Esencia
Remite al ser, con los valores y virtudes que nos constituyen, describen e identifican
La esencia es como el perfume. Ese aroma tan personal, tan profundo, tan inconfundible. Olor a madera, a humo, a fruto, a empanada, a dulce, a tuco de la abuela. Olor a tierra mojada, olor a aquella tarde en aquel lugar, todo tan preciso, tan inolvidable. Olor a vos, a mí, a nosotros.
Del latín, essentia: proveniente del infinitivo del verbo latino ese. La esencia remite al ser, nada menos; a la mismísima existencia.
Aunque intentemos variar la fórmula o disfrazar su composición, parece haber una clave privada, un número, una contraseña, un valor tan exacto como subjetivo que describe esa sustancia que identifica nuestro existir, nuestro así somos.
Las definiciones más precisas dirán que la esencia es la propiedad, o el conjunto de propiedades, que constituyen a una clase natural o a un individuo.
En este sentido, ¿cuál es tu esencia? ¿Cómo dirías que sos? ¿Cuáles son esas características, virtudes o valores que te constituyen, te describen, te identifican? ¿Quién sos en verdad?
¿Podremos, acaso, (auto) reconocer tan profunda identidad? Objetivo tan difícil como necesario. Tan indispensable como posible. Tan esencial.
Vendrá luego el debate, si la esencia es tan eterna como inmutable. ¿Será que nuestro perfume es inalterable o que aún no hemos descubierto el verdadero y más auténtico aroma de nuestra razón de ser y existir?
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