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"¿Eu? argentino"
Algunos con ideas innovadoras, otros con garra o con suerte: entre rivalidades futbolísticas y alguna desconfianza mutua incentivada políticamente de tanto en tanto, todos lograron destacarse en Brasil. Ahora, a los nativos les cuesta reconocerlos como argentinos. Y quienes terminaron asimilados, lo hicieron con gratitud genuina por el país que les permitió triunfar. En este nota, un puñado de ellos
No hay cifras exactas, pero los diplomáticos calculan que los argentinos en Brasil son entre 200.000 y 300.000. A diferencia de algunas corrientes migratorias –en busca de trabajo, huyendo de dictadores, anhelando un pedazo de tierra– los argentinos en Brasil parecen ser tantos como sus motivos para haber dejado la tierra de "los cuatro climas, el dulce de leche, Gardel y Maradona" rumbo al país del "mais grande do mundo, el optimismo, el carnaval y la playa".
Están aquellos que vinieron escapando de una vida urbana, soñando con una posada al lado del mar. Florianópolis, Porto Seguro, Búzios saben de eso. Están los que quisieron innovar, y probaron suerte instalándose en lugares diferentes, lejos de toda argentinidad posible, en estados tales como Alagoas, Minas Gerais o Paraná. O los profesionales que apostaron a una San Pablo que en algunos números hace que Buenos Aires parezca un lugar chiquito en el mundo. Los que llegaron para pasar un tiempo como empleados o ejecutivos de una empresa y se quedaron. Los que conocieron una brasileña o un brasileño en vacaciones. Los que romantizaron la idea del país tropical, la bossa nova y aquellas películas que los norteamericanos hacían en los 70 con el Corcovado y el Pan de Azúcar de fondo. Hay de todo y nunca de forma muy visible, porque en general el argentino en Brasil no forma colonias. Parece preferir un cierto anonimato, que desaparece momentáneamente en alguna parrilla de esas que matan las "saudades" de unas empanaditas con una buena carne.
Y entre toda esta diversidad de historias individuales, hay argentinos que sobresalieron en esta tierra extranjera. Aquí, un puñado de casos singulares.
Para saber más:
www.embarg.org.br
http://www.argentinosenbrasil.cjb.net
Fernando Meligeni
- El "argento brazuca"
Cuando era un "garoto" y vivía en Brasil, su apodo era "argento". Cuando, ya adolescente, pasó dos años en Buenos Aires mejorando su tenis, aquí lo llamaban "brazuca". Lo cierto es que Fernando Meligeni, uno de los mayores tenistas brasileños de todos los tiempos, nació en la Argentina.
En 1975, cuando Fernando tenía 4 años, su padre, Oswaldo Meligeni, un fotógrafo publicitario argentino, decidió instalarse en Brasil para desarrollar su carrera. Cuando tenía 15 años, en 1989, Fernando fue para Buenos Aires para mejorar su tenis en la escuela Barral Gattiker. "Hasta hoy, el tenis argentino tiene una escuela, un estilo parecido que se mantiene en todos los jugadores. En Brasil eso todavía no se logró", analiza.
Pasó entonces dos años con la abuela, mientras entrenaba sin parar. "Era duro quedarse lejos de casa, de mis viejos. Había días en que ni las chocolinas ni los ñoquis o los bifes de la abuela ayudaban."
A pesar de las "saudades" de casa, Fernando volvió con algo más que un lugarcito entre los diez mejores de la Argentina. Ganó el Sudamericano, el Banana Bowl, el Orange Bowl en Miami y fue durante siete meses el juvenil número 1 del mundo –en 1989 terminó 3° en el ranking mundial–.
Su apodo dejó hace tiempo de ser "argento" o "brazuca". Es famoso como Fino, por sus menos de 70 kilos distribuidos en más de 1,80 de altura. Hace seis años se nacionalizó brasileño y recientemente fue elegido entrenador de la selección brasileña de tenis para la Copa Davis.
Aunque la aparición de Gustavo Kuerten le quitó un poco de protagonismo, Meligeni sigue ganando. Actualmente es el 78° en el ranking de la ATP, pero está participando en la mayor cantidad de torneos posible para acumular puntos y ubicarse dentro de los 50 primeros del mundo.
Finalmente, se pone serio y reflexiona: "Más allá de las rivalidades deportivas, tienen que respetarse, porque antes que todo son hermanos".
