Escándalo en TV: el fraude que indignó a un país y destruyó decenas de carreras
En los 50, los programas de trivia eran furor en Norteamérica, pero una sorpresiva revelación hizo tambalear a todo el género
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El 5 de diciembre de 1956, Herbert Stempel, de 29 años, tenía que responder una pregunta definitoria en el popular programa de preguntas y respuestas de la televisión estadounidense Twenty One. Era el concursante más fuerte de esa emisión de la NBC y ya había acumulado en ocho semanas con su sapiencia unos US$49.500. Pero frente suyo tenía a un flamante competidor, más galante que él, más carismático y más canchero: el profesor universitario de inglés, Charles Van Doren, que se había vuelto un peligroso rival.
Ambos estaban cabeza a cabeza en la instancia decisiva del ciclo. El que contestaba mal se iba.
Stempel, encerrado en su cabina de cristal, bajo la mirada de 50 millones de espectadores en el país, escuchó la pregunta que le hizo el conductor del programa, Jack Barry: “¿Cuál fue la película ganadora del Oscar 1955?”. La respuesta era Marty. Pero Stempel contestó que el film era Nido de ratas -ganadora del Oscar en 1954-. De este modo, perdió su trono triunfante en el ciclo a manos de Van Doren, que se convirtió en un ídolo emblemático del programa.
Pero lo que la audiencia norteamericana -que consumía el ciclo con fruición- no sabía, era que Marty, la película protagonizada por Ernest Borgnine, era una de las preferidas de Stempel. A tal punto que la había visto en el cine al menos tres veces. El hecho, que se descubrió tiempo después, era que el concursante había respondido mal por indicación de la producción del programa.
Sí. Cada participante, incluido Van Doren, recibía por anticipado las preguntas, y las respuestas, y todos eran instruidos sobre qué cuestión contestar bien y en cuál deberían fallar. Todo dependía de lo atractivos que fueran los participantes para la audiencia, y para los anunciantes.
Cuando se supo la verdad, a partir de la delación del propio Stempel, resentido por la forma en que lo habían descartado del programa, Twenty One cayó en desgracia y el fraude revelado destruyó a ese y a otros programas de preguntas y respuestas de los Estados Unidos, que tardaron años en recuperar la credibilidad del público.
El apogeo de los programas de preguntas y respuestas
A mediados de los años 50 en Estados Unidos surgía un nuevo tipo de programa televisivo que rápidamente se convirtió en pasión de multitudes. Eran los ciclos que tenían que ver con las preguntas y respuestas. La cadena CBS estrenó en 1955 The US$64.000 question, que, a las pocas semanas de su estreno, obtuvo una audiencia de unas 47 millones de personas.
El secreto de este tipo de emisiones era que participaban personas comunes que se enfrentaban a diversas cuestiones de cultura general, podían llegar a quedar como genios ante los espectadores y, además, tener el plus de llenarse de dinero con su conocimiento Al primer programa de este tipo, conocido en inglés como Quiz Show se sumaron otros ciclos, como Tic Tac Dough, Dotto y el show televisivo que da pie a este caso: Twenty One.
De acuerdo con lo que cuenta el documental sobre esta historia para la serie Experiencia Americana de la señal PBS, tal era el fenómeno social que producían estos programas que, a la hora en que se emitían, se reducían las tasas de delincuencia y la asistencia del público a los cines.
Twenty One debutó en la cadena NBC la noche del 12 de septiembre de 1956. Auspiciado por Geritol, un suplemento vitamínico que aliviaba “la sangre cansada”, según se promocionaba entonces, el programa estaba conducido por Jack Barry y era producido por un amigo de este, el cerebro del proyecto, el tan astuto como poco transparente Dan Enright.
Las alternativas del concurso tenían que ver con el juego de cartas Twenty One, o Blackjack. Dos competidores se enfrentaban entre sí, cada cual en su cabina de aislamiento y el ganador era el que llegaba al puntaje más alto, o a conseguir 21. Las preguntas podían corresponder a unas 108 temáticas diferentes y, según su dificultad, podían valer de uno a 11 puntos. Y claro que cada punto ganado se correlacionaba con una suma de dinero.
