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Hace algo más de cien años los padres pasionistas llegaron a la Argentina con una misión que, pese a saber de qué se trataba, nunca imaginaron el conmovedor recorrido que atravesarían ni el legado dejado.
Fue, quizás, una cadena de situaciones inesperadas lo que desencadenó lo inevitable. A fines de 1870, Buenos Aires fue víctima de lluvias torrenciales que desbordaron el riachuelo, proliferaron los mosquitos y estos expandieron la fiebre amarilla por todas partes. Como una jugada del destino la zona se fue despoblando, el panorama para la región no mostraba su mejor cara, y fue en ese entorno que llegó el primer Pasionista a la Argentina: el Padre Pio Devine observó entonces la necesidad de “misionar” en estas tierras.
Quiénes eran los misioneros pasionistas
Luego de unos años, originalmente del centro de Irlanda, llegaron los primeros padres pasionistas; adquirieron los terrenos donde hoy se encuentra la manzana de la Iglesia de la Santa Cruz y diseñaron el templo, el cual se inauguró el 11 de marzo de 1894, día en el que estuvo presente el presidente de la Nación, Luis Sanez Peña.
Un dato curioso de aquel diseño fue su estilo Gótico Normando: el uso de concreto, bóvedas y vitrales simulan estar dentro de un bosque irlandés. “Se buscó generar una sensación de tranquilidad y de un bosque acogedor”, cuenta el Padre Carlos Sarracini, y agrega: “La idea fue unir la cultura cristiana a símbolos celtas para generar una mejor integración y un ambiente de serenidad”
Los cambios que marcaron su historia
Pero la mano de la iglesia de la Santa Cruz entrelaza sus dedos a la historia, el tejado de cerámica francesa tuvo que ser reemplazado, no solo por las vibraciones del campanario sino por las marcas de balas consecuencia del conflicto en la fábrica Vasena, durante los sucesos de la Semana Trágica en 1919, cuando policías y militares reprimieron a los trabajadores que hacían huelga.
Ya a estas alturas, los padres pasionistas misionaban expandidos en todos los puntos cardinales del país y cada vez más se comprometían con la realidad de un país que alternaba situaciones sociales más malas que buenas.
A partir del Concilio Vaticano II, donde la orientación del catolicismo hace un giro, los pasionistas dentro de sus propuestas proponen dos ideas muy interesantes: lograr una mayor identificación con los pobres y repensar la obediencia y la perspectiva desde lo pastoral. Un pensamiento clave para el hoy.
El país caía en la dictadura más cruel y despiadada, la iglesia Santa Cruz no solo no haría oídos sordos, sino que sería clave para ayudar a las personas con familiares que “desaparecían”.
Los padres Marcelo Perez y Carlos Saracini nos cuentan: “La iglesia ofreció a los familiares y allegados un espacio para que se reunieran a hablar sobre la situación, en esos momentos nadie más les brindaba un lugar. Entre esos encuentros, el de aquel jueves 8 de diciembre de 1977 -luego de juntar fondos para publicar en el diario La Nación una solicitada reclamando “una navidad en Paz” y el cese de las persecuciones- los integrantes de la reunión fueron al templo a terminar de celebrar con una misa, a la salida, ya de noche y arteramente, el militar infiltrado Alfredo Astiz señaló a ´los 12 de la Santa Cruz´ que luego de ser llevados y torturados en la ESMA, fueron arrojados en avión al río” finalizan contando -ambos padres con los ojos llenos de lágrimas, lágrimas de emoción y bronca- el relato que de las miles de veces que lo han contado surge natural pero con una angustiante sensación que, con los años, en lugar de diluirse se acrecientan.
“Los cuerpos fueron devueltos por el río y recién en el año 2005 algunos de ellos fueron identificados. Hoy, en la iglesia están las lápidas de los 12, y están “sembrados” los restos de las también desaparecidas Esther Ballestrino, Mary Ponce, Azucena Villaflor, Lèonie Duquet y Angela Auad. Santa Cruz fue, y es, un espacio para ejercer la libertad y defensa de los derechos humanos”
Conjuntamente con todos ellos, también se recuerdan en el sector a los religiosos víctimas de la violencia de estado como el padre Carlos Mujica, Monseñor Angelelli, y Monseñor Romero, entre otros.
