Estaban en crisis, renunciaron a sus trabajos y se fueron a recorrer el país en familia: “Nos sentimos bendecidos”
Junto con sus tres hijos, compraron un viejo micro escolar, lo convirtieron en su hogar y dejaron atrás sus exigentes estilos de vida.
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Una pareja dejó de lado su vida normal para criar a sus hijos en la ruta en un micro escolar reformado. Ahora, abandonaron las agotadoras semanas de trabajo de sesenta horas y las facturas para pagar a favor de un estilo de vida nómade.
Jessica Rucha, de 26 años, y Adam Cerre, de 28, de Michigan, Estados Unidos, compraron un colectivo fuera de servicio por 2.400 dólares en 2018 para escapar de los alquileres para siempre. La pareja reconstruyó el autobús con una remodelación que les costó 14.000 dólares usando tutoriales de YouTube y luego salió a la ruta a vivir con sus hijos.
La pareja cuenta que levantar amarras y subirse a un colectivo no solo les dio estabilidad, sino que también salvó su matrimonio. De hecho, han sumado un nuevo miembro a su familia de cuatro: su hija que ahora tiene dos años.
La mudanza permitió que Adam abandone su adicción al alcoholismo y los problemas económicos. La pareja asegura que la familia nunca ha sido tan feliz como ahora.
En cuanto a la educación de los dos niños mayores, el matrimonio tomó la decisión de educarlos ellos mismos con lecciones de lengua, literatura y matemática además de la información de cada uno de los lugares que visitan. “Todos los días hacemos clases y practicamos actividad física como ciclismo, senderismo y yoga. Aprendemos sobre los estados en los que nos encontramos así como sobre las plantas que crecen allí. Además, ayudan con la limpieza y la cocina”, cuenta Jessica.
Hasta el momento, llevan explorados doce estados, aunque prefieren acampar lejos de la ciudades solo cuando tienen que hacer compras dos o tres veces al mes. El resto del tiempo lo pasan en parques nacionales siguiendo el buen clima en todo el país.
Para solventar sus gastos, Jessica y Adam hacen trabajos de fotografía, venden remeras, interactúan a través de las redes sociales y aceptan los trabajos a distancia ocasionales. Con un estilo de vida saludable, la familia se las arregla con solo mil dólares al mes más que nada para pagar facturas de teléfono y combustible.
La movida de mudarse a un colectivo no fue un proyecto concebido de antemano, sino que lo hicieron porque se encontraban al límite: “Esto no fue parte de un plan ni tampoco una decisión fácil, honestamente lo hicimos porque estábamos colgando de un hilo. Muchos nos dicen locos porque no podrían vivir así sin tener un gran armario o pasar el día tan cerca de la familia, pero a nosotros no nos importa. Somos dueños de nuestra casa y tenemos un jardín nuevo todas las semanas, a veces cada día”, cuenta Jessica.
Jessica conoció a Adam en 2011 y vivieron juntos en Lexington, Michigan, con sus dos primeros hijos, pero en 2017 Adam empezó a tener problemas con el alcohol. “Adam era alcohólico y estaba al borde. Comenzó de manera inocente como cualquier otra persona. Nadie sabe si se volverá adicto o no”.
Esta época coincidió con el momento en que Adam dejó de tener un salario fijo para ser por comisión. “Fue el peor período de nuestra historia. No teníamos suficiente crédito para comprar, teníamos que mantener a dos hijos y no vi que el camino en el que estábamos fuera el indicado”, reveló Jessica.
Vida sustentable
Para ayudar a mantener a la familia, Jessica tomó un trabajo de marketing que podía hacer desde su casa porque no quería dejar solos a los niños. “Adam era nuestro sostén de familia y no podía dejar su trabajo para ir a rehabilitación y, sinceramente, no confiaba en que realmente fuera a ir a las reuniones, por lo que el micro escolar fue nuestro camino a la recuperación”.
A ella se le ocurrió la idea porque leyó un artículo sobre una familia que había pasado un año viajando en una casa rodante y se dio cuenta de que gastaban significativamente menos que ellos y vivían mucho mejor. “Luchábamos por pagar un alquiler de una casa que estaba en ruinas. Vivíamos en una granja y no teníamos agua potable”, recuerda Jessica y agrega: “En esa época, pasamos la mitad del tiempo teniendo que acampar porque no podíamos lavar la ropa ni los platos”.
Tanto Adam, que ahora lleva tres años sobrio, como Jessica dejaron de beber por completo, renunciaron a sus trabajos y compraron su autobús escolar a principios de 2018. Para lograr hacer la gestión, se mudaron con un pariente durante un año mientras arreglaban el vehículo para hacerlo habitable. “No tenemos el autobús más caro ni el más bonito o elegante, pero fue hecho con amor”, dice Jessica.
Con el tiempo, agregaron paneles solares, un inodoro compostable, una heladera, un lavarropas y calentadores. En enero de 2019, nació la tercera hija de la pareja. Para evitar gastos, fabrican sus propios productos de limpieza, jabones y repelentes de insectos.
Casi tres años después de su último destino sedentario, la familia de cinco no tiene planes de volver a la normalidad. “Nos sentimos bendecidos todos los días en todos los sentidos por vivir así y agradecemos a Dios por llevarnos a través de sus hermosas creaciones”.
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