Stempel llega a Twenty One
Ni bien empezó a emitirse Twenty One, el ciclo llamó la atención de un joven erudito de Nueva York: Herbert Milton Stempel. Él había nacido en el Bronx en diciembre de 1926, había estudiado en prestigiosos colegios, tenía una memoria llamativamente retentiva y había sido catalogado como “genio” en un test de coeficiente intelectual, que le había dado un resultado de 170 puntos.
El joven se fascinó con Twenty One, envió una solicitud para participar y poco tiempo después fue llamado para hacer una prueba de cámara. Finalmente fue admitido como concursante. Era un competidor perfecto, ya que su abanico de conocimientos le permitiría responder cuestiones acerca de música, poesía, literatura, ciencia y arte, entre otras cosas.
Pero, incluso antes de su primera aparición televisiva, el sabelotodo neoyorquino fue abordado por el productor Enright. El hombre de Twenty One visitó a Stempel en su vivienda de Queens -el programa se grababa en Nueva York-, sacó una pila de tarjetas con preguntas, lo encaró sin vueltas y le preguntó: “¿Cómo te gustaría ganar US$25.000?”. “Me sorprendió un poco -comentaría Stempel tiempo después al denunciar el fraude-, pero pensé: ‘¿Quién no lo haría?’”
Así fue como, el día antes de cada show, el bueno de Stempel recibía las preguntas y las respuestas y se le indicaba cuáles debería responder bien y cuáles erróneamente. Además, también lo entrenaron para que aprendiera a simular diversos gestos “espontáneos” de tensión o nerviosismo para cada instancia del programa. Morderse los labios, secarse las cejas, tartamudear, respirar agitadamente, entrecerrar los ojos, fueron solo algunas de las morisquetas que el concursante tuvo que practicar y memorizar para darle realismo a la fraudulenta emisión.
Siguiendo al pie de la letra las instrucciones, Stempel fue por algunas semanas la atracción de Twenty One. Pero, en un momento, el interés de la audiencia comenzó a hacerse esquivo. Para el productor Enright, y también para los anunciantes, había llegado la hora de cambiar de héroe.
Van Doren: nuevo héroe del programa
Entonces llegó Charles Van Doren. Además de provenir de una familia de artistas e intelectuales, este hombre era entrador, simpático, elegante y mucho menos acartonado que Stempel. Desde su primera aparición televisiva, fue amado por el público, que lo convirtió en su favorito.
“La razón por la que me habían pedido que me pusiera un traje viejo y que no me quedaba bien y me hicieran este corte de pelo tipo marino era para hacerme parecer como lo que hoy llamarías un nerd, un cuadrado”, se quejaría más tarde Stempel al hablar la producción del programa, y para tratar de explicar el por qué de que Van Doren lo hubiera eclipsado por completo.
El novel concursante no estaba exento del fraude. También recibía instrucciones sobre cómo responder las preguntas de la emisión. Para darle adrenalina a la competencia, los productores crearon una serie de duelos entre ambos contrincantes, hasta que llegó el momento en que Stempel debería ser finalmente quitado de la escena.
“Te vas a tener que ir”, le anunció Enright a Stempel poco antes de iniciarse un programa. Y así fue. Aquella noche del 5 de diciembre del 56, el participante menos querido por el público falló en esa pregunta simple sobre la película ganadora del Oscar de 1955, que él mismo se sabía de memoria.
Perder su reinado en Twenty One tras responder mal una pregunta sencilla fue un motivo de gran humillación para el concursante caído en desgracia. Y para colmo de males, en esa noche oscura, el perdedor escuchó entre bastidores que alguien decía: “Ahora tenemos un intelectual limpio como campeón en lugar de un nerd con memoria esponjosa”. Comenzaba así a gestarse en la cabeza de Stempel la idea de vengarse del programa.
Mientras tanto, las mieles del éxito le sonreían a Van Doren. Entre el 28 de noviembre del 56 y el 11 de marzo del año siguiente, cuando fue “vencido” en el programa por una abogada, el participante fue una de las personas más populares de su patria. La más elogiada y querida también. Recibía de a 500 cartas por semana de sus admiradores, no se cansaba de dar entrevistas y hasta fue tapa de la revista Time. A nivel educativo, en tanto, se había convertido en el norte de los docentes estadounidenses, que veían a ese profesor de inglés de Columbia como un referente por seguir.
