Escritores a la par
Ella es una de las narradoras más exitosas de España. El, un poeta de enorme prestigio en ese país. Almudena Grandes y Luis García Montero hacen de las letras una pasión compartida, y del amor, un vínculo cargado de guiños y afectos literarios
No hay por qué desconfiar cuando Almudena Grandes (Madrid, 1960) y Luis García Montero (Granada, 1958) afirman que el oficio de escribir ficciones y poemas no sólo no los ha alejado, sino que se ha convertido en secreta complicidad tejida en conversaciones y bordada en la alcoba.
Se los ve muy bien juntos. Exhalan un aire de respeto mutuo que no se carga de solemnidad, una corriente de afecto que circula de uno a otro con la fluidez de quienes han pasado la estación de los ideales para enamorarse un poco mejor cada día a pesar o gracias a las benditas imperfecciones.
La charla transcurre en el lobby de un hotel porteño donde se alojaron fugazmente antes de viajar a Mar del Plata para participar de un congreso de literatura. La calidez expansiva de Almudena y la intimista afabilidad de Luis hacen lo suyo para disolver la frialdad del lugar. Y, luego de cederse mutuamente la palabra, es Almudena la que afirma sin la menor sombra de duda: "Siempre se habla de lo difícil que es, para dos escritores, vivir en pareja, porque ésta es una profesión en la cual la vanidad y la competencia suelen provocar tragedias personales. Pero, para mí, vivir con Luis ha sido una experiencia muy positiva. Nosotros no competimos porque él es poeta y yo, novelista y el mercado editorial está estructurado de tal manera que no hay competencia entre ambos géneros. Por el contrario, mi convivencia con Luis me permite contar con un primer lector leal, con toda la confianza para ser crítico sin ser destructivo".
La mujer que se consagró literariamente con la novela Las edades de Lulú -ganó el Premio La Sonrisa Vertical en 1989 y fue llevada al cine- dice que, más allá de las ventajas profesionales, lo más importante "es vivir con alguien que comprende perfectamente tus estados de ánimo y te permite ser neurótico, quedarte callado y encerrarte a escribir cuando lo necesitas, porque son cosas que también le ocurren a él".
Ese lector leal, ese compañero comprensivo de los vaivenes del humor de Almudena es uno de los poetas más destacados de su generación, autor de libros como Las flores del frío (1991), Habitaciones separadas (Premio Nacional de Poesía 1994) y Completamente viernes (1998). Para este andaluz no profesional que divide su tiempo entre la poesía y la enseñanza, "la vida es curiosa y uno nunca sabe por dónde sale. Antes de conocer a Almudena, toda mi vida era la poesía y dar clases en la Universidad de Granada. Desde que vivo con ella, estoy mucho más abierto a la realidad, a las cosas de todos los días. Y también a la novela. Había leído mucho antes, pero ahora estoy al día y me gusta mucho. Por otro lado, convivir con alguien que todos los días se levanta y se sienta seis o siete horas frente a la computadora me obligó a tener una relación mucho más rigurosa con mi oficio. Desde luego, no puedo trasladar esa rutina a la poesía, pero sí a mi trabajo en la Universidad y, desde que estamos juntos, he escrito mucho más ensayo", dice el autor de El realismo singular (1993) y editor de Federico García Lorca:Poema del cante jondo (1998).
"Así es como he escrito cuatro o cinco libros sobre autores como Bécquer o Garcilaso, y he logrado sentirme menos acomplejado al verla a ella trabajar con tanta disciplina...", agrega Luis y Almudena lo interrumpe, con tono de broma:"... Ycuando le digo:Ayúdame, ocúpate de la niña que estoy trabajando, ahora puede decirme:Pues yo también estoy ocupado".
La niña de ambos se llama Elisa y vive con ellos en Madrid, junto con Mauro, hijo de una pareja anterior de Almudena. Pero Luis pasa tres días, de lunes a miércoles de cada semana, en Granada, por sus clases, y allí convive con Irene, una hija suya que los jueves vuelve a casa de su madre.
"Somos una familia representativa de la nueva organización, y también pasamos mucho tiempo todos juntos", aclara Almudena. "Irene viene seguido a Madrid, por ejemplo, cuando hay un buen concierto de música pop."
"Sí -acota Luis-, tenemos dos casas abiertas y una tercera, la de nuestras vacaciones, en la bahía de Cádiz, donde estamos casi todo el verano con los tres niños."
¿Cómo se conocieron?"Pues... entre la novela y la poesía hay un territorio intermedio que es el cuento. Y la nuestra es una historia con mucho cuento", empieza Luis, entre risas y con la aprobación de Almudena:"Mucho cuento sí hubo, mucho cuento sí hubo".