Luis Favre
- El argentino del PT
Durante la campaña presidencial que llevó a Lula a la victoria, si alguien hablaba de "el argentino" no había duda: estaba hablando de Luis Favre. Su historia es de película. Porteño del Abasto, su nombre verdadero es Felipe Belisario Wermus. Es hermano de Jorge Altamira, el dirigente del Partido Obrero argentino.
Activista estudiantil, dejó la Argentina en 1970 temiendo por su vida. Emigró a Francia, donde cambió su nombre. Se casó algunas veces, tuvo cuatro hijos. Vivió en París durante 33 años y continuó militando en grupos trotskistas.
Como miembro de la Cuarta Internacional, conocía a dirigentes de la izquierda brasileña que formarían el Partido de los Trabajadores. Uno de esos dirigentes era Antonio Palocci –actual ministro de Hacienda y segundo hombre más poderoso de Brasil–. En cuanto Lula y otros lanzaron el PT, en 1980, lo nombraron su representante en Europa.
En el 2000, Favre participó en la campaña electoral de Marta Suplicy, integrante de una familia de la altísima burguesía paulista, los Smith de Vasconcelos. Tres años después, Favre y Marta, ya convertida en intendenta de San Pablo, se casaron. Lula y la primera dama, Marisa Leticia, fueron los padrinos.
Favre se convirtió en el pararrayos de las críticas a la administración de su esposa –con un énfasis en el hecho de ser argentino, lo que facilitaba la detracción–. Favre no se preocupaba por parecer simpático, siempre ostentando un look de operador en las sombras. "Hacían chistes sobre la fama de los argentinos, de arrogantes, pretenciosos. Pero la mayoría de la población está contra esa idea, y la relación entre argentinos y brasileños es fraternal", pondera.
En 2002, Favre actuó como conexión entre el PT y la agencia publicitaria que armó la campaña electoral que llevó a Lula a la victoria.
De Brasil, le fascina el dinamismo, la vida cultural, el clima. "El argentino en cambio es más circunspecto, más distante –señala–, y eso ayuda a crear el estereotipo de que uno es arrogante."
Juan Quirós
- El hombre que "vende" Brasil
Es casi una ironía: el hombre que recorre el mundo vendiendo y representando oficialmente los productos brasileños... es nada menos que salteño. Juan Quirós es el presidente de la Agencia de Promoción de las Exportaciones (Apex), la "niña bonita" del gobierno de Lula, la que viene abriendo mercados en países a los que jamás había llegado un producto brasileño. Quirós dejó Salta cuando tenía 16 años.
"Parte de mi familia llegó a Brasil en 1959 para instalar una industria de control de contaminación ambiental que hoy es la mayor de América latina (Grupo Veco)", cuenta el funcionario de Lula desde su despacho en el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, en Brasilia.
Quirós salió de Salta en 1979 y fue directamente a los Estados Unidos a estudiar administración de empresas. Al volver, aterrizó en San Pablo, donde estudió en la Fundación Getúlio Vargas y comenzó a trabajar en la industria familiar. De ascendencia española y siria, Quirós recuerda lo que su abuelo siempre decía: "Lo más fácil es nacer en la inercia de la vida; lo más difícil es elegir un camino". Como inmigrante, siempre sintió que tenía una doble responsabilidad. "Para ganar un espacio es necesario trabajar mucho más."
Hoy, Quirós, que se nacionalizó brasileño, apadrina un hospital de cáncer infantil en Campinas, ciudad a 80 kilómetros de San Pablo donde vive con su esposa y dos hijos, brasileños, cuando no está trabajando en Brasilia. Pero la verdad es que el hombre vive literalmente en los aviones: en dos años ya viajó a 60 países y 270 ciudades, convirtiéndose en uno de los responsables de que Brasil haya duplicado sus exportaciones en poco más de cinco años.
Durante la crisis económica argentina de los últimos años, dice que, a la distancia, "veía a la Argentina sufrir y también sufría". Pero el hombre confiesa que sabe por qué no vuelve a la Argentina: "Te lo digo con sinceridad: yo amo Brasil. Es un amor infinito. Brasil es la tierra prometida". No es necesario ni escribir por quién hincha Quirós en un clásico Argentina-Brasil, ¿no?
