Con el corazón cerrado, decidió focalizarse en su amor por el idioma italiano, un camino que la llevó hacia un destino inesperado: “Al cuore non si comanda...”
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Decepcionada del amor, negada, Sofía se prometió que ya nunca nadie le rompería el corazón. Como profesora de Lengua y Literatura y con la cabeza siempre puesta en los libros, lo que sí haría sería focalizarse en su educación, enriquecer su mundo interior y, sobre todo, mejorar los conocimientos en otros idiomas, algo que anhelaba hacía tiempo. Deseaba sumergirse en el mundo del italiano, una lengua que conocía y por la cual tenía obsesión; le fascinaba su gramática y la cultura de aquel país, que le remitía a sus raíces.
Se descargó “Hello Talk”, una app para aprender idiomas a través de la conversación con otros y, para su disgusto, descubrió que allí, como en tantos lugares, había personas que se acercaban con insinuaciones incómodas. “¡No es Tinder!”, se indignaba Sofía, pero no desistió en su búsqueda de mejorar sus conocimientos orales del italiano.
“¡En cuanto me pida una foto sin ropa lo pongo en su lugar!”
El enojo de Sofía al hallar provocaciones innecesarias menguó y cierto día estableció contacto con un italiano, Darío, quien de inmediato sugirió realizar una llamada para conversar, en definitiva, de aquello se trataba la aplicación. Aun así, las alarmas sonaron en su cabeza, pero la argentina decidió aceptar la propuesta: “Automáticamente pensé: ¡En cuanto me pida una foto sin ropa lo pongo en su lugar!”, recuerda.
Sofía terminó tragándose sus propias palabras. La charla fluyó amena, educada, fructífera y divertida. Incluso –y para su sorpresa- sintió que habían tenido complicidad. Aquella noche, la joven se fue a dormir pensando en él. ¿Qué estaba pasando?
Los días transcurrieron, las conversaciones crecieron y la intimidad alcanzó niveles inimaginados. El año 2019 llegó y con él, un anuncio que dejó a Sofía impactada: “Voy a visitar Argentina para recorrer el país que hace tanto quiero conocer”, le dijo él y lo que vino fue idílico, aunque ella también sabía que tendría un final.
Argentina, tierra mágica donde nace el amor
Darío aterrizó en Ezeiza en abril del 2019 y desde allí voló a Salta, donde se cruzó con personas amables, tranquilas, solidarias y humildes. A Sofía le contaba que, cuando decía que era italiano, lo hacían sentir en familia. Luego viajó a Cataratas, ¡maravilla de lugar!, todo su recorrido por la Argentina le pareció encantador por sus paisajes diversos, una naturaleza desconocida para él.
Y un día, finalmente, llegó a Junín, Buenos Aires, para conocer a Sofía. Para su alivio se fundieron en un abrazo, ambos compartían la alegría de verse en persona: “Noté que era igual que en las videollamadas, inteligente, bueno, caballero, respetuoso, ubicado, amoroso, detallista y divertido”.
“Después nos fuimos a Buenos Aires capital, a conocer el Obelisco, La Boca, el Jardín Japonés, el Rosedal, etc. Con mucho orgullo le quería mostrar mi país, pero lo gracioso de todo esto es que él terminó enseñándome la ciudad, porque está acostumbrado a viajar, a manejarse, cosa que yo no. La ciudad de la furia nos gustó, recorrimos San Telmo, y en La Boca un tango de fondo: “Por una cabeza, todas las locuras, su boca que besa, borra la tristeza, calma la amargura. Por una cabeza, si ella me olvida, qué me importa perderme, mil veces la vida, para qué vivir”… Piel de gallina. En cuanto a su gente, le pareció distinta en carácter a lo que vio en el interior, le pareció que los porteños se parecían más a los europeos”.
Allí, en ese puro presente, Sofía sintió que ya no había distancia que los separe. Sus idiomas no eran un problema, ella manejaba el italiano y él el español, y sus culturas se asemejaban: “Como decía Borges, los argentinos somos italianos que hablamos español”, observa Sofía.
Pero llegó el momento de volver. Despedir a Darío fue amargo. En el adiós, Sofía estaba muy triste, no quería que se fuera. No creía que volverían a verse, pensaba que cada uno seguiría con su vida: “Solo le pedí que me avisara cuando llegara a su casa para quedarme tranquila ¿Mirá si un tipo así se fijaría en mí? ¿Mirá si va a volver a viajar por mí? Pero bueno, la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía, no tanto así en la vida. En la vida es importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza...”
Una pandemia y una esperanza: bienvenida Italia
Darío jamás se olvidó de Sofía. No hubo un solo día en que dejaran de hablar, pero entonces llegó la pandemia, el miedo, la incertidumbre, los miles de casos en Italia, luego Argentina, y las fronteras cerradas que negaban cualquier encuentro.
Aun así, con la esperanza de que su historia continuara, Sofía ahorró día a día para conseguir un pasaje que la acercara a él, tal vez de manera definitiva, cuando las circunstancias se lo permitieran. Lo logró en abril del 2022, con escala en Madrid y un recibimiento en Milán.
“Tenía mucho miedo a volar, nunca había salido de mi país, y aunque tenía todo en regla, los nervios me mataban. Y como dice Gardel, Quema en una hoguera todo mi querer, yo me juego entero, qué le voy a hacer…”, cita Sofía.
“Como cuando la arena quema y te da igual porque sabés que corrés hacia el mar, así deberíamos vivir”
Hoy, Darío y Sofía viven juntos en Torino y él la acompaña en cada paso para que pueda obtener la ciudadanía. Ella no puede creer tanta bendición, poder hacer todo aquello con lo que soñaba, tan solo compartir el día a día, caminar con un gelato, ir al supermercado, hacer un picnic o viajar juntos.
“Vamos a todos lados con el mate, como dicen nuestros amigos acá: Darío, sos un argento más. Claro que dejó de hablar el español de España, se apropió de nuestras palabras también, le encantan el dulce de leche y el asado”, cuenta ella.
“Disfruto de su compañía, conociendo hasta los rincones de la ciudad, probando las delicias de estas tierras. Nos encanta viajar; el 24 de julio cumplí los años y fuimos a una playa hermosa. Toda mi vida celebré con frío, esta vez quería que fuera distinto, especial, ya que era mi primer cumpleaños lejos de mi familia y amigos. Ese día fue la primera vez que me metí al mar sin hacer pie, flotaba en el agua, olvidando el terror a ahogarme porque no sabía nadar. Eso es Darío en mi vida, paz”.
“Siento que lo elegí porque me di cuenta de que valía la pena, valía los riesgos… valía la vida. Al cuore non si comanda...Uno debe luchar por sus sueños, sé que suena trillado, pero no quería preguntarme a mis ochenta años: ¿Qué hubiera sido de mi vida si me hubiese quedado en Argentina? Amo a mi país, y me aferro al idioma, costumbres y familia, a todos les hablo del mate, el asado, la tierra del vino y del sol. Recuerdo las palabras de mi psicóloga: No todo en la vida es trabajo, vas a cumplir tu sueño de viajar, vivir en tu querida Italia, conocer el pueblo de tu avo, seguir estudiando otras literaturas, trabajar y si a eso se le suma el amor, ¡¿Qué mejor?! ¡viví! Como cuando la arena quema y te da igual porque sabés que corrés hacia el mar, así deberíamos vivir”, concluye emocionada.
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