Estrenar maternidad en medio de una pandemia
Desde que nos enteramos de que tendríamos un bebé comenzamos a planificar y a imaginar mil escenarios posibles de cómo sería su llegada, cómo sería estar con un él o ella, los viajes que haríamos, cómo sería su cuarto… pero ni en el pensamiento mas alocado nos imaginamos que su llegada sería como fue y que este puerperio se viviría de este modo tan inesperado, atravesado por todo tipo de emociones.
Nuestra beba, Guillermina, tiene un mes y días. A la clínica nos vinieron a ver apenas algunos familiares y amigos, fue algo muy limitado porque el tema del virus ya estaba circulando, en todos los sentidos. Nos dieron el alta tres días antes de que se decretara el aislamiento obligatorio y entonces comenzó esta historia.
No tengo adjetivos capaces de describir esos primeros días. Podría decir algo así; en el puerperio ideal hay una fila de personas que te aman queriendo ayudarte. Están dispuestos a limpiar, cocinar, abrazar, sostener, alzar, malcriar… maternar con vos. En nuestro puerperio real, nosotros estábamos solos, comíamos lo que había a mano, la casa era un desastre y de la limpieza nos encargábamos como podíamos. La beba en un brazo y la lavandina en el otro. Nunca extrañamos tanto a Paula, quien con tanto amor nos ayudaba en casa todas las semanas. Horas y horas sentada en el sillón. "La lactancia debe ser a demanda", te dicen por ahí. Lo que no te dicen es que esa demanda es constante.
Este periodo fue todo un desafío. Llantos a mares, de esos que son como con hipo. Angustias profundas y jamás sentidas. Entré en una montaña rusa emocional, en donde por momentos la frustración plantaba bandera y por otros sentía que tenía todo bajo control. Momentos en que respiraba hondo, con la tranquilidad de quien ignora que con un bebé nada es estable, nada es controlable y nada es predecible. Desgarros que duelen, un cuerpo irreconocible. La impotencia de no poder moverte con la misma agilidad. Sí, tengo mi beba y es hermosa, pero cuesta sostenerla porque el cuerpo duele. Lo soñado se estrella con la realidad.
La lactancia también duele, hasta las lágrimas duele, y ahí está una tratando de conquistar América. Videollamadas con amorosos profesionales de todo tipo, gusto y color. Dos lucas para acá, dos lucas para allá… La obra social quedó en el recuerdo. "La teta es una canilla, ponela todo el tiempo que quiera". "La teta se llena, fijate que se vacíe bien". "Una hora de teta es mucho, que esté diez minutos". "Diez minutos no es nada, que este 40". "Para dar la teta es mejor tirar los relojes". "Sí, sí, libre demanda, pero que sea cada tres horas."
Y los aumentos de peso, los descensos de peso, la temida leche de fórmula. "Tu leche no la llena". "No la sabés poner en la teta." "Así no va más, necesita engordar". Yo no quiero fórmula, pero a nadie le importa. Esto es un mar de soledad. El apoyo a distancia a veces no es suficiente. A veces lo único que se necesita es un abrazo en silencio, porque las palabras en ciertos momentos ayudan y en otros aturden. Pero el cuerpo, el cuerpo siempre sostiene con amor.
En el medio, una mastitis que los profesionales intentan tratar, aunque siempre terminan sus mensajes con un "Si no te veo…" Y es difícil mandar un mensaje en este contexto, porque estamos todos en el mismo Titanic en proceso de hundirse y de repente una cree que molesta, que seguro algo estará haciendo mal, que tal vez no entendió bien. De los controles ni hablemos, están suspendidos a menos que tu estado sea medianamente grave.
A eso se suman los familiares que no la conocen y arremeten con videollamadas en exceso. "¡La quiero ver!", insisten. "No seas egoísta, ¡atendé!". Y acá estoy yo, con un nudo en la garganta, llorando porque la beba no aumenta de peso, por no ser suficientemente buena, por no poder establecer una rutina o porque las hormonas no me dejan en paz. Y lloro con un posteo, lloro con una foto, lloro lo que no lloré en toda mi vida.
Sí, es verdad que este tiempo no fue el ideal, que aun navegamos la incertidumbre, pero ¿saben qué? Toda situación tiene su lado B.
En mi caso, fue increíble poder encontrarnos los tres, poder aprender a entendernos y poder hacer circular el amor que en esencia nos une. Un tiempo para descubrir que soy más fuerte de lo que pensaba, que las personas no tenemos trabas para expresar amor y apoyo al otro. Que podemos sentirnos cerca, aunque nos distancien mil controles policiales. Y que somos capaces de construir nuestro propio mundo ideal en medio de tanta adversidad.
Después de todo, los ideales no existen, solo existen realidades. Y existimos nosotros construyendo la mejor versión de esa realidad.
Guadalupe Fox
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