Cuando se fue del programa, el nuevo ídolo de los norteamericanos había embolsado unos US$129.000 -US$ 1.150.000 de 2019, de acuerdo con Los Angeles Times - y firmó un contrato suculento también para aparecer cada mañana en el programa Today y dar alguna dosis de su cultura general a los espectadores de la NBC. Esta también era una manera en que el propio Van Doren creía resarcirse de haber sido cómplice de esa colosal estafa que lo había llevado al estrellato, según consigna el sitio de historia estadounidense American Heritage.
Se destapa el fraude
Pero a principios de 1957, Stempel volvió a aparecer por las oficinas de Enright exigiendo más dinero o un trabajo. De otro modo, hablaría. Para evitar el chantaje, el productor hizo firmar al descontento exconcursante un documento en el que se señalaba que él no había recibido ninguna ayuda para avanzar en Twenty One. A cambio, se le prometió al indignado Stempel un puesto como panelista o como asesor en un programa futuro de NBC.
Pero para junio del mismo año 57, cuando las promesas hechas a Stempel no se cumplían, el hombre se cansó de esperar y se dirigió a la prensa. Habló con el Journal-American pero, a falta de otras pruebas, el periódico decidió guardar la historia.
Pero Twenty One no era el único programa de trivias que jugaba sucio. En agosto de 1958 saltó a los medios estadounidenses la historia de un fraude en un ciclo llamado Dotto. Uno de los participantes descubrió que al ganador de una serie de juegos le habían pasado las respuestas correctas en una libreta. Y podía probarlo, porque había arrancado las hojas comprometedoras de esa libreta, y las había guardado.
El escándalo produjo que Dotto dejara de emitirse casi a la semana de realizarse la denuncia, pero además, el fiscal de distrito del condado de Nueva York, Frank Hogan, inició una investigación sobre el caso.
Ahora sí era el momento propicio para que Stempel reflotara sus denuncias. A finales de agosto, dos diarios vespertinos de Nueva York publicaron la historia del concursante de Twenty One. Se produjo una explosiva reacción, que terminó de aterrar a Barry, Enright y al propio Van Doren cuando se conoció que Hogan también investigaría el fraude de ese programa.
La confesión de Van Doren
Luego de negar la historia con intensidad, y después de esconderse en la casa de sus padres, Van Doren decidió confesar su infausta participación en los amaños del programa. “Daría casi cualquier cosa por revertir el curso de mi vida en los últimos tres años”. Así comenzaba el testimonio del otrora exitoso profesor de inglés ante el comité de investigación del caso en el Congreso, el 2 de noviembre de 1959.
“Estuve profundamente involucrado en un engaño”, señalaba en otro fragmento de su confesión, en la que lamentaba también “haber engañado a mis amigos, y tengo millones de ellos”.
El contrato de Van Doren con la NBC cayó luego de esta autoincriminación y también debió presentar la renuncia en Columbia. Los siguientes años los pasó escribiendo libros con seudónimo y elaborando artículos para la enciclopedia británica. Solo pudo firmar historias con su nombre en la década de 1980. Murió en abril de 2019.
Con las denuncias contra Dotto y Twenty One comenzó a crearse un “efecto dominó” que liquidó a otros programas de preguntas y respuestas -también tramposos-, algo que dejó al horario central de la televisión estadounidense sin ninguno de estos ciclos. Twenty One, por caso, salió del aire en 1958. Pero, como el fraude televisivo no estaba aún legislado, nadie terminó encarcelado por sus trapisondas.
La historia del gran timo en el programa de la NBC inspiró a Robert Redford, que dirigió en el año 1994 la película Quiz Show, el dilema. En ella, John Turturro interpretaba a Stempel, mientras que Ralph Fiennes era Van Doren. El mismísimo Herb Stempel fue un asesor pago para la realización de la película.
Al contrario de Van Doren, este hombre nunca se arrepintió de haber sido parte de esa gran estafa televisiva. En una de las audiencias en el Congreso, en 1959, dijo que en realidad nunca había pensado en devolver el dinero ganado en el programa porque, “me lo gané”. “Puedo decir que yo no participé como un concursante del programa. Yo era un actor”, agregó, para justificar su actitud.
Stempel falleció a finales de mayo del año pasado. Para dar la noticia a sus lectores, The New York Times tituló: “Herb Stempel, el soplón de los programas de concursos, muere a los 93 años”.
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