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Asegura que fue el último eslabón de la cadena y que en realidad le salvó la vida la gente que hizo buen uso de las redes sociales. Ese día lo habían etiquetado para que ayudara a conseguirle adoptante. Sin embargo, Martín Cornide prefirió tomar cartas en el asunto y adoptarlo él mismo.
“Estaban pensando en sacrificarlo y no había más tiempo. A veces la forma de resolver las cosas es tomando las riendas uno mismo. Quise y pude asumir una responsabilidad mayor. Podemos hacer un poquito más de esfuerzo por un ideal y me lo quise demostrar a mi mismo. Hay que sentir, pensar y actuar en una misma dirección en cada acción que tomemos. Además, fue amor a primera vista, me flechó en el instante”.
Los veterinarios ofrecían la eutanasia
Aunque nadie supo exactamente cómo y dónde había aparecido, quienes se involucraron en su caso entendieron que su final no iba a ser feliz y que su vida terminaría del mismo modo que sucede con la mayoría de cerdos criados en Argentina. Mariela, la última persona que lo había transitado antes de que llegara a la vida de Martín Cornide estaba realmente afligida. Había alojado a Diosito en el garage de su casa donde además vivían más de 15 perros rescatados por ella misma. Pero el cerdo crecía a pasos agigantados, arrastraba sus patas traseras y la joven mujer ya no podía ocuparse más del animal. Muchos veterinarios ofrecían seriamente la eutanasia.
Diosito es un cerdo con una discapacidad producto de un golpe que posiblemente haya recibido en los camiones que los trasladan o en los criaderos. “Los cerdos tienen la cadera muy débil. Y ningún profesional se animaba a tratarlo. Incluso hubo veterinarios que me confesaron que no estaban capacitados para tratar con cerdos lesionados, ya que la solución para ellos siempre es mandarlos a faena. Es increíble que un porcino, uno de los animales más criados de Argentina, sea considerado exótico para la mayoría de veterinarios”.
Desde el primer momento, Martín Cornide supo que el paso de Diosito por su vida iba a ser temporal. Una casa estándar no es un buen lugar para un animal tan grande. Uno de sus mejores amigos lo ayudó y juntos le armaron un quincho techado y acondicionado especialmente para él.
“Me sorprendió su inteligencia y lo cariñoso que se mostraba”
“Cuando llegó a casa lo primero que me sorprendió fue su inteligencia y lo cariñoso y demandante que se mostraba, incluso tanto o más que los perros y los gatos que conocí a lo lago de mis años. Lo cariñoso que es inexplicable. Si la cultura y nuestras familias nos inculcaran otra enseñanza aseguro que nadie con corazón se comería un chancho ni una vaca. Sería tan absurdo y terrorífico comer un chancho como es para nosotros los occidentales pensar en comernos un perrito o un gatito. En China culturalmente es totalmente normal comer perro, en Argentina es normal comer cerdo, pollo y vaca ¿no? La única diferencia que hay entre ellos es la percepción que podamos tener nosotros los humanos. Ojalá nos educaran de chiquitos con chanchitos, potrillos, terneritos, pollitos y otros animales, seguramente muchos ya no dirían que un vegano es extremista y verían que quizás otras prácticas son las extremas”.
“Era como un cachorrito con la fuerza de un tractor”
Los primeros meses Martín vivió más en el jardín de su casa para poder estar junto a Diosito. Eso sucedió en la pandemia y le permitió trabajar de forma remota con la computadora al lado del cerdo que había adoptado. Dormía la siesta con él, hasta empezó y terminó de leer varios libros apoyado en su panza. Cuando comía, siempre estaba Diosito pegándole hocicazos de amor. “Aprendí que un chancho no es un animalito para tener si no estás dispuesto a que te agujeree todo el pasto, o que jugando rompa cosas con la misma fuerza que un tractor. Es como un cachorrito que te rompe las medias, pero potenciado. Fue una convivencia muy zen vivir con él porque cada mañana aparecía alguna nueva enseñanza de su parte”.
Ese contacto permanente le permitió intentar ayudarlo de la mejor forma posible. Primero se le diseñó un carro reforzado para que pudiera caminar. Hubo varios prototipos, pruebas y errores, pero Diosito tenía pánico absoluto cada vez que Martín lo subía al carro. Incluso hizo lo posible por entrenarlo para que tomara confianza con el artefacto pero del miedo salía corriendo totalmente desbocado. La velocidad que tomaba sumada a la masa corporal generaba altísimas posibilidades de que se lastimara alguna de las patas sanas. Por lo tanto la decisión de Martín y de los veterinarios fue dejar de forzarlo para evitar que sufriera otra lesión.
