Y bien, termina una tercera trilogía de Star Wars. Aquellos hoy cincuentones que vimos cambiar nuestra vida en 1977 con el estreno de la primera no capitulada ni subtitulada película llamada La guerra de las galaxias estamos un poco desconcertados. Cuando revisamos las tres trilogías nos preguntamos cómo nos pudieron gustar muchas de estas películas. Sin embargo, sería hipócrita decir que no ejercen una atracción tremenda en nosotros. La primera Star Wars cambió el cine –para bien y para mal– de un modo definitivo. Lo que vino después fue de lo clásico (El imperio contraataca, El despertar de la fuerza) a lo ridículo (Los últimos Jedi, La amenaza fantasma). Pasó de todo en estos 42 años, especialmente pasó que esos personajes se convirtieron en íconos universales y el cuento lo conoce todo el mundo. Cuando se lo piensa, es un poco extraño eso de haber visto el nacimiento completo de una mitología. Sí, me van a decir que es de segunda mano, que se basa en millones de cosas preexistentes, etcétera, y es cierto. Pero todas las mitologías (de Hércules a Cristo) surgieron de la deglución de relatos anteriores. De todos modos, esta paginita no pretende ir por el camino de Graves, Frazer, Campbell, Dumézil, Eliade o Grimal, sino hablar de este aparente final llamado El ascenso de Skywalker: Episodio IX.
El director es J. J. Abrams, que hizo la mejor de todas las películas de Star Wars,El despertar..., que era una versión corregida y aumentada del clásico de 1977. La trama era similar, pero estaba filmada con una habilidad, atención al detalle y amor por los personajes que George Lucas solo muestra en ocasiones y un poco por casualidad.
El despertar... es cine puro, clásico, lleno de grandes ideas (el rayo detenido por una mano, la pantalla oscureciéndose con naves gigantes, el plano secuencia del ataque de una navecita, el abrazo entre Han y Leia) que la colocan como una de las grandes películas de aventuras de los últimos 30 años. Lo que siguió fue probablemente el punto más bajo de toda la serie: aunque uno le tenía fe a Rian Johnson por su subvalorada Looper, lo que hizo fue un pastiche incoherente, con un guion con más agujeros que el Presupuesto Nacional. Además, contradecía la ética de Star Wars: nada de sacrificio suicida, sino de solidaridad y respeto por la vida, incluso la propia. A tal punto es un decálogo de lo que no hay que hacer que los fans quieren que se borre del canon.
Esta última película tiene a todos los personajes nuevamente, los de ayer y los de, bueno, antes de ayer, además de los de hoy. Narra la última posibilidad de la Resistencia contra el Primer Orden, el último encuentro entre la jedi Rey (Daisy Ridley) y el sith Kylo (Adam Driver), e incluye el regreso del emperador Palpatine. Sin embargo, a juzgar por los trailers que fueron dando vueltas por ahí, hay algo vital en muchas de esas imágenes que no aparece en la trilogía de Darth Vader (episodios I, II y III, demasiado destrozados por la imaginería hiperdigital) ni en Los últimos... hay lugares y rostros en los que uno puede creer. Sí, claro, se atisba algo de tremendismo operístico, que es una de las grandes maldiciones del Hollywood de hoy, pero también que quien dirige cree que todo eso existe.
Abrams es de esos realizadores personales que cree que trabajar en serie no impide decir algo personal. Que una marca o franquicia no necesariamente debe anular al autor. Solo tiene un largometraje no franquiciado, la bellísima Super 8, spielbergiana desde cualquier punto de vista. Las demás (Misión: Imposible 3, las dos hermosas Star Trek) muestran algo: lo que importa es cómo ve esta persona esos universos y sus películas son aventuras y son, también, un comentario sobre esas aventuras. Episodio VII, como dijimos, lo demuestra. Es Abrams y su humor sardónico e inesperado, y es La guerra de las galaxias con todo y R2-D2. Así que, para terminar el año y el ciclo, está bien que vuelva tras la cámara un verdadero autor. Los cincuentones esperamos volver a la infancia.
Lo que será y lo que no
Hace muy poco, Disney anunció que la cuarta trilogía de Star Wars, que iba a ser desarrollada por David Benioff y D. B. Weiss, los creadores de Game of Thrones, se quedará por ahora en veremos porque ambos productores tienen cosas pendientes con Netflix. Mientras, Disney+, el servicio on demand que la firma saca el 12 de noviembre en Estados Unidos, presentará la serie The Mandalorian, un western en el universo Star Wars cuyo centro es el cazarrecompensas Boba Fett. Y planean otra sobre Obi Wan Kenobi con Ewan McGregor. Sin cine, pero con pantalla, pues.