La valentía con cara de mujer se vio en las dos rebeldes que se jugaron mucho más que su vida, fueron pasionistas cristianas pese a la línea oficial que por entonces sostenía la Iglesia argentina.
Leonie Duquet, de 61 años, que no se encontraba en la iglesia en el momento del secuestro, fue tomada presa en la localidad bonaerense de Ramos Mejía por agentes que, a bordo de un Ford Falcon, horas antes habían capturado a Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo.
El otro caso fue el de la monja Alice Domon, durante el período que permaneció secuestrada, y continuamente torturada, fue obligada a redactar una carta dirigida a la superiora de su congregación. Una vez finalizado este procedimiento le sacaron una foto junto a Duquet, ubicando detrás de ellas como fondo, una bandera de la organización Montoneros, un montaje que pretendía hacer pasar el secuestro de las religiosas como una operación de la organización guerrillera. Estas dos increíbles mujeres que llegaron con la ilusión de misionar, en cambio debieron participar en una lucha que les costaría sus propias vidas
¿Una mujer en el camino?
Comprometida desde siempre con los derechos y precursora de cambios en el acercamiento a la gente, en una época en donde los derechos de las mujeres están en el centro de la mesa, Santa Cruz también anticipó aquella búsqueda de integración e igualdad.
Desde la década del 90, una muy joven Sabina Durbano forma parte de la institución, hoy en la actualidad es la representante legal, un lugar que supo ganarse: “Tantos años misionando fueron el resultado de este presente, el camino me preparó para la función que cumplo; ser la cabeza de una institución tan grande es un privilegio y una responsabilidad”.
Se abrió camino y supo sostenerse en un mundo en donde predomina la figura de los hombres, muchas veces recibe el ofrecimiento: “Si querés te puedo dar una mano” frase que pese a comprender las buenas intenciones, entiende que la recibe por ser mujer.
Sabina también es la que mantiene el legado político de la Manzana Santa Cruz, defendiendo los derechos humanos, siempre se encuentra con erróneos juicios sobre la filiación política de la institución, la cual solo está ligada a los Padres Pasionistas y a la lucha y defensa de los derechos humanos.
Un bosque irlandés, una virgen embarazada y una escuela que cumple 60 años
El edificio de la iglesia simula ser aquel bosque de la vida en la lejana Irlanda, una manera de fusionar la cultura con la fe. Una fe que va de la mano de los constantes cambios. En este aspecto, la Iglesia de la Santa Cruz es precursora, hoy en día, y desde hace unos años, el altar principal se trasladó de lugar porque los padres quisieron estar más cerca de los seguidores, estar entre la gente. Ese cambio se logró con una tarima situada en el centro del salón.
También cuentan con una Virgen Maria embarazada, de pie, que se expone en cada misa.
Y de fondo la majestuosa pintura hecha por el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: “Y lo reconocieron al partir el Pan… Pinceladas sobre un pueblo que confiando en la fuerza del amor sigue buscando la Justicia y la Verdad”.
Esta obra de arte, de alrededor de 6 metros de largo, muestra a Jesús caminando junto a varios personajes ligados a la historia tanto del Santa Cruz como de la argentina.
El padre Marcelo Perez relata: “El premio Nobel quiso hacer una recuperación de grandes luchadores por la paz y una resignificación de simbólicas figuras religiosas, nacionales y latinoamericanas, desde una óptica popular y participativa.”
Una actual donación, incluye una serie de cuadros donde se muestra un vía crucis actualizado y con su impronta, teniendo detrás de cada uno de ellos el clásico, así cada persona aprecia ambas obras.
Este año, el colegio Santa Cruz dentro del predio de la iglesia, cumple 60 años de vida transmitiendo los mismos valores: educando con reconocida excelencia, con docentes comprometidos y una entidad que acompaña no solo la educación y formación de los jóvenes, sino que deja en cada una de las personas que forman parte de él un legado histórico del compromiso por los derechos humanos y el esfuerzo de hacer una sociedad mejor. También ex alumno de la institución, el padre Carlos Saracini dice nostálgico: “Tomamos distancia para observar, los Pasionistas buscamos la transformación, como la metamorfosis entre la tierra, la fe, la historia y el ahora, acompañados conjuntamente con la gente”
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