"¿Argentina?" "¡Eso queda tan lejos!" "¡Qué exótico!" "¡Qué diferente a todo lo que conocemos!" fueron las frases que Marija Clara Vysniauskaite escuchó, una y otra vez, cuando en su rincón lituano de Europa del Este anunció que se iría a vivir "al fin del mundo". Su familia no podía creerlo y, en el fondo, ella tampoco. Al territorio austral lo percibía enigmático, extraño, y lo asociaba con tres cosas que había tenido el privilegio de apreciar: "Vino", "Patagonia" y "Tango". Y, sin dudas, cada una de aquellas referencias le provocaba placer y una gran sonrisa.
Dueña de un espíritu sensible y romántico, ese sentimiento novedoso de vivir en un paraje exótico del mundo nunca la abandonó. Hasta el día de hoy, y en cada amanecer porteño, una electricidad única la atraviesa y la sorprende como la primera vez, algo que siente con intensidad cuando saluda a sus amigos de su querida Lituania con un "¡Hola desde Buenos Aires!", que le infla el pecho de orgullo, la inspira en sus conversaciones y en sus melodías a entonar: "El nombre de la ciudad lleva tanto en él, que la gente en mi país también lo asocia instantáneamente con la grandeza, la emoción, el misterio y el romance", sonríe.
Pero a pesar de la magia, Marija Clara jamás olvidará la primera vez que pisó Buenos Aires, años atrás, cuando vivir en Argentina no estaba en sus planes. Enamorada de un argentino-alemán que conoció en Berlín, aceptó su invitación de acompañarlo a visitar sus raíces. Allí, en las primeras horas, la joven vivió una experiencia que asegura que aún hoy le provoca malos sueños:
"Estaba recién aterrizada y asistimos a un casamiento con cientos de invitados. Como era una fiesta familiar, tuve que saludar a todos y a cada uno de ellos", rememora Marija divertida. "¡Me besaban en la mejilla y quedé desconcertada! Imagínense el pasaje de toda una vida estrechando la mano al conocer gente nueva (y que en Lituania nunca son más que un puñado a la vez), a tener que besar trescientos argentinos en unas horas. Es algo a lo que creo que nunca me acostumbraré. Para ser honesta, no recuerdo muchos detalles de ese día debido al gran estrés social por el que atravesé", continúa riendo.
Una Argentina lejana que escondía un secreto impactante
Marija Clara nunca imaginó que viviría en Argentina. Creció en la Lituania post soviética de los 90, en un país que estuvo - al igual que tantos otros – 50 años tras la cortina de hierro. A pesar de la caída del muro, la revolución tecnológica y la sensación de que el mundo se volvía un lugar cada vez más pequeño, para la joven y su entorno, América Latina siempre se había mantenido como "el fin del mundo".
Durante sus estudios, conoció a su actual marido, Ignacio. Vivían en Berlín y la idea de mudarse jamás había ingresado en sus conversaciones. "¡Aunque eso sí, de él creo que claramente me atrajo su parte más exótica, argentina!", exclama entre carcajadas.
A lo largo de su relación, Marija e Ignacio habían viajado a la Argentina de visita en dos ocasiones breves, pero fue en el tercer viaje, que surgió una oportunidad que cambió el destino de su vida: "Vinimos por dos semanas y le ofrecieron trabajo a mi marido. ¡A Europa no regresamos! Jamás hubiera imaginado que esa tercera visita sería permanente. Y, aunque ya era un hecho, y ya conocía el país previamente, no podía dejar de pensar: ¿Yo en Argentina? ¡Qué raro!", asegura Marija, quien es multinstrumentista y cantautora, y estudió Literatura Inglesa en la universidad de St Andrews e hizo una maestría en Producción Musical en Leeds Conservatoire en donde llegó a ser alumna de Dom Morley.
A pesar de su alma aventurera y su intensa emoción, los nervios fueron inevitables. Pasado el primer impacto, la lituana se preguntó cómo haría con un idioma que no dominaba, con las amistades que no tenía, y con una carrera musical que debía comenzar de cero. Inmersa en un mar de interrogantes, regresó a suelo lituano algunas semanas después a buscar algunas pertenencias, y a ver y despedir a su familia. Allí, en aquel reencuentro, algo increíble sucedió:
"Quiero aclarar que las reuniones familiares, a diferencia de aquí, en Argentina, no son muy comunes en Lituania. Nosotros, los bálticos, somos muy reservados", manifiesta al recordar el hecho. "Durante el encuentro descubrí algo impactante. Siempre supimos que el abuelo de mi madre - mi bisabuelo- nació fuera de Lituania, muy probablemente en algún lugar de América del Norte. Era la gran leyenda familiar (en mi infancia imaginaba ser descendiente de Pocahontas). Durante este encuentro de primos que nunca veíamos, nos revelaron que mi bisabuelo efectivamente había nacido en América, ¡pero en el sur! ¡Nació en Buenos Aires! Se ve que su padre había sido de los famosos trabajadores golondrinas de principios de siglo y que, poco tiempo después, regresaron a Lituania. ¿Pueden imaginar nuestra emoción y sorpresa? Esta noticia me puso en un escenario completamente diferente: ahora ya no me mudaba a un nuevo y extraño país, ¡iba a conocer parte de mis raíces, que compartía con mi marido sin saberlo!"
