¿Estamos viviendo la revancha de las telenovelas?
Ante la pregunta "¿Te gustan las telenovelas?", la mayoría de los usuarios de servicios de streaming contestaría que no. En nuestros días, en teoría, la telenovela es un género desprestigiado por anticuado, por meloso, por excesivo: se supone que la televisión que miramos en el tercer milenio, en la era dorada del medio, es sutil, oscura y ambiciosa.
Pero el imperio de la prestige TV (piensen en Los soprano, Mad Men, Breaking Bad) se está terminando: ya no es necesario producir una serie melancólica, con un protagonista masculino conflictuado y múltiples capas de referencias "cultas" para llamar la atención de los espectadores o la crítica. Cada vez más, a modo de bocanada de aire fresco, las ficciones se alimentan de géneros históricamente menores, y los espectadores responden con un entusiasmo. Bajo la pátina cool del streaming y de la palabra "serie" (gran parte del público de estos shows jamás confesaría ver un culebrón de las cuatro de la tarde), son muchos los programas que recurren a formatos, motivos o estéticas clásicas de telenovela para seducir y enganchar a espectadores de todas las edades: y no les está yendo mal con eso.
Luis Miguel: la serie (Netflix)
Un ejemplo claro de estas "telenovelas sin culpa" es Luis Miguel: la serie , que sigue la infancia y los comienzos del conocido cantante de boleros. Luis Miguel: la serie tiene una estructura mucho más parecida a la de una telenovela que a la de una biopic: el acento no está puesto en el niño que descubre su gran talento sino fundamentalmente en la contraposición con un archivillano, el malísimo Luisito Rey (cantante español y padre de Luis Miguel, genialmente interpretado por Óscar Jaenada). El otro gran núcleo narrativo, también muy novelero, es la misteriosa desaparición de Marcela, la madre de Luis Miguel, que condena al cantante a una especie de destino trágico: una eterna desconfianza de las mujeres y de su propia capacidad de ser amado. Como si fuera poco, la dirección de arte se toma muy en serio la estética latina y ochentosa, desde los vestuarios y el make-up hasta las pelucas y peinados, y los actores se corren de la sutileza a la que nos acostumbraron las series norteamericanas para producir actuaciones estalladas y emocionales (aunque no por eso menos elegantes).
This Is Us (Fox y Flow)
Estrictamente, This Is Us es más deudora de la tradición del drama familiar que de la telenovela: nada más lejos del dramatismo latino que la esperanza y el optimismo norteamericanos de This Is Us, la serie donde todos tienen en el fondo un gran corazón y buenas intenciones. Sin embargo, This Is Us comparte con las telenovelas una característica central y clave de la historia del melodrama que no aparecía tan claramente en predecesoras como Brothers and Sisters o Parenthood: la presencia constante de la idea del destino. Más allá de la historia de la familia Pearson (encabezada por los carismáticos Milo Ventimiglia y Mandy Moore), la serie arranca con una pantalla que dice que, según Wikipedia, 18 millones de personas tienen la misma fecha de cumpleaños. A partir de esa información, la serie va a mostrarnos cómo cuatro personas aparentemente no relacionadas entre sí (salvo por los mellizos Kate y Kevin) que cumplen años el mismo día se conectan. El destino aparece incluso repetido en la premisa, cuando Jack (Ventimiglia) y Rebecca (Moore) Pearson, que iban a tener trillizos, terminan teniendo solo dos niños que sobreviven: como "estaba escrito" que iban a tener tres hijos, deciden adoptar un tercero. Esta idea de las conexiones mágicas entre las personas es parte del otro secreto de This Is Us que lo emparenta con el género novelero: la voluntad constante de hacer llorar al espectador a moco tendido.
Jane The Virgin (Netflix)
De todas los casos citados en esta nota Jane The Virgin es la única serie que dialoga de forma explícita con la tradición de la telenovela: situada en Miami y poblada de personajes de herencia latinoamericana (aunque el idioma oficial de la serie es en inglés, hay escenas enteras habladas en español, o con un personaje hablando en español y otro contestando en inglés), Jane The Virgin juega con los motivos más obscenos de la tradición del culebrón. Hay narcotraficantes asociados a mafias de cirugías de cambio de rostro, una virgen embarazada (Jane, la protagonista encarnada por Gina Rodríguez, queda embarazada como resultado de una inseminación artificial accidental), asesinas en sillas de ruedas arrojadas por las escaleras y todo lo que un espectador afilado de este tipo de productos se pueda imaginar. Sin embargo, la serie está lejos de ser una parodia: a través de algunas ideas muy bien ubicadas (Jane es una chica que quiere ser escritora de novelas románticas, su padre, al que conoce de adulta, es un viejo actor de telenovelas) la serie logra justificar estas referencias y comentarlas con cariño, sin ridiculizarlas y a la vez generando un producto fresco y actual, que dialoga con temas actuales como el feminismo y los conflictos migratorios. Defendida muy seguido por la célebre crítica de televisión Emily Nussbaum, Jane The Virgin es una especie de homenaje afectuoso y desprejuiciado a la telenovela.
Grey’s Anatomy (Netflix)
Es imposible hablar de estas propuestas sin remitirnos a Shonda Rhimes, la mujer que rehabilitó a los culebrones para el público norteamericano y global: con más de diez años en el aire y más cambios de elenco de los que cualquier fan puede recordar, Grey’s Anatomy puso a esta guionista en el centro de la escena. Este grupo de médicos encabezado por Meredith Grey (Ellen Pompeo, una de las pocas actrices presentes en todas las temporadas) ha vivido de todo: tiroteos, accidentes de auto y de avión, todos los cruces románticos posibles, enfermedades mortales, alucinaciones, personajes que se van y vuelven con regresos triunfales y mucho más. No faltan, tampoco, esas peleas noveleras legendarias que son la especialidad de Rhimes: en Grey’s Anatomy a cada actor le toca su gran aria, su momento de diva. Como los grandes culebrones, Grey’s Anatomy sobrevive en el aire no gracias a los espectadores ocasionales sino fundamentalmente a los fieles, que siguieron a la serie desde 2005, un tiempo antes incluso de la revolución del streaming. Y hay Grey’s Anatomy para rato, dado que Ellen Pompeo firmó contrato para al menos dos temporadas más (la 15 y la 16). No es para menos: con un ingreso de más de 20 millones de dólares al año, Pompeo es hoy gracias a Grey’s Anatomy la actriz femenina mejor paga en un drama televisivo.
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