Escuelas y tecnologías: gurús, gourmets y ascetas
La pretensión de introducir tecnología en la escuela es desafortunada: desconoce que la escuela ya es una tecnología en sí misma.
La escuela es una institución reciente en la historia de la humanidad: nació en el siglo XVII y se generalizó a partir del siglo XX. Es una tecnología de transmisión del saber basada en un adulto que sabe y que sabe transmitir conocimientos en forma homogénea y gradual a un grupo de alumnos de la misma edad. Esto parece obvio en la actualidad, pero fue un paso tan importante que sigue siendo hoy la tecnología más usada para educar. Y muy exitosa: nunca antes hubo tantas personas alfabetizadas en el mundo.
Pero así como no se puede clavar un clavo con un pincel, la escuela como herramienta de transmisión de saberes presenta límites que chocan con la actual realidad. Primero, porque impone un ordenamiento jerárquico basado en la autoridad adulta, lo que presenta dificultades en nuestro mundo sin adultos. Segundo, es una tecnología fijada en el libro, la escritura manuscrita y el monopolio del conocimiento, lo que entra en conflicto con las pantallas y con la aparición de variadas formas de transmisión de saber.
Redes y pantallas
Frente a este panorama, aparecen respuestas dispares. El gurú de la computación sueña con erradicar las escuelas y sustituirlas con redes y pantallas. Es la postura más ingenua y ha mostrado su fracaso: con independencia de algunos experimentos, ningún sistema escolar se ha transformado en este sentido ni lo hará en los próximos años.
El pedagogo gourmet, por su parte, intenta mezclar las dosis justas de pantallas y cuadernos, y mantener el equilibrio adecuado: en la Argentina esta postura fue protagonizada por el Estado distribuyendo netbooks. Aunque se advierten logros, el problema de estas recetas no está en las proporciones, sino en los sabores: la tecnología escolar se ha mostrado tan potente que ha opacado la influencia digital. La escuela escolariza, sometiendo a su lógica incluso a tecnologías más modernas como el típico docente que enseña con power point de la misma forma tediosa y hueca que cuando usaba pizarrón.
Por último, el educador asceta se abstiene de usar la tecnología del siglo XXI y le saca el máximo de provecho a la del siglo XVII, convirtiendo el vicio en virtud y tornando vigente lo que se suponía obsoleto.
¿Qué hacer? La evaluación de la experiencia internacional muestra que muchos hablan, pero nadie sabe a ciencia cierta si la vieja tecnología del siglo XVII permanecerá aún malherida y criticada, o si nuevas y aún por inventarse formas de educación habrán de tomar su lugar.
Profesor de la U. Torcuato Di Tella, autor de Un mundo sin adultos