"Dale, ¡sos un papelón!", lanzó Christopher Burt divertido y, de pronto, se sintió un argentino más. La sentencia salió espontánea de su boca un día como cualquier otro, cuando se hallaba en la línea b, camino a su trabajo. El vagón estaba atestado de gente, pidió permiso y alguien lo increpó, acusándolo de que si quería comunicar algo debía mejorar su español. Fue entonces que pronunció la frase que había escuchado en la mesa de Mirtha Legrand, uno de sus programas favoritos.
"Soy consciente de que soy un extranjero proveniente de Escocia que eligió vivir en Buenos Aires, pero me considero como otro habitante más de la ciudad y me gustaría que así me vean. Gano en pesos, pago mis aportes y dudo que los turistas tomen la línea b en hora pico cada mañana y vean a Mirtha", manifiesta entre risas el joven de 27 años.
Una revelación y un camino inesperado
De niño, Chris solía mirar las fotografías enmarcadas en el living de la casa de su abuelo con curiosidad, aunque jamás hablaron de ellas. Nunca hubiera imaginado que esos cuadros correspondían a imágenes del país que lo recibiría en el futuro: "Eran de tomas de Salta y Jujuy, ¡Argentina!, una tierra que mis abuelos habían visitado con frecuencia por trabajo en los 80. Recién supe de esto muchos años después, cuando le anuncié a mi abuelo que me iría a vivir a la Argentina. Fue ahí que me lo contó y se alegró mucho por mí, ¡siempre le había encantado el país!"
Pero mucho antes de su anuncio y revelación, Argentina era un suelo inexistente, a diferencia de Londres, esa icónica capital del mundo con la que fantaseaba desde que tenía memoria. Chris quería a su Escocia natal, pero Stirling, la pequeña ciudad donde vivía junto a su familia, le quedaba limitada para sus sueños y su identidad.
Fue entonces que a los 18 partió rumbo a Inglaterra. Apenas lo separan cinco horas y media de viaje en tren y, sin embargo, irse significó la primera gran aventura de su vida. Estudió en la universidad de Londres, y al finalizar su maestría en desarrollo internacional y economía medioambiental en el London School of Economics, en 2016 decidió emprender un viaje hacia América del Sur, para recorrer varios países como mochilero. Allí emergió Argentina por primera vez, y Buenos Aires lo enamoró para siempre.
"Decidí quedarme un mes para hacer un curso de español y un voluntariado en el centro cultural del hospital psiquiátrico Borda", cuenta con una gran sonrisa. "En ese período, también me enamoré de un argentino. Luego de algunas idas y vueltas, me instalé definitivamente".
Los padres de Chris imaginaban que no regresaría a Escocia, aunque no habían anticipado que se iría tan lejos. Tiempo después tuvieron la oportunidad de conocer a Leandro, su pareja, y más tarde visitaron el país en un viaje que disfrutaron, y que les trajo tranquilidad y un mayor entendimiento del por qué había elegido Argentina. Y por supuesto e inesperadamente, el joven tuvo el enorme apoyo de su abuelo.
"Mis amigos me felicitaron por mi decisión y creo que en el fondo hubiesen deseado hacer lo mismo, pero el pensamiento allí puede llegar a ser muy cerrado: hay que seguir un determinado rumbo sí o sí, no importa el costo, y se pierde de vista el hecho de tener otra experiencia de vida".
En lo de Mirtha hablan por tres horas y otros hábitos extraños
Escocia parecía otra vida, e incluso Londres, fascinante y reciente, había quedado atrás. Allí, en la capital inglesa, habían quedado los cinco años de amistades que trascendieron la distancia, y un trabajo tedioso, que no le costó dejar ir. En Buenos Aires, a Chris lo esperaba un volver a empezar y un amor con otro círculo de amigos, algo que lo hizo sentir muy afortunado.
