Rodrigo Sartori, que trabaja desde hace seis años con animales silvestres asegura: “Lo lindo de este trabajo es que nunca tenés una rutina, todos los días tenés nuevos desafíos”
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Quienes estudian Veterinaria no aprenden a operar a un tucán ni a vacunar a un tiburón. Menos aún, a curar a un cóndor intoxicado o a rescatar de un bosque a un ciervo con heridas de bala.
Todos estos desafíos, y también muchos otros, Rodrigo Sartori (35) tuvo que enfrentarlos a medida que se presentaban. “Te la tenés que rebuscar: leés papers, ves videos, pedís asesoría... Estamos muy acostumbrados a encontrarnos con situaciones que nunca antes habíamos tenido -dice el veterinario del bioparque Temaikén-. Este trabajo es lo más lindo que hay. También implica una responsabilidad muy grande, porque muchas veces te toca atender animales que están muy amenazados”.
Oriundo de Tandil, Sartori comenzó a trabajar en Temaikén en 2017. Desde niño, ser veterinario siempre había sido su primera opción, pero la idea de trabajar en un zoológico era impensada. “Empecé trabajando en una clínica veterinaria y en un centro de zoonosis haciendo cirugías. Y después tuve la oportunidad espectacular de hacer una pasantía acá. Quedé como loco con el lugar: me gustó muchísimo el trabajo y me sorprendió el compromiso que había con todos los animales. Cuando llegué había un pato criollo que tenía un problema en una de las patas y se le hacía terapia y fisioterapia todos los días. Eso me encantó”, recuerda.
Tras haber terminado la pasantía, Sartori pasó a formar parte del plantel estable de veterinarios de la fundación. “Acá hacés todas las especialidades de la veterinaria: radiología, ecografía, cirugía, traumatología. Es un desafío enorme, pero me encanta. Además, tenés acceso a especies muy diversas. Todos los días me levanto y vengo contento a trabajar”, suma.
Sartori trabaja para los dos predios que tiene la Fundación Temaikén en Escobar: el zoológico y el Centro de Recuperación de Especies (CRET), donde se deriva a animales silvestres heridos (como cóndores, pumas, guacamayos y ciervos del pantano) para ser tratados y luego devueltos a sus hábitats naturales.
Durante un recorrido por el bioparque, recuerda el día en que llegó un puma que había sido incautado por las autoridades provinciales de una casa, donde al animal le habían extirpado las garras. A su captura siguieron meses de tratamientos con magnetoterapia y láser dentro del CRET. También el día en que llegó una culebra norteamericana que un turista había intentado traficar por el aeropuerto de Mar del Plata, dentro de una botella de suavizante para ropa.
“La vieron por el scanner. Llegó acá en pésimas condiciones, con un olor a suavizante de ropa terrible”, cuenta. Hoy, años después de su arribo, la culebra sigue allí, en una de las salas de reptiles del hospital, dentro de una pecera de cristal ambientada con tierra y ramas.
“Tenemos al animal acá y lo cuidamos hasta que las autoridades correspondientes decidan qué hacer. Al no ser autóctono, de nuestro país, no lo podemos liberar acá porque podemos provocar un desequilibrio”, explica, mientras lo busca con la mirada entre las ramas de su pequeño nuevo hábitat.
Según Sartori, los animales que todas las visitas pueden ver en el predio del zoológico no pueden ser liberados porque fueron traídos de otros zoológicos y la mayoría ha nacido en cautiverio. “Nacieron bajo cuidado humano, son animales que están improntados con las personas”, dice.
Pero lo que el equipo de veterinarios sí hace es permitir que algunas especies se reproduzcan para que sus crías puedan ser liberadas. “Todos los años, las crías de la pareja de cóndores que tenemos se liberan”, suma. Este trabajo lo hacen en conjunto con la fundación Cóndor Andino.
Sartori trató este año a un cóndor cuyo caso tomó especial relevancia en los medios. Un turista lo fotografió cuando aterrizó en su kayak, en el medio del Lago Traful, provincia de Neuquén. El animal -después se supo que estaba intoxicado con plomo- logró levantar vuelo. Tras su rescate, la seccional de Parques Nacionales lo trasladó en avión al CRET, hoy el principal centro de derivación de cóndores.
