Esa absurda sensación de estar poniendo en juego nuestra virilidad
¿Te hiciste algo en la cara, Martín? ¿Y esa cicatriz en la panza, Juan? ¿No me digas que te hiciste una lipo? La respuesta siempre será un no rotundo. Los hombres nos negamos a aceptar que tenemos nuestra faceta estética y que, por más que lo neguemos, envidiamos los abdominales marcados de gimnasio, aunque para nuestro entorno mostremos orgullosos nuestras panzas de asado y vino tinto. La realidad es que nos avergüenza confesar que usamos cremas para la cara y champú anticaída. Por lo tanto, seremos los primeros en acusar las picaduras de avispas y abejas antes de aceptar que nos inyectamos botox.
Lo mismo con la liposucción. Vamos a decir que nos estamos cuidando un poco más en las comidas, pero jamás aceptaremos que fuimos a un centro de estética a bajar esos kilos de más. Tenemos la absurda sensación de que se pone en juego nuestra virilidad y entra en riesgo nuestro aura de macho alfa si confesamos que el vernos bien frente a un espejo le ha ganado la pulseada a la picada con cerveza con amigos.
Como buenos hombres de Neanderthal, tendemos a acusar al que se cuida de metrosexual o de blandito, cuando en el fondo todos aspiramos a vernos mejor, pero puede más la necesidad de exponer esa sensación de macho cabrío a la sensibilidad de mostrarse con ganas de sentirse bien con uno mismo.
Es hora de que los hombres aceptemos que está genial querer borrar las "líneas de expresión" (conocidas en el pasado como "arrugas"), que nos gustaría que los flotadores sean parte de la pileta y no de nuestro cuerpo y que no hay nada de malo en intentar verse bien, incluso con ayuda externa de tratamientos u operaciones.
No es más macho quien menos se opera, sino quien muestra sus ganas de sentirse bien consigo mismo para, a partir de ahí, sentirse a gusto con los demás. Debemos estar a gusto con nosotros para poder salir a conquistar el mundo.
Obviamente los abdominales que más enamoran son los del buen humor y la confianza en uno mismo, pero no está de más ayudarlos con algún tratamiento estético, así alejamos la grasa que oculta todo lo bueno que tenemos y de esa manera se puede mostrar con orgullo no solamente nuestro aspecto exterior, sino también cómo esas ganas de vernos bien van más allá de una cuestión estética y en apariencia frívola. Profundamente, tienen que ver con vernos saludables para sentirnos seguros. Buscamos estar en armonía con nuestros cuerpos para poder establecer vínculos de paz y armonía con el mundo exterior. Es vital saber que la combinación letal y que da mejores resultados es la de combinar un cuidado estético junto a una gran dosis de botox emocional.
El autor es escritor y coconductor de Gente sexy
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