Nuevos hábitos en una Argentina acogedora
Ignacio y el nuevo círculo social de Marija Clara quedaron sorprendidos por la capacidad de adaptación de la joven, a pesar de todos sus temores. Al crecer en una familia amante de la cocina y el buen comer, la lituana inmediatamente se sintió atraída por las costumbres argentinas relacionadas con la gastronomía: reunirse en familia y con amigos los domingos para un asado, o tomar mate con esas deliciosas facturas que la conquistaron.
"Detrás de todas estas tradiciones hay un maravilloso sentido de unidad. En la esencia de esto, para mí, se encuentra el verdadero rostro de la Argentina: el valor que se le otorga a reunirse con los que amás, esa idea de compartir las alegrías y las penas sin reprimirlas o guardarlas para sí, ese hábito de compartir y vivir la vida juntos. Esto no se da en cualquier lugar", dice emocionada. "Y en otro orden de las cosas, acá la paciencia es una virtud nacional y aprendo cada día a practicarla. ¡Nunca conocí una nación más aficionada a esperar en una fila para hacer un trámite! Los lituanos, como todos los europeos del norte, siempre tienen prisa, son puntuales, muy eficientes y muy impacientes. Poco después de mudarme a la Argentina aprendí que aquí es distinto. La gente sigue su vida diaria a un ritmo más relajado, la puntualidad es una palabra bastante relativa", continúa riendo.
"Honestamente, siento que encontré mi lugar aquí en Argentina, siento que pertenezco. Mis amigos me preguntan si no extraño Europa, pero hasta el momento rara vez me pasa. Por supuesto, no se puede negar que soy una extranjera. A veces, en el momento en que me subo a un taxi, inmediatamente me preguntan "¿de dónde sos?", pero cuando les digo que soy de Lituania nunca recibo una respuesta fría: todos y cada uno de los argentinos que conocí son siempre muy acogedores y cálidos".
Calidad de vida en una ciudad para el amor y la música
Hoy, cuando a la mujer proveniente de tierras bálticas le preguntan acerca de las dificultades de vivir en suelo porteño, sonríe. Ella acepta que solo puede hablar de su propia perspectiva como música:
"Claramente la industria musical es un ámbito muy competitivo en cualquier parte del mundo, pero siento que hay muchas oportunidades para los músicos en Argentina y que la comunidad recibe con brazos abierto a nuevos y prometedores artistas", asegura. "En comparación con Vilnius, en Lituania, Buenos Aires tiene muchos más `colectivos musicales´, donde se puede obtener exposición, así como una abundancia de bares musicales en zonas como Palermo. Supe que reconstruir una carrera en Argentina iba a estar bueno, cuando tres semanas después de mudarme ya tenía un show propio agotado. ¿Cómo sucedió eso? Creo que fue una combinación de que soy lituana, algo medio raro para muchos, y mi música, que es una mezcla bastante particular de jazz, r & b, soul e indie".
"Me siento muy afortunada y estoy muy agradecida de tener la oportunidad de ver y aprender del `saber vivir´ de los habitantes de esta nación, es algo que me ha hipnotizado por completo. Vivir en Argentina para mí fue un nuevo capítulo para aprender a amar verdaderamente la vida. Incluso considerando que es un país que ha pasado por muchos altibajos, como Lituania, lo que vivo aquí es una experiencia invaluable. En Lituania veo siempre mucho pesimismo, acá la gente disfruta de la vida, es alegre, se sobrepone o convive de otra manera con los obstáculos".
Los regresos a Europa y las enseñanzas de una Argentina amada
Cuando Marija Clara regresa a su Lituania natal, percibe con curiosidad que su relación con sus seres queridos se ha profundizado. Tal vez sea por la distancia, las revelaciones familiares y los aprendizajes culturales, que la joven aprecia con una intensidad antes desconocida el tiempo juntos.
"Creo que la razón principal de esta nueva apreciación está directamente conectada con los valores argentinos: la familia está en el centro de todo; es sagrada y atesorada. En Lituania muy pocos mantienen el contacto con sus primos, especialmente los más lejanos; no es realmente parte de nuestra cultura sostener todos los vínculos. Tu familia es tu padre, tu madre y tus hermanos y, por supuesto, tus amigos. Acá es más amplio, abarca un espacio mayor. ¡Me sorprendí cuando supe que mi marido no solo conoce todos y cada uno de los nombres de sus primos segundos, sino que también conoce y mantiene el contacto con los primos de sus padres! Tengo que admitir que todavía no me sé los nombres de todos, pero aparecen constantemente en distintas situaciones".
La joven lituana de 28 años todavía se recuerda de niña, cuando rodeada de música y sabores hogareños, volaba con su imaginación. Pero, aun a pesar de sus magníficas ensoñaciones, Argentina quedaba demasiado lejos para sus fantasías y aventuras. Y, sin embargo, un romance y un descubrimiento la trajeron a una tierra que hoy la colma de orgullo, la inspira en su música, y le enseña a emprender otro tipo de vuelo.
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"En este rincón del planeta aprendí acerca del poder de la perspectiva. Uno suele ver solo lo negativo de lo propio y lo bueno en lo ajeno. Estando lejos de casa llegué a apreciar las cosas que solía naturalizar, y me di cuenta de que muchos problemas que tenemos allí, también están presentes en otras partes del mundo. Ningún lugar es perfecto y creo que, cuando somos locales, damos mucho por sentado. Cada día aprendo y vivo muchas cosas en Argentina y me gustaría hacerles llegar a los habitantes de esta hermosa tierra otra imagen de su propio hogar a través de los ojos de alguien de afuera".
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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