Se vieron por primera vez en un acto político contra la Guerra del Golfo, en el Ateneo de Madrid, a comienzos de 1991. "Fuimos a ese acto por separado -cuenta Almudena-. Me habían sentado en el escenario porque acababa de tener mucho éxito con Las edades de Lulú y Luis subió en algún momento a leer un comunicado de Rafael Alberti." Volvieron a encontrarse en un congreso de literatura en Santander. La autora de Malena es un nombre tango describe la situación: "La casa estaba aislada en medio del campo. Había un tema y todo el mundo hablaba y hablaba en favor o en contra del realismo. Eran sesiones interminables, y luego comilonas y borracheras, lo típico. Volvimos a coincidir en otro congreso en 1994 y allí sí nos enrollamos. Es que, en todas las profesiones, los congresos también sirven para eso".
Fueron cinco meses de pasión clandestina porque, para entonces, ambos estaban en pareja: un matrimonio y un concubinato sólidamente constituidos. Cuando decidieron blanquear el romance porque comprendieron que era algo más que un fugaz intercambio de géneros, llegaban juntos a lugares donde sólo se esperaba a uno de ellos y la gente se sorprendía, hacía preguntas que unos meses antes eran incontestables y en ese momento sólo graciosas. Y ellos, felices, rimando y narrando sus mutuos fervores.
El poeta granadino que ha sabido escribir Lecciones de poesía para niños inquietos aclara que "ninguno de los dos podría decir que conoció la obra del otro luego de enamorarse:cuando uno se enamora es porque, además de ese algo indefinible, hay una afinidad previa que, en mi caso respecto de Almudena, se expresaba en mi admiración por sus libros y por su posición frente a la literatura".
Si uno insiste y le pregunta de qué modo su relación con la narradora cambió su vida y marcó su obra, García Montero dice: "Me impresiona la capacidad que ella tiene de disfrutar y penetrar la vida. Ver cómo cualquier cosa mínima puede convertirse, para ella, en un acontecimiento. Ella logra que cualquier contingencia tenga por detrás una historia y se convierta en relato. Con Almudena, cualquier situación puede volverse narrativa".
"De hecho -agrega ella-, jugamos mucho a eso, pero Luis lo hace mucho mejor que yo porque es mucho más discreto. De pronto me dice: Fíjate en ese funcionario de correos pornógrafo que acaba de enviudar, en la mesa de al lado. ¡Pero no mires así, mujer!" Ambos estallan en una carcajada, esa risa que sólo produce un comentario certero. Es evidente que esos juegos existen y Almudena ha sido la experta guía en la búsqueda de los relatos que el azar fabrica y los escritores tejen con la fina aguja de sus oficios. A esa complicidad inmediata, Almudena agrega un reconocimiento: "Mi admiración por Luis es también concreta y textual. De vez en cuando escribo frases que son como versos suyos. Porque, para mí, hay palabras que ya están connotadas como palabras de Luis. Y entonces se lo digo y lo desafío a que los descubra él mismo".
Una narrativa, la de la autora de Atlas de geografía humana, que se enriquece de una lírica amada, la de Luis García Montero que, a su vez, se siente atraída por la infinita máquina de narrar historias de Almudena Grandes.
De todos modos, la poesía de García Montero tuvo siempre un componente narrativo que parece haber recibido con natural alegría la saludable influencia de la prosa vivaz y sensual de la mujer que acompaña sus días:"Creo que es una tradición ya imprescindible de la poesía contemporánea -acepta él-. En el siglo XX, la poesía se ha acercado, en una de sus vertientes, a la narratividad, a la anécdota, para trascenderla buscándole un significado o para convertir la historia en símbolo, para unir lo narrado con la canción, con la lírica. Del mismo modo, también ha habido un acercamiento de la novela actual a la poesía, al gusto por el ritmo, por el estilo, por la palabra bien escrita".
Cómplices de un modo de ver la vida que no soslaya la infinita injusticia del mundo ni el derecho al placer de todos los mortales, ¿qué pasaría si, de pronto, alguno de los dos traicionara su división del trabajo? ¿Poemas para Almudena y novelas para Luis? "Nunca escribiré poesía porque nunca la he escrito -dice ella-. Pero estaba cantado que acabaría casada con un poeta ya que mi padre y mi abuelo lo eran. Poetas inéditos que escribían para ellos y para la familia y que me llevaron a tener una relación muy próxima con la poesía. Si alguna vez tuviera la tentación de escribir poesía, si no fuera buenísima, no la publicaría. O sea que hay muy pocas posibilidades de que suceda." Luis no es menos escéptico respecto del cambio de género:"Me han dicho muchas veces que escriba narrativa. De hecho, es bastante corriente que poetas de mi generación publiquen novelas. Entre otras cosas, porque este género tiene hoy en España mucha repercusión y es un modo de ganarse la vida. Pero creo que un poeta no puede pasarse a la narrativa por razones ajenas a la literatura. Sólo está justificado pasarse a la novela si tienes algo que contar que no puedes contarlo de otro modo. Prefiero decirlo con una broma que hago a menudo: creo que he sido entre los poetas el que encontró la fórmula más inteligente: no pasarme a la novela, sino casarme con una novelista y así tener la novela en casa".