Con el paso del tiempo y la bendición de un nuevo trabajo, lo primero que el escocés pudo apreciar con mayor detenimiento fue la magia del clima, ¡incluso muchos días del invierno porteño seguían siendo mejores que el verano en su tierra natal!, y el gran activismo político: "En Escocia o el Reino Unido nadie está muy al tanto de sus gobernantes", observa. "Me sorprendí al ver las marchas políticas en el microcentro, con fuegos artificiales, choris y todo".
"Al viajar, me asombró el lujo de los micros de larga distancia y jamás olvidaré la locura de jugar entre todos al bingo en un tramo de Bariloche a Mendoza", continúa alegre. "Y no me dejará de sorprender lo tarde que sale la gente. En mi pueblo en Escocia si llegás a las 23 quizás ya es muy tarde para entrar. La primera vez que me avisaron que nos juntábamos a las 12 de la noche para una previa dije ¿qué? Eran las 20 y no entendía qué debía hacer en las próximas cuatro horas. Y que todos, incluso los hombres, se saluden con un beso, me encantó, pero me impactó".
Chris tampoco olvidará aquellas otras veces, cuando le hablaron del bombón escocés o la ducha escocesa como si él fuera a comprender: ¡Venía de Escocia y nunca había escuchado algo semejante! Sin embargo, pronto descubrió que, antes que ese famoso bombón, prefería comer el tradicional helado que podía conseguir por kilos, en cualquier horario y cualquier día del año, ¡delicioso e impensado en su tierra de origen!
"Y algo muy estresante es que haya que decirle al conductor del colectivo a dónde querés ir; al comienzo evité utilizar ese medio de transporte. También me tuve que acostumbrar a la obsesión incomprensible en los supermercados, kioscos y taxis por tener cambio, sin importar el monto ni el tamaño del billete con el que estés pagando".
"Por otro lado, me encanta que los mozos acá te avisan cuando estás pidiendo demasiado, ¡impensado en Londres! Eso sí, me resulta raro que la gente le ponga hielo a ciertas bebidas como el vino tinto, pero por otro lado tome mate caliente cuando hacen 40 grados. En Reino Unido a la gente le encanta tomar té, pero en pleno verano, que llega a 25 grados, ¡ni locos!"
Fue recién cuando Chris pudo incorporar modismos y ciertas costumbres, que se sintió parte de la sociedad. En aquel camino de adaptación, su aliada fue la televisión argentina:
"Me divierte la cultura mediática y hablo con mis amigos sobre lo que dijo Soledad Fandiño a Laurita Fernández, o con la madre de mi novio acerca de la carrera de Valeria Lynch. Parecen cosas tontas, pero aprendí que me hace sentir más en casa e inmerso en el país", sigue con una gran sonrisa. "Pero sorprende que casi toda la televisión se trate de gente sentada en varias sillas hablando sin parar. ¡El cantando es un minuto de actuación y quince de hablar! Y, por supuesto, está el programa de Mirtha, ¡hablan por tres horas! Los políticos británicos no podrían sobrevivir a una entrevista así".
Manejos autoritarios incomprensibles y una mejor calidad de vida
"Te tenés que hacer un análisis preocupacional", le dijeron a Chris como condición para comenzar a trabajar. El escocés, indignado como pocas veces en su vida, se sintió atropellado. Hasta el día de hoy no comprende la necesidad ni el atrevimiento de violar la libertad de las personas, imponiendo, entre otras cosas, la obligatoriedad de sacarse sangre.
"Pero me siento orgulloso de tener empleo en una empresa local, donde puedo trabajar con argentinos alineados con mis intereses orientados a `ESG´ (Medioambiente, sociales y gobierno corporativo). Me gusta pensar que contribuyo al fortalecimiento de la regulación local y de las prácticas corporativas locales en el sector privado", continúa Chris, cuya empresa se dedica a construir confianza en el mercado de capitales y adoptar mejores prácticas corporativas relacionadas a la transparencia, sustentabilidad, gestión de riesgos, cumplimiento interno, ética, cultura empresarial y diversidad de liderazgo.
