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Fue un momento de quiebre en su vida en el que coincidieron una serie de situaciones que la llevaron a pendular entre la tristeza y la alegría. Recién casada, mudada a General Deheza -la ciudad ubicada al norte del departamento Juárez Celman, en la provincia de Córdoba- y desequilibrada emocionalmente por la muerte de su padre, sintió que necesitaba empezar de cero. “Ese gran shock más el cambio radical en mi vida, hicieron que buscara la felicidad que había perdido después de semejante dolor”.
Criada en Río Cuarto, en una familia numerosa de cuatro hermanos, Ornella Roccia fue la hermana del medio y melliza del único varón. Desde pequeña había sentido una inexplicable atracción por los programas de cocina que emitía la televisión argentina y de cable. Mientras todos descansaban, cocinar los sábados por la siesta era para ella un plan de disfrute total. “Mi primer gran amor por la cocina, y en especial por la pastelería, fue cuando tenía 12 años y comencé un curso de repostería. Hacía tortas decoradas y después llevaba a casa y mis hermanos”.
“Buscaba libertad de horarios e independencia laboral”
De su madre heredó y aprendió lo que años más tarde se convirtió en un valor importante en su vida: el amor por la cocina. “Mi mamá me permitió desde muy pequeña cocinar y aprender a la par. Nos dejaba probar y disfrutar de preparar tortas para los amigos y la familia. Además ella siempre cocinaba para muchos y nos decía que donde comían dos, también comían tres. Entonces reunirnos alrededor de la mesa siempre fue un momento de gran disfrute”.
En la etapa escolar hizo otro gran descubrimiento acerca de su pasión por la cocina. En cada oportunidad que podía llevaba tortas al colegio para celebrar fechas especiales o los cumpleaños de sus compañeros. Fue entonces que comprendió que llevaba en la sangre ser anfitriona y agasajar a los demás.
Sin embargo, al momento de elegir una formación profesional se inclinó por la kinesiología. Siempre había disfrutado de las actividades recreativas al aire libre, del deporte y también se sentía interesada por todo lo vinculado a la salud. “En su momento pensé que la licenciatura en kinesiología me permitiría libertad de horarios e independencia laboral para formar una gran familia como siempre había querido y poder dedicarme a mis hijos”.
“¿Y qué hacés acá?”
Los primeros años de práctica profesional los hizo en Río Cuarto, en una empresa del rubro de salud. Allí encontró un grupo de personas maravillosas con la que compartía espacios fuera el ámbito laboral. Cada tanto organizaban reuniones con los compañeros de trabajo, y Ornella siempre estaba feliz de poder recibirlos, cocinar y preparar la mesa.
“Un día de trabajo en el consultorio, estábamos charlando entre espera de paciente y paciente con mi gran amiga Diana y ella me comentó que su sueño era ser la kinesiología de los Pumas. Yo le respondí que mi gran sueño era trabajar en el Gourmet. Fue muy cómico, porque en confianza ella me miró, se rio y dijo ¿y qué haces acá? Y ahí quedo la pregunta en mi cabeza”.
“Seguí tu deseo, me repetía la psicóloga”
Mientras su trabajo continuaba en automático, Ornella se casó, se mudó y comenzó a atravesar el duelo por la muerte de su padre. Hasta que sintió la necesidad de buscar ayuda profesional para poder procesar todo lo que estaba viviendo. Comenzó una terapia psicológica y en ese espacio pudo evaluar también, su futuro laboral. “Trabajamos el deseo de hacer un posgrado de kinesiología o estudiar pastelería profesional. Y ahí la psicóloga fue muy clara en el mensaje que me daba: seguí tu deseo, me repetía con el correr de las sesiones”.
Siguió trabajando dos años más como kinesióloga y un tiempo después, ya instalada en su nuevo hogar de General Deheza, mientras diseñaba la cocina de su casa con la arquitecta volvió a sentir el llamado de la vocación. “Mientras la arquitecta me preguntaba sobre los colores, los materiales y las texturas que quería para ese espacio, yo visualizaba lo que realmente soñaba: una cocina que me permitiera hacer talleres. Me imaginaba mis mañanas con buena música disfrutando de hacer una receta con vegetales de estación, con aromáticas de mi propia huerta, mirando mi jardín y siendo muy feliz. Al poco tiempo, de forma inesperada, un día tuve que improvisar y cubrir a una amiga en un taller de cocina. Fue ahí donde me di cuenta que amaba dar clases, enseñar tips y compartir recetas de pastelería”.
“Me decían que renunciar iba a ser un desperdicio”
Creer en su pasión y en que tenía todas las herramientas necesarias para perseguir su sueño fue lo que llevó a Ornella a tomar la gran decisión. “Tuve que dejar de lado la presión social cuyo mandato indica que mi profesión sería para toda la vida, y que renunciar sería un gran desperdicio. Pero como toda elección, tuve que optar. Y así fue, tomé la decisión de poner en pausa la profesión para poder enfocarme de lleno a mi gran anhelo: la cocina”.
Su mayor motor para crear una nueva versión de ella misma fueron sus hijos y su esposo Franco, que con muchísimo esfuerzo la apoyaron, y creyeron en su pasión. Primero, costó, por momentos lo sentía muy lejos, pero siempre lo imaginó. Y paso a paso, se fueron dando eventos impensados pero soñadas, que fueron generando seguridad y confianza en ella misma. Así le dio forma su propio emprendimiento, Le Meriel, un taller de cocina -en donde puede dictar clases a grupos reducidos, degustar y disfrutar preparaciones-, una huerta orgánica a la par, con aromáticas, hojas verdes y vegetales de estación y una tienda de productos.
“Es grandioso trabajar de lo que te apasiona”
Hoy finalmente Ornella pudo darse el gusto de trabajar de lo que ama. En un día típico se levanta temprano a la mañana para preparar el desayuno a toda la familia. “Disfrutamos mucho los momentos alrededor de la mesa, y el desayuno no es la excepción”. Luego de llevar a los niños al jardín, organiza la semana. Sus días fuertes de producción son los miércoles, los jueves y los viernes. Los lunes y los martes arma el stock de congelados. Los miércoles hace contenido para redes. Los jueves dicta talleres de cocina y los viernes se dedica a la venta por pedidos de pastelería saludable.
Asegura que con su cambio de vida ganó la posibilidad de animarse a apostar a lo que ama y a aprender a buscar la felicidad en las pequeñas cosas de la vida. “Ir a cortar hojas verdes de mi huerta para el almuerzo y cocinar con mis pequeños hijos para enseñarles, en lo cotidiano, lo grandioso que es trabajar de lo que nos apasiona”.
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