Otro gran problema que surgió por su tamaño. Actualmente Diosito pesa más de 300 kg. Cuando se mete en el barro se empieza a enterrar y, por su peso, ya no logra salir. “Me pone triste porque ama jugar en el barro, pero según los veterinarios lo mejor que podemos hacer es darle la mejor calidad de vida posible dentro de sus condiciones y aceptar que muchas cosas no serán normales. Incluso algo que tengo que aceptar es que por su postura, su cuerpo puede sufrir una cadena de desequilibrios continuos y quizás no viva el mismo tiempo que un chancho normal. Mejor dicho, que un chancho en libertad. Un chancho normal en Argentina lamentablemente vive hasta que engordó lo suficiente como para generar dinero y terminar en el plato de alguien”.
Una vida digna
Actualmente Diosito vive en el predio de Equus, una ONG que se dedica a rescatar caballos del maltrato y la tracción a sangre. “Pero está formada por gente de tan buen corazón que entiende que la vida de un caballo es la misma que la de un cerdo, un toro, una oveja o un burro. Por eso a veces Equus rescata eventualmente también a otras especies. Ese corazón gigante que tiene Equus es el que para mi los hace diferenciarse y por eso los menciono y estoy eternamente agradecido, por que cuando se trata de ayudar a un animal no saben decir no y a veces se cargan cada vez más casos a sus hombros”.
Allí se le construyó un hábitat acondicionado especialmente para él y con todos los resguardos necesarios que debe tener: un piso lo suficientemente suave para que no se raspe pero lo suficientemente rugoso para que no se resbale. Está techado, es templado en invierno y fresco en verano y tiene las proporciones de espacio que los veterinarios recomiendan para que no se sobre-esfuerce. Recibe a diario las caricias de los voluntarios y Martín y su padre van todas las semanas a visitarlo.
Las vidas de los otros animales, en números
Según diferentes estadísticas, una persona promedio en Argentina y en Estados Unidos come, por semana, 400 gr de carne de cerdo, 450 gr de vaca y 650 gr de pollo. “Eso es equivalente a que cada persona se come 2,1 cerdos, 0,7 vacas y 288 pollos aproximadamente en diez años. Es decir que en 50 años de vida una sola persona genera la muerte de más de 12 cerdos, 4 vacas y 1.410 pollos”, asegura Martín Cornide.
Durante el año que vivió con Martín, Diosito generó que le llegara un promedio de 15 mensajes semanales de personas que se replantearon comer carne, y un mensaje cada diez días de alguien que logró definitivamente dejar de comer carne al ver sus historias y empatizar con él. Es decir, alrededor de 36 personas con las que Martín mantuvo diálogo le confirmaron haber dejado de comer carne por Diosito. “Matemáticamente, Diosito en 50 años solo con estas 36 personas, podría evitar la muerte de más de 360 cerdos, 144 vacas y más de 50 mil pollos. Diosito simplemente es uno más. Yo que también soy uno más, como cualquiera. Me pregunto qué pasaría si alguien que nunca se involucró, adoptara, transitara o rescatara solo un animal. Estoy seguro de que generaría un círculo virtuoso. Exponencialmente podríamos cambiar entre todos las cosas que sabemos que hay que cambiar y adelantar las fechas de vencimiento de las cosas que tienen que caducar”.
Martín Cornide llamó al cerdo “Diosito” porque ese nombre para él simboliza una dualidad. Algunos, al enterarse de su nombre piensan en Dios, otros en el personaje carcelario de El Marginal. Lo místico puede ser algo callejero. “Históricamente los cerdos son los animales más maltratados y denigrados por el ser humano. Ser un cerdo se emplea como una expresión denigrante. Y a veces nos olvidamos que las apariencias engañan. En esta dualidad vive el humano, algunos ven un animal como comida, otros lo ven como un ser sintiente. Unos ven un animal como un objeto, y otros lo entienden como la divinidad absoluta. Unos ven a un ser vivo, otros como un objeto y hay quienes entienden que todos formamos parte de la misma Unidad. Todos los animales que vemos presos en granjas, zoológicos, acuarios, o en la calle a diario, son un “Diosito” más. A veces nos olvidamos de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No me considero de ninguna religión pero sí considero que cualquier ser vivo en este planeta es nuestro prójimo y como tal merece el mayor de nuestros respetos”.
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