“La intoxicación por plomo es bastante común en los cóndores. Es un ave carroñera, se alimenta de animales muertos. Y como los animales muertos muchas veces fueron disparados por cazadores, el cóndor se come el plomo del proyectil y se intoxica. El proceso de desintoxicación fue complicado”, recuerda.
“Lo lindo de este trabajo es que nunca tenés una rutina: venís todos los días y tenés nuevos desafíos. Tenés días que estás trabajando todo el tiempo afuera, con los animales del centro de rescate, y otro día que no salís del hospital. La última vez que fuimos a buscar un ciervo de los pantanos lo hicimos en el delta a las 19 horas. Se hizo de noche y se largó a llover, y nos quedamos trabajando bajo la lluvia, iluminados con las luces de la camioneta”, recuerda.
Además de sanarlos, el principal desafío que enfrentan los veterinarios cuando tratan animales que volverán a ser insertados en su hábitat es intentar no interactuar mucho. “Tenemos que evitar que se impronten con nosotros, que nos reconozcan como de su misma especie, porque después es muy difícil revertirlo. Para que un animal silvestre sobreviva en la naturaleza, tiene que huir de las personas”, explica.
Es por eso que los veterinarios evitan hablar y se cubren los rostros cuando ingresan a sus recintos. “En el caso de pichones, cuando están más grandes, generamos aversión a las personas: hacemos que se asusten cuando ven humanos. Por ejemplo, hacemos ruidos fuertes o los agarramos y los soltamos en el aire. No es tan lindo, pero es súper necesario para sobreviva en la naturaleza”, cuenta.
Sin embargo, hay animales rescatados que pasan años, o incluso toda su vida, en el predio de la fundación. Según explica Sartori, esto se debe a que no todos los animales pueden ser reinsertados. Este es el caso de las decenas de tortugas que son criadas en el hospital de Temaikén.
“Lo que pasa es que necesitás, primero, la autorización de las autoridades pertinentes. Segundo, algún tipo de programa de seguimiento de estos animales. Y tercero, asegurarte de que estás liberándolo en un ambiente que es seguro. En el contexto de la crisis global de extinción que estamos teniendo, realmente es muy importante tener pules genéticos seguros de especies bajo cuidado humano, en buen estado. Porque el día que nosotros o alguna de las instituciones con las que colaboramos quieran hacer una reinserción, van a poder hacerlo.
Muchos animales de los que hoy se encuentran en el hospital donde trabaja Sartori fueron rescatados del tráfico ilegal por autoridades de fauna locales. Ese es el caso del grupo de tortugas carbonarias -una especie, según el veterinario, “muy amenazada”- que crece y se reproduce en esta institución. A una hembra tuvieron que someterla hace unos años a una operación sin precedentes en el país.
“Cuando llegaron, tenían huevos retenidos. Ellas retienen huevos cuando están bajo malos cuidados. Luego de un largo tratamiento, todas desovaron menos una. La tuvimos que operar. Lo que pasa es que operar a una tortuga no es lo mismo que operar, por ejemplo, una perra: hay que abrirle el plastrón, que es la parte dura de abajo, con una sierra- Fue bastante complicado, por el tipo de metabolismo que tienen de los reptiles, lograr mantenerla estable durante toda la cirugía. Fue todo un desafío”, explica.
Entre los animales que viven en el bioparque se encuentra un tucán con una prótesis de pico. Perdió parte del original en una pelea y, para que pudiera sobrevivir, los veterinarios debieron replicarlo con tecnología 3D. Por la camilla del quirófano del hospital han pasado en los últimos 20 años peces, tigres, cebras, pumas, monos, y hasta un alligator (que no es lo mismo que un cocodrilo) de 200 kilogramos. Este último ha sido el animal de mayor peso que han tratado. “El alligator es una bestia. Si necesitás hacerle algún procedimiento médico, necesitás ocho personas agarrándolo. El manejo de estos animales requiere una complejidad y una coordinación muy grande entre equipos de adentro de la fundación y de afuera. Son desafíos espectaculares, re lindos, que nos encanta hacer”, dice Sartori.
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