Hace casi 10 años, Fabién Cousteau inició el proyecto más ambicioso de su vida: la base submarina Proteus, con un costo de 135 millones de dólares
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Para la familia Cousteau, vivir debajo del mar fue siempre una aspiración vital, una obsesión transmitida de generación en generación. El primero de ellos, el que comenzó todo, fue Jacques-Yves Cousteau. Era solo un oficial de la marina francesa enamorado del océano cuando, en 1943, desarrolló un invento muy particular: un válvula reguladora que permitía respirar debajo del agua con tanques de aire. Desde ese momento se propuso un objetivo para muchos imposible: habitar las profundidades del mar.
Varias personas -incluidos los Cousteau- han intentado fabricar centros de investigación, laboratorios o casas submarinas. Gobiernos como el de Estados Unidos y la ex-Unión Soviética impulsaron varios proyectos para lograrlo a la par de la “carrera espacial”, entre los años 60 y 80. Sin embargo, casi todas han terminado abandonadas.
El mismo Jacques-Yves murió antes de poder convertirse en un habitante marino. Sin embargo, Fabién Cousteau (55), el mayor de sus nietos, parece estar más cerca que nunca de lograrlo. Desde pequeño se dedicó a seguir los pasos de su abuelo y a cumplir sus sueños. Y según anunció hace unos meses, su último proyecto puede ser el peldaño más importante para cumplirlo.
“31 días debajo del mar”
Fabién Cousteau nació y creció en el mar. “A los tres años hice mi primera inmersión en el mar Mediterráneo y a los siete participé de una expedición con mi abuelo en el Calipso, su buque”, recordó en una entrevista para CNN en 2020. Dedicó sus primeros años como investigador a los tiburones, una especie que lo deslumbraba. Pero luego comenzó a gestar una de sus más grandes hazañas, una que hizo en honor a Jacques-Yves Cousteau: la Misión 31.
Uno de los documentales más reveladores de su abuelo fue “El mundo sin sol”, de 1964. Las primeras escenas de la película muestran al Calipso navegando hasta el lecho marino y deteniéndose justo debajo de una cápsula -también amarilla- diseñada por el expedicionista francés, del tamaño de un colectivo, sumergida 10 metros en el Mar Rojo. El resto del film muestra cómo el gran Cousteau vivió durante 30 días allí, en lo que él mismo llamó “el mundo sin sol”.
La estación submarina fue llamada “Continental Shelf Station Two”. Era el segundo experimento (el primero no funcionó) de Cousteau con viviendas bajo el agua. El reto consistió en quedarse allí abajo durante 30 días.
En la película, Jacques-Yves Cousteau y otros cinco tripulantes hacían todo tipo de actividades cotidianas bajo el agua: alimentarse, cortarse el pelo, leer el diario, charlar (con una voz agudizada por la mezcla de gases diseñada para poder vivir debajo del agua), y de vez en cuando, salir a explorar los alrededores. También fumaban en la profundidad.
Fue uno de los documentales más premiados en ese año y a Fabién le producía una sensación adrenalínica. La hazaña de su abuelo lo marcó para siempre, y exactamente 50 años después, se propuso superar el récord de su abuelo. Aunque todo fue distinto.
En lugar de diseñar y construir una estación submarina, optó por habitar la Base Arrecifal Aquarius, sumergida a casi nueve metros debajo del mar frente a Florida, en Estados Unidos. Menos precaria que la invención de su abuelo, esta cápsula (también amarilla y del tamaño de un colectivo) funciona desde 1986 y es la única estación científica submarina que aún sigue en pie.
Además de Base Arrecifal Aquarius, existen otras dos “viviendas” bajo el mar: la Operación de Misiones en Ambientes Extremos de la NASA (NEEMO) y el hotel submarino “Jules Undersea Lodge”. Sin embargo, ninguna de las dos están concebidas para que sus habitantes permanezcan más que unos pocos días allí.
En 2014, Fabién Cousteau habitó 31 días en la estación norteamericana. Así, superó por un día a su abuelo y rompió el récord de permanencia submarina.
Durante aquellos 31 días, la tripulación -esta vez compuesta por seis personas- realizó decenas de experimentos científicos, recorridas de observación de animales, clases académicas transmitidas por videoconferencia y estudios fisiológicos y psicológicos debajo del agua. Algo que no hubiera sido posible sin estar allí.
“En un mes, mi equipo y yo logramos obtener lo que serían tres años de investigación si no hubiéramos estado sumergidos debajo del mar. Esto tiene mucho que ver con el acceso que tuvimos al fondo marino. En este contexto pudimos bucear entre 10 y 12 horas al día”, aseguró frente a decenas de niños en la superficie que lo veían a través de un televisor, tal vez como él alguna vez vio a su abuelo cuando era pequeño.
Fue un logro, a todas luces, difícil de superar. Sin embargo, en la cabeza de Fabién se estaba cociendo un nuevo reto: construir la estación submarina más grande y moderna del mundo.
Proyecto Proteus
En boceto, es un edificio de dos plantas instalado a 18 metros debajo de la superficie, en Curazao, en la profundidad del mar Caribe. Como estructura principal se construirán dos discos metálicos unidos con pequeñas ventanas circulares y, conectados a ellos, habrá 12 cápsulas que servirán como dormitorios de los futuros expedicionistas. Dentro habrá una sala de producción de video, cocina, sala común, dormitorios y laboratorios científicos. Todo potenciado con energía solar, y maremotérmica.
“Nuestra idea es que pueda ser un centro internacional de investigación. Como la Estación Espacial. Queremos que cualquiera pueda venir y estudiar el mundo submarino, pero también estudiar los efectos que vivir bajo el agua pueden provocar en el cuerpo y en la mente humana. La idea sería poder quedarse bajo el agua semanas, meses e incluso más tiempo”, aseguró Fabién en 2020.
El nombre del proyecto es Proteus, el hijo del mitológico dios de los mares, Poseidón.
El diseño fue elaborado por Yves Behar y su empresa Fuse Project. Según la revista Forbes, costará alrededor de 135 millones de dólares y la primera etapa se consolidará este año. Aunque, hasta ahora, no hay indicios de una fecha exacta, está en los planes “construir más de una estación en los años próximos, diseñar módulos que se puedan integrar a Proteus”.
Según lo que declararon ante varios medios, buscan entender más acerca del océano y de los efectos que puede provocar en el ser humano. “Al respirar un aire más denso en oxígeno sabemos que podemos curarnos más rápido. Queremos experimentar con eso, y también con cultivar nuestra propia comida. Pensamos que las plantas pueden crecer más rápido bajo el agua también. A través de Proteus, más personas llegarán a comprender el poder de nuestro mensaje simple: Sin océano, sin vida”, explica Fabién.
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