Laura sospechaba que podía llegar a tener una enfermedad e insistió para que le hicieran los estudios correspondientes. Pasó momentos difíciles durante el tratamiento, pero con el apoyo de su familia
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En marzo de 2021 Laura Kalfaian comenzó a sentir mucho cansancio y, casi al mismo tiempo, se palpó un “grano de arroz” en su mama derecha que estaba a flor de piel.
La sorprendió, además, que le costaba ir al gimnasio por un tipo de agotamiento que jamás había sentido. Estaba muy preocupada y muy pendiente de los indicios que le marcaba su cuerpo. De algo estaba segura: algo no andaba bien.
Una sensación de miedo y de terror
Tras insistirle varias veces a su ginecóloga, logró que le hiciera una orden para realizarse una mamografía y una ecografía mamaria. Sin embargo, como ninguno de los estudios arrojó que podría tratarse de un cáncer de mama, decidió pedir un turno urgente con una mastóloga que conocía del Hospital Italiano, quien le sugirió que se hiciera una punción para que se quedara más tranquila ya que a los pocos días se iría de vacaciones con su esposo (Carlos), su hija (Ailen) y unos amigos a Villa La Angostura.
Ese martes se hizo la punción y a los tres días, en pleno viaje, tuvo un presentimiento de que ya estaban los resultados. Enseguida, encendió su notebook y entró a su cuenta de mail. Su cara se inyectó de miedo, y de terror mientras leía el resultado: Carcinoma Ductal Infiltrante
Cuando volvió a CABA la atendió el Dr. Jorge Nadal.
-Sólo quiero llegar a los 15 de mi hija –fue lo primero que le dijo.
-Vas a llegar y vas a disfrutar –le contestó el doctor, contagiándole algo de esperanza.
“Me operaron dos semanas después. Las biopsias dieron que era un tumor de crecimiento rápido y que tenía tomado un ganglio. Sólo pensaba en que pasaría con mi hija si crecía sin su mamá. En Carlos y en lo difícil que sería para mi mamá perder una hija. Ellos fueron mi motor cuando me dijeron ´ahora vienen las quimios vas a quedarte pelada`”, recuerda.
Una reacción alérgica que la hizo pensar en la muerte
“En la primera sesión de quimioterapia tuve una reacción alérgica y casi no la cuento. Fue horrible, pensé que me moría. Sentí que el cuello se me cerraba, se me cayó la piel del brazo, de la nariz y del pecho”.
Más allá de ese gran susto, Laura pudo atravesar de buena forma el tratamiento. Sin embargo, el miedo comenzó a amenazarla a medida que fueron aumentando los casos de COVID en pleno pico de la pandemia. El médico le pedía que ella y su familia extremaran todos los recaudos necesarios para evitar contagiarse.
“Era tremendo, todos los días escuchabas a alguien cercano con síntomas o internados y para los que no teníamos defensas podía ser letal. Las fiestas de fin de año las pasamos solitos los cuatro. No podíamos juntarnos con nadie, estaba casi neutropénica (con glóbulos blancos bajos) y le pedí a mi querida amiga y doctora Karina, la misma con la que leí mi diagnostico el día fatídico, que me enseñara a ponerme las benditas inyecciones en la panza ya que no podía colocármelas una enfermera para no correr riesgos”.
Otra pésima noticia
El 16 de abril del 2002 Laura recibió la última quimio, una fecha que jamás olvidará por la emoción y los gritos que salieron de su boca al observar la cantidad de familiares y de amigos que la estaban esperando para abrazarla, repletos de alegría y de felicidad.
Cuando parecía que la vida de Laura, que es psicóloga, volvía a la normalidad un estudió arrojó que tenía el Gen MUTADO BRCA 1, que predispone al cáncer de mamas y ovarios. Además, en otro examen apareció otro gen por lo que su médico decidió realizarle una punción. “Ya habíamos empezado a averiguar para hacer el cumple de Ailu, pero me puse a pensar en qué pasaría si tenía que volver nuevamente a las quimios”.
Finalmente, el 23 de enero de 2023 le realizaron una cirugía en la que le quitaron las dos mamas y los ovarios. “A los 20 días me dieron las ansiadas biopsias y estaba sana y a la semana salimos corriendo a buscar salón, no había tiempo, quedaba un mes. Había que celebrar el cumple pero, sobre todo, la vida.
¡Felices 15!
Con mucho apuro Laura y Carlos organizaron la fiesta de 15 de Ailu de la que participaron 140 invitados, la gran mayoría amigos de la homenajeada. “Feliz es poco, me lloré todo, era la celebración de la vida. No se puede describir en palabras, lo disfruté a pleno. Sentí que había podido estar. Mi sueño y el de mi familia se había hecho realidad”, se emociona.
Su hija estaba feliz, cuenta, una felicidad que le duró muchos días en los que le costó conciliar el sueño, mientras les pedía a sus amigos que le enviaran videos y fotos de esa inolvidable noche.
“Cuando terminó la fiesta sentí mucha emoción, felicidad, la sensación del deber cumplido y de darle algo de amor de lo que mi hija me brindó durante ese tramo tan difícil de su adolescencia”.
¿Qué cosas sentís que te enseñó el cáncer?
A escuchar mi cuerpo, a parar a tiempo. Que las cosas simples de la vida y los afectos son lo más importante y lo que te sostiene en esos momentos y siempre.
¿Cómo es ese antes y después en tu vida?
Disfruto todo más a pleno, sobre todo de mis afectos. Me río a carcajadas, me divierto con mis amigos. Con mi esposo siempre decimos que lo que nos salva es el humor: si antes me importaba poco el qué dirán, ahora mucho menos.
Un buen mensaje para las personas que están cursando un cáncer
Es importante que tengan mucha fe, que es la mejor manera de atravesarlo, que el amor ayuda a sanar. Que si sienten que algo no está bien, insistan para que les hagan más estudios que el cáncer descubierto a se puede curar
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