Espacio urbano: ¿la ciudad del futuro se parecerá a las del Renacimiento?
Los autos son el cigarrillo del futuro. En unas pocas décadas, recordaremos con una mezcla de nostalgia y espanto, que hubo un tiempo en que era habitual, o al menos deseable, tener un auto por familia de la misma forma en que hoy miramos fotos sepia de nuestras abuelas fumando embarazadas.
La analogía es de Jaime Lerner, el revolucionario urbanista brasileño, responsable de transformar a Curitiba en una ciudad modelo e inventor del concepto de metrobús, que hoy se replica en todo el mundo. En sus charlas TED concede que el automóvil particular no va a desaparecer estrictamente. Que quizá se seguirá usando para viajes y ocio. Pero de algo está seguro: no será parte del paisaje urbano.
De hecho, lejos de los pronósticos de autos voladores y de urbes hipertecnologizadas, muchos arquitectos, sociólogos, filósofos, biólogos y economistas que se dedican a pensar el desarrollo de la vida urbana sugieren que las ciudades del futuro serán cada vez más parecidas a las del siglo XV.
No se trata de retroceder. Lo que los urbanistas sustentables proponen es volver al encanto de las ciudades compactas, a escala humana, con calles más angostas, exclusivas para peatones que van caminando a su trabajo, hacen sus compras en mercados en las plazas y que hasta cultivan sus propios alimentos. Una postal no muy disímil de las ciudades del Renacimiento, aunque sin las pestes, los olores y las guerras de antaño, claro está.
"Es imposible negar los avances de la tecnología y sus impactos en las ciudades. Pero el desafío es cómo capitalizarlos para mejorar la calidad de vida, propiciando la sustentabilidad en el desarrollo urbano", aporta Cynthia Goytia, especialista en economía urbana aplicada y directora de la maestría de Economía Urbana de la Universidad Di Tella.
Cada vez que visita Estados Unidos como profesora invitada en Harvard, Goytia es testigo de esta mutación silenciosa. "En las ciudades con mucha población suburbana que se traslada a diario en automóvil, la tendencia más reciente es un regreso a vivir en las áreas centrales, con buena accesibilidad al empleo, comercio, espacios público, más caminabilidad y uso de modos no motorizados, como bicicletas o scooters".
Así, en la eterna discusión entre centro y periferia, parece terciar la idea de un nuevo urbanismo, más concentrado, con policentros dentro de las megaurbes. Se trata de un enfoque en el que el auto –al menos tal como lo conocemos hoy– no tiene, literalmente, lugar. "Los automóviles generan un costo muy elevado, que pagamos todos, incluso los que no manejamos. Cada nuevo conductor reduce la velocidad de todos. Y genera nuevas emisiones de carbono", escribe el economista urbano Edward Glaeser, autor del best seller El triunfo de las ciudades y otro de los que reivindican estas ciudades condensadas, como las de antaño. ¿Su fórmula? Ciudades donde reinen el peatón y el transporte público. Y donde el que quiera circular en auto pague. Y mucho.
Glaeser es un urbanófilo que recorrió durante años las grandes capitales del mundo en busca de éxitos, pero sobre todo de fracasos aleccionadores. Como el de Nueva Delhi, sumida en una nube tóxica que para sus habitantes equivale a fumar involuntariamente 44 cigarrillos por día. O el de Hong Kong, donde la esperanza de vida puede variar hasta 10 años según el barrio donde se viva.
"En la Argentina las ciudades tampoco están creciendo bien desde hace muchos años", opina el urbanista Gabriel Lanfranchi, director del programa de Ciudades de Cippec. Según los datos que surgen de su laboratorio urbano digital, las ciudades argentinas se están expandiendo a una velocidad mayor que su crecimiento demográfico. Más específicamente, entre 2006 y 2016 hubo un aumento del 16% en el suelo urbano. Son 85.732 hectáreas, el equivalente a cuatro veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires. "Este patrón de expansión es insostenible en el largo plazo, e impacta directamente en el desarrollo económico y social futuro", resume Lanfranchi.
En este regreso a las ciudades de antes, la plaza es un punto neurálgico en la vida social y comercial. De ahí que las ferias y los mercados urbanos –con productos y alimentos frescos, accesibles y sin intermediarios– estén renaciendo en Buenos Aires y en otras ciudades del país. En este nuevo trazado no parece haber lugar para los faraónicos hipermercados ni tiempo para trasladarse a los shoppings periféricos.
Sin embargo, el gran protagonista de este nuevo ecosistema será el propio ciudadano. En París, una de las ciudades más densamente pobladas del mundo, los vecinos ya están plantando jardines en las calles. Para ganar espacios verdes y mejorar la calidad del aire, su alcaldesa impulsa un programa para que los parisinos cultiven huertas y flores en las veredas, en los parques y en los techos de sus edificios. Esperan sumar 1 millón de m2 de jardines, de los cuales un tercio serán frutas y verduras.
Por último, una batalla invisible pero esencial para los urbanistas sustentables es la de la contaminación sonora. En las ciudades furiosas en las que vivimos, el ruido impacta directamente en el bienestar. Y mientras los gobiernos desarrollan mapas sonoros y gastan millones en encontrar soluciones acústicas, el silencio empieza a convertirse en el nuevo lujo. Algo absolutamente impensado en las ciudades de antaño.ß
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