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Esa calurosa tarde de enero de 2021 fue diferente. De pronto, en medio del silencio de la hora de la siesta, escuchó maullidos muy tristes que venían de un galpón abandonado en un terreno baldío al fondo de su casa. Quiso hacer algo, no iba a estar tranquila sin poder saber qué era lo que ocurría del otro lado. Sin embargo, minutos más tarde se topó con el primer obstáculo: no había cómo entrar a ese galpón porque la puerta de acceso tenía un candado muy grande y herrumbrado por el tiempo.
Pidió ayuda a uno de sus hijos. Con algunas herramientas pudieron hacer un hueco en una de las paredes donde más se escuchaban los desgarradores maullidos. Acercaron comida y agua y se marcharon. Sorpresivamente los maullidos cesaron. Regresaron al día siguiente. Solo encontraron un poco de agua. Repusieron comida y llenaron el comedero que había dejado de agua fresca.
“Después de seis días recién pudimos tocarlo”
“Nos quedamos afuera esperando en silencio. Al cabo de unos pocos minutos vimos la carita triste sucia y herida de un bebé gato al que intentamos sacar de allí. Pero estaba muy asustado y furioso. Decidimos dejarlo y volvimos al otro día. Repetimos las visitas durante los seis días siguientes. Hasta que al fin pudimos tocarlo. Ya no agredía ni se enojaba pero aún desconfiaba”, recuerda Zenia Alves.
La estrategia fue poner cada día la comida un poquito más lejos. De esa forma, el gato se animaría a dar unos pasos y salir de la zona de difícil acceso donde se había refugiado. “Un día pudimos lograr que se acercara con confianza y se dejara acariciar. Se trataba de una hembra. La llevamos a casa y a bautizamos con el nombre de Charlotte”.
El paso siguiente fue llevarla a la veterinaria. Era necesario revisar las heridas que tenía en el cuello y que probablemente fueran producto de la mordida de un perro. Afortunadamente, Charlotte había logrado escapar de aquel fatídico destino. Tenía un cachete lastimado y muy inflamado y un corte cercano a una de sus orejas. Pesaba un poco menos que 700 gr.
“Aprendí sobre la resiliencia y la fidelidad”
De regreso en casa, todos se sorprendieron gratamente cuando advirtieron que la perra Emy que vivía con la familia había decidido adoptar a la pequeña gata como una cachorra propia. Aunque jugaban poco ya que la perra era ya anciana preferían dormir juntas en una de las dos camitas que su mamá había dispuesto especialmente para ellas y estaban todo el tiempo juntas. “Lamentablemente nuestra Emy murió debido a un problema cardíaco. Charlotte hizo un duelo de varios días. Fue increíble como sintió su partida con mucho pesar”.
Hoy Charlotte tiene aproximadamente dos años y ocho meses. Se ha convertido en una gata cariñosa que llena a la familia de amor. Tiene un lazo especial con su mamá humana y su instinto sue clave en un momento especial que les tocó atravesar.
“Hace pocos meses ella empezó a subirse a mi pecho durante las noches y masajeaba con sus manitos mi mama izquierda. Días después, durante un autoexamen me encontré un bulto que resultó ser un tumor invasivo en estadio uno en esa mama. Ya estoy operada y gracias a Dios no fue necesario extirpar el tejido. Sigo un tratamiento por cinco años y después que me sacaron el tumor nunca más Charlotte volvió a subir a mi pecho. Es simplemente maravillosa. Ceo que nuestras vidas estaban destinadas a cruzarse. Con ella aprendí que los animalitos son mucho más resilientes y mucho más amorosos y fieles que los humanos”.
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