Oscar Quiroga
- El señor de los astros
El Horangel brasileño es argentino: Oscar Quiroga, el hombre de los horóscopos del prestigioso diario O Estado de S. Paulo, es un porteño que estudió Psicología en la UBA y que supo, en los "años de plomo", lo que era ir preso por tener el pelo largo. Emigró a Alemania, luego hizo vida de hippie brasileño en las playas del Nordeste y finalmente aterrizó en San Pablo. Los astros se ocuparon del resto. "Vine a quedarme unos meses, y van 26 años."
Llegó en 1978, poco antes de la Copa del Mundo. "Antes de salir de la Argentina veía como desaparecían mis amigos. Uno por semana. Yo no era activista político, pero tenía el pelo largo y estaba harto de ir preso a la salida del cine."
Tenía 21 años cuando despegó de Ezeiza y aterrizó en Alemania. No le gustó, pero allá se encontró con otros argentinos que le recomendaron irse a Brasil. "Acá hay algo, algún tipo de magia. Las mujeres son simpáticas, cariñosas, y uno, que como argentino está más acostumbrado a una cierta formalidad, termina apasionándose."
Al volver de su experiencia hippie, mientras estudiaba Psicología aprendió astrología para hacer cartas astrológicas y ganar unos pesos. En 1986, alguien lo recomendó para que firmara una columna sobre el tema en O Estado de S. Paulo. "Quería ser psicólogo, pero el éxito de la columna fue tan grande que terminó arrastrándome con ella." Ya escribió tres libros, y con análisis más psicológicos que astrológicos elevó el nivel del horóscopo brasileño.
¿Qué lo apasionó de Brasil? "La inocencia en la mirada. Acá podés decir que en la esquina hay una vaca volando y la gente va a fijarse, porque en el fondo quiere ver una vaca volando. Los argentinos, con lo racionales que somos, perdimos esa mirada inocente de las cosas."
Cuando alguien se molesta con alguna previsión astrológica, "argentino" es lo primero que le dicen, en tono de insulto. "Pero nunca sufrí por ser argentino... por más que cuando juega Argentina contra Brasil, mejor que mantenga distancia. La verdad es que ya hincho por los dos."
Jorge Werthein
- El "tractor" de la Unesco
Ocho años atrás, cuando asumió la conducción de la Unesco en Brasil, el argentino Jorge Werthein sabía que no iba a pasar desapercibido. En pocos años multiplicó por veinte los fondos recaudados para proyectos de la institución y convirtió a la Unesco brasileña en la mayor del mundo –mayor que la propia sede central de París–. Las 14 personas que trabajaban en la oficina se transformaron en 260, que se suman a 600 consultores. No por nada la revista Veja, la de mayor circulación de Brasil, tituló así un perfil sobre él: "Un tractor al servicio de la caridad".
Si se hace una lista de las diez personas más influyentes de Brasil, Werthein probablemente es amigo o tiene buena relación con nueve. La décima persona más influyente sería, sin exagerar, él mismo. No cualquiera levanta el teléfono y habla con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva; el intendente de San Pablo, José Serra; el ex presidente Fernando Henrique Cardoso; el canciller Celso Amorim; el ministro de Cultura, Gilberto Gil, o la familia Marinho, dueña del imperio de medios Globo. Claro que algunos pueden hacer eso, pero no llamándolos por el nombre de pila, como Werthein.
Llegó a Brasil en 1977, después de una temporada en los Estados Unidos, donde estudió sociología en Berkeley y se doctoró en Educación en la Universidad de Stanford. Hijo de madre porteña y padre pampeano, Werthein es sobrino de Julio Werthein y primo de Adrián y Gerardo Werthein –los dueños del grupo W SA, de la aseguradora La Caja, de media Telecom y de Cachamay, entre otras–. Llegó a Brasil contratado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), para hacerse cargo de programas de educación.
En el ’94 fue nombrado director de la Unesco en Estados Unidos y en 1996 pidió ser trasladado a Brasil, donde comenzó su segunda "etapa brasileña", esta vez en Brasilia. Casado dos veces con brasileñas, tiene cinco hijos nacidos en Brasil. ¿Un hobby? Plantar y cuidar bromelias en su casa, frente al lago de Brasilia.
El año pasado, Werthein, a los 62 años, se convirtió en el primer extranjero en recibir el premio de educador del año por la Academia Brasileña de Educación. Utiliza sus influencias para, por ejemplo, llevar a la Argentina programas como el que abre las escuelas los fines de semana –para reducir la violencia– o para incentivar la prohibición de armas de fuego, idea que sedujo al presidente Néstor Kirchner.
