compras (US$9 millones).
Pero para algunos Aspen no es solo sinónimo de turismo y descanso. Es el caso de los 200 instructores de esquí argentinos que llegan cada temporada para trabajar en los distintos centros. Es que los ingresos son tentadores. Cobran US$35 la hora en promedio, pero para aquellos que certifican Nivel 3 el valor sube a US$67. Según cuentan los protagonistas, se puede hacer entre US$20.000 y US$25.000 la temporada. Claro que también hay que cubrir costos, como la visa que los habilita a trabajar allí. La más común entre los jóvenes que estudian es la J1, que demanda un desembolso de US$1700. Pero quienes peinan más canas deben acceder a la O1, destinada a “talentos especiales”, que puede llegar a costar unos US$10.000 y dura tres años.
“Aspen es un lugar lejano y diferente a lo conocido, pero te hace sentir como en casa y te invita a volver año a año. La empresa te ayuda a crecer y paga valorando el trabajo que hacemos. Además, los amigos que uno se hace son como la familia”, dice Lautaro López Dávalos, un joven de 23 años oriundo de Bariloche, que se recibió de abogado en la UBA y va por su segunda temporada. Hijo de padre y madre instructores, empezó a esquiar a la par que caminar y ya a los ocho años comenzó a competir para el Club Andino Bariloche, con el que participó de campeonatos nacionales, regionales e internacionales. A los 15 años pasó a la categoría Juveniles y comenzó a competir para la Federación de Esquí (hasta los 18 años), con la cual representó al país en campeonatos nacionales disputados en el país y en Chile, así como también en la Copa Sudamericana. En el verano argentino entrenaba y competía en Italia, Francia, Croacia y Eslovenia.
Un caso similar es el de María Florencia Gau, de 26 años, quien estudió para ser instructora de esquí y snowboard en Estados Unidos (PSIA-AASI) y en la Asociación Argentina de Instructores de Esquí, Snowboard y Pisteros Socorristas (Aadidess): en ambos sigue cursando los niveles que le faltan. También es Deportóloga y profesora de Educación Física, disciplina en la que está haciendo una licenciatura a distancia en la Universidad Católica de Salta. “Nací en Buenos Aires, pero me crie entre Bahía Blanca y Coronel Pringles. Después me mudé a San Martín de Los Andes, cuando decidí dedicarme a la montaña full time”, cuenta la joven. Sus primeros años como instructora fueron en Whitetail Resort, en Pensilvania, y luego continuó en Vail Resort. Pero hace dos años está en Aspen, que alterna con Chapelco, en San Martín de los Andes. “Los cambios hasta llegar a Aspen fueron por un tema económico, por crecimiento personal como instructora y por un tema deportivo por las carreras”, explica.
Martin Bacer es casi una celebridad en Aspen. El barilochense, de casi 60 años de edad y 40 de experiencia, es presidente de Aadidess y se lo podría catalogar como “el instructor de los famosos”, ya que enseña y guía por las pistas del mundo a personalidades del espectáculo y de los negocios. Su espíritu joven y su pasión por el esquí permanecen intactos, y son cualidades que combina con una alta dosis de simpatía y sociabilidad. Por eso no es de extrañarse que haga un alto en el medio de la montaña para saludar por igual a otros colegas y exalumnos, o incluso a la mujer de uno de los empresarios más importantes de la Argentina, con quien había comido en familia la noche previa. Porque eso es Aspen: exclusividad en la nieve.
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