Aun a pesar de los claroscuros de Buenos Aires, de los manejos autoritarios incomprensibles, hoy Chris siente que tiene una mejor calidad de vida que la que tenía en su pasado: "Londres es una ciudad muy cara, por lo que los jóvenes profesionales suelen compartir vivienda y pagan dos tercios de su sueldo mensual en el alquiler por una habitación, lejos del trabajo. Hoy me siento feliz al poder vivir con mi novio en un lugar lindo, que me cuesta una menor proporción de mi sueldo en pesos".
"Y mi vida en Escocia era muy `para adentro´", asegura pensativo. "Cuando la gente me pregunta, ¿por qué no vivís en Escocia?, respondo que hace frío, llueve mucho y es muy oscuro durante mitad del año. Hay gente que se deprime con el clima escocés. ¡Allá si la temperatura supera los 25 grados sale en las noticias y todo el mundo anda desnudo! Acá cuando es menor a 25, andan con camperas", dice a carcajadas.
Calidad Humana en una Buenos Aires libre
Uno de los hábitos que conquistó a Chris desde un comienzo fue la habilidad argentina de conocer gente nueva e incorporarla con una naturalidad asombrosa. El joven reveló que nada parecía complicarse a la hora de juntarse con los amigos el día que fuera, a la hora que fuera: "Todo parece más fácil de organizar. Suena absurdo, pero vengo de un lugar donde todos parecen estar demasiado ocupados para hacer algo: hay que ‘reservar’ tiempo y planificar todo con mucha anticipación".
"En todos los ámbitos he encontrado calidez, apertura y risas. Desde que conocí Buenos Aires percibí que era un lugar donde podía sentirme libre y disfrutar mi vida. Argentina aprobó el matrimonio igualitario antes que Escocia y, aunque hubo avances enormes en muchos países del mundo, encontré en Buenos Aires una comunidad LGBTQ grande, alegre y activa, algo muy importante para mí".
La broma de la estabilidad y aprendizajes de país con humor
Al repasar el camino de su vida, Chris comprende que ama a Escocia, pero que allí no podría proyectar su futuro. En su pequeña ciudad, desde las aulas de su colegio secundario, tenía vistas a las montañas y a un castillo histórico y, sin embargo, sentía que se aburría. Hoy, impregnado de nuevas perspectivas, la distancia le enseñó a apreciar a su tierra de nuevas maneras, a pesar de no elegirla.
"Estoy orgulloso de ser escocés y representar al país, no somos muchos en el mundo. Recuerdo con alegría su naturaleza, sus lugares históricos centenarios que me faltan al vivir en Buenos Aires", reflexiona. "Se trata de un país chiquito, pero cargado de incertidumbre relacionada al impacto de Brexit y las revueltas acerca de la independencia del Reino Unido. A veces bromeo con que vine a la Argentina a buscar la estabilidad política que no hay en Escocia ni en el Reino Unido. ¡Siempre me va a encantar Londres!, pero no extraño. Creo que a muchos la idea de vivir allí les resulta un sueño. Y diría que sí, puede ser, pero no necesariamente funciona así. Hay problemas y desafíos distintos".
"Con mi experiencia aprendí que vale la pena dedicar el tiempo a conocer bien tu país adoptivo y su cultura. Soy consciente de respetar las costumbres argentinas y su modo de vida. Y entendí que está bien ser inmigrante y ser visto como tal: sé que mi acento en español no va a ser considerado nunca como nativo (¡dicen que digo jola en vez de hola!), pero aprendí aprovechar y hacer mis ‘edits’ propios del idioma. Digo ‘vayate’ en vez de ‘andate’, porque para mí tiene más sentido, y ‘te pido dos mil disculpas’, porque ¿quién decidió que mil disculpas alcanzan?", continúa riendo.
"Sigo aprendiendo que hay que tomar todo con buen humor, algo que creo que los escoceses y los argentinos tienen en común. El dólar puede subir, pero la gente sigue con sus vidas, sacando memes en el proceso. En Reino Unido decimos ‘mantené la calma y seguí adelante’ (Keep Calm and Carry On), creo que los argentinos pueden editarlo y decir ‘mantené la calma, reíte y seguí adelante’".
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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