"Argentinos y brasileños somos competitivos, pero al mismo tiempo nos sentirnos atraídos por las características de la otra cultura", considera Werthein. "El hecho de ser argentino acá no me separó, me unió. Soy un argentino que transmite el amor que siente por Brasil. Quizá por eso siempre me dicen que soy el más brasileño de los argentinos", comenta entre risas.
"Una de las cosas que me hizo darme cuenta de cómo quiero a Brasil es que el otro día me emocioné escuchando el himno. Sonreí para mí. Ya son 17 años de construcción de una familia, amigos, de disfrutar esta cultura y su música. Y, sin duda, también el optimismo, del que uno, como argentino, trata de que se le pegue un poco."
Domingo Alzugaray
- De galán a empresario
Imaginemos un galán de cine de los años 50 protagonizando clásicos como "Sábado a la noche, cine", de Fernando Ayala, con Gilda Lousek, Luis Tasca y Aída Luz. Y después, imaginemos a un poderoso empresario de medios de Brasil, dueño de un imperio editorial que vende 40 millones de ejemplares en revistas por año y emplea a casi 1400 personas. Lo difícil es imaginar que sea la misma persona: Domingo Alzugaray.
Nació en 1932, en Entre Ríos, y a los 17 años partió para Buenos Aires a estudiar Ciencias Económicas en la UBA, pero la actividad que le tomaba el tiempo era una compañía de teatro amateur. "Todo en mi vida pareció ir ocurriendo por casualidad", cuenta desde su oficina en un antiguo galpón de fines del siglo XIX, que él convirtió en base para su editorial. La compañía de teatro lo llevó a actuar en la televisión y en el cine, en películas como Mis amores en Río (de Carlos Hugo Christensen, de 1959, con Susana Freyre y Jardel Filho ).
La editorial Abril –que nació en la Argentina, fundada por un italiano judío que huía del nazismo, César Civita, y que terminó convirtiéndose en un imperio de medios de Brasil– lo contrató para dirigir y actuar en las fotonovelas de la empresa."En 1957 me pidieron que viniera a dar un asesoramiento en Brasil, donde la editorial Abril estaba formándose. Iba a venir por seis meses y me quedé hasta hoy", cuenta.
En 1972 decidió que se había quedado demasiado tiempo en Abril, que ya era una empresa gigantesca. Ganaba el mayor salario de la editorial: "Ni haciendo tu propia empresa vas a ganar tanto como ganás acá", le dijo Vitor Civita. "Usted ya construyó su palacio. Yo quiero construir mi propia cabaña", respondió Alzugaray. La "cabaña" se llama Editora Tres, que edita tres revistas semanales, entre ellas la conocida IstoE.
Hoy su vida es Brasil –esposa carioca, hijos paulistas–, por más que vuelva siempre a visitar el haras que tiene en Luján. Boquense, en casi 50 años de vida en Brasil nunca logró hacerse hincha de otro equipo. "De los brasileños rescato esa energía para enfrentar los problemas sin hacer mucho drama", dice.
Carmen Lent
- La "importadora" de psicólogos
Nosotros dimos vuelta la psicología brasileña." Quien conoce a Carmen Lent sabe que no hay presunción en sus palabras, sino un simple registro de algo que, de forma medio alocada, realmente ocurrió. Carmen era licenciada en Psicología por la UBA cuando, en 1966, con un clima académico que sin duda no era de los más estimulantes (plena "noche de los bastones largos"), partió para los Estados Unidos. Hizo un posdoctorado en Psicología Comunitaria en Berkeley, California, donde conoció a quien luego sería su marido, el brasileño Simón Swartzman, ex presidente del respetado IBGE, el "Indec brasileño".
A comienzos de los 70 ya estaban instalados en Río y Carmen había creado una cátedra de Intervención en Crisis. A partir de 1973, la situación política en la Argentina se volvió más grave y comenzaron a llegar algunos psicólogos, esta vez para quedarse. "Yo los presentaba para que fueran tomados como profesores. Había una buena receptividad, porque la psicología argentina estaba mucho más avanzada que la brasileña. Después del golpe militar, llegaba a ir hasta dos veces por día al aeropuerto a buscar gente."
"Un día Eduardo Tato Pavlovsky estaba en una sesión de grupo cuando le avisaron que la policía estaba llegando. Subió a la terraza, se escapó, y aterrizó en mi casa dos días después."
Con Carmen como "importadora" principal de colegas, profesores y catedráticos psicólogos, se formó un pequeño movimiento en Brasil de "pichonianos", discípulos de Pichon Rivière. A medida que los años pasaban, se dio cuenta de que muchos asilados llegaban "rayados", y decidió inventar el Banco de Horas, "en que una media docena de terapeutas cedía horas de su tiempo para atender a esa gente".
Cuando, a comienzos de los 90, aparecen en Río de Janeiro los primeros contaminados de HIV, Carmen decidió empezar de nuevo. "Me acordé del Banco de Horas y pensé hacer algo así para quienes tenían sida", recuerda. En 1994, el Banco de Horas ( www.bancodehoras.org.br ) ya tenía 40 psicólogos, y en el ’95 ya eran 200. El Ministerio de Salud comenzó a patrocinar la idea, que sigue creciendo, ganando premios y obteniendo apoyo hasta de la Elton John Aids Foundation. Gracias a su idea, el Programa Nacional de Sida creó una unidad de salud mental.
"Yo soy muy argentina... pero dejar Río es difícil. ¡Esto es tan lindo!", dice. Recuerda, sin embargo, que en un principio le costó relacionarse. "Hasta hoy, sigo convencida de que las relaciones de amistad porteñas son únicas." Creo, en definitiva, que si pusiéramos a un carioca y un porteño en una licuadora saldría el ciudadano perfecto", dice, a las risas.
Frances Reynolds
- Echale la culpa a Río
Difícil imaginarla con las típicas hojotas hawaianas brasileñas, caminando hacia la playa como una carioca más. Pero Frances Reynolds asegura que sí, que aunque no parezca, se "abrasileñó".
Quienes conocen el nombre de Frances en Brasil no podrían asegurar de dónde es esa mujer de aire ejecutivo, bastante agitada, interesada en el arte y la beneficencia. Con ese nombre, de familia inglesa y francesa, y look europeo, pocos podrían adivinar que Frances Reynolds es argentina. Pero fue con su segundo apellido, el obtenido después de casada, que se convirtió en una figurita repetida de las revistas de actualidad brasileñas: Marinho.
Frances vivía en Nueva York trabajando en un cargo ejecutivo en Orion Pictures, de la Warner Bros., con la misión de ocuparse de los negocios de la distribuidora de cine en América latina. En una de sus visitas de rutina a Brasil, en 1991, estaba en una oficina firmando un contrato con un representante cuando entró José Roberto Marinho, uno de los herederos del imperio Globo de medios de comunicación –el quinto mayor del mundo–. El flechazo fue inmediato: se casaron y Frances se mudó a Río de Janeiro –donde nacieron sus dos chicos, Isabela e Ignacio–.
Frances comenzó a representar a Disney en Brasil y luego montó Megafilmes, que se transformó en la principal distribuidora brasileña de cine independiente.
Frances y Marinho se separaron recientemente. "Entonces decidí reformular mi misión de vida y creé Arte Viva, una fundación que concentra en sí misma todo lo que yo aprecio, que es la vida y el arte." Hoy es miembro del consejo internacional del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y de la Tate Gallery de Londres.
Con alguna persistencia logró traer la muestra del Malba a San Pablo y, desde el Comité de Democratización de la Informática, ayudó a que los chicos de 350 favelas brasileñas pudieran tener acceso a Internet. El Programa Patrimonio Argentino, uno de los tantos de Arte Viva, fue implementado en San Ignacio Miní, provincia de Misiones, y hoy beneficia a más de 180 miembros de la comunidad.
Actualmente la fundación Arte Viva está en Brasil, Argentina y España. Se dedica a desarrollar programas educativos, exposiciones, e intentar crear un corredor cultural entre Europa y América latina. Por caso, recientemente llevó al colectivo de arte argentino Mondongo a Madrid. En 1999, cuando presentó en el Centro Cultural Recoleta una exposición del brasileño Tunga, ganó el premio como Mejor Muestra Extranjera, otorgado por la Asociación de Críticos de Arte de la Argentina.
Mientras se dedica a la fundación, Frances ha vuelto a la televisión y lanzó una productora llamada Isabela Produções, dedicada a crear contenidos interactivos y productos para nuevas tecnologías.
"Además de darme dos hijos, Brasil me enseñó a valorizar el juego de cintura –dice Frances–. En la vida uno tiene saber saltar los obstáculos, seguir adelante cuando surgen los problemas, hasta llegar al objetivo. Brasil transmite mucho ese sentimiento."